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LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

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“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

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domingo, febrero 12, 2023

El revisionista del siglo XX.

 


HACE 40 AÑOS SE PUBLICABA "TIEMPOS MODERNOS", EL LIBRO MAS INFLUYENTE DE PAUL JOHNSON (1928-2023).

El revisionista del siglo XX.

En ese ambicioso trabajo el historiador británico rastreó a los responsables directos o lejanos de las calamidades desatadas a partir de la Primera Guerra Mundial. Detrás de todo estaba el relativismo moral que llenó el vacío dejado por la religión.

El libro más influyente de Paul Johnson, el notable historiador británico que murió el pasado 12 de enero a los 94 años, se publicó cuatro décadas atrás ante la aprobación inmediata, aunque no exenta de polémicas, de críticos y lectores.

Tiempos modernos, tal el título que lo consagró en español, es una obra regida por el espíritu del revisionismo histórico. Sus capítulos recorren el siglo XX con la mirada de un juez severo y agudo, además de escritor brillante, que se propuso sentar en el banquillo de los acusados a los responsables, directos o lejanos, de las matanzas, desvaríos y absurdos que sacudieron al mundo más o menos a partir de la Primera Guerra Mundial.

Su principio de interpretación es el siguiente: los tiempos modernos fueron los del relativismo moral. No puede entenderse la época sin ver en ella los efectos nocivos del abandono de la arquitectura moral judeo-cristiana (así la denomina) que había gobernado a la humanidad en los dos milenios anteriores.

Johnson detecta el fenómeno en diferentes esferas: en la transformación de las costumbres, en los despropósitos del arte, en el encumbramiento de las ideas y las modas más delirantes o impostadas. Pero sobre todo en el auge de los totalitarismos y en la deshumanizada frialdad de sus líderes, en especial Lenin, Hitler y Stalin.

CUATRO PENSADORES.

El comunismo y el nazismo, sostiene, tuvieron padres intelectuales muy concretos. Un cuarteto de pensadores allanaron el camino para el exterminio masivo y la esclavitud ideológica: Marx, Nietzsche, Freud y Einstein. Los tres primeros de manera más o menos consciente, y el último por obra de lo que el autor llama la "ley de las consecuencias involuntarias": una vez popularizada, su teoría de la relatividad sirvió para esparcir el virus del relativismo en un mundo desquiciado por la inexplicable carnicería que había atravesado entre 1914 y 1918.

Había en el marxismo una "forma de gnosticismo que alegaba espiar, a través del barniz de la percepción empírica de las cosas, el significado que se ocultaba debajo". Para el análisis freudiano, otro gnosticismo, la conciencia individual, que constituía "el corazón mismo de la ética judeo-cristiana", era un "mero dispositivo de seguridad, creado de manera colectiva para proteger el orden civilizado de la temible agresividad de los seres humanos". Por lo tanto, el sentimiento de culpa era una "ilusión de la que había que desprenderse". Nietszche anunció la "muerte de Dios" y previó que el vacío dejado por la religión sería llenado por la "voluntad de poder". Este impulso secular, acota Johnson, iba a producir "un nuevo tipo de mesías, libre de las inhibiciones de cualquier norma religiosa, y con un apetito insaciable por dominar a la humanidad".

MESIAS ATEOS.

Los nuevos mesías fueron Lenin, Trotski, Hitler, Stalin, Mao, Mussolini, entre muchos otros de una larga lista con matices que los diferenciaban. (Johnson no incluye allí a Franco, al que considera "uno de los más exitosos hombres públicos del siglo", y de quien aclara que "nunca fue fascista ni tuvo la más mínima creencia en ninguna clase de utopía o sistema").

Lenin fue el prototipo del revolucionario profesional, obsesivo y disciplinado. Hitler y Mao encarnaron al revolucionario romántico, con impronta de artista. Stalin, "mitad gángster, mitad burócrata", era el más implacable de todos, como se verificó durante las purgas, el Gran Terror y la espantosa "colectivización forzada" de la década de 1930. No menos asesino que los otros, Trotski se demostró, en comparación, incapaz para la intriga y la supervivencia (lo pagó en 1940). Mussolini fue el más cercano al político tradicional, cambiante y abierto a escuchar la voz del pueblo que decía representar.

Johnson traza la evolución en espejo de los grandes totalitarismos europeos, su influencia mutua y hasta sus transacciones bajo cuerda, incluso antes del pacto entre Hitler y Stalin de 1939. "El totalitarismo de izquierda engendró el totalitarismo de derecha -escribe-. El comunismo y el fascismo fueron el martillo y el yunque sobre el que se hizo pedazos al liberalismo". 

En su vertiginoso ascenso al poder, en la rapidez con la que consolidaron un eficiente aparato de vigilancia y persecución, en sus desalmados proyectos de "ingeniería social" y en la magnitud de sus matanzas, siempre con la primacía del comunismo, distingue los ejemplos más claros de la ruptura total con la moral cristiana objetiva y su reemplazo por una "moral revolucionaria" o "racial", subjetiva y adaptable según las circunstancias.

El auge totalitario debilitó a las democracias occidentales y la Gran Depresión terminó de socavarlas. Las nuevas modas eran el estatismo (cuyo origen Johnson remonta al conflicto de 1914 y al "socialismo de guerra" prusiano, que luego imitó Lenin), la planificación económica, el culto del gobierno y los líderes fuertes, la justificación de la violencia indiscriminada. Todo bendecido por una clase intelectual frívola, temerosa, mendaz o corrupta que en el caso de la Unión Soviética se entregó a elogiar el experimento comunista con una inconsciencia criminal. Su necesidad de creer en algo, aunque fuera el estado policial de tiranos ideológicos, fue otra consecuencia del vacío dejado por la religión.

LA "INTELLIGENTSIA".

Los intelectuales del siglo XX son las bestias negras de Johnson (después les dedicó un libro específico). Tiempos modernos es por eso un constante ejercicio de demolición de los mitos entronizados por la "intelligentsia" izquierdista desde 1917 en adelante. Pocas de sus creaciones se salvan: los lejanos fundamentos ideológicos del anti-imperialismo; el desastre originado en la "revolución" china de 1911, que décadas más tarde desembocaría en el maoísmo; la nociva influencia de John Maynard Keynes y el irreverente grupo de Bloomsbury; la supuesta frivolidad de los "años locos" y los gobiernos republicanos de la década de 1920 en Estados Unidos; las causas del crack de 1929 y el colapso que siguió; la presunta efectividad económica del New Deal; el detonante de la Guerra Civil Española; las mentiras similares del colonialismo y del anti-colonialismo; el tercermundismo; la secularización politizada de las religiones, que habría empezado por la anglicana en la primera posguerra mundial; la contracultura y el extraño "intento de suicidio de Estados Unidos" en los años "60; Watergate y el "golpe" mediático que en 1974 derribó a Richard Nixon. Hasta hay espacio para la Argentina: un par de páginas demoledoras sobre el peronismo y, en la edición revisada de 1991, otro par sobre la guerra de Malvinas.

Formado en Oxford y discípulo de A.J.P. Taylor, no fue Johnson un historiador que trabajara sobre fuentes directas (las suyas son casi siempre secundarias) ni un descubridor de hallazgos originales. Su fuerte estaba en la interpretación -ácida, irónica, tajante-, y en un talento literario sostenido por una asombrosa capacidad de trabajo (se le atribuyen medio centenar de títulos). Sus libros son siempre interesantes, incluso los últimos, breves biografías (Napoleón, Churchill, Washington, Darwin, Jesús) o recopilaciones de semblanzas o artículos que tal vez fueron escritos en respuesta a compromisos editoriales.

El paso por el periodismo le enseñó a escribir en un estilo claro e informativo, que nunca se olvida del lector. Su método preferido, que solía compartir con los admiradores que le pedían consejos, era el de redactar frases cortas, entrelazadas cada tanto con alguna más extensa. El ensayista no perdía de vista el ritmo de la narración, y lo que mandaba era la cronología. Lo explicó en el prefacio a El nacimiento del mundo moderno, libro posterior a Tiempos modernos pero que le sirve de antesala histórica. "Al tratar de presentar a la sociedad internacional en su totalidad -apuntó-, me esforcé por no caer en la trampa que a veces engulle a los historiadores sociales, esto es, abandonar la cronología y mostrar un mundo que parece estático. Yo sostengo firmemente que la cronología forma el esqueleto sobre el que se construye todo lo demás".

La vocación de polemista dejó sus marcas en Johnson. Los críticos objetaron la validez de sus argumentos, detectaron errores fácticos y cierta laxitud en la atribución de citas y fuentes. También fue escrutada su vida personal de católico practicante, y desde luego se encontraron faltas. Lo curioso es que vieran en él a un reaccionario porque en realidad no lo fue. La filosofía que se desprende de sus libros es la de un demócrata conservador y capitalista, un admirador de Popper, Hayek y Rothbard que no objetaba los valores de la modernidad (sus grandes héroes políticos eran Winston Churchill y Margaret Thatcher). Ni siquiera su catolicismo fue el de un tradicionalista, como lo atestigua En busca de Dios, acaso su libro más personal.

En ese sentido podría decirse que, aunque dio en el blanco, su revisionismo fue incompleto. El origen de los tiempos modernos ciertamente es anterior al siglo XX, y Marx, Nietzsche y Freud derivan de ideas, falacias o herejías que los anteceden en varios siglos. Eso Johnson no lo vio o al menos no lo puso por escrito en grandes volúmenes. 

De ahí sus lealtades y pronunciamientos públicos, que pasaron del laborismo de su juventud (llegó a ser editor de la revista izquierdista New Statesman) al firme alineamiento con los postulados del "establishment" económico y diplomático de los conservadores en Gran Bretaña y los republicanos en Estados Unidos. Todas corrientes muy discutibles de los tiempos modernos a las que no sometió a revisión.

Por Jorge Martínez.
Publicado en Diario LA PRENSA.
12/02/2023.

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