Para el mundo greco-romano, el trabajo era una especia de “mal necesario”. Obviamente el campesino no tenía otra oportunidad, pero para la gente de la ciudad, lo razonable era que trabajaran los esclavos mientras el “patrón” se dedicaba a “filosofar”, por ejemplo. Pero en el mundo judío, en cambio, el trabajo era visto como colaborar con Dios en la obra creadora; ya desde las primeras páginas de la Biblia Dios quiere que el campesino trabaje la tierra. Si miramos los escritos del Nuevo Testamento, sabemos que Jesús trabajaba, Pedro trabajaba y Pablo también trabajaba.
Veamos el caso de Pablo que es muy interesante. Su oficio
era “hacer carpas” (Hch 18,3). El mundo antiguo estaba saturado de caravanas
que cruzaban todas las importantes rutas del imperio romano llevando y trayendo
mercadería a los puertos y desde los puertos. No es difícil pensar que una
caravana que debía hacer – por decir algo – 500 kilómetros (como la distancia
que hay entre Jerusalén y Antioquía) debía hacer paradas, armar y desarmar 25
veces las carpas. Estas se deterioran, rompen o deben ser reemplazadas, y los
puertos son los lugares ideales para hacerlo ya que el tiempo de la carga y la
descarga podía durar varias semanas. En este momento es que un artesano como
Pablo encuentra trabajo. Reparar o hacer carpas nuevas tomaba varios días y en
este tiempo, mientras cose, corta, arma, ¡Pablo predica! Es momento ideal,
además de un modo de sustentarse (y no ser una carga económica para las
comunidades) para predicar, tanto a los encargados de las caravanas como a los
transeúntes y los habitantes del lugar. Basta ver los lugares donde Pablo se
asienta (y donde escribe o dirige sus cartas) y se verá que se trata de
puertos: Éfeso, Troade, Filipos, Tesalónica, Corinto…
De este modo, muchos de los miembros de las caravanas
llegarían a sus lugares de origen habiendo recibido el mensaje del Evangelio de
Pablo y, lentamente, se iría formando allí una comunidad. Muchísimas
comunidades del mundo antiguo no tienen un fundador reconocido; el Evangelio se
iba “contagiando” de boca en boca, de vida en vida, por testimonio.
Y mucha gente del lugar portuario, especialmente durante el
tiempo que Pablo residía en el lugar, fueron formando iglesias familiares, que
se reunían en casas de familia. A ellas, más adelante, por motivos muy diversos
según las circunstancias, problemas, dudas, planteos, llegarían cartas del
Apóstol para ser leídas en la asamblea y luego compartidas con otras
comunidades. Pablo seguía presente, ya no físicamente, pero mostrando que no se
desentendía de sus amigos y amigas. Sus hermanos y hermanas se reunían (para
compartir la Cena del Señor, por ejemplo, y, en estos casos, leer aquello que
el fundador (acá sí se reconoce en él un fundador) tenía para compartir.
Tengamos en cuenta que en una casa no cabía mucha gente, por eso solía haber
diferentes “iglesias” en cada ciudad; sí es posible que para algún
acontecimiento (por ejemplo una nueva visita paulina) todas las “iglesias” se
reunieran en un lugar más amplio, como por ejemplo un teatro, o en los salones
de los sindicatos.
Por supuesto, además, al asentarse en una ciudad y alojarse,
por ejemplo, en el barrio de los tejedores, Pablo aprovechara, él o los
miembros de su equipo, para visitar las zonas vecinas. Allí también se van
conformando comunidades. No tenemos que pensar en comunidades de cientos o miles
de personas, sino de pequeñas decenas (las que caben en una casa, por ejemplo,
para una fiesta).
Como decimos, Jesús trabajaba. Era algo semejante a lo que
llamaríamos un “maestro mayor de obras” (o un “todero”, le dicen en otras
regiones); era el que trabajaba los materiales duros como piedra, madera,
hierro. Y también podía predicar mientras lo hacía. Era frecuente que en la
plaza los candidatos a un trabajo estuvieran con sus herramientas, esperando
ser contratados (algo de esto puede verse en la parábola de Mateo 20,1-11). Un
pescador, como Pedro, trabaja de noche cuando las luces de las barcas hacen
subir a superficie a los peces. También tienen ocasión de “pescar personas”
fuera del horario de trabajo.
Una lectura más greco-romana que bíblica hizo ver el trabajo
como una “consecuencia del pecado original” (sic); nada de eso dice el texto,
sí que el campesino deberá esforzarse mucho para tener fruto (“sudor de tu
frente”) y que este sea bueno (“cardos y espinos”). En la colaboración con la
obra creadora de Dios, los discípulos de Jesús, como Pablo, mostraron que el
Evangelio se predicaba gratuitamente (sin cobrar, ya que ellos se
auto-abastecían) y querían que el mensaje de la vida plena pudiera llegar a
todos y todas sin distinción.
Autor: Eduardo de la Serna.
BLOG 2 DE EDUARDO DE LA SERNA.
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