Por Ana María Musicó Aschiero (*)
Hacia 1815 la revolución rioplatense atravesaba circunstancias críticas en el ámbito político militar: Fernando VII había vuelto a ocupar el trono de España e intentaba una ofensiva de gran envergadura para recuperar sus colonias. Derrotado Rondeau en Sipe Sipe, la frontera norte del antiguo virreinato quedó únicamente confiada a los guerrilleros de Güemes; Paraguay permanecía neutral y aunque en 1814 los patriotas habían tomado Montevideo después de la victoria de Brown en la batalla del Buceo, en el resto de Latinoamérica prácticamente todos los movimientos revolucionarios afines con el de Buenos Aires habían sido sofocados. Morelos había caído en México, Bolívar había sido derrotado en Venezuela y en octubre de 1814 los realistas habían vencido a los patriotas chilenos en Rancagua.
Ante esta situación se manifestó en el Río de la Plata la necesidad de declarar la independencia, cuestión que aún no había sido mencionada expresamente aunque el antiguo virreinato ya se perfilaba como un país, puesto que a partir de la Asamblea de 1813 tenía bandera, himno y moneda propia; legislaba con leyes progresistas, tales como la abolición de la esclavitud, de la trata de negros, de los títulos de nobleza y de los mayorazgos, y había establecido la libertad de imprenta. El director Álvarez Thomas convocó un congreso general que debería reunirse en una provincia central, para no generar celos y desconfianzas en las demás. Se eligió como lugar de reunión la ciudad de San Miguel de Tucumán, capital de la provincia homónima gobernada por Bernabé Araoz.
Las provincias del litoral y la Banda Oriental no enviaron representantes. Los delegados que asistieron se reunieron en asamblea el 24 marzo de 1816 y designaron presidente a Francisco Narciso de Laprida, representante de San Juan. El vicepresidente fue el salteño Mariano Boedo y los dos secretarios Juan J. Paso de Buenos Aires y José M. Serrano de Charcas. El resto de los congresales fueron: Antonio Sáenz, José Darragueira, Fray Cayetano Rodríguez, Pedro Medrano, Esteban Gascón y Tomás Manuel de Anchorena por Buenos Aires. Tomás Godoy Cruz y Juan A.Maza por Mendoza. José I.Gorriti por Salta. Juan Martín de Pueyrredón por San Luis. Fray Justo Santa María de Oro por San Juan. Pedro de Uriarte y Pedro L. Gallo por Santiago del Estero. Tomás Godoy Cruz y Juan A. Maza por Mendoza. Esteban Gascónia, Manuel A. Acevedo y José E. Colombres por Catamarca. Teodoro Sanchez de Bustamante por Jujuy. Córdoba envió a Eduardo Perez Bulnes, Jerónimo Salguero de Cabrera y Cabrera, José A.Cabrera y Miguel C. del Corro. Por Tucumán estuvieron Pedro M.Araoz y José I. Thames. Del Alto Perú asistieron los representantes de Chichas, Potosí, Charcas, Mizque y Cochabamba, Pedro Ignacio Rivera, José Pacheco de Melo, Mariano Sánchez de Loria y Jose Severo Malabia. Esos territorios posteriormente integrarían Bolivia.
El 3 de mayo eligieron Director Supremo de las Provincias Unidas a Juan Martín de Pueyrredón, y bajo la presión de esclarecidos militantes de la revolución como Güemes, Belgrano y San Martín, el 9 de julio de 1816 los congresales declararon solemnemente que era “voluntad unánime e indubitable de estas provincias romper los violentos vínculos que las ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojados e investirse del alto carácter de nación libre e independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y su metrópoli”. El Congreso sesionó en San Miguel de Tucumán hasta enero de 1817 y luego se trasladó a Buenos Aires. Ejerció sus funciones hasta febrero de 1820 en que fue disuelto.
Algunos días después los propios diputados juraron defender la independencia, y deliberadamente agregaron en la fórmula del juramento que se opondrían a toda otra dominación extranjera, con lo que se detenían ciertas gestiones en favor de un protectorado inglés.
CRONICA EXTRANJERA
Resulta interesante analizar la visión de dos cronistas extranjeros acerca de la declaración de nuestra independencia.
Paul Groussac, escritor francés de profunda formación humanista, quien vivió en la Argentina entre 1884 y 1929 y ejerció entre otros cargos los de director general de educación y jefe de la Biblioteca Nacional, afirmó que el Congreso ejerció los más variados poderes: fue constituyente puesto que dictó el Reglamento de 1817 y la Constitución de 1819; legislativo porque sancionó numerosas leyes, judicial porque sustanció causas de ese fuero; electoral porque designó al Director Supremo y ejecutivo por sus reiteradas intervenciones en los actos de gobierno y administración.
Otro extranjero que también se refirió al tema fue el oficial sueco Jean Adam Graaner, enviado al Rio de la Plata por el príncipe heredero de Suecia Jean B. Bernardotte con el objetivo de estrechar lazos con el nuevo gobierno. Como testigo presencial Graaner describió en detalle los festejos celebratorios de la Independencia, acaecidos el 25 de julio en las afueras de la ciudad de Tucumán. Durante las dos estadías que realizara al país entre 1816 y 1819, mantuvo amistad con la familia política del General San Martín, al que llegó a conocer y tratar personalmente. En varias oportunidades se entrevistó con el Director Pueyrredón, el que le manifestó su interés por mantener relaciones con Suecia. Luego de su primera visita envió al Principe Bernardotte un informe titulado “Las provincias del Río de la Plata en 1816” en el que, entre otras cosas, escribía: “El 25 de julio fue el día fijado para la celebración de la independencia en la provincia de Tucumán. Un pueblo innumerable concurrió en estos días a las inmensas llanuras de San Miguel. Más de cinco mil milicianos de la provincia se presentaron a caballo, armados de lanza, sable y algunos con fusiles y con las armas originarias del país, lazos y boleadoras. La descripción de estas últimas -las boleadoras- me obligaría a ser demasiado minucioso, pero tengo ejemplares en mi poder. Las lágrimas de alegría, los transportes de entusiasmo que se advertían por todas partes, dieron a esta ceremonia un carácter de solemnidad que se intensificó por la feliz idea que tuvieron de reunir al pueblo sobre el mismo campo de batalla donde cuatro años antes las tropas del general español Tristán fueron derrotadas por los patriotas. /al mando de Belgrano. Allí juraron ahora, sobre la tumba misma de sus compañeros de armas, defender con su sangre, con su fortuna y con todo lo que fuera para ellos más precioso, la independencia de su patria. Todo se desarrolló con un orden y una disciplina que no me esperaba. Después que el Gobernador de la provincia dio por terminada la ceremonia, el General Belgrano tomo la palabra y arengó al pueblo con mucha vehemencia…”.
Respecto de la legendaria casa de doña Francisca Bazán de Laguna donde sesionara el Congreso también existe una abundante literatura, pero como reflexión final queremos recordar las palabras del historiador Julio Irazusta al respecto: “La humilde sala donde se declaró la Independencia nos enseña que no se necesitan palacios lujosos, edificios monumentales para reunir congresos que tomen decisiones trascendentes, que la política no se mide por el tamaño material de los países y que el heroísmo, con toda la complejidad de facultades intelectuales y volitivas que comporta, basta para dar existencia y fama a una nueva nación”.
(*) Licenciada. Miembro de Número del Instituto Argentino de Historia Militar.
Publicado en Diario LA PRENSA.
https://www.laprensa.com.ar/531988-La-declaracion-de-la-Independencia.note.aspx
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
La diferencia de opiniones conduce a la investigación, y la investigación conduce a la verdad. - Thomas Jefferson 1743-1826.