"Corría sangre de los negros peronistas por las veredas de Córdoba". La historia de un 16 de septiembre de 1955.
Yo conocí al personaje, y descreo que haya matado gente como se jactaba. Pero, lo que si es cierto, es que Córdoba, fue el epicentro de la mal llamada Revolución Libertadora, y que hubo entre 1500 a 3000 Comandos Civiles combatiendo contra el Ejercito leal y la policía cordobesa.
Esos Comandos Civiles no eran patotas de asesinos a sueldo. Eran jóvenes de buenas familias, estudiantes secundarios y universitarios, la mayoría de colegios católicos. Allí había radicales, socialistas, comunistas. A los grupos de la Acción Católica los dirigía el sacerdote Quinto Cargneluti, secundado por los sacerdotes Eladio Bordagaray y Enrique Angelleli. protegidos por el obispo Fermín Lafitte Un participe de los hechos, Luis Bas recuerda: “en la Iglesia del Pilar Quinto Cargnelutti proveía de armas a los chicos”.
El investigador Samir José Juri en su tesis sobre los Comandos Civiles de Cordoba dice: “Los estudiantes secundarios y universitarios entrenados en las peleas callejeras contra la policía en los últimos meses de 1954 se desenvolvieron de manera rápida y eficaz en la conformación de los comandos civiles. Los protagonistas de esa época se denominaban a si mismos héroes, héroes anónimos que dieron su vida por lo que creían justo y necesario.”
Gustavo Vaca Narvaja (hermano mayor de Fernando el ex-jefe montonero) dio testimonio de su vivencias del esos días en Córdoba. La familia Vaca Narvaja pertenecía a la alta sociedad cordobesa y por ende eran católicos y antiperonistas. Estos son los recuerdos de Gustavo Vaca Narvaja:
“En los veranos, los niños, durante 15 o 20 días participábamos de los retiros espirituales en las sierras que eran para rezar, orar, escuchar sermones. En aquellas “platicas” siempre se resaltaba las figuras negativas de Perón y Evita, como si fuesen dos demonios, creciendo y destruyendo niños y familias. Hacían de nosotros pequeños odiadores del peronismo, y de las clases sociales muy bajas y crueles, amparadas por la corrupción y la inmoralidad de Perón y Eva. Tal es así, que en la muerte de Eva Perón nos alegramos tanto… y nos asustamos también, porque la mayor avenida de Córdoba de esa época era un mar de antorchas encendidas en señal de duelo”.
“En 1955 yo estaba estaba en primer año Liceo Militar Gral. Paz, y 48 horas antes del golpe de la “fusiladora” nos evacuan del Liceo. El clima estaba muy raro en el centro de Córdoba, persianas de negocios bajándose muy temprano, la gente como asustada. El día 16 se arma el despelote, en la mañana temprano tres Gloster pasaban rasando la ciudad, nosotros los veíamos desde la terraza. Con mi hermano , nos escapamos de casa y fuimos a la Plaza San Martín; allí pudimos ver como se armaba la batalla de tropas y tanquetas, ametrallando Cabildo que poca resistencia opuso. Cae el Cabildo, y casi en forma inmediata, comienzan aparecer curas de la Catedral, que entraban sin problema alguno. También a partir de ese momento, comenzaron a llamar a jóvenes y adultos civiles, que colocándose un pañuelo blanco en el brazo, se identificaban como aliados, tipo guardia civil, que eran distribuidos en esquinas de la ciudad armados con sus propias armas, desde aires comprimido hasta revólveres 22 y 32. La mayoría eran jóvenes radicales. En la esquina de mi casa uno de ellos tendría 19 o 20 años y con un revólver 22 con una sola bala, hacía gala de un poder otorgado por el ejército y la cruz. Mi madre le daba de comer llamándolo a la puerta porque no podía abandonar su lugar”.
“Ese mismo día mi padre tenía una reunión política con radicales entre los que se contaba Arturo Illia; ya alarmados por las noticias del golpe, regresaban caminando por la estación de trenes de Alta Córdoba, cuando fueron retenidos por un piquete militar y llevados a la estación, para ser fusilados, según le anunciaban. Un chofer del Ministerio de Hacienda, intervino diciendo quienes eran y que no militaban en el peronismo, al contrario que eran radicales y los liberaron”.
“Nosotros escuchábamos radio Galena que transmitía desde Uruguay. El día 17, había toque de queda, pero en el centro de Córdoba, desde ventanas y puertas de reparticiones nacionales y provinciales se tiraban bustos de Perón, Eva, y cuadros, expedientes, papeles y todo lo que encontraban. Las campanas de todas las iglesias acompañaron el derrocamiento del “dictador corrupto”.
Ismael Juri reproduce una nota del diario Los Principios días después del golpe: “La Batalla de Córdoba empezó el 21 de septiembre de 1954, cuando la ciudad vestida de fiesta presenció un espectacular desfile de carrozas ocupadas por la juventud estudiantil. No comprendieron las autoridades que esos armatostes con ruedas (...) eran modernos caballos de Troya que en vez de soldados llevaban en sus vientres la fecunda semilla de la libertad”.
“Una de esas 120 carrozas llevaba el sugestivo nombre “Somaten”. En Cataluña los llamados “somatenes” conformaban un cuerpo armado paralelo al estatal u oficial y se encargaban de custodiar las propiedades de los grandes terratenientes; estaban imbuidos de un fuerte discurso moral y de defensa de las tradiciones y pertenencias españolas. Este término ilustra el ambiente de insurrección y de “gesta” en la cual estaban embarcados ciertos grupos católicos ,dispuestos a defender lo que ellos creían avasallado.”
“En los testimonios de aquellas jornadas de septiembre se remarcan las características de los jóvenes participantes: “valentía, entrega, desinterés, frescura, esfuerzo, sacrificio, voluntad, etc.”
Desde el campo católico, los jóvenes serán la “juventud blanca”,la salvadora de un estado de decadencia, de una sociedad que estaría siendo corrompida por un Estado que perdió el rumbo.”
Dice Juri en su excelente trabajo académico.
Entre esa “juventud blanca” llenos de “valentía, entrega,desinterés, frescura, esfuerzo, sacrificio, voluntad, etc.”, estaría también, el personaje del inicio que se jactaba de “matar negros de mierda”.
Entre los jóvenes agitadores antiperonistas, se destacaban dos militantes socialistas, que van a jugar un lucido papel a partir del Cordobazo, Lucio Garzón Maceda y Gustavo Roca.
Rafael Capellupo en su libro “1955 Revolución en CórdobaÁ, menciona entre los organizadores de los Comandos Civiles: “Por la UCR, Miguel Angel Yadarola, Eduardo Angeloz, Rodolfo Amuchastegui, Eduardo Gamónd y Santiago del Castillo. De la Federación Socialista Miguel Ávila. De los círculos católicos Luis Torres Fotheringham, Tristán Castellano, Guillermo Saravia, Damián Fernández Astrada, Lizardo Novillo Saravia, Fernández Padilla, Guillermo Castellano y Calixto de la Torre, y el sacerdote Quinto Cargnelutti, el célebre profeta armado de Cofico”.
Para el día 17 de septiembre Cordoba estaba rodeada de poderosas fuerzas leales comandadas por el general Iñiguez. Lonardi esperaba refuerzos desde la región de Cuyo que no llegaban.
Narra Capellupo: “El día 18 en la ciudad de Córdoba civiles y militares revolucionarios aguardaban el ataque. Para reforzar su defensa se enviaron dos piezas de artillería que el capitán retirado Ezequiel Pereira Zorroaquín puso bajo el mando de un estudiante de derecho Saturnino Huici. Este organizó su batería, con varios estudiantes vestidos al estilo miliciano, entre los cuales recordaba a Elmo Peracca Lizardo Novillo Sarabia y un hermano del jinete Arrambide. Varios civiles se acercaron con entusiasmo con pistolas y fusiles. Uno de los resistentes era Mario Rosella militante de la Unión Cívica Radical de 17 años.”
Cuenta el general Iñiguez “ya estábamos dentro de la ciudad los disparos provenían especialmente de francotiradores civiles, el tiroteo era esporádico, de a ratos nutridos, después espaciados. En cierto momento el ataque de los guerrilleros recrudeció y nos obligó a dar frente hacia el Oeste”. A las 9:30 la vanguardia del general Iñiguez conquistó la estación de ferrocarril.
Por la tarde el Regimiento 12 de Infantería (leal) había conquistado Alta Córdoba. Y esperaban la orden para avanzar hacia el Cabildo sede del comando rebelde. Iñiguez tenía fuerzas suficientes para aplastar la rebelión, y aniquilar a los centenares de civiles mal armados que ofrecían resistencia. Claro que hubiese convertido a la ciudad en un rio de sangre.
El día 18 la Marina luego de bombardear Mar del Plata, apostaron sus barcos amenazando bombardear la destilería de Dock Sud, la ciudad de La Plata y el centro de Buenos Aires.
Los generales leales, le explicaron a Perón que el panorama en el plano militar era favorable. Perón les expresó que no quería la muerte de miles de inocentes y la destrucción de costosas obras como la destilería. Les recordó a sus generales su temor de una guerra civil como la española, que terminó con una España pobre y devastada, y el miedo a un nuevo bombardeo indiscriminado contra una ciudad abierta, sometida a la acción de cañones navales y bombas aéreas. Perón les recordó que en “la doctrina justicialista, primero está la patria, segundo el movimiento y, por último, los hombres. Es hora de cumplirla”, dijo.
Ordenó detener la lucha y regresar a los cuarteles. Perón, ese mismo 19 le dirá a su ayudante el mayor Cialceta.“Mire mi hijo, entre el tiempo y la sangre, prefiero el tiempo. Si he sido malo no volveré, pero si he sido bueno voy a volver”.
Los jóvenes Comandos Civiles cordobeses, se salvaron de una muerte segura. Pero, en vez de reconocer la dignidad de su contrincante, se dedicaron a descargar su furia, persiguiendo y agrediendo a los simpatizantes peronistas, y destruyendo sus símbolos y locales.
El militante peronista Agustín Maza en el documental “Los Resistentes”, recuerda: “En la esquina de San Jerónimo e Independencia, yo vi como los revolucionarios fusilaban a los cadetes y policías; los ponían contra la pared y los fusilaban después de sacarlos de la Jefatura de Policía (…) En la radio LV2 en la calle Maipú al 200, fueron tropas de aeronáutica a cargo del capitán Burgos y estaba el comisario López custodiándola. Le dijo “ríndase comisario”. El comisario se rindió, le dio la 45 y le dijo: ‘comisario váyase tranquilo’. Cuando el comisario hizo 10 metros, Burgos le apuntó con la pistola y lo mató por la espalda. (…). En la esquina de Rivadavia y 25 de Mayo dos compañeros de la Resistencia peleaban con matagatos, frente a las ametralladoras que tenían los curas en la iglesia de La Merced.”
Una Investigación del Archivo de la Memoria dependiente de la Secretaria de DDHH, pudo documentar, que en Córdoba del 16 al 19 de septiembre de 1955, se produjeron 45 muertos y 62 heridos. La mayoría soldados conscriptos de 21 años, y cuadros de Ejercito. Hubo 8 civiles muertos y 40 heridos de bala. Los heridos mas jóvenes fueron Víctor Santucho, cadete de suboficiales de 17 años, Guido Patiño, cadete de policía de 16 años, Humberto Marchiori, estudiante de 17 años, y Carlos Roberto Bravo, estudiante de 12 años.
Dice Capellupo: “El día 22 el interventor de Cordoba, General Videla Balaguer, convocó a los dirigentes de los partidos políticos a qué propongan nombres de funcionarios. (Llegaba el momento del reparto del poder). Allí estuvieron por la UCR los doctores Mauricio Yadarola, Eduardo Gamónd, Carlos Becerra, Jorge Aguiar, Arturo Illia, y José Ferreira Soaje. Por el partido Demócrata los doctores Felipe Yofre, Enrique Martínez Paz, Rómulo Carrara, Adelmo Montenegro y el ingeniero Rodolfo Martínez. Por el partido Socialista Juan Luna, Francisco Pérez, Ignacio Justiniano y Miguel Avila. Por el partido Demócrata Progresista Juan Laguinge y Tristan Guevara. Por el partido Demócrata Cristiano: Horacio Sueldo, Alberto Vélez, Roberto González Castellanos, Rodolfo Barraco, Eduardo Rigo, José Ignacio Fotheringhan y Juan José Torres Bas.
Al día de hoy muchos periodistas e historiadores de izquierda y derecha, siguen tildando a Perón de cobarde, por no haber seguido la lucha esos días de septiembre de 1955. Incluso Aramburu lo acusará de cobarde, a quien Perón contesta con una carta admirable: “Para usted, hacer matar a los demás, en defensa de la propia persona y de las propias ambiciones, es una acción distinguida de valor. Para mí, el valor no consiste —ni consistirá nunca—en hacer matar a los otros. Esa idea sólo puede pertenecer a los egoístas y a los ignorantes como usted. Tampoco el valor está en hacer asesinar a obreros inocentes o indefensos, como lo han hecho ustedes...(…) Si tiene dudas sobre mi valor personal, que no consiste como usted supone en hacer que se maten los demás, el País tiene muchas fronteras; lo esperaré en cualquiera de ellas para que me demuestre que usted es más valiente que yo. Lleve sus armas (…)”.
La grieta y después.
La grieta peronismo-antiperonismo que había nacido ya en 1945, diez años después se tensionó tanto que estuvo a punto de llevar el país a una dolorosa guerra civil de imprevisible final.
Yo menciono muchos nombres de quienes en ese momento militaban en el antiperonismo, para darle carnadura a lo que iba a ser una guerra entre vecinos, entre hermanos.
Muchos de esos jóvenes antiperonistas del 55, en los 70 van a estar dentro o cerca del peronismo: los curas Carlos Mugica, Alberto Carbone, Enrique Angelleli, Ernesto Leyendeker, Santiago Raúl Mac Guire. Personalidades como: Emilio Mignone, Augusto Conte Mac Donell. Jose Miguens, Rodolfo Walsh, Dalmiro Saenz, Luis B. Cerruti Costa, Diego Muñiz Barreto, Conrado Eggers Lan, Marcelo Sánchez Sorondo, Rodolfo Ortega Peña, Ernesto Laclau, Esteban “Bebe” Righi, Mario Hernández, Carlos González Gartland, Moisés Ikonicoff, Carlos Corach, Guido Di Tella, Eric Calcagno, Ricardo Mosquera, Ricardo Rojo, Abel A. Latendorf, David Tieffenberg, Pablo Giussani, Elisa Rando, Rodolfo Pandolfi, Ismael y David Viñas, León Rozitchner, Juan José Sebreli, Oscar Masotta y Noé Jitrik. Por mencionar algunos que figuran en las crónicas de la época.
Seguramente estos nombres serían parte de una larga lista de victimas si Perón, entre el tiempo y la sangre hubiese elegido la sangre.
Luego de 18 años de exilio, Perón a su regreso, decidió cerrar esa grieta. Se reconcilió con sus antiguos adversarios, Frondizi, Alende, Solano Lima. Se abrazo con Balbin y lo convirtió en su ultimo amigo. Esa grieta parecía definitivamente cerrada.
Pero, en 2008 reapareció en la escena política nacional y se mantiene hasta hoy. Incluso cuando fue el intento de asesinato de la Vicepresidenta, se oyeron algunas voces exaltadas, clamando por una guerra civil.
Algunos que siguen leyendo la realidad con viejas categorías, sostienen que en la grieta, estamos viviendo la lucha de clases, y consideran que es imposible impulsar cambios, sin profundizarla, hasta doblegar o suprimir a un treinta por ciento de los argentinos que están del otro lado. Y lo mismo opinan los del otro lado, que proclaman consignas del todo o nada.
Yo creo que la grieta le sirve solo a una muy pequeña minoría, que aprovecha nuestros errores y debilidades para dividir a un pueblo, que ya debería estar definitivamente unido tras los grandes objetivos de la patria.
ALDO DUZDEVICH (*) El columnista es autor de Salvados por Francisco y La Lealtad-Los montoneros que se quedaron con Perón.
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