¡Llegó la jarana!: así se vivía el carnaval hace más de 50 años en Allen.
El recuerdo de veranos con serpentinas y lanzaperfumes en el
relato de protagonistas y testigos. Sin batucada ni plumas, el grito de la
murga desafiaba e invitaba a los vecinos a unirse. ¡Mirá las notas históricas
de Allen y Roca!
Por Melina Ortiz Campos.
En Allen, como en la región, las bandas de música, municipal en este caso, fue el comienzo de otras agrupaciones y con ellas, el correspondiente evento para que se lucieran. Sin equipos de sonido o música grabada, el alma de las fiestas eran los instrumentos en vivo, no sólo para carnaval, sino también en aniversarios locales, actos escolares, fiestas patronales y deportivas. Era común que los integrantes vinieran con algo de conocimiento en el rubro, gracias a su paso por el Ejército o incluso a partir de lo difundido por la obra salesiana como señaló RÍO NEGRO en su libro por los 100 años del diario. Manuel Stazionatti era uno de esos que había aprendido en Covunco, base del Regimiento. “Tuve una vida difícil después de la muerte de mamá, así que me fui con apenas unos 12 años y me enganché en la banda militar, ¿te imaginas con 12 años vestido de militar?”, contó ese vecino, en diálogo con Proyecto Allen, sitio especializado en la historia de la ciudad. “Aprendí a tocar el tambor y estuve allí casi tres años”,agregó. Esos saberes lo llevaron a sumarse al grupo municipal y con la murga “Abran Cancha”.
Así como el Club Cipolletti tenía músicos que lo seguían en cada partido junto a los hinchas, con el tiempo Unión Alem Progresista logró reunir a los suyos, orgullosos por los triunfos de fines de la década del ‘50. Las filas de “Abran Cancha” surgieron en ese proceso en la década del ‘60, engalanados con atuendos inspirados en el frac y la galera de los magos, el apodo del equipo. Con este grupo se sumó continuidad al semillero que había comenzado mucho antes con las “carnestolendas” y “romerías populares”, acordes con la herencia de tradiciones españolas, en una tierra de mucha influencia inmigrante.
“Dentro de la juventud local flota la idea de festejar este año en la localidad al Dios de la Risa y la Jarana (…) tienen derecho a divertirse”, señalaba en 1933 el impreso “Voz Allense”, archivo de Ignacio Tort, también parte de la banda municipal.
Lo que al principio costó por falta de recursos y apoyo gubernamental, logró mucha concurrencia en los años siguientes, con corso en calle Libertad (hoy Eva Perón) y bailes en el demolido Hotel España (Eva Perón y Alem), siempre cerca de la Estación de tren, zona de mayor movimiento.
Con el tiempo, la actividad pasó a la calle Independencia, hoy Tomás Orell (una cuadra más al sur) donde avanzaban con tambor, redoblante, bombo y platillo, delante de las carrozas y disfrazados. “Si, sí, señores, somos de Allen/ tierra de afectos y de pasión,/ centro de ideas de todo el Valle/ ¡gente con «alma» y mucho corazón!”, coreaba la murga, la misma en la que el tambor de Stazionatti se encontró con el uruguayo Hugo Gonzaga, la conducción de Ricardo López y el apoyo de Aldo Babaglio, Nino Alonso, el bombo de “Lucho” López y los platillos a cargo de “Ruso” Adamo. “Se paraban en alguna parte del corso, en una esquina o donde estaba el palco y ahí bailaban y cantaban. Siempre le dedicaban el verso a algo o a alguien. El que Gonzaga me dio a mí fue dedicado a Unión por su bicampeonato, por eso lo tengo”, contó Babaglio, expresidente del club.
Ayudados por distintos comerciantes de antaño, en tiendas que ya no existen, a ellos se sumaron Enrique Calvo, Miguel Vidal, los Campito, Tito Cides, Carlos Salusoglia, Victor Scalzo, entre otros, según enumeró “Proyecto Allen”. Rogelio Sánchez era uno de esos “Campito”, experimentado herrero todavía activo, que en los años ‘70 disfrutó los bailes colmados que pasaron a hacerse en el Club Alto Valle y la picardía de esas canciones, que se animaban a desafiar a las autoridades, criticando las polémicas que repudiaba la localidad. Junto a Rogelio también participaron “Lucho” Scagliotti, “Chiche” Diagatti, “Cocoliche”, Raúl Muñoz y la lista se pierde en el tiempo.
Foto: Archivo RN. |
El escenario céntrico era otro, con un conventillo y comedor
al paso en la cuadra del Teatro Municipal, el bar de Bataffarano en Eva Perón y
Juan B. Justo, la desaparecida Tintorería Ramos, el taller de Rivero frente a
la Terminal; y ya sobre Tomás Orell, la peluquería de Lavaccara en la esquina
con Juan B. Justo, el Cine San Martín, el bar La Perla y el kiosco de Serfaty,
llegando a calle Sarmiento. El propio Babaglio tenía su joyería en Orell 578,
frente a la estación de servicios de YPF.
Respecto a las apariencias, nada de plumas ni poca ropa, sino que se elegía al disfraz más ingenioso y divertido, en tiempos en que había que tener coraje para salir así a la calle, con normas sociales más conservadoras que ahora. Muestra de esto, en 1955, la Cooperadora Policial de la Comisaría de Roca informaba que los interesados en disfrazarse debían anotarse antes en un registro, abierto en los días previos a los festejos del carnaval. No queda claro en el aviso qué sucedía si participaban del festejo sin permiso.
Del lado de Allen, Marta Guillermo de Bonomo, referente de la murga “Los Caballeros de la Noche”, otra de los grupos que existió en el pueblo, dijo que con sus compañeros personificaron a bichos canasto, con arpillera y capullos del insecto, plaga en aquellos años en los cercos de tamarisco. Otros carismáticos fueron Juan Carlos “Negro” Benegas, reconocido locutor en LU5, y Ángel “El Flaco” Cognini, llamado también “El Rey del Tango”. Mirta Pomponio recordó a éste último, su suegro, en el documental «Voces Allenses», realizado por el municipio en mayo del 2023. “Le encantaba disfrazarse, lo hacía en mi casa, con ropa de mis hermanas y pelucas que conseguían. Salía sin careta y de bigotes, al encuentro de la murga, donde se sumaba al resto. Con mi suegra llorábamos de risa, iba con nosotras al corso, ahí estaba todo Allen, era maravilloso«, compartió con motivo del 113° Aniversario.
Foto: Gentileza Aldo Babaglio. |
Publicado en Diario Río Negro.
* Investigación: Melina Ortiz Campos.
Fotos: Archivo Diario Río Negro.
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