GRACIAS POR ESTAR AQUÍ...

GRACIAS POR ESTAR AQUÍ...
...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.
“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

“
"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

miércoles, junio 26, 2024

Había una vez un inmigrante: Francesco Turi.

 

Había una vez... un inmigrante.

Por Franco Ricoveri.
Había una vez un inmigrante: Francesco Turi. Venía del sur de Italia, de un pueblo de pescadores llamado Peschici. Cuando vi fotos de ese lugar me expliqué la tremenda melancolía que llevaba siempre a mano, aunque nunca, nunca se quejaba.
Por el contrario, era un agradecido y, a pesar de que nunca llegó a hablar bien el español, él se consideraba “bien gaucho”. Así vestía, siempre de bombachas, elegante, pañuelo al cuello, chambergo y bien montado. Buen jinete… Tenía un overo negro imponente y verlo entrar al pueblo, al trotecito, era toda una postal. Era Don Pancho para los vecinos. Cuando llegó de Italia lo tentaron para que se sume a las colonias de pescadores de Mar del Plata, fue, miró ese mar, se le enturbiaron los ojos y sin decir nada, le dio la espalda. Para siempre. Nunca dijo nada a nadie del porqué evitaba siempre ver el mar, ni siquiera a Catalina, su dulce compañera. Se conocieron a los dos o tres años de su llegada. Ella era una linda criollita, morena y menuda. Habladora y compañera fiel. Don Pancho le daba todos los gustos, menos ir al mar.
Don Pancho era herrero de forja y con fama de bueno. Además del trabajo pesado que le traían del campo: enllantar ruedas de carros, arreglar arados y otras cosas por el estilo, que lo hacían manejar el pesado martillo como si fuese una nada, era el que arreglaba todas las cosas que le traían al taller… ¡hasta relojes! Eran desafíos para sus grandes manos, que no trabajos. Por esas cosas, nunca cobraba, es más, las agradecía. Como cuando el cura del pueblo le llevó su cáliz para reparar. ¡Pobre cura! Sólo tenía ése y así no lo podía usar. Era algo urgente. Cuando Don Pancho lo tuvo en sus manos se emocionó como si le hubiesen dado un hijo… Y trabajó toda la noche para que el cura pudiese tenerlo pronto al día siguiente. Con la delicadeza de un orfebre terminó de pulirlo al amanecer. Cuando apareció el cura a media mañana, Don Pancho estaba en la fragua, no le prestó mucha atención.
-“Buon día signor cura, ¡Catalina! ¡Vino el cura! – fue lo único que dijo-. Y siguió con la fragua. Raro. Apareció Catalina, emocionada llevando una caja como si fuese un bebé. Como si fuese el niñito que siempre esperaron y nunca llegó. En la caja, envuelto en una larga tela de seda blanca había un cáliz. Tenía un lejano parecido con el que había traído a reparar. Aquél era simple, pobre, éste merecía estar en una catedral. Sin embargo, había algo que le recordaba al suyo.
- “Don Pancho, Pancho amigo mío, ¡qué lindo cáliz! ¿Dónde lo tenía guardado?”
- “Es el suyo Padre Cura, tuve que hacerle unas reformitas.”
- “Pero el mío era de bronce y éste es todo de plata, cincelada, ¡es obra de un artista…!”
- “Las cosas se hacen bien…” Fue lo único que le dijo invitándole a tomar unos mates.
El cura, que ya lo tenía por un santito, no solo por su piedad, sino porque siempre estaba al servicio de los demás, comenzó a tirarle de la lengua, pero solo le sacaba información de su pasado cuando le preguntaba cómo eran las oraciones que rezaba en italiano. Su viejo idioma lo usaba únicamente para hablar con Dios.
Comenzó a anotar algunas. Ésta se la aprendió él mismo de memoria para decirla todos los días: “Stati bene Madonna mia / domani ci vediamo ancor / e se non vi vedremo più, / in Paradisso ci porti tu!”.

“...ASI ES ESTA VIDA”
Había una vez un inmigrante que se llamaba Francesco, como él vinieron muchos miles. De Italia y España, sobre todo. Eran pobres, pero riquísimos… Venían sabiendo lo que es el hambre, pero también lo que es la belleza. Cuando llegaron a estas tierras se enamoraron de ella y trabajaron duro para forjar un porvenir mejor. Muchos lo lograron, otros no. Así es esta vida.
En ellos se veía una mezcla de melancolía por la tierra que habían dejado, con la certeza de que la que hoy pisaban también era propia y que se debían a ella. Porque solo hay dos formas de encarar los vientos de la vida: con agradecimiento o con resentimiento. No hay más.

Publicado en LA PRENSA.

https://www.laprensa.com.ar/Habia-una-vez-un-inmigrante-546363.note.aspx

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

La diferencia de opiniones conduce a la investigación, y la investigación conduce a la verdad. - Thomas Jefferson 1743-1826.