Semana Santa de 1987, Raúl Alfonsín entre el tiempo y la sangre.
Generalmente, este episodio histórico es recordado por las
dos frases del presidente Alfonsín “¡Felices Pascuas! ¡La casa está en orden!”.
Pero hubo una tercera frase del final “Y no hay sangre en Argentina”.
Por Aldo Duzdevich.
A 38 años de esos acontecimientos, que viví como testigo y
participe secundario; puesto a revisar los hechos, encontré en ese discurso del
Dr Raúl Alfonsin, una clave que lo emparenta con otros lideres populares,
quienes, en similares encrucijadas, actuaron en la misma dirección.
Perón, para explicar porque decidió no llevar el país a una
guerra civil, cuando fue derrocado en 1955, usaba el concepto de la ecuación
tiempo y sangre. Decía en la reunión con las JP en Gaspar Campos el 8 de
septiembre de 1973 : “Los ingredientes de la revolución son siempre dos: sangre
o tiempo, si se emplea mucha sangre se ahorra tiempo, si se emplea mucho tiempo
se ahorra sangre…. Pero siempre es una lucha y yo soy partidario de gastar
tiempo y no gastar sangre inútilmente. Porque, ¿qué hubiéramos obtenido? En una
guerra civil hubiéramos destruido el país…”
Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973, en su último
discurso, no llamó al pueblo a salir a las calles a morir luchando contra el
ejercito golpista. Él dijo: “El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse.
El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse.
Trabajadores de mi Patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros
hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse.
Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán
las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad
mejor.” . Dicho esto, ordenó rendirse a los 16 militantes del Grupo de Amigos
Personales (GAP) que lo acompañaban en La Moneda. Y, luego, en la soledad de su
despacho, puso fin a su vida. También Getulio Vargas, termino con vida, en
Brasil en 1954 cuando la crisis institucional amenazaba llevar el país a una
guerra civil.
Hay que ponerse en la piel de estos líderes políticos, en la decisión de empujar a su pueblo a una lucha sangrienta y desigual. Como he dicho al inicio fui testigo, y un participe secundario, porque en esos días, con otros jóvenes militantes de distintos partidos, acompañábamos en Casa de Gobierno, al entonces gobernador de Neuquén, Felipe Sapag, en defensa de la democracia. Y muy posiblemente, hubiésemos estado entre los primeros en afrontar las consecuencias de una lucha sangrienta y desigual.
Un repaso de otras transiciones democráticas.
Al inicio de su gestión Alfonsín creó la CONADEP y llevó a
juicio a las tres juntas militares que culminó con la condena de cinco de sus
miembros, el 9 de diciembre de 1985. Este juicio fue casi inédito en el mundo.
Recordemos que en los Juicios de Núremberg fueron condenados a muerte solo doce
jerarcas nazis.
Es interesante repasar que sucedió en otros países, donde se
pasó de una dictadura, a un gobierno democrático.
La muy ejemplificada democracia española, jamás juzgó los
crímenes de la dictadura de Franco. Es conocido el papel del ex juez español
Baltazar Garzon, que juzgo y mando a prisión a genocidas argentinos, e incluso
hizo detener en Londres a Pinochet. Pero cuando Garzon en 2008 (33 años después
del fin de la dictadura en 1975) quiso abrir una causa contra militares
españoles, tuvo que renunciar como juez.
En Chile la dictadura duró de 1973 a 1990. En 1990 con el
retorno a la democracia, fue elegido presidente Patricio Aylwin. Pero, Pinochet
(por ley escrita por él) siguió como Jefe del Ejercito ocho años más, y en 1998
cuando se retiró, asumió como senador nacional hasta su renuncia voluntaria en
2002. Nunca fue condenado por sus crímenes. Convivió con tres presidentes
constitucionales Aylwin, Frei y Lagos . Ese fue el precio que pagaron los
chilenos para recuperar la democracia.
En Brasil el 10 de diciembre de 2014, a treinta años de
finalizada la ultima dictadura , durante el gobierno de Dilma Roussef se
presentó informe final de la Comisión Nacional de la Verdad, que tuvo mero
carácter testimonial. Es decir que, ni Lula da Silva, durante sus dos mandatos
2003 a 2010 se ocupó de enjuiciar a los militares. Y como pudimos apreciar hace
poco tiempo, todavía los jefes militares se entrometen en las cuestiones
políticas brasileñas.
En Uruguay la dictadura duro de 1973 a 1985. Durante 15 años
(de 2005 a 2020) gobernó el Frente Amplio una coalición que incluyo al ex
movimiento guerrillero Tupamaros, del cual participó Jose Pepe Mujica. Pero,
recién en junio del 2021, la justicia condenó a prisión a siete oficiales
militares retirados por delitos de lesa humanidad.
Lo anterior sirve para ubicarnos en las dificultades que
tuvieron todas las democracias del cono sur, para resolver la cuestión militar.
Ésta visto que la mayoría de nuestros vecinos optó por ceder amnistías y
concesiones a cambio de avanzar en consolidar el sistema democrático.
El Juicio a las Juntas Militares.
El plan inicial de Alfonsín era abrir la instancia judicial
solo para enjuiciar a las tres primeras juntas militares, sosteniendo una
«teoría de los tres niveles de responsabilidad»: «los que habían dado las
órdenes, los que la habían cumplido en un clima de horror y coerción, y los que
se habían excedido en el cumplimiento». Pero la sentencia en el Juicio a las
Juntas dio por tierra con ese plan y consagró el principio de que eran
igualmente responsables los autores mediatos e inmediatos. Cientos de militares
y policías que cometieron crímenes de lesa humanidad fueron llevados a juicio
en 1985 y 1986, lo que generó un clima de malestar golpista en las fuerzas
armadas.
El gobierno radical sancionó a fines de 1986, la Ley de
Punto Final, que impuso un plazo de sesenta días de caducidad de las acciones
penales. La Ley de Punto Final generó una fuerte oposición popular. Y, el
efecto fue el opuesto al esperado, debido a que se presentaron cientos de
denuncias, obligando a los jueces y fiscales a realizar las citaciones y
acusaciones en el corto plazo establecido.
Así se llegó a 1987. En los primeros meses se produjeron
varios hechos que mostraban un nerviosismo creciente en las Fuerzas Armadas.
Simultáneamente el gobierno elaboro una estrategia para responder a una
sublevación militar. El plan consistía en destituir de inmediato al jefe
militar que tenía el mando sobre los insurrectos, cercar a los rebeldes con
tropas leales, y finalmente, atacarlos.
Esta fue la primera, de tres sublevaciones militares, de
debió soportar nuestra naciente democracia durante el gobierno del doctor
Alfonsín. A quien muchos lo condenan por su laxitud y retroceso en materia de
enjuiciamiento, y condena a los militares. Pero en esa crítica se suele omitir,
la hermenéutica, el contexto de la época.
Esta semana recordamos la gesta de Malvinas, y hace poco
tuvimos oportunidad de ver la película 1985 que narra el Juicio a las Juntas.
Todo esto, era parte del contexto político de ese momento.
Por un lado estaba fresco el recuerdo de la guerra de
Malvinas la cual contó en sus inicios con un importante apoyo popular. Y que
permitió, que parte de los militares participes de la dictadura, regresaran de
las Islas con el título de héroes de la patria, que en realidad muchos
efectivamente lo fueron. Y justamente aprovechando esa circunstancia, los que
llevaron adelante la rebelión fueron militares no acusados de violaciones a los
derechos humanos y que si tuvieron actuación en Malvinas. Alfonsín lo dirá en
su discurso: “Se trata de un conjunto de hombres, algunos de ellos héroes de la
guerra de las Malvinas, que tomaron esta posición equivocada...”
El desarrollo de los hechos.
El miércoles 15 de abril de 1987 el entonces mayor Ernesto
Barreiro (jefe del Centro Clandestino La Perla) decidió no presentarse ante la
justicia y buscó refugio en el Regimiento 14 de Infantería Aerotransportada de
Córdoba. El año anterior se había descubierto en el interior de dicha
guarnición, una carga de dinamita colocada para asesinar al presidente
Alfonsín, que horas después iba a pasar por ese lugar.
El ministro de Defensa Horacio Jaunarena, dispuso la baja de Barreiro y ordenó al general Antonio Fichera, comandante del III Cuerpo de Ejército con jurisdicción en Córdoba, que recuperara el regimiento. Pero Fichera estaba dentro del regimiento con Barreiro y no tenía intenciones de cumplir la orden del ministro de Defensa.
El Jueves 16 de abril, Alfonsín ordenó al Ejército movilizar
sus fuerzas para forzar la rendición del regimiento cordobés, pero los jefes
militares comenzaron a dejar en evidencia que no estaban dispuestos a obedecer
las órdenes presidenciales.
Mientras tanto, el teniente coronel Aldo Rico acompañado de
coronel Enrique Venturino y el capitán Gustavo Breide Obeid, al frente de 300
hombres armados, con las caras pintadas, tomaron la Escuela de Infantería en
Campo de Mayo.
Rico recibió las adhesiones del Regimiento 14 de Infantería
Aerotransportada de Córdoba (al mando de Polo), el 19 de Tucumán (coronel Ángel
Rafael de León), el 4 de Infantería de Monte Caseros (Corrientes, coronel
Héctor Álvarez Igarzábal), el 21 de Infantería de Neuquén (teniente coronel
Alberto Valiente) y el 35 de Infantería de Rospenteck (Santa Cruz, teniente
coronel Santiago Alonso) .
Esa tarde se hicieron presentes en la Casa Rosada distintos
dirigentes políticos a dar su apoyo al gobierno. Antonio Cafiero y Saul
Ubaldini -secretario general de la CGT- fueron de los primeros en concurrir.
Incluso Cafiero pidió un espacio, para permanecer cerca de Alfonsín durante la
crisis.
En esa situación, miles de personas comenzaron a salir a las
calles en todas las ciudades del país para oponerse al alzamiento militar y la
CGT, declaró la paro nacional en defensa del gobierno constitucional. Los principales
partidos políticos UCR-PJ-UCEDE_PDC-PI- PS y la CGT acordaron firmar un Acta de
Compromiso Democrático, oponiéndose a la actitud de los militares y
reconociendo los grados de responsabilidad en la represión que habían sido
anunciados por el Alfonsín antes del intento de golpe.
El viernes 17 de abril, los militares rebeldes dieron a
conocer, el Comunicado Número 1 “exigiendo la solución política que corresponde
a un hecho político como es la guerra contra la subversión.” Firmaban : Enrique
Venturino Tcnl, Aldo Rico Tcnl, Arturo F González Naya Tcnl, Gustavo Martínez
Zuviría Tcnl, Pedro Mercado Cap, Jorge Alonso Tcnl y Gustavo Breide Obeid Cap.
En el curso del día fue haciéndose cada vez más notorio que
el presidente Alfonsín no tenía mando sobre las tropas. Ni una sola de las
unidades militares convocadas en la Capital Federal y zonas adyacentes,
respondió a su orden. Ya estaba claro que el plan de cercarlos con tropas
leales y luego atacarlos, no iba a funcionar. Las tropas “leales” no existían.
Sólo el general de brigada Ernesto Alais partió lentamente
con sus tanques desde Rosario. Pero, al llegar a Zarate, los oficiales de rango
intermedio detuvieron su marcha, e hicieron conocer su decisión de no avanzar
contra sus camaradas de armas.
Mientras tanto, como todos los días de la crisis, la población se mantuvo en la calle y en las plazas, con centro en la Plaza de Mayo.
El Sábado 18 de abril hubo intentos de mediaciones de todo
tipo. Políticos de todos los partidos, sindicalistas, autoridades eclesiásticas,
empresarios y jueces intentaron dialogar con los sublevados. Por la noche, el
ministro Jaunarena concurrió personalmente a Campo de Mayo y parlamentó durante
dos horas con Rico. Las demandas de Rico eran, el pase a retiro del jefe de
Ejercito Rios Ereñu, y la sanción de una ley de amnistía. Jaunarena les
respondió que Ríos Ereñu ya estaba
renunciado y que pronto sancionarían la Ley de Obediencia Debida.
El domingo 19 en la madrugada se reforzó la guardia de Casa
Rosada porque hubo información de movimiento de tropas rebeldes. Por la mañana
Jaunarena volvió a Campo de Mayo, pero encontró a los rebeldes en una posición
intransigente, insistiendo en el pedido de una ley de amnistía.
Algunos dirigentes de la Juventud Radical impulsan la idea
de marchar con una columna civil a Campo de Mayo a retomar el regimiento, lo
que es descartado. Pero, en la puerta del cuartel, permanecían varios
centenares de manifestantes contenidos por la policía para evitar incidentes.
Poco después del mediodía, Alfonsín salió al balcón de la
Casa Rosada, acompañado de su vicepresidente Enrique Martinez, y tres
peronistas, Antonio Cafiero, el senador Vicente Saadi, presidente del PJ, y
José Luis Manzano, presidente del bloque peronista de la Cámara de Diputados.
El presidente le pidió a la multitud que lo esperen en la plaza «y, si Dios
quiere, dentro de un rato vendré con la noticia de que cada uno de nosotros
podemos volver a nuestros hogares».
Instantes después salió en helicóptero hacia Campo de Mayo.
En el Comando de Institutos Militares, se apersonaron, Rico, Venturino, Breide
Obeid y Martínez Zubiría. Allí Rico volvió a insistir con la “solución
política” mediante una ley de amnistía amplia. Y Alfonsin se comprometió a
enviar pronto la Ley de Obediencia Debida. Lo mismo que le había prometido
Jaunarena, pero como Rico estaba “agrandado” quería que se lo diga el propio
presidente.
Alfonsín retornó entonces a la Casa Rosada, volvió a salir
al balcón, y anunció que los amotinados habían depuesto su actitud. En su breve
discurso dijo :
“Compatriotas, Felices Pascuas. Los hombres amotinados han
depuesto su actitud. Como corresponde, serán detenidos y sometidos a la
Justicia. Se trata de un conjunto de hombres, algunos de ellos héroes de la
Guerra de las Malvinas, que tomaron esta posición equivocada y que han
reiterado que su intención no era la de provocar un golpe de Estado, pero de
todas formas han llevado al país a esta conmoción, a esta tensión y han
provocado estas circunstancias que todos hemos vivido, de la que ha sido
protagonista fundamental el pueblo argentino en su conjunto. Para evitar
derramamientos de sangre di instrucciones a los mandos del Ejército para que no
se procediera a la represión y hoy podemos todos dar gracias a Dios: la casa
está en orden y no hay sangre en la Argentina. Le pido al pueblo que ha
ingresado a Campo de Mayo que se retire, que es necesario que así se lo haga. Y
le pido a todos ustedes, vuelvan a sus casas a besar a sus hijos, a celebrar
las Pascuas en paz en la Argentina.”
Los militares sublevados no fueron detenidos ni sometidos a
juicio. Quince días después el presidente Alfonsín envió al Congreso el
proyecto de Ley de Obediencia Debida, fue aprobado de inmediato, y cerró todas
las causas abiertas por crímenes de lesa humanidad, con excepción de los robos
de bebés.
En el documental “Esto no es un golpe” (2018) el ex- Tte
Coronel Enrique Venturino consultado sobre que actitud iban a tomar si la gente
ingresaba al cuartel, respondió “y, íbamos a combatir, si somos militares, que
otra cosa podíamos hacer”.
¿Podría haber convocado Alfonsín al pueblo a rodear los
cuarteles y enfrentar a los militares?. ¿Estaba dispuesta la población a ir a
un enfrentamiento sangriento?. Imaginemos una columna de manifestantes
intentando enfrentar a 300 militares atrincherados y con armamento letal. Un
fusil FAL dispara de 60 a 120 balas por minuto, cien tiradores podrían disparar
12.000 balas por minuto, contra una columna compacta de manifestantes. ¿Cuántos
muertos y heridos habría? ¿Cien, mil? Y
la segunda pregunta ¿había alguna posibilidad de ganar? ¿o a los miles de
desaparecidos habría que haberle sumado otros miles de muertos intentando
recuperar los cuarteles?.
Por supuesto están los valientes de mesa de café, que dicen,
“porque Alfonsin no armó al pueblo”.
Una cosa es ir a una marcha a enfrentarse con la policía que
responde con gases y agua. Otra, es intentar ingresar un cuartel donde van a
responder con armamento de guerra. Estas cuentas que parecen irreales, son las
que un líder político hace, cuando, como en este caso, esta puesto a elegir
entre el tiempo y la sangre.
La magnitud de los crímenes cometidos, la persistencia de la
lucha de las Madres y los organismos de DDHH . La superación de tres
levantamientos más, el último en 1990, durante en gobierno de Menem, allí si,
reprimido a sangre y fuego por tropas leales a mando del General Balza. La
progresiva pérdida de poder político y militar de las fuerzas armadas. El
ascenso al mando de oficiales que por edad no habían participado en la
dictadura. Todo ello produjo un cambio de contexto y de relación de fuerzas,
que permitió en 2003 al Presidente Nestor Kirchner derogar las leyes de
Obediencia Debida y Punto Final e iniciar el enjuiciamiento de los miembros de
las fuerzas represivas.
En la actualidad hay 1200 represores en prisión; 1500 procesados y mas de 1000 que murieron antes de ser procesados y condenados. Del inicio de la democracia en 1983 al 2003 pasaron exactamente 20 años. En 1987, el Presidente Alfonsin junto a los lideres de los partidos políticos de oposición, le toco elegir entre el tiempo y la sangre. Eligió el tiempo. Muchos siguen pensando que fue un cobarde, y un traidor a los intereses del pueblo.
No existen juicios objetivos y definitivos de la historia.
Existen diferentes valoraciones y resignificaciones acordes al pensamiento de
cada época. Y el papel del historiador, es intentar presentar con la mayor
objetividad posible el desarrollo de los hechos.
La verdad, yo también recordaba de Alfonsin, solamente esas
dos frases casi burlescas : “la casa esta en orden” y “felices pascuas”. Pero
hubo una tercera que expresó su alivio y tal vez su justificación ante la
historia : “y no hubo sangre en la Argentina”. “Vuelvan a sus casas a besar a
sus hijos…”. Bueno fuimos muchos, los que esa tarde pudimos abandonar la
tensión de la vigilia y volver a nuestras casas, a besar a nuestros hijos. Lo
que no es poco.
(*) El columnista es autor de Salvados por Francisco y La
Lealtad-Los montoneros que se quedaron con Perón.
Publicado en La Mañana de Neuquén.
https://www.lmneuquen.com/pais/semana-santa-1987-raul-alfonsin-el-tiempo-y-la-sangre-n1186904
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