![]() |
Velas decoradas, flores y fotografías del Papa Francisco en la base de la estatua deJuan Pablo II afuera del Hospital Gemelli. REUTERS/Ciro De Luca. |
A lo largo de sus doce años de papado, Francisco reorientó a
la Iglesia hacia un futuro incierto pero esperanzador, dejando un legado de
cambios profundos y una constante búsqueda de unidad y transformación global.
Por Aldo Duzdevich.
Hace varios años, Aldo Carreras, con la confianza de quien
habla de un amigo a quien conoce desde siempre, me dijo: “Este loco se propuso
dos objetivos: cambiar la Iglesia y cambiar el mundo”.
Para quienes no lo conocen, el profesor Aldo Carreras es un
hombre vinculado a la Iglesia, la educación y el peronismo, y fue una de las
personas más cercanas a Francisco, pero siempre mantuvo un perfil muy bajo. Y
cuando dice “este loco”, me estaba diciendo “Francisco no se anda con
chiquitas, apuesta muy fuerte, tal vez demasiado fuerte para sus posibilidades
reales”.
Yo suelo comparar la edad de Francisco cuando inicia su
papado, con la edad de Perón cuando asume su presidencia en 1973. Muchos
críticos dicen “Perón sabía que le quedaba poco tiempo de vida, no debió ser
presidente”. Cuando Francisco inició su papado se escuchaba lo mismo: “Le falta
un pulmón”, “tiene muchos problemas de salud”, “no va a durar demasiado”.
Soy un convencido de que aquellos hombres que son convocados
por la historia no miden riesgos y se sienten más cerca de la eternidad que de
la finitud humana. Aunque la biología no entiende mucho de demandas históricas
y juega malas pasadas.
Claro que con Francisco además de la biología tuvo otras
ayudas. Cuando le preguntaban: “¿Tenemos Francisco por muchos años más?”,
respondía: “Que lo diga El de arriba”. Traducido: tengo una misión que cumplir
y la seguiré cumpliendo hasta que Dios decida.
Hoy “El de arriba” decidió. Y quienes aprendimos a quererlo
estamos sufriendo el dolor y la tristeza por su partida.
Pero Dios fue generoso y le dio a Francisco doce años de una
lucidez y vitalidad envidiables en una persona de su edad. Arrancaba su día a
las 4 o 5 de la mañana para rezar. Leía, escribía, llamaba por teléfono a mucha
gente sencilla, tenía un maratón de audiencias todos los días, viajaba. Solía
aclarar: “Eso sí, siempre duermo una hora de siesta...”. Como si fuese una
vacación reparadora.
Una fotografía del papa Francisco.
Una fotografía del papa Francisco proyectada en el Obelisco
de Buenos Aires. (Foto AP/Natacha Pisarenko)
El tiempo es superior al espacio.
El pensamiento y la acción del Papa Francisco se basan en
cuatro principios que lo guían desde su juventud: “El tiempo es superior al
espacio; la unidad prevalece sobre el conflicto; la realidad es más importante
que la idea; el todo es superior a la parte”.
En su Encíclica Evangelii Gaudium desarrolla estos cuatro
principios.
“El tiempo es superior al espacio”. “Este principio permite
trabajar a largo plazo, sin obsesionarse por resultados inmediatos. Ayuda a
soportar con paciencia situaciones difíciles y adversas, o los cambios de
planes que impone el dinamismo de la realidad (...). Uno de los pecados que a
veces se advierten en la actividad sociopolítica consiste en privilegiar los
espacios de poder en lugar de los tiempos de los procesos.”
“Darle prioridad al espacio lleva a enloquecerse para tener
todo resuelto en el presente, para intentar tomar posesión de todos los
espacios de poder y autoafirmación. Es cristalizar los procesos y pretender
detenerlos. Darle prioridad al tiempo, es ocuparse de iniciar procesos más que
de poseer espacios”.
“Se trata de privilegiar las acciones que generan dinamismos
nuevos en la sociedad e involucran a otras personas y grupos que las
desarrollarán, hasta que fructifiquen en importantes acontecimientos
históricos. Nada de ansiedad, pero sí convicciones claras y tenacidad.”
Cuando Francisco se puso al hombro la tarea de impulsar profundos cambios en la Iglesia Católica, lo que hizo fue justamente aplicar este principio.
Otro amigo, Julio Baraibar, ayer escribía que Francisco ha
logrado “deseuropeizar” a la Iglesia Católica, al convertirla en la iglesia de
las periferias, una Iglesia que se proyecta hacia Oriente, África y América
Latina.
Justamente de eso se trata lo de “iniciar procesos”,
Francisco ha dado un giro y nueva orientación a la Iglesia que no descansa solo
sobre su persona, sino que ha generado “nuevos dinamismos que van a fructificar
en importantes acontecimientos históricos”.
La última vez que lo vi en 2019, le comenté: “Usted está nombrando cardenales de distintos países”. Su respuesta fue: “Sí, antes se ocupaba el Cardenal Bertone y nombraba mayoría de cardenales europeos, ahora yo estoy cambiando un poco eso…”.
Al día de hoy, el Colegio cardenalicio está formado por 252
cardenales; 138 son electores y participarían en el próximo cónclave que
elegirá al sucesor del papa Francisco. Cuatro de cada cinco cardenales que
votarán en el futuro cónclave han sido elegidos por el pontífice argentino. En
la última década, el Colegio cardenalicio se ha hecho más universal y más
joven: hay 94 países representados y la edad media de los electores es de 69
años.
El tiempo es superior al espacio y el proceso de cambio en
la Iglesia Católica está en marcha indetenible.
Nos queda el dolor de no haberlo recibido en su tierra
Entre tantas macanas que se mandó el progresismo que cooptó
al peronismo en los últimos años, está el haber despreciado y estigmatizado a
Jorge Bergoglio, el primer Papa de las periferias.
Un periodista con enorme poder sobre el aparato cultural del
kirchnerismo inventó una historia falsa sobre el papel de Jorge Bergoglio
durante la dictadura. Historia falsa repetida miles de veces por toda la prensa
seguidora del catecismo progresista.
A la vez, los sectores conservadores de la Iglesia Católica
y de la derecha liberal le colgaron el sayo de Papa “peronista”.
En lo que sí coincidían todos -hasta el presidente actual
que lo había insultado públicamente– es que era bueno y necesario ir a Roma a
sacarse una foto con un líder de enorme prestigio mundial.
Cada lado de la grieta lo tironeaba para su lado. Y cuando
se le preguntaba por qué no venía, respondía que no estaban dadas las
condiciones. Su fundado temor era que su visita a la Argentina no sirviera para
tender puentes como él deseaba sino para ser un motivo más de desencuentros.
Hoy ya no lo tenemos con nosotros.
Tengo profunda fe en que las nuevas generaciones,
descontaminadas de tanto fuego de artificio, descubrirán al Papa Francisco que
sus contemporáneos no supimos ver.
Querido Francisco, hoy somos muchos los que estamos rezando
por Usted.
PUBLICADO EN INFOBAE.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
La diferencia de opiniones conduce a la investigación, y la investigación conduce a la verdad. - Thomas Jefferson 1743-1826.