de Juan Domingo Perón.
… porque los conductores no se hacen. Desgraciadamente, los conductores nacen, y aquel que no haya nacido sólo puede acercarse al conductor por el método. El que nace con suficiente óleo sagrado de Samuel, no necesita mucho para conducir; pero el que no nace con él, puede llegar a la misma altura por el trabajo. Por eso Moltke dijo una vez que el genio es trabajo. Al genio se llega por esos dos caminos. También por la perseverancia, el perfeccionamiento, el trabajo constante, se puede llegar al genio.
El conductor: un constructor de éxitos.
El conductor es un constructor de éxitos. Esa es la mejor definición que se puede dar de un conductor. Es decir, es un hombre que recibe un elemento –que es una situación– y que recibe un objetivo, que es lo que él debe lograr, partiendo de esa situación. Entonces él concibe.
El éxito es alcanzar el objetivo. Lo prepara, lo organiza, lo realiza y cuando llega
allá, le saca provecho.
Los éxitos casuales son muy raros.
La conducción es, lisa y llanamente, la construcción de éxitos, y el conductor es un constructor de ellos. Quiere decir que el éxito puede construirse. Algunos creen que es la casualidad, otros que es la suerte, que es la fortuna. Si, puede haber éxitos casuales, pero en un hombre que obtiene ochenta éxitos, puede haber tres éxitos casuales. Los setenta y siete restantes los ha construido él mismo.
Es difícil que a uno se le dé setenta y siete veces la suerte en la ruleta; puede darse tres veces...
A Napoleón, que enfrentó durante treinta años cientos de suertes distintas, no fue la casualidad ni el azar quienes lo favorecieron siempre hasta Waterloo, en que la suerte no lo favoreció. Allí él no preparó ni realizó el éxito; quizá lo esperó al azar, y por ser ésta quizá la única vez que él esperó de la suerte, ella le jugó una mala partida. Pero ésa es la realidad.
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