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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.
“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

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"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

martes, junio 08, 2010

Yrigoyen por Héctor Ciapuscio.

Don Hipólito Yrigoyen.
" El poder y la ética"
por HÉCTOR CIAPUSCIO
Doctor en Filosofía
Ramón Columba fue un personaje muy popular en el Buenos Aires de la primera mitad del siglo XX. Veterano taquígrafo del Senado y caricaturista por vocación, amigo de políticos de todos los partidos, dejó su chispa porteña retratada en los diarios de la época y particularmente en el texto y las imágenes de un libro que tituló "El Congreso que yo he visto (1914-1933)". Es ésta una crónica repentista y sabrosa, apuntes desordenados como de mesa de café, con caricaturas y semblanzas de legisladores pico de oro como los socialistas De Tomaso y Dickmann, el conservador Sánchez Sorondo y el radical Horacio Oyhanarte. Las páginas ya amarillentas del texto nos regalan pantallazos de la vida ciudadana y muchos de los acontecimientos políticos de aquellos "tiempos de la República" que se nos aparecen tan distintos de los nuestros.
Una figura central de estos apuntes históricos es, por cierto, Hipólito Yrigoyen, motejado "el Peludo" por enigmático y austero. Allí se describe a un caudillo carismático, dos veces electo presidente (en 1916 y 1928), entre cuyos rasgos personales resalta la inalterable firmeza de su filosofía práctica y su intransigencia política, capaz de doblarle el brazo a los del "Viejo Régimen" en cuanto a un sistema electoral libérrimo. O las peculiaridades de sus tácticas partidarias, la elección de sus colaboradores y su retórica redundante en pluralismos impropios. Pero la atención preferente del cronista recae en rasgos todavía más peculiares de su carácter tales como un empaque absoluto sobre honestidad y claros gestos de desprendimiento material en el ejercicio de responsabilidades de gobierno.
Transcribe el libro varios juicios emitidos por extranjeros ilustres que alguna vez visitaron a Yrigoyen en la Casa Rosada. Por ejemplo, el de José Vasconcelos, ex ministro en México, quien lo consideró "gobernante de honradez indiscutible que rompió los fueros de una oligarquía y salió de su Presidencia con menos dinero que el que tenía cuando entró en 1916". O el del escritor Enrique Gómez Carrillo, que escribió en "La Razón", ya en oportunidad del segundo mandato, que había "encontrado a un hombre que no se parece en nada a los que hacen del gobierno un cascabel de ambiciones, un hombre que en vez de enriquecerse pierde dinero en el poder". Y, de la propia pluma del ex presidente, Ramón Columba recoge parte de lo que el mandatario derrocado en 1930 escribió en documento público desde su confinamiento en la isla Martín García. Allí declara que siempre donó a la beneficencia su sueldo, que prestó sus campos a chacareros pobres que no podían pagar arrendamiento y que permanentemente regaló caballos suyos al Ejército y a la Policía. "No nombré ningún miembro de mi familia en puesto alguno. Mi gobierno no hizo ningún negocio, no vendió tierras, no arrendó edificios para oficinas públicas, no invirtió dinero en viajes a ninguna parte y los que realicé yo fueron hechos con mis propios recursos".
Y como anécdota -con título "Única herencia"- transcribe el autor del libro lo que expresó a periodistas Sara Yrigoyen, la única hija del ex mandatario (quien había fallecido el 3/7/1933) en su humilde departamento en Olaguer y Cabildo: "Tengo que cuidar la pensión, es lo único de que dispongo". Cierra la nota con este comentario: "Sin quererlo, acabó así de entregarle el más grande título de gloria a su padre, el hombre que, gobernando la opulenta República Argentina, se empobreció y, debido a su honestidad, un descendiente suyo conoce la pobreza".


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