La Argentina invade California(*)
por Osvaldo Soriano.
Cuál fue la primera potencia del mundo que reconoció a la flamante Argentina de la Revolución? ¿Qué ansias arrastraban a los hombres de la Independencia? ¿Qué fuego delirante les inflamaba los corazones? Franceses, ingleses, polacos, alemanes y norteamericanos corrieron en auxilio de la joven Revolución que enfrentaba al imperio de España.
Todas las ideas, viejas y nuevas, venían a refundarse en estas costas: monárquicos, republicanos, católicos, liberales, anarquistas y aventureros peleaban por amor, por costumbre o por plata. Los hubo solemnes, grandiosos, generosos, chiflados, estúpidos, vanidosos y despiadados. El más conocido de ellos fue el capitán José de San Martín, de la secreta Logia Lautaro, pero entre los más chiflados y ambiciosos estaba el corsario Hipólito Bouchard. Como Liniers y Brandsen, Bouchard era francés y como ellos murió de muerte violenta.
Fue él quien compró el primer reconocimiento exterior para la Argentina, que todavía se llamaba Provincias unidas.
En su nombre invadió y destruyó la California dominada por los españoles. Bouchard llegó al Río de la Plata en 1809 en un barco de corsarios franceses. El primer día de febrero de 1811 el gobierno de la Revolución lo nombra capitán del bergantín de guerra 25 de Mayo. Su primera batalla, la de San Nicolás, no es gloriosa: cuando el 2 de marzo oye los cañones de siete naves, Bouchard abandona a su jefe, Juan Bautista Azopardo, se tira al agua y gana la costa a nado con toda la tripulación.
En el Consejo de Guerra presidido por Saavedra dirá que los marineros huyeron primero y que él fue impotente para contenerlos. Azopardo, en su diario, se queja de haber sido "vergonzosamente abandonado".
En tierra le va mejor: incorporado al Regimiento de Granaderos a Caballo, el 13 de febrero de 1813 contribuye al triunfo en San Lorenzo: mata de un pistoletazo al abanderado de los realistas y se queda con el pabellón enemigo; eso lo hace criollo y capitán del ejército de San Martín, que lo recomienda a la Asamblea Constituyente.Pero lo suyo es el pillaje y el saqueo, como Drake y Morgan, y pronto va a probarlo.
En 1815 manda las corbetas Halcón y Uribe y marcha a reunirse con Brown, que comanda la Hércules. El irlandés lo espera en la isla de Mocha, sobre el Pacífico, para ir a cañonear el puerto de El Callao.
Los dos han cambiado: William Brown es ahora guillermo e Hypolite se ha convertido en Hipólito, súbditos de las Provincias Unidas. En una tormenta bouchard pierde el Uribe. Brown, en cambio, captura la fragata española Consecuencia y toma prisionero al brigadier Mendiburu, gobernador de Guayaquil.
En febrero, Brown decide asaltar la fortaleza de Guayaquil pero Bouchard no lo acompaña porque estima la aventura demasiado riesgosa. En cambio, le propone un negocio: ofrece el Halcón y diez mil pesos en efectivo a cambio de la Consecuencia. Brown acepta y paga. Bouchard regresa a Buenos Aires el 18 de junio de 1816, en vísperas de la declaración de Independencia que San Martín y Belgrano piden a sablazos.
El 9 de julio,
"Nace a la faz de la tierra una nueva y gloriosa nación /
coronada su sien de laureles /
y a sus plantas rendido un león".
Pero el problema más urgente es conseguir que alguna potencia extranjera y soberana reconozca ese nacimiento de parto tan doloroso. Rivadavia y Belgrano han viajado a Europa y no lo han conseguido porque están en desacuerdo sobre la forma de gobierno que se darán. Belgrano quiere coronar a un cacique inca y Rivadavia vislumbra una república liberal en la que pueda ser presidente.
También San Martín propone un rey. A Bouchard le da lo mismo: ahora es sargento mayor de la Marina, tiene patente de corso y necesita una bandera que sea aceptada en todos los puertos. El 9 de julio de 1817 hace que toda la tripulación de la Argentina grite "¡Viva la patria!" y sale de Ensenada rumbo a Madagascar.
Para seguir su loca carrera es preciso tener a mano un mapamundi: en Tamatava, a la entrada del Océano Índico, libera a los esclavos de cuatro barcos españoles y les canta el Himno Nacional para que el ruido llegue hasta Buenos Aires. Pasa por las costas occidentales de la India y entra en el Archipiélago del Sonda donde toca los puertos de Java, Macasar, Célebes, Borneo y Mindanao.No le es fácil el periplo: en Java la Argentina atrapa el escorbuto y el capitán tira cuarenta cadáveres al mar.
En Macasar lo atacan cinco barcos piratas pero en una hora y media de combate Bouchard pone en fuga a cuatro y se queda con el quinto. La batalla le deja siete marineros muertos a los que reemplaza con los más fornidos de la nave capturada. A los otros les ordena rezar y los hunde a cañonazos.
Por fin se acerca a Manila, en las Filipinas. Bloquea la entrada al puerto de Luzón, el más importante del archipiélago, convoca a oficiales y tripulantes al pie de la bandera y les hace una arenga de argentinidad, en francés para los oficiales, en castellano para los marinos.La empresa es espectacular:
la Argentina saquea y hunde dieciséis buques mercantes. Bouchard captura a cuatrocientos tripulantes y un bergantín español. Al fin decide ir a China, pero la tempestad lo empuja a la Polinesia, donde va a llevarse una sorpresa mayor. Al acercarse al puerto de Karakakowa, en las islas Sandwich, le parece distinguir una nave conocida: echa ancla y reconoce a la Chacabuco, una de las corbetas de Brown, que fondea con el pabellón de Kameha-Meha, un reino soberano que nuclea a las incontables islas de Hawaii.Alguien le dice que la tripulación de la Chacabuco, sublevada en Valparaíso, ha llegado extraviada a esas costas y ha vendido la nave al rey.
Los criollos amotinados, hartos de mar, penando por caballos y llanura, consumen el botín de seiscientos quintales de sándalo y dos pipas de ron en las tabernas y prostíbulos de Karakakowa. Uno de ellos, por vergüenza o por nostalgia, conserva la flamante bandera de Belgrano.Bouchard, que ha nacido en Saint Tropez, vislumbra un destino de medallas, honores y pampas tranquilas.
En el instante mismo decide llevarse la corbeta y también el primer reconocimiento diplomático para la nación que nace.Los gauchos borrachos que encuentra en el puerto le cuentan que hay un rey gordo que está siempre rodeado de mujeres de cintura ondulante. Por respeto y sin duda por temor lo apodan "Pedro el Grande de los Mares del Sur". El capitán recupera la bandera y el corazón se le hace todo fuego: averigua, pide, ruega y llega hasta el monarca.
Lo que ha saqueado en cuatro mares alcanza y sobra para recuperar la Chacabuco. El rey de Kameha-Meha acepta la indemnización pero confiesa no conocer la bandera que Bouchard le muestra.
En inglés, en francés y en español el capitán le cuenta la gesta sudamericana, las interminables llanuras y los Andes nevados que ha cruzado San Martín. Agrega las selvas calientes del Chaco para conmover al monarca y sin vacilar lo nombra, bajo un sol de cincuenta grados, teniente coronel del ejército de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Ahí mismo le entrega uniforme, espada, charreteras y sombrero de granadero y le muestra un mapa del sur para que se ubique.
El rey gordo no se emociona demasiado, pero el uniforme lo divierte y firma un tratado de "Unión para la paz, la guerra y el comercio" en el que consta que Kameha-Meha es la primera potencia del mundo en reconocer a las Provincias Unidas.
Ese 20 de agosto de 1817 el pirata Bouchard empieza a entrar en la historia. Mitre llamará a ese instante de Karakakowa "un triunfo diplomático".
Vicente Fidel López, que tiene menos sentido del humor, califica al capitán de "corso del latrocinio".
Pero la irrisoria hazaña de Bouchard recién empieza. En tabernas y fumaderos de Hawaii recoge a los gauchos extraviados, fusila a dos gritones como escarmiento y pone proa a la lejana California.
Un delirio de fortuna y grandeza le quema el alma: antes de que a esas costas las ganen los ingleses, se dice, llegarán los argentinos. El 23 de octubre de 1817, con la Chacabuco recuperada y en pie de guerra, zarpa para Norteamérica.
Ahí va Hipólito Bouchard, viento en popa y cañones limpios, a arrasar la California donde no están todavía el Hollywood del cine ni el Sillicon Valley de las computadoras.
Lleva como excusa la flamante bandera argentina que ha hecho reconocer en Kameha-Meha, aunque los oficiales de su Estado Mayor se llamen Cornet, Oliver, Jhon van Burgen, Greyssa, Harris, Borgues, Douglas, Shipre y Miller.El comandante de la infantería, José María Piris, y el aspirante Tomás Espora son de los pocos criollos a bordo. Entre los marineros de la Argentina y la Chacabuco van decenas de maleantes recogidos en los puertos del Asia, treinta hawaianos comprados al rey de Sandwich, casi un centenar de gauchos mareados y diez gatos embarcados en Karakakowa para combatir las ratas y las pestes.
Al terrible Bouchard, como a todos los marinos, lo preocupa la indisciplina: sabe que algunos de los desertores que habían sublevado la Chacabuco en Valparaíso se han refugiado en la isla de Atoy y quiere darles un escarmiento. Manda a José María Piris que se adelante a bordo de una fragata de los Estados Unidos e intime al rey que protege a los rebeldes.Antes de partir, los piratas norteamericanos, que roban cañones y los revenden, dan una fiesta a la oficialidad de las Provincias Unidas: corre el alcohol, se desatan las lenguas y un irlandés con pata de palo comenta, orgulloso, la intención argentina de bombardear la California.
El capitán de los piratas toma nota: en la bodega lleva doce cañones recién robados y si se adelanta con la noticia a Monterrey -la capital de California- podrá venderlos a cinco veces su precio.
El rey de Atoy no sabe dónde quedan las Provincias Unidas, nunca oyó hablar de las Provincias Unidas y teme una represalia española. Piris lo amenaza con la cólera del infierno y el rey, por las dudas, hace capturar a los sublevados entre los que se encuentra el cabecilla. El comandante duerme en la playa y cuando divisa los barcos de Bouchard se hace conducir en bote para dar la buena nueva.
El francés desconfía: en la entrevista con el rey comunica la sentencia de muerte para los sublevados asilados en Atoy y trata, como en Karakaka¡owa, de hacer reconocer a la flamante nación. El rey se insolenta y dice, muy orondo, que los prisioneros se le han escapado.
"Comprometidos así la justicia y el honor del pabellón que tremolaba en mi buque, fue necesario apelar a la fuerza", cuenta Bouchard en sus Memorias. En realidad, basta con amagar. El rey manda a un emisario a parlamentar a la Argentina y lleva a los prisioneros a la playa. Bouchard baja, arrogante y triunfal, les lee la sentencia y ahí no más fusila a un tal Griffiths, cabecilla del amotinamiento. A los otros los conduce al barco y les hace dar "doce docenas de azotes".
El 22 de diciembre de 1818 llega a las costas de Monterrey sin saber que los norteamericanos han armado la fortaleza a precio vil. Bouchard traza su plan: pone doscientos hombres de refuerzo en la corbeta Chacabuco, le hace enarbolar una engañosa bandera de los Estados Unidos y la manda al frente a las órdenes de Willian (o Guillermo) Shipre.Ya nadie recuerda la letra del Himno Nacional y Shipre hace cantar cualquier cosa antes de ir al ataque.
Están calentándose los pechos cuando advierten que cesa el viento y la Chacabuco queda a la deriva. Desde el fuerte les tiran diecisiete cañonazos y no falla ninguno.
La Chacabuco empieza a naufragar en medio del desbande y los gritos de los heridos. Shipre se rinde enseguida. Escribe Bouchard: "A los diecisiete tiros de la fortaleza tuve el dolor de ver arriar la bandera de la patria".Todo es desolación y sangre en la Chacabuco pero Bouchard no quiere pasar vergüenza en Buenos Aires.
Las Provincias Unidas de la Revolución han autorizado a más de sesenta buques corsarios para que recorran las aguas con pabellón celeste y blanco y las presas capturadas son más de cuatrocientas. De pronto, la joven nación está asolando los mares y las potencias empiezan a alarmarse.
Todavía hoy la Constitución argentina autoriza al Congreso a otorgar patentes de corso y establecer reglamentos para las presas (art. 67, inc 22).
Los pobres españoles de California no tenían ni un solo navío para su defensa. Bouchard ordena trasladar a los sobrevivientes de la Chacabuco a la Argentina pero abandona a los mutilados y heridos para que con sus gritos de espanto distraigan a los españoles. Al amanecer del 24, mientras en Monterrey se festeja la victoria, Bouchard comanda el desembarco con doscientos hombres armados de fusiles y picas de abordaje. lo acompañan oficiales que no saben para quién pelean pero esperan repartirse un botín considerable.
A las ocho de la mañana, después de un tiroteo, la tropa española abandona el fuerte y retrocede hacia las poblaciones. A las diez, Bouchard captura veinte piezas de artillería y con mucha pompa hace que los gauchos y los mercenarios formen en el patio mientras hace izar la bandera.sin embargo el capitán no está contento.
Quiere que en el mundo se sepa de él, que le paguen la afrenta de la Chacabuco. Arenga a la tropa enardecida y la lanza sobre la población aterrorizada. Los marinos de Sandwich son implacables con la lanza y la pistola; otros tiran con fusiles y los gauchos manejan el cuchillo y el fuego a discreción.
Dicen los historiadores de la Marina que Bouchard respeta a la población de origen americano y es feroz con la española. Difícil saber cómo hizo la diferencia en el vértigo del asalto. La fortaleza es arrasada hasta los cimientos. También el cuartel y el presidio. Las casas son incendiadas y la Nochebuena de 1818 es un vasto y horroroso infierno de llamas y lamentos.
Después del pillaje, Bouchard manda guardar dos piezas de artillería de bronce para presentar en Buenos Aires con las barras de plata que encuentra en un granero.Durante seis días, siobre los escombros y los cadáveres, flamea la bandera argentina. Los prisioneros liberados de la cárcel ayudan a reparar la Chacabuco mientras los soldados arman juerga sobre juerga a costa de las aterradas viudas de España, episodio que las historias oficiales eluden con pudor.
Tanto escándolo arman Bouchard y los suyos en el norte que el Departamento de Estado norteamericano -cuenta el historiador Harold Peterson- "dio instrucciones a sus agentes para que protestaran vigorosamente contra los excesos cometidos con barcos que navegaban bajo la bandera y con comisiones de Buenos Aires". Sin embargo, recién en 1821, con Rivadavia como ministro de Guerra, los Estados Unidos obtendrían un decreto de revocación de las patentes de los corsarios:
"En su forma literal -dice Peterson- este decreto representaba una entrega total a la posición por la cual los Estados Unidos habían luchado durante cinco años".
Para entonces, Bouchard ya había quemado toda California. Después de destruir Monterrey arrasa con la misión de San Juan, con Santa Bárbara y otras poblaciones que quedan en llamas.
El 25 de enero de 1819 bloquea el puerto de San Blas y ataca Acapulco de México.
En Guatemala destruye Sonsonate y toma un bergantín español.
En Nicaragua, por fin, se echa sobre Realejo, el principal puerto español en los mares del sur, y se queda con cuatro buques cargados con añil y cacao y veintisiete prisioneros. Ésa fue su última hazaña.Al llegar a Valparaíso, maltrecho por el ataque de otro pirata, Bouchard reclama la gloria pero lo espera la cárcel.
Lord Cochrane, corsario al servicio de Chile, lo acusa de piratería, insubordinación y crueldad con los prisioneros capturados. Bouchard argumenta:
"Soy un teniente coronel del Ejército de los Andes, un vecino arraigado en la Capital, un corsario que de mi libre voluntad he entrado a los puertos de Chile con el preciso designio de auxiliar a sus expediciones". Sobre las torturas ordenadas, se defiende así:
"Que se pregunte por el trato que recibieron los tripulantes del corsario chileno Maipú u otro de Buenos Aires que, luego de apresado, entró a Cádiz con la gente colgada de los penoles".Pasa apenas cinco meses en prisión. Al salir pone sus barcos a disposición de San Martín y le lleva granaderos a Lima.
Ya en decadencia, reblandecido por dos hijas a las que apenas había conocido, se pone a las órdenes del Perú y en 1831 se retira a una hacienda.
En 1843, un mulato harto de malos tratos lo degüella de un navajazo.Es una muerte en condicional: los apólogos de la Marina, que le justifican torturas y tropelías, no consignan ese indigno final.* de Osvaldo Soriano.
Incluido en "Cuentos de los años felices" Editorial Sudamericana. Bs. As. edición de 1993.
Otro relato sobre Hipólito Bouchard.
Corría el año 1818.
A diferencia de la actualidad, el estado de California no pertenecía en ese entonces a Estados Unidos, sino que se encontraba bajo el dominio español. Un dominio bastante escatimado en recursos, compuesto principalmente de misiones franciscanas, y grandes extensiones de haciendas españolas. Más allá de eso, el área solo era poblada por nativos.
La Argentina se encontraba en plena revolución, comenzada en 1810, y Bouchard probablemente era el pilar más representativo para las naciones extranjeras que eran instadas a reconocer la independencia criolla de la soberanía realista.
Hipólito Bouchard, de origen francés, había obtenido la patente de corso (derecho a realizar las actividades de corsario) en septiembre de 1815. El gobierno argentino le había concedido el derecho a saquear, hundir barcos enemigos y hacerse con una parte del botín. Llevó labandera celeste y blanca a recorrer latitudes tan dispares como la India, Madagascar, Filipinas, Java, Borneo, Macasar, el archipiélago de la Sonda y el Mar de la China. Trató de hacer reconocer la independencia argentina en cada lugar, lográndolo por primera vez en la Isla de Hawai.
Una vez tomada la zona de Alta California, la noche del 24 de noviembre de 1818, un hawaiano cobrizo se dio a la tarea de de quitarla bandera española, e izar la argentina. Monterrey, capital de California, era ahora oficialmente de Argentina.
El aprovisionamiento y reparación de las naves con animales, comiday licor duró hasta el 29 del mismo mes, cuando las naves levaron anclas y enfilaron a su patria, con la tripulación en estado de total embriaguez. California fue recuperada rápidamente por los españoles, quienes se encontraban esperando el momento de la partida de Bouchard.
Así fue como durante una semana, la capital californiana perteneció a la surgente “República del Plata”. Aunque el objetivo principal del corsario Bouchard (catalogado por muchos historiadores extranjeros comopirata) fuera el de amedrentar a las tropas españolas de California,fue capaz de tomar sin saberlo, el estado más poblado de los actuales Estados Unidos de Norte américa, y uno de los más poderosos sobre la Tierra.
Datos curiosos
Hipólito Bouchard zarpó de Buenos Aires el 9 de julio de 1817 al mando de la fragata "La Argentina", rebautizo del navío "Consecuencia"que él mismo había capturado poco antes a los realistas del Pacífico.
California, fue uno de los estados más codiciados de América.Principalmente habitado por los nativos, fue reclamado por los Rusos(quienes compraron Alaska), permaneció bajo el poderío español,méxicano y argentino, para terminar conformando un estado más de los EE. UU.
Se dice que la causa de que muchas banderas americanas tengan como base el celeste y blanco se debe al contagio de los ideales independistas que Bouchard llevó a las naciones gobernadas por Reinos extranjeros. Aunque también se dice que la causa es que son los mismos colores de la Casa de los Borbones.
California es llamada el “Estado dorado”. El origen se discute po rlos historiadores entre el color de sus colinas, la cantidad de días que el sol brilla sobre el, y la cantidad de oro que se extrajo durante la llamada “fiebre del oro”.
Después de su retiró Hipólito Bouchard vivió solo, amargando su carácter y golpeando frecuentemente a los peones de sus tierras. Murió a manos de estos, tras protagonizar uno de sus tantos actos de violencia.
Hipólito Bouchard - Autor: Felipe Pigna.
Hipólito Bouchard nació el 15 de enero de 1780 en Bormes, cerca de Saint Tropez (Francia). Desde muy pequeño se incorporó a la marina y en un barco francés llegó a Buenos Aires para quedarse en 1809, pocos meses antes del comienzo de la Revolución de Mayo.
Bouchard, un liberal francés, pronto comenzó a sentir una profunda simpatía por las ideas expresadas por el sector más radical de la Junta, liderado por Mariano Moreno, y puso sus conocimientos navales a disposición de la revolución. El gobierno lo nombró segundo comandante de la recientemente creada flota nacional.
El 2 de marzo de 1811, el Combate de San Nicolás de los Arroyos constituyó el bautismo de fuego de la nueva escuadra. Lamentable fue una derrota.
El 3 de febrero de 1813, otro bautismo de fuego, el del Regimiento de Granaderos a Caballo al mando de San Martín en San Lorenzo, encontrará nuevamente a Bouchard dispuesto a todo. Dice San Martín en el parte de guerra: "una bandera que pongo en manos de V.E. y que arrancó con la vida del abanderado el oficial don Hipólito Bouchard".
San Martín tomará nota de la actuación del temerario francés y lo tendrá muy en cuenta a la hora de recomendárselo al almirante Guillermo Brown para hostigar a los españoles en el Pacífico y preparar de esa manera el asalto final sobre Lima.
En 1815, comenzó la campaña de guerra de corso dirigida por Brown, con la fragata "Hércules" y el bergantín "Santísima Trinidad" acompañado por la corbeta "Halcón" al mando de Bouchard.
Ya en octubre de 1815, pudieron apresar fragatas españolas y bloquear y atacar el puerto de El Callao. Siguieron viaje y atacaron las fortificaciones cercanas a Guayaquil. En 1816, volvieron a bloquear la entrada al puerto de El Callao y hundieron la fragata española Fuente Hermosa.
Pero la etapa más novelesca de la vida de Bouchard estaba por comenzar. Mitre la resumió de esta manera: "...Una campaña de dos años dando la vuelta al mundo en medio de continuos trabajos y peligros, una navegación de diez o doce mil millas por los más remotos mares de la tierra, en que se domina una sublevación, se sofoca un incendio a bordo, se impide el tráfico de esclavos en Madagascar, se derrota a piratas malayos en Macasar, se bloquea a Filipinas, anonadando su comercio y su marina de guerra, se domina parte de Oceanía imponiendo la ley, a sus más grandes reyes por la diplomacia o por la fuerza; en que se toma por asalto la capital de la Alta California, se derrama el espanto en las costas de México, se hace otro tanto en Centro América, se establecen bloqueos entre San Blas y Acapulco, se toma a viva fuerza el puerto de Realejo apresándose en este intervalo más de veinte piezas de artillería, rescatando un buque de guerra de la Nación y aprisionando o quemando como veinticinco buques enemigos…".
El 9 de julio de 1817, zarpó la fragata La Argentina -anteriormente una nave española llamada Consecuencia de la cual se habían apoderado- al mando del capitán Bouchard, desde la ensenada de Barragán para cumplir un crucero de corso, que habría de durar dos años.
Navegando por aguas del Atlántico Sur, llegó a Madagascar y frustró el embarco de esclavos que estaban a punto de concretar tres buques ingleses y uno francés.
La Argentina siguió navegando rumbo a las Filipinas para perjudicar el tráfico comercial de los buques españoles. Rechazaron el ataque de cinco buques piratas malayos.
En las islas Hawai, Bouchard se entrevistó con el rey Kamehameha y firmó un tratado haciéndole reconocer la Independencia Argentina, proclamada por el Congreso de Tucumán. El rey hawaiano gobernaba las islas hacía treinta años y los viajeros lo llamaban el Napoleón de la Polinesia. Había logrado formar una confederación de las islas hawaianas con capital en Karakakowa. Kamehameha le proveyó a Bouchard 100 marinos y le devolvió la goleta Chacabuco, capturada por sus hombres. La flota compuesta ahora por franceses argentinos y hawaianos, puso proa a California, y llegó a su capital, Monterrey, el 22 de julio de 1818. Tras duros combates, logró tomar el fuerte y hace flamear la bandera de Belgrano por seis días en California. Tras el ataque a Monterrey, las tropas de Bouchard arrasaron la misión de San Juan, Santa Bárbara y otros poblados españoles de alta y baja California. El 25 de enero de 1819, bloqueó el puerto de San Blas y atacó Acapulco de México. En Guatemala destruyó Sonsonate y capturó bergantines españoles. En Nicaragua, tomó Realejo, el principal puerto español en los mares de Sur, y se apoderó de cuatro buques españoles. Bajó hacia el Perú siguió hostigando las posiciones españolas sobre el Pacífico. Las naves de Bouchard llegaron el 9 de julio de 1819 al puerto de Valparaíso, justo a tiempo para integrarse a la flota que San Martín preparaba para tomar Lima.
La travesía de La Argentina había durado dos años. Durante ese tiempo, Bouchard y su gente sostuvieron trece combates navales, capturaron o destruyeron veintiséis buques y decomisaron la carga de cuatro barcos negreros –y liberaron a sus prisioneros- y de dos naves inglesas y una de los Estados Unidos.
Fuente: http://www.elhistoriador.com.ar/
Información recopilada de distintos sitios de internet.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
La diferencia de opiniones conduce a la investigación, y la investigación conduce a la verdad. - Thomas Jefferson 1743-1826.