GRACIAS POR ESTAR AQUÍ...

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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.
“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

“
"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

martes, marzo 18, 2014

DEL LIBANO A LA PATAGONIA – BUEYES PERDIDOS – NICASIO SORIA.

DEL LIBANO A LA PATAGONIA – BUEYES PERDIDOS – NICASIO SORIA.
En cierta oportunidad, un libanés fue al médico y a la salida se encontró con un amigo. Este le preguntó qué le pasaba a lo que contestó:
- Barece está enfermo de la brosión, bero me dio unas bastillas y un “regimiento” de comida.
La trayectoria de los sirio-libaneses  entre nosotros, enraíza en un modo especial con los españoles que, en número similar, llegaron a comienzos de siglo a estas regiones.
Decididos, hospitalarios, observadores, golosos, sanos, inteligentes y curtidos como sábana de abajo, los “turcos”, como fueron bautizados desde siempre por el criollo, abandonaron sus blancas viviendas y los cedros del Líbano (hoy desvastado por la guerra), para cortar adobes y levantar e negocio en la árida extensión del sur, de modo especial en Río Negro y Neuquén, en tantos otros se decidieron por el norte argentino.
Claro, la mayoría de ellos progresaron y el mostrador (con aquel “puente levadizo” que llevaba directamente al escritorio de la estufa Istilart, el Mayor, el Diario y la botella de anís para invitar a los clientes), fue el bien inicial de capitales que, con los años se contarían en estancias, miles de ovejas y prosperidad.
Pero antes de eso, los riesgos de la época, los largos viajes abriendo caminos con tropas de carros o con caballos “pilcheros” para traer la mercadería, en fin, todo lo que hoy hace henchir de orgullo a los descendientes de aquellos inmigrantes asiáticos que introdujeron en nuestras costumbres el “quepe”, el “laben”, el “mezle” y otras delicias culinarias que las mujeres libanesas –bellas, hacendosas y prolíficas- trasladaban hasta la amistosa mesa de pino.
Además, los libaneses incluyeron en nuestro folklore su gracejo, la amplia bombacha “orientala” y en muchos casos su pintoresquismo,  de modo tal que casi no existe intérprete nativista que aderece su actuación con alguna narración vinculada con los “turcos”, quienes aprendieron de todo, menos a pronunciar la pe.
Hubo un árabe, sin embargo, al que preocupaba esa dificultad insalvable. Es así que con frecuencia corregía a sus “baisanos” cuando deslizaban una be labial donde no correspondía. En cierta ocasión, nuestro personaje recorría una zona de El Bolsón, en compañía de un funcionario y de otro libanés. Este último, en un arrebato de entusiasmo, exclamó ante la exuberante belleza que se abría ante sus ojos:
-Fojate qué baisaje bontoresco…
-¡No diga bon-toresco, Elías. Se dice ¡pon!...toresco
-le enmendó su preocupad coterráneo.
Pero si no todos cuidaban la correcta pronunciación de una letra, es indudable que conocieron al dedillo el valor exacto de los números, precisamente por haber sido árabes sus creadores. Y es cierto que puede haber exageración cuando narran episodios vinculados con sus intereses,  también es cierto que en aquellos tiempos, algunos comerciantes deshonestos tenían a su merced la ingenuidad aborigen, favorecidos por la soledad, las distancias y la ausencia de la ley.
En tales episodios, se cuenta el de aquel libanés dueño de una fonda que, cuando llegaba algún paisano a pedirle alojamiento, lo primero que preguntaba era:
-¿Trajiste boncho?  –con lo que ahorraba las frazadas.
Pero allí no termina el asunto. En cierta oportunidad, uno de sus clientes almorzó en aquella posada de cinc y adobes, en la que el almuerzo o la cena costaban $ 30.
Cuando fue a pagar su almuerzo, en la boleta figuraba:
“Un almuerzo y una comida…$60”.
El pobre hombre protestó y fue entonces que el célebre fondero desarrolló su tesis:
-¿Vos almorzaste o nó?
-Sí, don…
-Y cuando almorzaste, ¿no comiste?
-Si,don…
-Y bueno:  ¿qué brotesta tanto? Un almuerzo y una comida son sesenta besos. ¿So cree que soy un sonvorgüenza, yo?
Los libaneses han acopiado tantos “frutos del país” (cueros, lanas y pieles silvestres), que se dice que existe un libro de zoología que, en el capítulo dedicado a los zorros y chulengos dice: “Enemigos naturales de esa especie: puma, jabalí, turcos…” Y hablando de especies silvestres, ocurre que, cada cierta vez, un árabe y un paisano que andaban en la mala, salieron a cazar algo para comer.
Con gran trabajo (especialmente para el segundo) lograron apresar tres lechuzas, un piche, una paloma y una liebre.
Cuando llegó la hora del reparto, “el turco” le dijo al compañero de infortunio:
-Fojati bien. Después no diga que lo ombroma. Mirá: ¿qué más quiere? Ojos chiquitos bara mí, ojos grandes bara vos, ojos chiquitos bara mí, ojos grandes bara vos…
Y le endilgó todas las lechuzas al paisanito.

Nota del BLOG DE LA PATAGONIA: Las letras en negrita corresponden al libro “Bueyes Perdidos”.

* Transcrito del libro de Nicasio Soria "BUEYES PERDIDOS Humor patagónico", pág. 46-47-48, Ed. Río Negro S.A., 3º edición que publicara en desde 1980 en las ediciones dominicales del diario “Río Negro” estos BUEYES PERDIDOS relatos llenos de humor,  ingenuidad y generosos en aprendizajes que no son productos de la imaginación o de relatos de terceros que conoció Don Nicasio Soria.

SOBRE NICASIO SORIA.
El maestro que sabía contar la realidad. Nicasio Soria, periodista, escritor y ex secretario de Redacción.
Nicasio Soria poseía ese don imprescindible para quien aspira a convertirse en periodista: sabía dónde y cuándo había una nota.
Pero a esta habilidad suya tan desarrollada, y que Nicasio volcó exquisitamente en su columna "Bueyes Perdidos", le sumaba un innato sentido del humor.
Nicasio era capaz de detectar una anécdota al vuelo para de inmediato transformarla en material periodístico.
Hombres y mujeres de los paisajes desolados del sur fueron sus personajes, los portadores de su estandarte literario. Él no lo hubiera reconocido por sí mismo, pero Soria con los años terminó convertido en un escritor sólido y original.
Su modestia le impedía aceptar que había llegado muy lejos en el oficio de contar la realidad resignificada como elemento de la ficción.
Ingresó al diario "Río Negro" en 1960 como redactor y ocupó la Secretaría de Redacción hasta 1979, cuando por motivos de salud debió dejar su puesto.
Sin embargo, Soria continuó siendo periodista en el más alto sentido de la palabra. Y sus columnas, sus "Bueyes Perdidos", no dejaron de aparecer y de ser publicados.
Fue un maestro de periodistas, del modo en que por tradición se entendía la palabra "maestro" en las redacciones.
Amaba la prosa escrita con equilibrio. Respetaba el cotidiano quehacer de quienes transforman en palabras, "en tinta", lo que vieron unas horas o minutos antes.
En el fondo de su corazón podría asegurarse que Soria, aunque escritor, docente y jefe de Redacción, siempre se situó en el lugar del cronista.
La docencia le permitió acercarse al paisaje hostil de la Línea Sur. En 1937, tal y como recuerda un perfil suyo publicado 1992, siendo muy joven llegó a Ingeniero Jacobacci como "docente en ubicación desfavorable, zona de meteorología agresiva y hostil, que sólo pude soportar por la calidad de la gente lugareña".
Después de esta etapa Nicasio pudo enrolarse también en el periodismo trabajando para el Diario "Río Negro".
No cabe duda de que su experiencia en Jacobacci lo marcó a fuego. De esta rica fuente de anécdotas y vivencias, iba a continuar alimentándose durante toda su carrera.
LECTURAS. "Yo no tengo preparación científica, tengo lectura", dijo alguna vez Soria, subrayando una de las primeras y mayores consignas que todo periodista debe cumplir: el respeto por la lectura. Que es como decir, el respeto por las ideas ajenas.
"¿Cómo nacen los Bueyes Perdidos?", le preguntaron cierta vez con motivo de una entrevista a su persona.
Así lo contó: "El doctor Rajneri me dijo, cuando yo trabajaba acá en el diario, que era un humorista en potencia.
Como contaba cosas del sur, una vez comencé a hacerlo por escrito. Fue en el 68 y las llamé 'Séptima columna', porque el diario era a seis columnas. La escribí varios años porque eran sobre cosas cotidianas que gustaban. Un día se me ocurrió ponerles 'Bueyes Perdidos' porque hablar de bueyes perdidos es hablar de cualquier tema. Y se lo ofrecí al que entonces era jefe de Cultura y Espectáculos, José Manuel García. Allí nació la columna en 1980".
Su columna y por lo tanto su obra como periodista y escritor continúan siendo un referente acerca de cómo aunar en un mismo espacio la anécdota risueña y testimonio gráfico.

Publicado en el Diario “Río Negro”, 02/05/2012.
Foto de Don Nicasio Soria pertenece al Diario “Río Negro”. Imagen de comerciante libanés: internet.

La yapa que tiene a Nicasio Soria ocurrente en tiempos de los ´70 de una Argentina violenta.
Gobernaba Isabel Martínez de Perón, pero el poder se le escurrría hora a hora. Jorge Rafael Videla era el flamante comandante en jefe del Ejército Argentino. Su amigo en la vida y en la conspiración en marcha, asumió en la tarde de ese mediado del 75 el timón del Estado Mayor General del Ejército. Se llamaba Roberto Eduardo Viola. En el Regimiento Uno de Infantería, Viola, sable corvo en mano, había batido la clásica orden "Subordinación y valor". La respuesta no se hizo esperar: "¡Para defender a la Patria!"...

Pero claro, el ritual militar es una cosa. Lo dice Freud en "El malestar de la cultura". Y el periodismo es otra, decimos aquí.

Lo cierto es que un poco más de la 1:30 del día siguiente de aquella tarde, un redactor pasa revista a la edición de "Río Negro". Calentita, recién salida de Rotativa.

El redactor se interesa por el discurso del general Viola y, de golpe, le corre hielo por todo el cuerpo. Las palabras de Viola no están rematadas por el clásico "Subordinación y valor", sino por "Subversión y valor"...

El redactor pica rumbo a Rotativa. No tiene autoridad para pedir que paren la tirada y se borre al menos esa línea. Y quede como quede. Pero Paseiro y Armento, los jefes de Rotativa, entienden. Se borra lo de "subversión y valor" y que quede lo que quede...

–Si sale esto, vamos todos en cana –sentencia Paseiro.

Y el redactor llama a Nicasio Soria, junto con Alberto Boglio, secretario de Redacción. Le explica lo sucedido y lo que se hizo.

–¡Cómo nos pasó eso!... ¡Justo con los milicos!... ¿Lo arreglaste bien?... ¡Hay que parar la camioneta que lleva los diarios a Neuquén... ahí, en el comando de la Brigada, nos fusilan!... Voy para el diario.

Y con su Chevrolet 400 gris claro llegó Nicasio. Con el tono y gesto suaves que siempre lo definieron, asumió el error con la ironía que tanto lo caracterizó. No paró la camioneta y ya caminando a la madrugada, entre Rastrojeros que partían con el "Río Negro" a cuestas, Nicasio acotó:

–Bueno, si nos fusilan les voy a pedir que en mi caso lo hagan en la Línea Sur... Y que me entierren ahí, por lo menos voy a servir de abono...

Al día siguiente, un capitán del arma de Inteligencia y perteneciente al Comando de la Sexta Brigada de Infantería de Montaña, con asiento en Neuquén, se interiorizó discretamente sobre lo sucedido.

No más.

¡Entierro! Palabra de significación muy directa en el "Río Negro" de los 70, que heredaban su gravedad desde que el diario era diario. De ese tiempo que había comenzado a correr en el 58, cuando el semanario dio paso al día a día...

–Mirá pibe... algún día habrá que contar la historia de las ediciones enterradas... ¡Se juntaban las ediciones!... La de la madrugada salía al mediodía, cuando ya estabas trabajando para la del día siguiente –solía recordar a mediados de los 70 Alberto "Tito" Boglio mientras dirimía una partida de ajedrez con "Mamucho" Puerta, de Armado y quien recaló en el diario a los 13 años munido de una pasión –San Lorenzo de Almagro– y una necesidad: trabajar...

Partida de ajedrez que hacía de aguante al entierro cotidiano. Porque recién avanzados los 90, de la mano de avances tecnológicos y ajustada la profesionalidad del conjunto, pudo forjar conducta de ver la calle más temprano de lo habitual. Salir pasadas suavemente la medianoche... No a la 1:30 de la madrugada...

–¡Entierros eran los de antes!... ¿Recuerda "Tito"? –decía Nicasio Soria.

–¡Me acuerdo, Soria!...

–¡Cuando "Tilo" Rajneri era director, llegó a dormir entre las bobinas de papel porque entre edición y edición no mediaba nada... ¡Y la historia siguió... A comienzos de los 70 había noches que no sabíamos dónde estábamos!... ¡Qué pasó con esta página, dónde está esta otra!...¡Que están cambiados los epígrafes en la página...! ¡Qué quilombos hemos tenido con los epígrafes cambiados!... ¿Recuerda "Tito" el caso de...?

–Me acuerdo Soria –respondía Boglio mientras buscaba un jaque mate que "Mamucho" le negaba...

Días de cierres y "entierros" en los 70  publicado en el Diario “Río Negro” 02/05/2012.

2 comentarios:

La diferencia de opiniones conduce a la investigación, y la investigación conduce a la verdad. - Thomas Jefferson 1743-1826.