DEL LIBANO A LA PATAGONIA – BUEYES PERDIDOS – NICASIO SORIA.
En cierta oportunidad, un libanés fue al médico y a la
salida se encontró con un amigo. Este le preguntó qué le pasaba a lo que
contestó:
- Barece está enfermo de la brosión, bero me dio unas
bastillas y un “regimiento” de comida.
La trayectoria de los sirio-libaneses entre nosotros, enraíza en un modo especial
con los españoles que, en número similar, llegaron a comienzos de siglo a estas
regiones.
Decididos, hospitalarios, observadores, golosos, sanos,
inteligentes y curtidos como sábana de abajo, los “turcos”, como fueron
bautizados desde siempre por el criollo, abandonaron sus blancas viviendas y
los cedros del Líbano (hoy desvastado por la guerra), para cortar adobes y
levantar e negocio en la árida extensión del sur, de modo especial en Río Negro
y Neuquén, en tantos otros se decidieron por el norte argentino.
Claro, la mayoría de ellos progresaron y el mostrador (con
aquel “puente levadizo” que llevaba directamente al escritorio de la estufa
Istilart, el Mayor, el Diario y la botella de anís para invitar a los
clientes), fue el bien inicial de capitales que, con los años se contarían en
estancias, miles de ovejas y prosperidad.
Pero antes de eso, los riesgos de la época, los largos
viajes abriendo caminos con tropas de carros o con caballos “pilcheros” para
traer la mercadería, en fin, todo lo que hoy hace henchir de orgullo a los
descendientes de aquellos inmigrantes asiáticos que introdujeron en nuestras
costumbres el “quepe”, el “laben”, el “mezle” y otras delicias culinarias que
las mujeres libanesas –bellas, hacendosas y prolíficas- trasladaban hasta la
amistosa mesa de pino.
Además, los libaneses incluyeron en nuestro folklore su
gracejo, la amplia bombacha “orientala” y en muchos casos su pintoresquismo, de modo tal que casi no existe intérprete
nativista que aderece su actuación con alguna narración vinculada con los
“turcos”, quienes aprendieron de todo, menos a pronunciar la pe.
Hubo un árabe, sin embargo, al que preocupaba esa dificultad
insalvable. Es así que con frecuencia corregía a sus “baisanos” cuando
deslizaban una be labial donde no correspondía. En cierta ocasión, nuestro
personaje recorría una zona de El Bolsón, en compañía de un funcionario y de
otro libanés. Este último, en un arrebato de entusiasmo, exclamó ante la
exuberante belleza que se abría ante sus ojos:
-Fojate qué baisaje bontoresco…
-¡No diga bon-toresco, Elías. Se dice ¡pon!...toresco
-le enmendó su preocupad coterráneo.
Pero si no todos cuidaban la correcta pronunciación de una
letra, es indudable que conocieron al dedillo el valor exacto de los números,
precisamente por haber sido árabes sus creadores. Y es cierto que puede haber
exageración cuando narran episodios vinculados con sus intereses, también es cierto que en aquellos tiempos,
algunos comerciantes deshonestos tenían a su merced la ingenuidad aborigen,
favorecidos por la soledad, las distancias y la ausencia de la ley.
En tales episodios, se cuenta el de aquel libanés dueño de
una fonda que, cuando llegaba algún paisano a pedirle alojamiento, lo primero
que preguntaba era:
-¿Trajiste boncho?
–con lo que ahorraba las frazadas.
Pero allí no termina el asunto. En cierta oportunidad, uno
de sus clientes almorzó en aquella posada de cinc y adobes, en la que el
almuerzo o la cena costaban $ 30.
Cuando fue a pagar su almuerzo, en la boleta figuraba:
“Un almuerzo y una comida…$60”.
El pobre hombre protestó y fue entonces que el célebre
fondero desarrolló su tesis:
-¿Vos almorzaste o nó?
-Sí, don…
-Y cuando almorzaste, ¿no comiste?
-Si,don…
-Y bueno: ¿qué
brotesta tanto? Un almuerzo y una comida son sesenta besos. ¿So cree que soy un
sonvorgüenza, yo?
Los libaneses han acopiado tantos “frutos del país” (cueros,
lanas y pieles silvestres), que se dice que existe un libro de zoología que, en
el capítulo dedicado a los zorros y chulengos dice: “Enemigos naturales de esa
especie: puma, jabalí, turcos…” Y hablando de especies silvestres, ocurre que,
cada cierta vez, un árabe y un paisano que andaban en la mala, salieron a cazar
algo para comer.
Con gran trabajo (especialmente para el segundo) lograron
apresar tres lechuzas, un piche, una paloma y una liebre.
Cuando llegó la hora del reparto, “el turco” le dijo al
compañero de infortunio:
-Fojati bien. Después no diga que lo ombroma. Mirá: ¿qué más
quiere? Ojos chiquitos bara mí, ojos grandes bara vos, ojos chiquitos bara mí,
ojos grandes bara vos…
Y le endilgó todas las lechuzas al paisanito.
Nota del BLOG DE LA PATAGONIA: Las letras en negrita corresponden
al libro “Bueyes Perdidos”.
* Transcrito del libro de Nicasio Soria "BUEYES PERDIDOS
Humor patagónico", pág. 46-47-48, Ed. Río Negro S.A., 3º edición que
publicara en desde 1980 en las ediciones dominicales del diario “Río Negro”
estos BUEYES PERDIDOS relatos llenos de humor,
ingenuidad y generosos en aprendizajes que no son productos de la
imaginación o de relatos de terceros que conoció Don Nicasio Soria.
SOBRE NICASIO SORIA.
El maestro que sabía contar la realidad. Nicasio Soria,
periodista, escritor y ex secretario de Redacción.
Nicasio Soria poseía ese don imprescindible para quien
aspira a convertirse en periodista: sabía dónde y cuándo había una nota.
Pero a esta habilidad suya tan desarrollada, y que Nicasio
volcó exquisitamente en su columna "Bueyes Perdidos", le sumaba un
innato sentido del humor.
Nicasio era capaz de detectar una anécdota al vuelo para de
inmediato transformarla en material periodístico.
Hombres y mujeres de los paisajes desolados del sur fueron
sus personajes, los portadores de su estandarte literario. Él no lo hubiera
reconocido por sí mismo, pero Soria con los años terminó convertido en un
escritor sólido y original.
Su modestia le impedía aceptar que había llegado muy lejos
en el oficio de contar la realidad resignificada como elemento de la ficción.
Ingresó al diario "Río Negro" en 1960 como
redactor y ocupó la Secretaría de Redacción hasta 1979, cuando por motivos de
salud debió dejar su puesto.
Sin embargo, Soria continuó siendo periodista en el más alto
sentido de la palabra. Y sus columnas, sus "Bueyes Perdidos", no
dejaron de aparecer y de ser publicados.
Fue un maestro de periodistas, del modo en que por tradición
se entendía la palabra "maestro" en las redacciones.
Amaba la prosa escrita con equilibrio. Respetaba el
cotidiano quehacer de quienes transforman en palabras, "en tinta", lo
que vieron unas horas o minutos antes.
En el fondo de su corazón podría asegurarse que Soria,
aunque escritor, docente y jefe de Redacción, siempre se situó en el lugar del
cronista.
La docencia le permitió acercarse al paisaje hostil de la
Línea Sur. En 1937, tal y como recuerda un perfil suyo publicado 1992, siendo
muy joven llegó a Ingeniero Jacobacci como "docente en ubicación
desfavorable, zona de meteorología agresiva y hostil, que sólo pude soportar
por la calidad de la gente lugareña".
Después de esta etapa Nicasio pudo enrolarse también en el
periodismo trabajando para el Diario "Río Negro".
No cabe duda de que su experiencia en Jacobacci lo marcó a
fuego. De esta rica fuente de anécdotas y vivencias, iba a continuar
alimentándose durante toda su carrera.
LECTURAS. "Yo no tengo preparación científica, tengo
lectura", dijo alguna vez Soria, subrayando una de las primeras y mayores
consignas que todo periodista debe cumplir: el respeto por la lectura. Que es
como decir, el respeto por las ideas ajenas.
"¿Cómo nacen los Bueyes Perdidos?", le preguntaron
cierta vez con motivo de una entrevista a su persona.
Así lo contó: "El doctor Rajneri me dijo, cuando yo
trabajaba acá en el diario, que era un humorista en potencia.
Como contaba cosas del sur, una vez comencé a hacerlo por
escrito. Fue en el 68 y las llamé 'Séptima columna', porque el diario era a
seis columnas. La escribí varios años porque eran sobre cosas cotidianas que
gustaban. Un día se me ocurrió ponerles 'Bueyes Perdidos' porque hablar de
bueyes perdidos es hablar de cualquier tema. Y se lo ofrecí al que entonces era
jefe de Cultura y Espectáculos, José Manuel García. Allí nació la columna en
1980".
Su columna y por lo tanto su obra como periodista y escritor
continúan siendo un referente acerca de cómo aunar en un mismo espacio la
anécdota risueña y testimonio gráfico.
Publicado en el Diario “Río Negro”, 02/05/2012.
Foto de Don Nicasio Soria pertenece al Diario “Río Negro”.
Imagen de comerciante libanés: internet.
La yapa que tiene a Nicasio Soria ocurrente en tiempos de
los ´70 de una Argentina violenta.
Gobernaba Isabel Martínez de Perón, pero el poder se le
escurrría hora a hora. Jorge Rafael Videla era el flamante comandante en jefe
del Ejército Argentino. Su amigo en la vida y en la conspiración en marcha,
asumió en la tarde de ese mediado del 75 el timón del Estado Mayor General del
Ejército. Se llamaba Roberto Eduardo Viola. En el Regimiento Uno de Infantería,
Viola, sable corvo en mano, había batido la clásica orden "Subordinación y
valor". La respuesta no se hizo esperar: "¡Para defender a la
Patria!"...
Pero claro, el ritual militar es una cosa. Lo dice Freud en
"El malestar de la cultura". Y el periodismo es otra, decimos aquí.
Lo cierto es que un poco más de la 1:30 del día siguiente de
aquella tarde, un redactor pasa revista a la edición de "Río Negro".
Calentita, recién salida de Rotativa.
El redactor se interesa por el discurso del general Viola y,
de golpe, le corre hielo por todo el cuerpo. Las palabras de Viola no están
rematadas por el clásico "Subordinación y valor", sino por
"Subversión y valor"...
El redactor pica rumbo a Rotativa. No tiene autoridad para
pedir que paren la tirada y se borre al menos esa línea. Y quede como quede.
Pero Paseiro y Armento, los jefes de Rotativa, entienden. Se borra lo de
"subversión y valor" y que quede lo que quede...
–Si sale esto, vamos todos en cana –sentencia Paseiro.
Y el redactor llama a Nicasio Soria, junto con Alberto
Boglio, secretario de Redacción. Le explica lo sucedido y lo que se hizo.
–¡Cómo nos pasó eso!... ¡Justo con los milicos!... ¿Lo
arreglaste bien?... ¡Hay que parar la camioneta que lleva los diarios a
Neuquén... ahí, en el comando de la Brigada, nos fusilan!... Voy para el
diario.
Y con su Chevrolet 400 gris claro llegó Nicasio. Con el tono
y gesto suaves que siempre lo definieron, asumió el error con la ironía que
tanto lo caracterizó. No paró la camioneta y ya caminando a la madrugada, entre
Rastrojeros que partían con el "Río Negro" a cuestas, Nicasio acotó:
–Bueno, si nos fusilan les voy a pedir que en mi caso lo
hagan en la Línea Sur... Y que me entierren ahí, por lo menos voy a servir de
abono...
Al día siguiente, un capitán del arma de Inteligencia y
perteneciente al Comando de la Sexta Brigada de Infantería de Montaña, con
asiento en Neuquén, se interiorizó discretamente sobre lo sucedido.
No más.
¡Entierro! Palabra de significación muy directa en el
"Río Negro" de los 70, que heredaban su gravedad desde que el diario
era diario. De ese tiempo que había comenzado a correr en el 58, cuando el
semanario dio paso al día a día...
–Mirá pibe... algún día habrá que contar la historia de las
ediciones enterradas... ¡Se juntaban las ediciones!... La de la madrugada salía
al mediodía, cuando ya estabas trabajando para la del día siguiente –solía
recordar a mediados de los 70 Alberto "Tito" Boglio mientras dirimía
una partida de ajedrez con "Mamucho" Puerta, de Armado y quien recaló
en el diario a los 13 años munido de una pasión –San Lorenzo de Almagro– y una
necesidad: trabajar...
Partida de ajedrez que hacía de aguante al entierro
cotidiano. Porque recién avanzados los 90, de la mano de avances tecnológicos y
ajustada la profesionalidad del conjunto, pudo forjar conducta de ver la calle
más temprano de lo habitual. Salir pasadas suavemente la medianoche... No a la
1:30 de la madrugada...
–¡Entierros eran los de antes!... ¿Recuerda
"Tito"? –decía Nicasio Soria.
–¡Me acuerdo, Soria!...
–¡Cuando "Tilo" Rajneri era director, llegó a
dormir entre las bobinas de papel porque entre edición y edición no mediaba
nada... ¡Y la historia siguió... A comienzos de los 70 había noches que no
sabíamos dónde estábamos!... ¡Qué pasó con esta página, dónde está esta
otra!...¡Que están cambiados los epígrafes en la página...! ¡Qué quilombos
hemos tenido con los epígrafes cambiados!... ¿Recuerda "Tito" el caso
de...?
–Me acuerdo Soria –respondía Boglio mientras buscaba un
jaque mate que "Mamucho" le negaba...
Días de cierres y "entierros" en los 70 publicado en el Diario “Río Negro”
02/05/2012.
Gracias por escribir un blog tan lindo sobre mi abuelo!!
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