La Patria son ustedes. ¿Entonces la Patria real es muy chica?
No lo sé, puede que sí, puede que no. Pero la Patria son ustedes.
Leonardo Castellani.
La vida siempre te da razones para sorprenderte. Y una de esas razones fue descubrir paso a paso al reconquistense sacerdote, pensador y escritor Leonardo Castellani. Corría la década de 1980 y la Biblioteca Popular General Manuel Obligado comenzaba a respirar otra vez y con ella un anhelo que comenzaba a redireccionar algunas lecturas. Creo que fue casi al mismo tiempo cuando sucedió, tan sólo como una circunstancia inesperada, ese viaje con el escritor e historiador Don Manuel Roselli a Santa Fe. No recuerdo los pormenores del por qué compartí ese viaje pero fue en mi caso un despertar. Asistiríamos a un Panel que organizaba la Universidad Católica de Santa Fe con motivo de uno de los aniversarios del escritor reconquistense y, en el que uno de los expositores, el crítico literario santafesino y rector de la Universidad en ese momento, Osvaldo Valli, hablaría de este autor, el Castellani jesuita, polémico por su activismo ante problemáticas religiosas de la orden a la que pertenecía, pero por sobre todas las cosas, un escritor prodigioso, reconocido internacionalmente y puesto bajo la lámpara en medio del Panel anunciado.
Leonardo Castellani surgiría en mi vida cargada de simplezas como un faro que atraería mi atención a pesar de no imponerse, un atractivo que nunca abandonaría en tiempos transcurridos. No fue la lectura de su obra, en mi caso, una especialidad considerable pero sí, ella fue como un despertar glorioso a la posibilidad de escribir, leer y leer en segundas y terceras líneas, desde lo propio y colectivo con definitivo asombro.
Dice Edelweis Serra: “Leonardo Castellani se inserta, a través de lo regional, dentro del marco de la narrativa nacional. Potenciado por una capacidad oratoria envolvente instala una situación comunicativa teñida de instancias juglarescas donde, a pesar de mediar la letra escrita, persiste el tono peculiar de la oralidad; una tendencia original dentro de la narrativa regional y nacional de su momento“
Hice algunos recorridos conversando con sacerdotes locales que tenían una idea muy vaga de este cura sorprendente lo que me confirmaba un silenciamiento sobre su existencia y accionar. Castellani experimento la persecución de la iglesia y fue excomulgado, a pesar de haber recibido como muy pocos hombres en la historia el diploma Ad Gradum, que exige la especialización en temas tan complejos que ningún hombre de nuestro continente lo había recibido, y nadie del mundo desde el siglo XVI.
Indudablemente su vida contenía suficiente material para la realización de un film exitoso, así lo fui constatando en cada lectura sobre su vida. Entre hechos conmovedores es común recuperar el relato sobre aquella mesa de escritores junto al Dictador de turno en un almuerzo, sobre el que Vicente Zito Lema recuerda de esta manera en la entrevista de Daniel Dussex.
“ Cuando el secuestro de Haroldo Conti, y a los pocos días del mismo, Borges, Sábato y el Padre Castellani fueron llamados a almorzar con el dictador Videla. Yo por entonces, compartía con Eduardo Galeano la dirección de la revista Crisis y Haroldo era parte de nuestra revista. Lo llamé a Borges, lo llamé a Sábato… y los dos con burlas y con malos tratos se negaron a aceptar el pedido que yo les hacía, cuando yo tenía relación tanto con Borges como con Sábato que publicaban habitualmente en nuestra revista. Bueno, la realidad concreta es que cuando salen del almuerzo, están los archivos y están las cámaras de entonces, Borges y Sábato dicen que había sido una conversación y un almuerzo espléndido en el que intercambiaron ideas. Cuando le preguntan al Padre Castellani, como tercero, aunque parecía que la prensa no tenía nada que preguntarle, Castellani dice “fue realmente una farsa, yo le hablé de los desaparecidos, de los escritores y especialmente de Haroldo Conti, como me pidieron sus compañeros de Crisis, y el General Videla se negó siquiera a contestarme.”
Sobre esta anécdota hay otras versiones, pero concluyen en un mismo acto que nos dice muy a las claras quién era Leonardo Castellani.
Por éstas y otras actuaciones, en un contexto dado, se supone que su presencia en el canon literario nacional, regional y local careciera de real trascendencia. Sin embargo, en nuestra débil biosfera, recuerdo que en algunas aulas de la escuela normal y promovido por la Profesora Delia Ittig de Vasallo, en ese mismo tiempo, Camperas ocupaba un lugar en los programas de estudio de la Escuela Secundaria. También recuerdo nítidamente, como caso único, el haber presenciado la “clase modelo”, práctica de una estudiante de la carrera de Literatura, basada en el género policial que incluía un cuento de Castellani. Desde entonces fui forjando una probabilidad audaz y crítica. Consideré al autor como un pionero de este género en la Literatura Nacional pero entendiendo que su definición y activismo político como “nacionalista” entre otras rebeliones y procedimientos ya descriptos no propiciaban su aceptación en los grupos de intelectuales argentinos, políticos tradicionales, sectoriales y mucho menos en el “orden” de “la orden jesuítica.”
Castellani en toda su obra literaria y filosófica, según E. Serra, expresa una voluntad seleccionadora en el manejo funcional del lenguaje. La oralidad dinamiza, dentro del discurso, el papel de una profunda función emotiva. Hay un emisor poderosamente imbuido de la necesidad de su mensaje. Es muy clara la idea ilusoria de un destinatario que experimente una excitante atención ante lo dicho en sus textos. Castellani deseaba convocar a un lector partícipe, a través de formas interrogativas y exclamativas, asegurando la función fática de la comunicación donde era posible que la narración de un ” hecho y sus consecuencias” constituyeran en su mensaje implícito un desafío a la razón que podía, inesperadamente, disolverse y desplazarse todo el hecho como sus consecuencias hacia un orden absolutamente natural y trascendente, propio de la vida, propio de la humanidad que tanto desconcierta, concede, amenaza, acepta, naturaliza o rinde un homenaje cósmico inquietante sobre nuestra existencia.
Así, paso a paso, es posible acceder a un aspecto esencial de Castellani. Su actitud dialógica que se plasma una y otra vez con el “otro” ya sea ese otro el Mal o el Bien, a través de dos tipos de recursos: unos, propios de la técnica literaria que operan como excitantes para el lector, reforzando lo más poderoso de su estilo, el tono conversacional. Otros, extraídos de la lengua oral, plasmando fuertemente su estilo coloquial en la enunciación, proyectando genuina cercanía en un mismo saber y naturaleza.
Este Castellani, nada inocente, estaba, indudablemente, abriendo la puerta “ a un otro” diverso, distinto, o espejo de sí mismo, en esa tendencia al diálogo con el lector, con un total arrojo, virtualmente presente en toda su obra , particularmente, poniendo luz sobre problemáticas sociales, políticas, religiosas y hasta psicológicas de alta carga significativa. En este terreno, no resulta difícil para él, proclamar un “lector amigo” con extraordinario ingenio para la causa que lo motiva como maestro, sociólogo, filósofo, sacerdote, político, literato, ya que lo supone lector sabio, sensible, social, estratégico. Es más, necesita este tipo de lector porque su mensaje urge, en medio de la anécdota y la sentencia y todas las sombras a iluminar a pesar del dolor o una eficaz ironía.
Reconquista, extrañamente, tal vez por la resistencia a su figura extravagante, a su decir incisivo, a su pensamiento nacionalista, a su genuina entrega religiosa, a su desmedida didáctica, o por el escenario de un crimen impune que lo antecede en su escritura, establece con el autor, ciertas y escasas conversaciones. Entre ellas recuperamos algunas tácitas o implícitas establecidas con Castellani a través del Certamen Nacional de Cuentos que lleva su nombre, a través de sus textos en la Biblioteca Popular General Obligado, los que fueran oportunamente gestionados en casas académicas para que pueblen sus estantes.
Con tímida voluntad colectiva Reconquista ha logrado reconquistar sus restos que descansan en el Panteón de la Ciudad en el Cementerio Municipal y le ha ofrendado una Comisión Homenaje Permanente. Pero no es suficiente. Leonardo Castellani es una especie que espera en esta Biosfera reconquistense, lugar cuyas interrelaciones le dieron vida y hoy , albergan su muerte.
Pienso en quienes deseen sumarse a estas conversaciones interrumpidas tantas veces, con el autor trashumante, pero jamás clausuradas porque se percibe por algún rayo de luz el valor de su talla internacional que prestigia nuestro patrimonio literario y filosófico. Hoy convoco a estudiantes en general a considerar un campo de investigación como lo es su vida y obra. Hoy promuevo su nombre a pesar de todos los silencios que lo amordazan injustificadamente.
Es hora de permitirnos ser la pequeña patria que nos toca, ser nosotros mismos, pertenecernos en un encuentro sin prejuicios, continuar o iniciar conversaciones que nos impregnen de revelaciones castellanianas o no, revelaciones al fin, de viejos o nuevos enigmas que asolan a los unos y otros de este terruño inigualable.
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