GRACIAS POR ESTAR AQUÍ...

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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.
“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

“
"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

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viernes, mayo 02, 2025

Marcelo Sánchez Sorondo. Un nacionalista en busca de la revolución. Por Gustavo Dalmazzo.

 

Sánchez Sorondo miró con buenos ojos la política social del peronismo, su nacionalismo y su concepción católica, pero a medida que el régimen endurecía su enfrentamiento con la Iglesia, pudo más su catolicismo.

Marcelo Sánchez Sorondo (Primera parte)

Un nacionalista en busca de la revolución.

Por Gustavo Dalmazzo.

23.04.2025.

viernes, agosto 30, 2024

Juan Luis Gallardo (1934-2024).


Juan Luis Gallardo (1934-2024).

"Conviene recordar finalmente que peor que llegar a viejo es no llegar a viejo.", J.L. Gallardo. 

POR GUILLERMO BELCORE.

jueves, julio 11, 2024

¡La Patria no se vende! Por CARLOS IALORENZI. Por MYRIAM MITRECE.

 


El intenso frío no fue obstáculo, para que miles de ciudadanos se acercaran a la Av. Del Libertador, para participar del justo y emotivo desfile de nuestras Fuerzas Armadas y de Seguridad, en el día del 208°aniversario de nuestra independencia. El kirchnerismo, enemigo de las instituciones fundacionales de la Patria, nos negó durante dieciséis años esta posibilidad de ver nuevamente al pueblo aplaudiendo a los efectivos militares.

Es justo destacar el merecido homenaje que se les tributó a los veteranos de la guerra de Malvinas encabezando el desfile, lo que generó un momento muy emotivo. Fue una oportunidad para que los más chicos vean representados con fervor los símbolos de la patria.    

Además del presidente Javier Milei, estuvieron en el palco oficial la vicepresidente Victoria Villarruel, miembros del gabinete nacional, miembros de las FF.AA, legisladores e invitados especiales.

Desfilaron más de 7.000 efectivos a lo largo de algo más de 2 km. por la Avenida Del Libertador y por el espacio aéreo se pudo apreciar el paso de los aviones y helicópteros de la Fuerza Aérea Argentina.

La nutrida concurrencia estuvo compuesta por gente de todas las edades, sin pancartas políticas. Familias con chicos, solo con banderas argentinas.

Pero relatar lo acontecido el 9 de julio no es hoy el objetivo central de esta columna. Dado que las palabras están en el centro de la batalla cultural, consideramos que viene bien recordar algunas diferencias que marcan el verdadero sentido del patriotismo  

DEFINICIONES.

El diccionario de la lengua española define al patriotismo como “amor a la patria”. Hay un natural amor hacia el territorio que nos vio nacer, donde realizamos los primeros aprendizajes, al que nos vemos ligados por afectos, cultura e historia. Lo que queremos naturalmente, también se aprende y se enseña a querer. Con el tiempo, se transforma en una virtud cívica, que mezcla sutilmente elementos de la lealtad, el orgullo, la aceptación y el agradecimiento.

El patrioterismo, en cambio, es un “alarde excesivo e inoportuno de patriotismo”, una exaltación desmedida frente a lo extranjero, que promueve la agresión contra otras naciones, por el solo hecho de serlo. Es pura exhibición.

El patriotismo respeta el patriotismo de los no connacionales, el patrioterismo, no.

XENOFOBIA.

La xenofobia implica un rechazo, incluso odio, a las personas por su lugar de origen. Se puede manifestar desestimando prejuiciosamente al extranjero o al inmigrante, a veces puede llegar a infligirle lesiones o agredirlo gravemente. La xenofobia no tiene que ver directamente con el patriotismo, aunque algunos xenófobos se escuden en él para esgrimir argumentos a su favor.

El verdadero patriotismo es respetuoso de las personas.

En palabras de Hugo Alberto Verdera: “...la significación propia del concepto de patria se presenta de una manera natural, ello evidencia una armonía natural con lo que es constitutivo de la propia esencia del hombre. Hay, pues, entre las nociones de patria y de hombre un común denominador, que hace referencia a un contenido espiritual y natural que los enlaza, y que justifica así una relación esencial, diríamos ontológica, entre lo humano lo patriótico.

LA EDUCACION.

El patriotismo primigenio se gesta en la familia, se va ampliando en el barrio, con los amigos, hasta llegar al concepto amplio que incluye, la historia y las raíces físicas y simbólicas comunes con los de una misma nación.

El orgullo de pertenecer a una comunidad que consideramos valiosa alienta a ser ciudadanos responsables, con conductas correctas y respeto a las normas y costumbres en distintos momentos de la vida personal y social.

La virtud del patriotismo da sentido de pertenencia, cumple una función importante en la identificación personal y brinda sentido de unidad y cohesión con el grupo social.

UN SOLO AMOR.

Santo Tomás ubica al patriotismo dentro de la virtud de la piedad, la que regula el deber de honor y reverencia a los padres en el cuarto mandamiento: “Honra a tu padre y a tu madre, como el Señor, tu Dios, te lo ha mandado, para que tengas una larga vida y seas feliz en la tierra que el Señor, tu Dios, te da.” (Deut 5,16).

Dios, patria y padres, la triple paternidad que tenemos los humanos. ¡Qué mejor ilustrado que con los versos de Paul Verlaine que inspiraron la traducción del P. Leonardo Castellani!

Amar la patria es el amor primero

y es el postrero amor después de Dios;

y si es crucificado y verdadero,

ya son un solo amor, ya no son dos.

Amar la patria hasta jugarse entero,

del puro patrio Bien Común en pos,

y afrontar marejada y viento fiero:

eso se inscribe al crédito de Dios.

Dios el que no se ve, Dios insondable;

de todo lo que es Bien, oscuro abismo,

sólo visible por oscura Fe.

No puede amar, por mucho que de Él hable

del fondo de su gélido egoísmo,

quien no es capaz de amar ni lo que ve.

* El lector podrá seguir a Buena Data en:

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Instagram: @buenadata

Publicado en Diario LA PRENSA.

https://www.laprensa.com.ar/La-Patria-no-se-vende-546998.note.aspx

domingo, mayo 05, 2024

DE CASTELLANI Y MEINVIELLE A MONSEÑOR SANCHEZ SORONDO. Sacerdotes y acción política.

Julio Ramón Meinvielle.

POR BERNARDINO MONTEJANO.

El sacerdote debe ser pontífice, es decir constructor de puentes que unan al hombre con Dios. Por eso, pertenece al ámbito de lo sagrado y debe distinguirse del cristiano común.

Debe ocuparse de hacer presente a Dios en la ciudad de los hombres, la cual, sin sacerdocio, sin oración, sin templo, es inhumana.

Acerca del tema es recomendable el libro de Jean Danielou, Oración y política, donde escribe que “la religión en cuanto tal, forma parte del bien común temporal; no se refiere solo a la vida futura, sino que es elemento constitutivo de la vida presente. Tal como la dimensión religiosa forma parte esencial de la naturaleza humana… por eso, tanto el ateísmo de Estado, que ahoga la vida religiosa, como el laicismo que la ignora, son contrarios al derecho natural”.

¿Al sacerdote, las cuestiones políticas le deben ser ajenas? Sí, entendidas como praxis política; no como pensamiento y doctrina política.

DOS FIGURAS.

Durante el siglo XX los argentinos tuvimos dos egregias figuras sacerdotales: Leonardo Castellani y Julio Meinvielle, aunque un par de inimputables sin autoridad, los excluyeron de las grandes figuras católicas del siglo XX y para sustituirlos por dos buenos sacerdotes, casi desconocidos.

Lo que está vedado a los sacerdotes, excepto en algún caso puntual y extraordinario es la praxis política; por eso se equivocó Castellani cuando fue candidato a diputado y también Meinvielle cuando incursionaba en política práctica, a partir de grotescas informaciones del cocinero del bar Otto. Pero estas fueron pequeñas manchas que no empañan el gran trabajo doctrinario de ambos, más espontáneo y desordenado, pero no menos profundo el de Castellani, más ordenado y sistemático el de Meinvielle.

Años ya pasaron de sus fallecimientos, primero el de Meinvielle, víctima de un accidente, cuando estaba en su mejor momento, años después el de Castellani, que vivió hasta el final su sacrificado sacerdocio, pero hoy ambos están vigentes y no solo en la Argentina.

Los discípulos de Meinvielle se han multiplicado y hoy su pensamiento es conocido en los lugares más remotos del planeta gracias al Instituto del Verbo Encarnado; aquí, en Buenos Aires, lleva su nombre la biblioteca del Instituto de Filosofía Práctica que donara a través de su fundador Guido Soaje Ramos. El año pasado desbordaron las instalaciones del mismo, cuando se le rindió homenaje con una Misa, con un coro magnífico y los recuerdos de dos de sus discípulos, el arzobispo Héctor Aguer y el Dr. Augusto Padilla.

El padre Castellani es famoso hoy en la Europa decadente, continuamente citado y estudiado para combatir los males que la aquejan. Pero, también entre nosotros con repetidos estudios e investigaciones acerca de su pensamiento que constituye una cantera de la cual se puede extraer mucho y bueno.

LA CONFUSION.

Queremos contraponer estas figuras con la de un arzobispo que trata de seguir presente aquí, por lo menos en un sentido aviso fúnebre, publicado por ese eslabón muy lucrativo en la cadena funeraria que es La Nación diario, con motivo del fallecimiento reciente de un ex embajador en el Vaticano.

Ese sacerdote que comenzó su actuación pública en la Cruzada Sacerdotal Argentina contra el tercermundismo y ahora aboga a favor de la aplicación de la doctrina social de la Iglesia en una China comunista que persigue a los verdaderos católicos y trata de construir una falsa

iglesia al servicio del régimen, hace tiempo que comenzó a confundir, a mezclar lo religioso con la praxis política.

En noviembre de 2016, la Revista Cabildo publicó un artículo del Dr. Miguel De Lorenzo titulado “El Arzobispo que enturbió las aguas”, dedicado al mandadero papal Marcelo Sánchez Sorondo.

El articulista escribe que “nadie ignora el papel central del Papa, no tanto en la evangelización (de eso se ocupaban los papas de antes) sino en darle forma a lo que sería un movimiento peronista, populista, izquierdoso, nacional y ecuménico, no con el fin de edificar un país mejor, sino de perturbar hasta lo indecible, por cualquier medio, al actual gobierno”, que era el de Macri.

“Y Sánchez Sorondo fue a la C.G.T. a discutir con los sindicalistas muy ricos el problema de sus representados; o sea, los muy pobres… y hablaron de la pobreza y de la igualdad. Es cierto, nunca hubo nada más desigual que la riqueza de estos sindicalistas sacada del bolsillo de los verdaderos trabajadores y la pobreza de los que dicen representar”.

“Cerró el encuentro el filósofo Sánchez Sorondo con una exhortación que se las trae: los hermanos sean unidos porque sino se los comen los de afuera: esta unión que están pidiendo es fundamental para la Argentina y el mundo… ustedes los trabajadores son los que tienen que gobernar el mundo para salvarlo”.

Según De Lorenzo “la intensidad metafísico-política de la propuesta habla ´por sí misma”. Reconoce la influencia del futbolista Maradona, de la demagogia de Bergoglio y de la sutileza del piquetero D’Elía. Concluye el articulista: “Se ve que el arzobispo Sánchez Sorondo abreva en las altas fuentes del saber”.

El pensamiento y la personalidad de Meinvielle y Castellani desafían la erosión del tiempo. Ese tiempo que con seguridad borrará la memoria de quien sucumbió a las tentaciones de la politiquería, olvidando su misión de pontífice.

Publicado en Diario LA PRENSA. 

https://www.laprensa.com.ar/Sacerdotes-y-accion-politica-544171.note.aspx

viernes, diciembre 29, 2023

¿Es la Argentina un país católico?. Por Mons. Héctor Águer.

 



¿Cómo es posible que no haya habido uno solo del más de centenar de miembros del Episcopado Argentino que se acercara a Javier Milei durante la campaña, o después de su elección?

Por Mons. Héctor Aguer.

La pregunta estampada en el título nos lleva a considerar los orígenes de la organización nacional.

El artículo 2 de la Constitución promulgada en 1853 se ha conservado invariable en las sucesivas reformas. En él se impone que el Gobierno Federal sostiene el Culto Católico, Apostólico, Romano. Los Constituyentes no quisieron formular los principios de un Estado Católico, pero tampoco optaron por la alternativa de un Estado laico o ateo.

La expresión sostiene ha dado lugar a numerosas interpretaciones y a un debate entre especialistas del Derecho y enemigos de la cláusula adoptada en 1853. Por entonces se tenía claro qué significa Estado Católico; la historia ofrecía abundantes ejemplos. En aquella segunda mitad del siglo XIX, el Papa León XIII había actualizado la tradición secular, especialmente en sus encíclicas Diuturnum illud munus e Inmortale Dei opus. Los adversarios de la Iglesia y de su postura eran el liberalismo y el socialismo. Entre nosotros, esas posiciones estaban corporizadas en la masonería. El citado Pontífice propuso los fundamentos de la doctrina social católica en un texto que se haría famoso, la encíclica Rerum novarum.

Los Constituyentes argentinos tuvieron en cuenta la realidad de la sociedad argentina y no optaron por la alternativa de un Estado laico o ateo, según la evolución de las ideas de la Revolución Francesa. El sostiene del artículo 2 de la Constitución Nacional no se reduce al presupuesto de culto, sino que implica un reconocimiento del carácter público de la religión católica, la apoya y la fomenta. La opinión al respecto de Juan Bautista Alberdi causa una cierta perplejidad.

El autor de las Bases que inspiraron la Constitución pensaba que un Estado no puede sostener un culto que no sea el propio suyo. Si no entiendo mal, esa expresión equivale de algún modo a la idea del Estado Católico. La religión católica es el culto propio del Estado Argentino. De tal manera se reconoce la realidad social y cultural de un país en el cual la mayoría de los habitantes está bautizado en la Iglesia Católica. Los inmigrantes españoles y sobre todo los italianos robustecieron esa realidad. Es verdad que en las décadas finales del siglo XIX la acción de la masonería (el enemigo secular de la Iglesia) tuvo una enorme influencia en los gobiernos de la época, algunos de los cuales fueron de obediencia masónica; la Iglesia quedó prácticamente recluida en los templos, sin un influjo real sobre la cultura. Sin embargo, en varias Provincias del interior la fe y la vida cristiana tuvieron amplio desarrollo y presencia.

Para responder a la pregunta que se formula en el título de este artículo, hay que juzgar sobre el estado de la sociedad y la vida religiosa del pueblo.

¿Es la Argentina un país católico? El Padre Leonardo Castellani respondía: “sí, es católico mistongo”. Esta expresión tanguera y lunfardesca significa poco serio. El gran pensador y escritor eximio acertó con aguda perspicacia. La condición que afecta al catolicismo argentino explica de algún modo los vaivenes históricos.

Me permito añadir una característica de esa condición. Tradicionalmente, los católicos argentinos no van a misa. El nuestro es un país sin Eucaristía. El análisis que hoy día podría hacer un estudioso de la historia religiosa argentina, puede reconocer dos momentos de apogeo protagonizado por laicos.

 En los años 80 del siglo XIX, un grupo de católicos de vida pública, con cargos políticos –diputados, especialmente- luchó contra la masonería en los campos de la cultura y la educación: José Manuel Estrada, Pedro Goyena, a los que se sumaron Achával Rodríguez Pizarro y algunos más defendieron la tradición nacional adoptando una postura católica. que recibía el influjo del liberalismo cristiano de Charles de Montalembert. Fueron laicos, anticipando en su experiencia lo que sería la vocación laical según el Concilio Vaticano II, ochenta años más tarde. Obispos había muy pocos y no tuvieron una participación directa en los acontecimientos.

El segundo momento fue el fenómeno de los Cursos de Cultura Católica, entre 1920 y 1945. Es interesante señalar que se acercaron a ellos intelectuales y artistas que no tenían ninguna pertenencia a la obra y presencia eclesial. En los Cursos se formó toda una generación. Unos pocos sacerdotes acompañaron a este otro movimiento laical.

Quemando etapas, aplico el mismo interrogante a la actualidad, y me fijo como objeto la toma de posesión del Presidente recién elegido, Javier Milei. El cual es exalumno de un colegio católico, en el que, por hipótesis, debe haber recibido siquiera información sobre la doctrina católica. Salta a la vista que no vive como católico, y llama la atención su simpatía por el judaísmo. Inclusive, alguna vez ha mencionado su deseo de convertirse al judaísmo. Mirando su caso superficialmente, notamos que no se hace correctamente la señal de la Cruz, y que al entrar a la Catedral de Buenos Aires esbozó una genuflexión mediante una “agachadita”. Deben ser restos de su paso por el Colegio Cardenal Copello, de Buenos Aires.

A medias, el inicio del período presidencial respetó la dimensión religiosa de la jornada con un acto en la Catedral. Pero no fue el tradicional Tedéum, sino una especie de conferencia interreligiosa, con la participación del judaísmo, de la ortodoxia griega, de la confesión islámica y del evangelismo. La impresión que causó la ceremonia –si vale este nombre cuando no hubo oración- es que la Argentina ya no es un país católico, ni siquiera mistongo. Es verdad que el arzobispo de Buenos Aires ejerció la presidencia y leyó un pasaje del Evangelio. Era el final del capítulo 7 de San Mateo, la comparación entre la casa edificada sobre roca –invulnerable a todas las tormentas- y la levantada sobre arena movediza y por tanto frágil. El comentario del Arzobispo Primado valoró los cimientos que nos permitieron conservar la casa a pesar de todas las peripecias vividas. Es preciso fortalecer los cimientos: fraternidad, libertad y memoria. Invocamos –dijo- al Espíritu Santo para que nos ayude a fraguar los cimientos y así construir nuestra casa, la Argentina. Olvidé citar la confesión anglicana, que estuvo representada por un arzobispo.

Me llamó la atención cómo el Presidente siguió emocionado la intervención del rabino Shimon Axel Wahnish, con el cual se estrechó largamente en un abrazo.

Se explica, porque éste es para él un padre espiritual. A propósito, éste es el lugar para preguntarse: ¿cómo es posible que no haya habido uno solo del más de centenar de miembros del Episcopado Argentino que se acercara a Javier Milei durante la campaña, o después de su elección? La Iglesia, oficialmente, lo ignoró.

La responsabilidad de esa omisión recae sobre la dirigencia de la Conferencia Episcopal. Es evidente que los ejecutivos del Episcopado esperaban el triunfo de Massa. ¡Siempre fuera de foco! Recuerdo, en cambio, la perspicacia de dos Cardenales Primados en su comprensión del papel político que le corresponde al cargo: Antonio Caggiano, durante muchos años Obispo de Rosario, y luego de Buenos Aires, y Antonio Quarracino, arzobispo de Buenos Aires.

A pesar de los cambios registrados en la religiosidad de la sociedad, aquellos dos no dudaron del carácter religioso como identidad nacional. Siendo obispo auxiliar de Quarracino, lo acompañé en los Tedéum de las fiestas patrias. Su Eminencia presidía la celebración revestido de capa pluvial y llevando mitra y báculo. Las autoridades y otros invitados especiales asistían con respeto. Era impensable un 25 de Mayo o un 9 de Julio sin Tedéum. Se manifestaba claramente que los gobernantes estaban convencidos de esa realidad histórica: la Argentina es un país católico. Oficialmente, la Iglesia acompañaba al orden político, aunque los gobiernos fueran de distinto origen partidario. Así fue desde siempre. Herencia de las raíces en España que respetaron nuestros próceres.

Debo apuntar aquí el influjo del Concilio Vaticano II, y la transformación de la sociedad avalada por el progresismo contra el orden tradicional. En los últimos 50 años ha decaído notablemente la práctica religiosa, se multiplicaron los grupos evangélicos y pentecostales, el desbarajuste litúrgico fue total, la Iglesia estuvo ausente de los centros donde se gestaban las vigencias culturales; a pesar de las inquietudes religiosas de muchos jóvenes, hay que decir que la evangelización católica de la sociedad ha fracasado.

Concluyo este informe retomando el significado de la simpatía del nuevo Presidente por el judaísmo. Asistió a una celebración tradicional de la comunidad judía, la fiesta de Janucá, que se realizó en una plaza del barrio de Palermo, en Buenos Aires. Se trata de una festividad de la luz; luciendo una kipá, como corresponde ritualmente, encendió una vela en el candelabro de nueve brazos. Señaló, desde el escenario, que “la principal lección es que la luz se impone sobre la oscuridad; después de tantos años va a salir la luz y eso va a ser una revolución moral porque la vamos a hacer sobre los valores”. Acompañaron a Milei varios funcionarios. El Presidente no nombró a Dios, sino que invocó a “las fuerzas del Cielo”, que según aseguró “van a apoyar a la Argentina y a Israel”. Su participación fue más activa que en el acto interreligioso de la Catedral.

Retomo lo que ya he mencionado, la indiferencia de los obispos, entretenidos en sus divagaciones estratosféricas. Ni uno solo se acercó al Presidente, como era su deber; esto constituye una verdadera vergüenza, que no debe ser olvidada.

 + Héctor Aguer Arzobispo Emérito de La Plata.

 Buenos Aires, martes 19 de diciembre de 2023. 

https://adoracionyliberacion.com/2023/12/26/es-la-argentina-un-pais-catolico-por-mons-hector-aguer/