Una noticia publicada el 22 de noviembre de 1964, decía que la provincia apoyaría la cría de perros de la raza Dogo Argentino. El director de Ganadería, Víctor Gómez, suscribió una resolución por la cual se disponía que el Poder Ejecutivo a través de dicha dirección, estimulara de manera efectiva, la crianza de razas caninas de la que estaba demostrada su eficacia en la lucha contra los depredadores y en especial la del Dogo argentino. En ese momento la proliferación de zorros, pumas y jabalíes era un problema para los productores pecuarios. Además dicha resolución era un reconocimiento del esfuerzo realizado por Amadeo Biló (h), que continuaba con los trabajos genéticos hechos por Antonio Martínez (cirujano cordobés, conocido por su obra El Dogo Argentino), en el criadero de dogos Malal Conajén, instalado en Guerrico.
La eficacia y capacidad de lucha de éstos perros de caza quedó demostrada con la captura de un sinnúmero de jabalíes y pumas en campos de Río Negro y La Pampa, sin empleo de armas.
El criadero de Biló tenía casillas individuales, compartimientos de cría y corrales alambrados. En forma separada había varios pumas y jabalíes que eran utilizados para el adiestramiento de los cachorros. El método de enseñanza consistía en llegar hasta los campos donde se localizaban jabalíes o pumas, cebados con la carne de los animales, y allí se procedía a perseguirlos, cercarlos e inmovilizarlos por medio de “tomas” o “mordidas” de los perros en zonas no vitales del depredador, después de lo cual se los enjaulaba y conducía al criadero. Finalizado el adiestramiento el perro, era entregado al interesado para la función de vigilancia de las majadas.
En el año 1965, el trabajo de éstos perros quedó inmortalizado en la película, “El dogo argentino”, que fue traducida a diez idiomas.
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