Volver, el sueño eterno del peronismo.
Hace 46 años, Juan Domingo Perón regresaba al país después
de 17 años de exilio.
Aldo Duzdevich*
La palabra Volver esta imbricada en el mito originario del
peronismo. Volvió Perón de la prisión de Martín García un 17 de Octubre de
1945. Se inmortalizó a Evita con la frase de Tupac Katari “Volveré y seré
millones”. Los jóvenes peronistas del ‘55 transformaron la cruz dentro de la V
(pintada por los “libertadores”) en una P, y crearon el logo más repetido de la
historia: Perón Vuelve. Intentó Volver
Perón en 1964. Volvió 17 años después un 17 de Noviembre de 1972. En 2015, una
plaza de jóvenes que no vivieron estas historias cantó: “a volver, a
volver….vamos a volver...”. Un peronismo que tropieza, cae, y se levanta para
Volver.
Setenta años, un tercio de la historia argentina, un movimiento que
cada diez dan por muerto, y resucita para Volver. Aunque nunca le fue, ni tan
fácil, ni tan rápido ese Volver. La fallida Operación Retorno de 1964.
Derrocado y condenado al exilio en 1955, Perón inicia un largo peregrinar por
Paraguay, Panamá, Venezuela y Dominicana, hasta instalarse en Madrid en 1960.
La dictadura iniciada en 1955 se había propuesto borrar todo vestigio del
Peronismo. Apelaba a la proscripción política, la persecución judicial, la
represión, la compra de dirigentes, e incluso a la eliminación física de Perón. Desde miles de kilómetros, sin los medios
modernos de comunicación y sufriendo las campañas de desprestigio en su contra,
Perón iba perdiendo fuerzas. Del 64 % de los votos obtenidos en 1954, (elección
de vicepresidente) los llamados al voto en blanco del peronismo no superaban el
25%.
El 2 de diciembre de 1964 gobernaba
el demócrata radical Arturo Illia. Perón supuso que no se le iba a
prohibir regresar al país, y se embarcó en un vuelo de Iberia con destino final Montevideo. Sin
embargo las convicciones democráticas de Ilia tenían sus límites, y se apuró a
negociar con la dictadura brasileña que detuviera el vuelo en la escala de Río
de Janeiro. Bajo amenaza de derribar el avión (con 100 pasajeros dentro) Perón,
y su breve comitiva, fueron devueltos a España.
El ajedrez con Lanusse. En
marzo de 1971 el general Alejandro Agustín Lanusse se convirtió el en nuevo
dictador de la llamada Revolución Argentina. Como muchos militares argentinos,
aunque lo odiaba, soñaba en convertirse en el nuevo Perón. Su plan era conseguir
un acuerdo con el peronismo para dar una salida electoral, y convertirse él en
presidente, incluso llevando un vice peronista. Perón, maestro de intrigas, no
lo desalentó: al contrario, recibía a sus emisarios y los escuchaba. Algunos de
esos emisarios (como el embajador Rojas Silveira) terminaban seducidos por
Perón.
Mientras tanto el general ponía a Rucci al frente a la CGT para
movilizar al movimiento obrero y daba amplio apoyo a las organizaciones armadas
y grupos juveniles que golpeaban al régimen por izquierda. También bendecía a
las logias de militares nacionalistas, que alardeaban de golpes cada seis
meses.
Lanusse fue entrando en la trampa
y cuando se vio estafado amenazó a Perón: “si no viene, es porque no le da el
cuero”. Y creó una cláusula de residencia en el país, antes del 25 de agosto
del 72, para impedir la candidatura a presidente de Perón.
El general que entendía que “lo mejor suele
ser enemigo de lo bueno”, aceptó el condicionamiento, a cambio de una salida
electoral sin proscripción del Peronismo.
El charter de la esperanza. Perón
fijó fecha de regreso para el 17 de noviembre. Un total de 160 personas
acompañaban al general en el avión Giuseppe Verdi de Alitalia. Mitad por
protocolo y mitad por seguridad (si derribaban el avión mataban a 160). No era
un supuesto ilógico. Carlos Mugica, antes de partir, confesó (a Federico
Lanusse, que lo llevó hasta Ezeiza) su
temor a ser derribados. Por el otro lado, el entonces contraalmirante Emilio
Massera señalaba off de record a los periodistas de Clarín y La Opinión “no
llega, lo volteamos”. Lanusse por el contrario hacia ingentes esfuerzos por
evitar un atentado, que lo hubiera hecho pasar a la historia como el peor de
los criminales. En el charter iban, además de dirigentes peronistas, personajes
del deporte y la cultura. Chunchuna Villafañe, Marta Lynch, Marilina Ross,
Leonardo Favio, José Sanfilippo, Miguel
Bellizi, Juan Carlos Gené, entre otros, formaban una especie de escudo humano
alrededor del general. 35 mil soldados
para “cuidar” a Perón.
El régimen tenía temor a un nuevo 17 de Octubre y Perón
aunque no lo dijese, en su intimidad lo esperaba. La dictadura desplegó
alrededor de Ezeiza un cerco policial militar nunca visto. Admitido
oficialmente fueron 35 mil efectivos, con una última barrera de tanques, y
carriers de guerra. La dirigencia peronista de todos los sectores no organizó
la movilización. Y finalmente fue el pueblo, que de forma espontánea, se movilizó bajo la
lluvia, a recibir a su líder. La CGT convocó al paro, pero el gobierno decreto
asueto, y no hubo grandes columnas sindicales. FAR y Montoneros a esa fecha
todavía no tenían la organización, ni la cantidad de cuadros que sumarán meses
después. Y decidieron quedarse “autoacuartelados” en previsión de no se sabe qué estrategia. No hubo carteles
de FAR y Montoneros en la movilización. En el interior, los grupos juveniles
decidieron hacer actos locales, también sumados a una estrategia confusa que
hablaba de sublevaciones de militares peronistas.
A las 11,15, el Giuseppe Verdi tocó pista.
Solo 300 invitados permitidos por el ejército saludaban desde la terraza,
cuando Perón pisó suelo patrio y alzó sus brazos. Lo alojaron en el hotel
Internacional y allí Lanusse hizo su último intento de condicionarlo. Le
impedía la salida del hotel, para que aceptase reunirse con él. Perón estaba
prisionero. Cuando intentó salir, en el pasillo un desbocado comisario sacó su
pistola para detenerlo. Finalmente, en la madrugada del 18, Lanusse aceptó su
nueva derrota y dejó partir la comitiva hacia la casa de Gaspar Campos.
* Autor
de La Lealtad. Los montoneros que se quedaron con Perón”.
Fuente www.perfil.com
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