Ningún gobierno argentino, tuvo tantos lazos de cercanía con la Iglesia Católica. Sin embargo, en 1955 fue la Iglesia quien lideró el golpe contra Perón.
Los buenos inicios de la relación Iglesia -Peronismo.
La Iglesia católica se constituyó, junto con el Ejército y los sindicatos obreros, en una de las bases del acceso de Perón al poder. La posibilidad de la alianza entre la Iglesia y el peronismo tuvo como base el amplio arco de coincidencias de sus proyectos de sociedad. El peronismo inspirado en la doctrina social cristiana, se presentaba como una visión tercerista frente al individualismo capitalista y el colectivismo comunista.
En diciembre de 1945, el Episcopado dio a conocer una carta pastoral, que daba a entender su veto a la Unión Democrática, y el apoyo a la candidatura de Perón.
Una de las promesas de campaña de Perón hacia la Iglesia, fue sancionar por ley la enseñanza religiosa en las escuelas públicas que ya estaba establecida por decreto. En 1947 se aprobó la ley 12.978 que decía en su Artículo 1º: “En todas las escuelas públicas, de enseñanza primaria, pos primaria, secundaria y especial la enseñanza de la religión católica será impartida, como materia ordinaria de los respectivos planes de estudios. Quedan excluidos de esta enseñanza aquellos educandos cuyos padres manifiesten expresa oposición por pertenecer a otra religión, respetándose así la libertad de conciencia. A esos alumnos se les dará instrucción moral”.
Hoy sonaría como una imposición totalitaria, pero de 1945 a 1955 en las escuelas públicas se daba religión (a cargo de sacerdotes) y/o instrucción moral para niños de otras religiones. Y, un dato poco conocido es que Evita pronunció su primer discurso público el 15 febrero de 1947 en una reunión de docentes, apoyando el proyecto de ley de enseñanza religiosa. Decía Evita: "La formación jurídica e institucional de toda nuestra evolución histórica, desde sus orígenes, fue siempre inspirada en los principios eternos del cristianismo, con los cuales hemos orientado toda nuestra vida, en el orden privado y en el orden social”.
Evita era profundamente religiosa. El sacerdote jesuita Hernán Benítez, fue en su confidente y amigo que la acompaño hasta el mismo instante de su muerte. Incluso en su estadía en Roma, Evita visitó a la sede de los Franciscanos, y allí fue consagrada “hermana franciscana” o de “tercera orden”, un rango dentro de esa congregación.
Del amor a la confrontación.
Pero, este idilio Iglesia-Peronismo, comienza a resquebrajarse por diferentes causas y lo que en 1945 fue un vínculo casi simbiótico, se va transformando a partir de 1952 hasta llegar en 1955 a un estado de guerra abierta.
A juicio de varios analistas e historiadores, el mal manejo del conflicto con la Iglesia fue uno de los principales errores políticos de Perón, que permitió homogenizar a la variopinta oposición detrás de las banderas y consignas de la Iglesia.
Las causas del conflicto con la Iglesia, como en casi todos los hechos de naturaleza social, siempre tenemos que hablar de la existencia de causas múltiples y confluentes.
En primer lugar, había (y hay) un sector de la Iglesia conservador, vinculado familiar e ideológicamente a la oligarquía, y siempre muy ligados a posiciones de poder. Para ser considerada una “familia patricia”, se debía tener estancia, vacas, y al menos un general y un obispo en su seno.
Para ilustrar la opinión del sector conservador de la Iglesia, la revista católica Criterio en una nota del 10-04-1952 se refería a las masas peronistas de este modo: “En tiradores, los pantalones arremangados, las melenas hirsutas al viento y un pestilente 'pucho' entre los labios, son la representación cabal de aquellos bárbaros que acostumbramos a imaginarnos asolando pueblos y ciudades y cometiendo depredaciones y fechorías incontables. Gentuza -en el sentido más despectivo del término- (..) Hato animal, recua irracional; cualquiera de estas denominaciones cabría darle. (...) “Por tener alguna virtud y cultivarla empieza la dignificación de los pueblos, y no porque todos sus habitantes tengan lavarropas eléctricos, cocina a gas y puedan ir todas las semanas al cine o cosas por el estilo”. Como vemos. El autor no andaba con sutilezas, al describir a los peronistas.
En esos días Evita estaba convaleciente luchando contra el cáncer. Imaginemos que efecto causaría en su ánimo semejantes expresiones del órgano cuasi oficial de la Iglesia Católica. En su libro póstumo, Mi Mensaje, Evita le dedicó afiladas críticas a obispos y cardenales: “El clero de los nuevos tiempos, si quiere salvar al mundo de la destrucción espiritual, tiene que convertirse al cristianismo. Empieza por descender al pueblo. Como Cristo, vivir con el pueblo, sufrir con el pueblo, sentir con el pueblo. (…) Yo no comprendo entonces porque, en nombre de la religión y en nombre de Dios puede predicarse la resignación frente a la injusticia. (…) La religión no ha de ser jamás instrumento de opresión para los pueblos. Tiene que ser bandera de rebeldía”.
El recelo aumentó cuando en 1952 se “sacraliza” la enfermedad y muerte de Evita: las vigilas y los rezos públicos, las cartas que se le enviaban antes y después de su muerte, las peregrinaciones, los altares en las calles, el que muchos comienzan a llamarla “santa”. El recelo se transforma en una “disputa por el espacio religioso”.
El conflicto siguió creciendo por la permisividad del gobierno con el culto espiritista y los actos del pastor protestante Teodoro Hichs. Otro tema que motivó recelos en el peronismo fue la participación de sacerdotes asesorando a algunos gremios y la creación de la JOC Juventud Obrera Católica. Mediante Acción Católica, la Iglesia le disputaba a la UES el protagonismo a nivel juvenil. En julio de 1954, la Iglesia apoya la creación del Partido Demócrata Cristiano. Su fundación venia inspirada desde el Vaticano y apoyada por EEUU, para contrarrestar la influencia de los movimientos populares en América Latina.
El conflicto se fue agudizando hasta que el 10 de noviembre de 1954, en un discurso, Perón acusó a un sector de la Iglesia de conspirar para derribarlo. Nombró a varias organizaciones católicas, tres obispos y veinte sacerdotes. Varios de ellos fueron detenidos.
Y a continuación el gobierno produce una batería de medidas administrativas que aceleran y profundizan el conflicto con la Iglesia: Disolución de la Dirección General de Enseñanza Religiosa. Cesantía de los sacerdotes de las cátedras de Religión. Supresión de los subsidios a los colegios e institutos católicos. Clausura del diario católico argentino “El Pueblo”. Reducción de los feriados religiosos. La ley de profilaxis social, que buscaba reglamentar la prostitución para hacer desaparecer los prostíbulos clandestinos y el proxenetismo. La ley de equiparación de los hijos naturales. La de ley de “bien de familia”, que incluía el divorcio vincular.
“Los católicos consiguieron que se pasara a la oposición dinámica”.
Ahora pasemos a la visión del activismo católico anti-peronista. Voy a transcribir párrafos de un libro muy interesante como base documental: “Los panfletos- Su aporte a la Revolución Libertadora” de Felix Lafiandra (h). Se trata de una completa recopilación de 200 panfletos redactados y distribuidos por activistas antiperonistas que insumen 530 paginas, sobre los cuales me voy a referir en futuras notas. La verdad es una recopilación documental excelente. Diría que Lafrianda es al anti-peronismo, lo que Rodolfo Baschetti es al peronismo.
Lafrianda antes de reproducir los panfletos da su visión del contexto de esos meses de 1955, previos al golpe de estado. Vale aclarar que lo que llaman “tiranía”, era un gobierno democrático elegido en noviembre de 1951 con el 63,5% de los votos. A partir de aquí entrecomillo a Lafrianda.
“El panfleto nació del deseo de pequeños núcleos de tener informada a la población sobre la insidia y la mentira de la campaña oficial contra la Iglesia Católica. (…) En efecto, fue en dos reuniones realizadas en el mes de diciembre de 1954 por dirigentes católicos, ambas en los alrededores de Buenos Aires, donde se resolvió mantener, dentro de lo posible, informada a la población sobre la injusticia e irresponsabilidad de la campaña del peronismo contra la Iglesia”.
“No es que los católicos sólo reaccionaron cuando se atacó a la Iglesia. Muchos ejemplos podríamos citar de católicos que supieron tomar actitudes definidas y valientes contra la tiranía, con gran anterioridad a la persecución religiosa”.
“Pero lo que los católicos vieron a fines de 1954, fue que Perón, con su campaña antirreligiosa, se iba a echar en su contra a gran parte del pueblo argentino, y por lo mismo, sus dirigentes comprendieron que ese sí, era el momento oportuno para llegar a amplios sectores del pueblo, para hacer unánime la discrepancia con el Gobierno”.
“En las reuniones que hemos citado, se consideró especialmente el hecho evidente de que la campaña antirreligiosa no era popular; que la misma estaba creando un descontento considerable y que en las masas peronistas no iba a provocar entusiasmo. Por ello se advirtió que era el momento indicado para manifestar públicamente ese descontento (…) Se decidió, llevar una lucha a muerte contra la tiranía con todos los riesgos que la misma implicaba”.
“Los católicos una vez decididos, tomaron posición de lucha efectiva, de lucha real. Los católicos fueron los únicos que sacaron sus fuerzas la calle en los momentos de mayor prepotencia e injusticia de la tiranía”.
“¿Qué movimiento o qué partido agrupó en las calles de Buenos Aires, en todos "actos no permitidos", a miles y miles de personas que con sus voces y sus vítores estaban refutando al tirano?”
“Muchas fueron las manifestaciones públicas católicas. En diez meses sumaron doce o más. Vale decir que la tiranía tuvo que soportar a razón de más de una vez cada treinta días, la presencia vocinglera y valiente de los católicos en las calles de Buenos Aires".
“La organización del envío de panfletos por correo, a los militares, llegó a ser casi perfecta. Cientos de militares de alta graduación recibían, como mínimo, uno o dos panfletos semanales. La mayoría eran panfletos especialmente dedicados a ellos que apelaban a su patriotismo y dignidad para salvar a la República”.
“Los católicos consiguieron que, en el país, se pasara de la oposición estática a la oposición dinámica. Todos estos hechos señalan en forma evidente que la decisión de los católicos abrió el camino a hechos fundamentales y creó un clima que llevó al fin de la tiranía”.
Efectivamente en esto coincido con Lafiandra. El activismo católico galvanizó detrás de si a los demás sectores antiperonistas, radicales, comunistas, socialistas, conservadores, nacionalistas. Fue como se diría hoy, un “todos somos la Iglesia” - aunque en las procesiones marchasen comunistas y socialistas -. Activismo en las calles que fue creando el clima para la conspiración militar, que no dudo bombardear a trabajadores indefensos desde aviones que llevaban la insignia de “Cristo Vence”.
*Aldo Duzdevich, autor de "La Lealtad. Los montoneros que se quedaron con Perón" y "Salvados por Francisco".
www.aldoduzdevich.com
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