PABLO DEL CERRO - Atahualpa Yupanqui.
Pablo del Cerro.
(Saint Pierre et Miquelon, Francia 1908 - Buenos Aires 1990)
(Saint Pierre et Miquelon, Francia 1908 - Buenos Aires 1990)
por Kolla Chavero
Antonieta Paula Pepin Fitzpatrick (Nenette) nació en la Isla de Saint Pierre et Miquelon (San Pedro y Miguelo) en la costa atlántica del Canadá. Por ser una colonia de Francia, Antonieta nació francesa.
Su padre Emmanuel Victor Pepin era francés y su madre Henriette Fitzpatrick, canadiense de origen irlandés.
Durante la primera guerra la familia se traslada a Francia.
Al poco tiempo muere la madre y la niña es enviada pupila a un colegio de la ciudad de Caen junto a su hermana mayor Jeanne Henriette (Juana Enriqueta).
Ambas hermanas se destacan en algunas artes durante el pupilato: Juana en dibujo y pintura. Antonieta en música y en particular el piano, instrumento por el cual sentiría una pasión que jamás la abandonaría.
Habiendo terminado sus estudios secundarios con las notas más brillantes, Juana se embarca, tiempo después, junto a una compañía de danza rumbo a una gira en el año 1926, que la llevaría al llegar a Buenos Aires a conocer el que sería su primer marido y afincarse en nuestro país.
Al terminar Antonieta sus estudios recibe junto a su padre la invitación de viajar a Argentina para instalarse también.
Lo hacen en 1928 y a partir de allí Antonieta se instala en Villa Ballester con su padre. Prosigue sus estudios de piano, ya avanzados, en el Conservatorio Nacional de Música recibiendo la formación musical de importante profesores de entonces, Pascual de Rogatis, Juan José Castro figuran entre aquellos maestros en composición y armonía.
También comparte estudios con una mujer que luego sería conocida mundialmente por sus investigaciones en materia de folklore: Isabel Aretz.
Antonieta inicia una serie de presentaciones como concertista de piano por el país y, en una de ellas, en 1942 llega a Tucumán, donde después de un concierto solicita a los organizadores escuchar música folklórica de nuestro país.
Allí es dónde se conocen con Atahualpa Yupanqui. Mantienen un vínculo amistoso y años después (1946) empiezan a convivir.
Deja Antonieta su carrera de pianista y se pone al servicio de la obra y el talento de su marido. En tiempo de las persecuciones a las que fué sometido Yupanqui, Nenette ( así la llamaba la familia cariñosamente desde pequeña), se dedicó a su hijo Roberto, nacido en 1948, y a componer junto a Yupanqui.
Eligió como seudónimo Pablo Del Cerro, por Pauline y por su lugar amado, Cerro Colorado.
Nacen así las melodías de Luna Tucumana, el Alazán, Indiecito dormido, Chacarera de las piedras, Agua Escondida, La del Campo y tantas otras que hoy son famosas en el mundo.
En 1961 regresó a su país durante unas vacaciones con su hijo Roberto. Luego, cuando Yupanqui empezó a viajar con frecuencia al exterior, lo acompañaba hasta Paris y allí lo aguardaba en un departamento pequeño que habían alquilado. Tuvo solo un hijo y tres nietos, Paula Muriel y Emiliano.
Falleció en el año 1990 de un paro cardíaco en Buenos Aires y solicitó que sus cenizas, de ser posible, fueran echadas al mar, en el Atlántico norte.
Hoy su obra se considera como una de las obras del canto y de la música popular más importantes de la Argentina.
Un detalle: a pesar de ser una de las compositoras más importante de nuestro país, jamás renunció a su nacionalidad francesa.
Su padre Emmanuel Victor Pepin era francés y su madre Henriette Fitzpatrick, canadiense de origen irlandés.
Durante la primera guerra la familia se traslada a Francia.
Al poco tiempo muere la madre y la niña es enviada pupila a un colegio de la ciudad de Caen junto a su hermana mayor Jeanne Henriette (Juana Enriqueta).
Ambas hermanas se destacan en algunas artes durante el pupilato: Juana en dibujo y pintura. Antonieta en música y en particular el piano, instrumento por el cual sentiría una pasión que jamás la abandonaría.
Habiendo terminado sus estudios secundarios con las notas más brillantes, Juana se embarca, tiempo después, junto a una compañía de danza rumbo a una gira en el año 1926, que la llevaría al llegar a Buenos Aires a conocer el que sería su primer marido y afincarse en nuestro país.
Al terminar Antonieta sus estudios recibe junto a su padre la invitación de viajar a Argentina para instalarse también.
Lo hacen en 1928 y a partir de allí Antonieta se instala en Villa Ballester con su padre. Prosigue sus estudios de piano, ya avanzados, en el Conservatorio Nacional de Música recibiendo la formación musical de importante profesores de entonces, Pascual de Rogatis, Juan José Castro figuran entre aquellos maestros en composición y armonía.
También comparte estudios con una mujer que luego sería conocida mundialmente por sus investigaciones en materia de folklore: Isabel Aretz.
Antonieta inicia una serie de presentaciones como concertista de piano por el país y, en una de ellas, en 1942 llega a Tucumán, donde después de un concierto solicita a los organizadores escuchar música folklórica de nuestro país.
Allí es dónde se conocen con Atahualpa Yupanqui. Mantienen un vínculo amistoso y años después (1946) empiezan a convivir.
Deja Antonieta su carrera de pianista y se pone al servicio de la obra y el talento de su marido. En tiempo de las persecuciones a las que fué sometido Yupanqui, Nenette ( así la llamaba la familia cariñosamente desde pequeña), se dedicó a su hijo Roberto, nacido en 1948, y a componer junto a Yupanqui.
Eligió como seudónimo Pablo Del Cerro, por Pauline y por su lugar amado, Cerro Colorado.
Nacen así las melodías de Luna Tucumana, el Alazán, Indiecito dormido, Chacarera de las piedras, Agua Escondida, La del Campo y tantas otras que hoy son famosas en el mundo.
En 1961 regresó a su país durante unas vacaciones con su hijo Roberto. Luego, cuando Yupanqui empezó a viajar con frecuencia al exterior, lo acompañaba hasta Paris y allí lo aguardaba en un departamento pequeño que habían alquilado. Tuvo solo un hijo y tres nietos, Paula Muriel y Emiliano.
Falleció en el año 1990 de un paro cardíaco en Buenos Aires y solicitó que sus cenizas, de ser posible, fueran echadas al mar, en el Atlántico norte.
Hoy su obra se considera como una de las obras del canto y de la música popular más importantes de la Argentina.
Un detalle: a pesar de ser una de las compositoras más importante de nuestro país, jamás renunció a su nacionalidad francesa.
"“Pablo del Cerro” musicalizó –siempre trabajando con los versos de Yupanqui– varias canciones, y compuso en el piano una serie de temas instrumentales que Yupanqui adaptó a la guitarra, grabó y mostró por el mundo. En SADAIC figura en 65 obras, pero la cifra es relativa. Por ejemplo, en El arriero y en Luna tucumana está anotada como “versionista”, para lo que tuvo que contar con el aval del autor y/o compositor. Pero, según Kolla, Nenette no tuvo nada que ver con El arriero, aunque hizo la música de Luna tucumana. En los discos contemporáneos
, sin embargo, ella no figura en ninguno de los dos temas.
Donde sí figura es en otros temas del repertorio yupanquiano como Agua escondida, El alazán, Guitarra dímelo tú o Indiecito dormido. “Kollita, yo dejé mi carrera de pianista porque realmente me di cuenta de que tu padre era un artista único en el mundo y pianistas como yo, si bien era buena, había muchas”, le confesó Nenette a su hijo, a quien tuvo que criar sola, ya que, a los dos meses de su nacimiento, Yupanqui tuvo que partir al exilio, del que no volvió hasta 1952.
Desde entonces, alternaron entre un departamento en Las Cañitas y la casa de Cerro Colorado. Pero las giras continuas por el mundo de Yupanqui lo llevaron a alquilar un departamento en París. Nenette se instaló allí durante algunos períodos, pero no lo acompañaba en sus travesías por distintos países. A ella la esperaban su piano de cuarto de cola en Buenos Aires y el piano vertical en Córdoba, donde además de obras clásicas tocaba chacareras o zambas. Lamentablemente, no existen grabaciones: ni siquiera caseras.
Si bien era un niño durante las primeras décadas de colaboraciones entre Nenette y Yupanqui, Roberto Chavero llegó a presenciar algunas de grande: “Generalmente, él escribía una letra y ella la musicalizaba. Y así como mi madre opinaba sobre las letras, mi padre opinaba sobre algunos giros armónicos en las melodías, cosa de siempre conservar una buena literatura, si se quiere, en los textos, y una buena expresión musical, bien criolla. Así trabajaban ellos.”
Se comunicaban mostrándose las partes: ella al piano, él a la guitarra. “Mi padre tocaba un poco de piano; las partituras las escribía mi madre, pero sólo al momento de registrarlas, porque a veces es difícil transcribir todos los matices guitarrísticos.” En sus momentos juntos, Nenette y Yupanqui escuchaban a figuras musicales de ambos hemisferios: tanto Edvard Grieg y Sergei Rachmaninoff como los Hermanos Ábalos o Julio Argentino Jerez. Recién se casaron por civil e iglesia en 1979, al enviudar Yupanqui de su primera esposa. Todavía no existía la ley de divorcio.
"Mi padre tocaba un poco de piano; las partituras las escribía mi madre, pero sólo al momento de registrarlas, porque a veces es difícil transcribir todos los matices guitarrísticos.”
Roberto Chavero, hijo.
Si bien en una carta de 1971, Yupanqui le anuncia a Nenette que ese sería su último año en Europa, lo cierto fue que resultó su modus operandi por el resto de su vida. "Acá, en Cosquín, por ejemplo –cuenta Kolla– que podía cobrar un tercio del cachet de las figuras más populares." El cansancio se iba acumulando en ambos cuerpos, y las distancias se sentían más cada vez más."
De lo publicado en Diario Clarín.
Viva, 29/11/2021.
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