Cuando los políticos eran señores.
Buscando ejemplos relevantes de sana convivencia política, en una historia relativamente reciente, bien vale la pena recordar este episodio ocurrido en el año 1941 entre dos figuras públicas: el ex presidente Marcelo T. de Alvear -de cuyo fallecimiento hoy se cumple el 82º aniversario- y el intendente de Buenos Aires, Carlos Alberto Pueyrredon.
Corría el año 1937 y se desarrollaba la campaña para la elección presidencial. La fórmula oficialista llevaba a la fórmula Roberto M. Ortiz–Ramón S. Castillo: el primero, un radical antipersonalista, ministro de Alvear y de Justo; el segundo, un conservador, que por algunos manejos de algunos dirigentes le escamoteó la candidatura a Miguel Ángel Cárcano, que habría tenido el carácter que le faltó a Castillo para manejar al país, cuando el doctor Ortiz debió renunciar -y aunque esto no debe hacerse en Historia-, seguramente otro hubiera sido el rumbo de la República si no habríamos llegado a la interrupción del orden constitucional con la Revolución del 4 de junio de 1943.
La fórmula socialista la integraban Nicolás Repetto–Arturo Orgaz; en cuanto a la radical: el ex presidente Marcelo T. de Alvear–Enrique Mosca. Como sabemos, la primera fue la ganadora y el comicios fue calificado como fraudulento en sumo grado.
Carlos Alberto Pueyrredon, abogado, diputado nacional por el Partido Conservador (1932-1934), miembro de la misión presidida por Ezequiel Ramos Mejía a Italia (1933), había decidido alejarse de la función pública. No le aceptó un cargo de relevancia en la provincia al gobernador Manuel Fresco; y pasaba su tiempo dedicado a su estudio en sociedad con Alberto Hueyo, a la administración de sus campos y especialmente a los estudios históricos, ya que era miembro de la Junta de Historia y Numismática, actual Academia Nacional de la Historia, así como también del Instituto Bonaerense de Numismática y Antigüedades, en su pasión como coleccionista, especialmente de Quijotes.
Hombre de buen humor, no dejaba de escribir versos políticos que salían en diarios y revistas afines a los conservadores. Uno de ellos, titulado “Un binomio pesado (reflexiones íntimas)”, pinta acabadamente el escepticismo de Alvear en plena campaña, además de la soledad del político que está en caída, como un vaticinio de lo que habría de suceder. El mismo dice así:
TOMADURA DE PELO.
No era la primera vez que Pueyrredon le tomaba el pelo a Alvear, ya que una de las medidas que propuso como presidente fue fomentar la inmigración y la colonización, a la vez que amenazó con expropiar a los propietarios de tierras improductivas. La idea de aumentar la población, dio a Pueyrredon motivo para estos versos que publicó, criticando al mandatario Alvear y a Le Breton por no “haber dado ejemplo conveniente para poder predicar”, puesto que ninguno tenía descendencia de sus matrimonios:
LA CARTA.
En junio de 1940, el presidente Ortiz solicitó licencia y asumió el Poder Ejecutivo el vicepresidente Ramón S. Castillo. Cuando el 26 de noviembre de ese año falleció el intendente Arturo Goyeneche, le fue ofrecido el cargo a Pueyrredon, quien lo aceptó y asumió el 6 de diciembre. A los pocos días ignoramos en qué circunstancias-, se encontraron el ex presidente y el intendente. También ignoramos lo que hablaron, pero la vida continuaba, y en las vísperas de Reyes, del año 1941, don Marcelo le escribió esta carta:
Sin duda: ¡un gesto de grandeza! Cuando en marzo de 1942 murió Alvear, Pueyrredon -en calidad de intendente porteño- fue quien estuvo a cargo de los honores que la Ciudad habría de rendirle a uno de sus hijos más preclaros.
En medio del desenfreno verbal que atravesamos en el presente, entre políticos de distinto, o del mismo signo; de campeones de garrocha, ya que los hemos visto saltar de un extremo a otro de la ideología -con tal de continuar gozando de sus privilegios-, importándoles muy poco el nombre; estos versos festivos de Carlos Alberto Pueyrredon, junto a este gesto de Marcelo T. de Alvear (a pesar de las diferencias ideológicas), demuestra acabadamente que en aquellos tiempos existían
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