31 de marzo de 2024.
El Papa Francisco dirigió su mensaje pascual a los fieles de
la ciudad de Roma y del mundo e impartió la Bendición Urbi et Orbi este Domingo
de Resurrección, 31 de marzo, desde el balcón central de la fachada de la
Basílica de San Pedro.
A continuación, el Mensaje Urbi et Orbi del Papa Francisco:
Queridos hermanos y hermanas: ¡Feliz Pascua!
Hoy resuena en todo el mundo el anuncio que salió hace dos
mil años desde Jerusalén: “Jesús
Nazareno, el Crucificado, ha resucitado” (cf. Mc 16,6).
La Iglesia revive el asombro de las mujeres que fueron al
sepulcro al amanecer del primer día de
la semana. La tumba de Jesús había sido cerrada con una gran piedra; y así
también hoy hay rocas pesadas, demasiado
pesadas, que cierran las esperanzas de la humanidad: la roca de la guerra, la
roca de las crisis humanitarias, la roca
de las violaciones de los derechos humanos, la roca del tráfico de personas, y otras más. También nosotros, como
las mujeres discípulas de Jesús, nos preguntamos unos a otros: “¿Quién nos correrá estas piedras?”
(cf. Mc 16,3).
Y he aquí el gran descubrimiento de la mañana de Pascua: la
piedra, aquella piedra tan grande, ya
había sido corrida. El asombro de las mujeres es nuestro asombro. La tumba de
Jesús está abierta y vacía. A partir de
ahí comienza todo. A través de ese sepulcro vacío pasa el camino nuevo,
aquel que ninguno de nosotros sino sólo
Dios pudo abrir: el camino de la vida en medio de la muerte, el camino de la paz en medio de la guerra, el
camino de la reconciliación en medio del odio, el camino de la fraternidad en medio de la
enemistad.
Hermanos y hermanas, Jesucristo ha resucitado, y sólo Él es
capaz de quitar las piedras que cierran
el camino hacia la vida. Más aún, Él mismo, el Viviente, es el Camino; el
Camino de la vida, de la paz, de la
reconciliación, de la fraternidad. Él nos abre un pasaje que humanamente es
imposible, porque sólo Él quita el
pecado del mundo y perdona nuestros pecados. Y sin el perdón de Dios esa piedra no puede ser removida. Sin el perdón
de los pecados no es posible salir de las cerrazones, de los prejuicios, de las sospechas recíprocas o
de las presunciones que siempre absuelven a uno mismo y acusan a los demás. Sólo Cristo resucitado,
dándonos el perdón de los pecados, nos abre el camino a un mundo renovado.
Sólo Él nos abre las puertas de la vida, esas puertas que
cerramos continuamente con las guerras
que proliferan en el mundo. Hoy dirigimos nuestra mirada ante todo a la Ciudad
Santa de Jerusalén, testigo del misterio
de la pasión, muerte y resurrección de Jesús, y a todas las comunidades cristianas de Tierra Santa.
Mi pensamiento se dirige principalmente a las víctimas de
tantos conflictos que están en curso en
el mundo, comenzando por los de Israel y Palestina, y en Ucrania. Que Cristo
resucitado abra un camino de paz para
las martirizadas poblaciones de esas regiones. A la vez que invito a respetar
de los principios del derecho
internacional, hago votos por un intercambio general de todos los prisioneros entre Rusia y Ucrania: ¡todos por
todos!
Además, reitero el llamamiento para que se garantice la
posibilidad del acceso de ayudas
humanitarias a Gaza, exhortando nuevamente a la rápida liberación de los
rehenes secuestrados el pasado 7 de
octubre y a un inmediato alto el fuego en la Franja.
No permitamos que las hostilidades en curso continúen
afectando gravemente a la población
civil, ya de por sí extenuada, y principalmente a los niños. Cuánto
sufrimiento vemos en sus ojos. Con su
mirada nos preguntan: ¿por qué? ¿Por qué tanta muerte? ¿Por qué tanta
destrucción? La guerra es siempre un
absurdo y una derrota. No permitamos que los vientos de la guerra soplen cada
vez más fuertes sobre Europa y sobre el
Mediterráneo. Que no se ceda a la lógica de las armas y del rearme. La paz no se construye nunca con las armas,
sino tendiendo la mano y abriendo el corazón.
No nos olvidemos de Siria, que lleva catorce años sufriendo
las consecuencias de una guerra larga y
devastadora. Muchísimos muertos, personas desaparecidas, tanta pobreza y
destrucción esperan respuestas por parte
de todos, también de la Comunidad internacional.
Mi mirada se dirige hoy de modo especial al Líbano, afectado
desde hace tiempo por un bloqueo
institucional y por una profunda crisis económica y social, agravados ahora por
las hostilidades en la frontera con
Israel. Que el Resucitado consuele al amado pueblo libanés y sostenga a todo el país en su vocación a ser una
tierra de encuentro, convivencia y pluralismo.
Mi pensamiento se orienta en particular a la Región de los
Balcanes Occidentales, donde se están
dando pasos significativos hacia la integración en el proyecto europeo. Que las
diferencias étnicas, culturales y
confesionales no sean causa de división, sino fuente de riqueza para toda
Europa y para el mundo entero.
Asimismo, aliento las conversaciones entre Armenia y
Azerbaiyán para que, con el apoyo de la
Comunidad internacional, puedan proseguir el diálogo, ayudar a las personas
desplazadas, respetar los lugares de
culto de las diversas confesiones religiosas y llegar cuanto antes a un acuerdo
de paz definitivo.
Que Cristo resucitado abra un camino de esperanza a las
personas que en otras partes del mundo
sufren a causa de la violencia, los conflictos y la inseguridad alimentaria,
como también por los efectos del cambio
climático. Que dé consuelo a las víctimas de cualquier forma de
terrorismo. Recemos por los que han
perdido la vida e imploremos el arrepentimiento y la conversión de los autores de estos crímenes.
Que el Resucitado asista al pueblo haitiano, para que cese
cuanto antes la violencia que lacera y
ensangrienta el país, y pueda progresar en el camino de la democracia y la
fraternidad. Que conforte a los Rohinyá,
afligidos por una grave crisis humanitaria, y abra el camino de la reconciliación en Myanmar, país golpeado
desde hace años por conflictos internos, para que se abandone definitivamente toda lógica de
violencia.
Que abra vías de paz en el continente africano,
especialmente para las poblaciones exhaustas
en Sudán y en toda la región del Sahel, en el Cuerno de África, en la
región de Kivu en la República
Democrática del Congo y en la provincia de Cabo Delgado en Mozambique, y
ponga fin a la prolongada situación de
sequía que afecta a amplias zonas y provoca carestía y hambre.
Que el Resucitado haga resplandecer su luz sobre los
migrantes y sobre todos aquellos que
están atravesando un período de dificultad económica, brindándoles
consuelo y esperanza en los momentos de
necesidad. Que Cristo guíe a todas las personas de buena voluntad a unirse en
la solidaridad, para afrontar juntos los
numerosos desafíos que conciernen a las familias más pobres en su búsqueda de una vida mejor y de la
felicidad.
En este día en que celebramos la vida que se nos da en la
resurrección del Hijo, recordamos el
amor infinito de Dios por cada uno de nosotros, un amor que supera todo límite
y toda debilidad. Y, sin embargo, con cuánta
frecuencia se desprecia el don precioso de la vida. ¿Cuántos niños ni siquiera pueden ver la luz? ¿Cuántos mueren
de hambre o carecen de cuidados esenciales o son víctimas de abusos y violencia? ¿Cuántas
vidas se compran y se venden por el creciente comercio de seres humanos?
En el día en que Cristo nos ha liberado de la esclavitud de
la muerte, exhorto a cuantos tienen
responsabilidades políticas para que no escatimen esfuerzos en combatir
el flagelo de la trata de seres humanos,
trabajando incansablemente para desmantelar sus redes de explotación y conducir
a la libertad a quienes son sus
víctimas. Que el Señor consuele a sus familias, sobre todo a las que
esperan ansiosamente noticias de sus
seres queridos, asegurándoles conforto y esperanza.
Que la luz de la resurrección ilumine nuestras mentes y
convierta nuestros corazones,
haciéndonos conscientes del valor de toda vida humana, que debe ser
acogida, protegida y amada. ¡Feliz
Pascua a todos!
*** El Papa Francisco, nacido el 17 de diciembre de 1936 en
Buenos Aires (Argentina), es el primer Papa latinoamericano en la historia de
la Iglesia Católica, asumiendo el papado el 13 de marzo de 2013. Su estilo
cercano y su énfasis en la misericordia han dejado una marca distintiva en su
pontificado.
Publicado en ACI PRENSA.
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