Hipólito Yrigoyen y la apertura de sesiones ordinarias
del Congreso.
En la antigua tradición constitucional argentina el período ordinario de sesiones del Congreso abarcaba desde el 1 de mayo al 30 de septiembre. Con la reforma a la Constitución Nacional en 1994 ese período se amplió dando inicio el 1 de marzo hasta el 30 de noviembre. La manda constitucional prevista entonces en el inciso 11 del artículo 86 indicaba que el Poder ejecutivo: “Hace anualmente la apertura de las sesiones del Congreso, reunidas al efecto ambas Cámaras en la sala del Senado, dando cuenta en esta ocasión al Congreso del estado de la Nación, de las reformas prometidas por la Constitución, y recomendando a su consideración las medidas que juzgue necesarias y convenientes”.
El presidente Hipólito Yrigoyen había asumido la titularidad del Poder ejecutivo el 12 de octubre de 1916 en virtud de las primeras elecciones presidenciales bajo el sistema de voto obligatorio y secreto previsto en la Ley Sáenz Peña; pero él y su partido la UCR se encontraban en minoría en el Congreso, compuesto mayoritariamente por legisladores que respondían a la situación política antecedente a la reforma electoral lo que recién pudo modificarse con el paso de los años con las renovaciones parciales de la legislatura nacional. En tanto, Yrigoyen era un presidente en franca minoría en un ámbito que le era políticamente hostil. A su vez, él mismo impugnaba la legitimidad de buena parte (la mayoritaria) del Poder legislativo que era fruto de elecciones tachadas de fraudulentas y acomodadas al paladar de los gobernantes de turno en las provincias sobre las cuales, a medida que el nuevo presidente tomaba control de los mecanismos de gobierno del Estado, fue avanzando con el llamado “remedio federal”, que eran las intervenciones enviadas desde el poder central para normalizar las situaciones en virtud del nuevo régimen legal electoral.
PRIMER ESCENARIO
Pero hasta tanto eso sucediera Yrigoyen se encontró con un primer escenario de colisión con el Congreso compuesto mayoritariamente por exponentes de lo que él mismo describió como ‘El Régimen’. Decíamos más arriba que en virtud de la hasta entonces pacífica tradición parlamentaria, el presidente asistía al palacio legislativo donde era recibido con todas las galas y pompas para hacer la apertura formal del período de sesiones. Las primeras aperturas fueron en el recinto de la legislatura bonaerense, en la Manzana de las Luces; luego, cuando se inauguró el recinto en Balcarce y Victoria (hoy Hipólito Yrigoyen, sitio donde funciona en la actualidad la Academia Nacional de la Historia) hasta 1906, cuando se puso en funcionamiento el magnífico palacio legislativo proyectado y dirigido por el arquitecto Vittorio Meano. Desde entonces los presidentes asistieron al mismo siendo recibidos en las escalinatas sobre la Avenida Entre Ríos por una comisión de exterior y otra de interior (dentro del palacio) ambas compuestas por senadores y diputados hasta dirigirse al recinto para tomar asiento junto al presidente del Senado y al de la Cámara de diputados para dirigir su mensaje al Congreso reunido en asamblea legislativa.
Pero aquel 11 de mayo de 1917 (fecha prevista por el decreto de convocatoria a sesiones ordinarias) Yrigoyen no se hizo presente en el Congreso, dando así inicio a una larga tradición que sostuvo tozudamente a lo largo de todo su mandato hasta 1922 y que repetiría en su segundo período presidencial al que accedió en 1928 por una impresionante mayoría de votos que, no obstante, tampoco le otorgó mayoría parlamentaria (Sólo la tenía en diputados. El Senado que se renovaba por tercios cada tres años, mantenía una mayoría conservadora en alianza con antipersonalistas). Pasadas las tres de la tarde, el presidente del cuerpo a la sazón vicepresidente de Yrigoyen, el riojano Pelagio Luna declaró abierta la sesión de la asamblea, indicó que se leyera el decreto de convocatoria y anunció que se daría lectura por secretaría al mensaje enviado por el poder ejecutivo. El mismo consistía en un escueto texto de cuatro párrafos en el que anticipaba que a la brevedad enviaría el mensaje previsto constitucionalmente. El mensaje decía: “Los arduos y complejos problemas que han absorbido la acción sin tregua del poder ejecutivo, encaminada a la vez a corregir hondas deficiencias administrativas que perturban la regularidad funcional del gobierno, no le han permitido reunir todos los elementos de información de la administración pasada, que debe elevar a la consideración de vuestra honorabilidad conjuntamente con lo que se refieren a su gestión propia”.
“No quiere, sin embargo, el poder ejecutivo retardar por esta causa la iniciación de las tareas del honorable congreso, y prefiere inaugurarlas de inmediato, sin perjuicio de enviar en breve, el mensaje completo con la expresión de sus juicios y propósitos”.
“Entretanto, anticipo a vuestra honorabilidad que las graves dificultades de todo orden que son del dominio público, han sido salvadas, por el momento, en forma altamente satisfactoria para la Nación, y ésta, tranquila y segura, dedica sus energías a una labor llena de esperanzas, contribuyendo a ella el poder ejecutivo en la medida de sus recursos propios, ya que le faltaron las instituciones y las leyes necesarias para llenar más eficientemente tan altos fines”.
“En uso pues de la facultad que confiere al Poder Ejecutivo el artículo 86, inciso 11, de la Constitución Nacional, declaro inauguradas las sesiones del honorable congreso, deseando que la justicia y el patriotismo inspiren sus deliberaciones”. Firmado: Hipólito Yrigoyen – Ramón Gómez.
DESAIRE PRESIDENCIAL.
Diputados y senadores de la oposición consideraron el hecho como un desaire presidencial y acentuó el clima de hostilidad y falta de colaboración que se extendería a lo largo del mandato presidencial de El Peludo. Una mayoría poco colaborativa impidió el tratamiento o rechazó proyectos importantes que el presidente envió para su consideración infligiendo un daño considerable a la administración de la cosa pública. El 30 de junio de ese año envió finalmente el mensaje en donde hizo una descripción de cada una de las áreas de gobierno. Con motivo del fallecimiento del vicepresidente Luna en 1919, la Cámara de Senadores pasó a ser presidida por el presidente provisional del senado, el conservador mendocino Benito Villanueva quien, cada año cuando el presidente Yrigoyen enviaba el mensaje de apertura del período de sesiones sin asistir a la ceremonia, aquél devolvía la gentileza indicando que se repartiera el texto en las bancas de los legisladores y el documento se insertara en el acta y declaraba levantada la sesión.
Diego Barovero * Presidente del Instituto Nacional Yrigoyeneano.
Publicado en Diario LA PRENSA.
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