ÁLVARO JOSÉ DE ALZOGARAY.
La historia argentina suele recordar fechas y batallas, pero con frecuencia deja en la penumbra a los hombres concretos que sostuvieron la soberanía cuando el país estuvo al borde de ser sometido por las grandes potencias. Álvaro José de Alzogaray fue uno de esos hombres. Marino, técnico, soldado y servidor del Estado durante más de medio siglo, su nombre quedó unido para siempre al combate de la Vuelta de Obligado, donde resistió hasta disparar el último tiro frente a las escuadras más poderosas del mundo.
No se trata del conocido economista del siglo XX, sino de su bisabuelo: un oficial que conoció la pobreza, la intemperie y el atraso en el cobro de su sueldo, pero que jamás dudó cuando la patria estuvo en peligro.
ORÍGENES, EDUCACIÓN Y CARÁCTER
Los datos sobre su nacimiento no son unánimes. La versión más aceptada señala que nació en Santa Fe, el 19 de enero de 1811, aunque otras fuentes mencionan 1809 o Buenos Aires. Era hijo del comerciante Francisco Pascual de Alzogaray y de María Mercedes Echagüe y Andía.
Por línea materna descendía de judíos portugueses establecidos en Brasil que, perseguidos por la Inquisición, se habían convertido al catolicismo. Eran los llamados cristianos novos, conocidos en otros territorios de América como “marranos”. Esta herencia explica en parte una tradición familiar ligada al esfuerzo personal, la educación y el ascenso por mérito, más que por apellido.
Su formación fue excepcional para la época. Dominaba varios idiomas —entre ellos el inglés— y poseía sólidos conocimientos técnicos vinculados a la ingeniería naval. Esa combinación lo convertiría en una figura clave dentro de la Marina, aunque siempre lejos del brillo público.
JUNTO A GUILLERMO BROWN: LA GUERRA DEL BRASIL
Con apenas 15 años, se incorporó a la escuadra organizada por el gobierno de Las Heras para enfrentar al Imperio del Brasil. Sirvió bajo las órdenes del almirante Guillermo Brown, embarcado en la fragata 25 de Mayo, y participó en todos los combates navales de la campaña de 1825 a 1828.
Fue secretario personal de Brown, traductor de órdenes y hombre de confianza. En ocasiones quedó al mando del buque cuando el almirante se ausentaba. Además, llevó un registro minucioso de la campaña, que años más tarde sería conocido como el Diario de Operaciones de la Escuadra Republicana. Allí ya se advierte un rasgo que lo acompañaría siempre: la disciplina sin estridencias y el cumplimiento del deber sin buscar protagonismo.
LA GUERRA GRANDE Y EL RÍO COMO ESCENARIO CENTRAL
Tras un breve paso por la infantería, regresó definitivamente a la Marina en 1840. Participó activamente en la Guerra Grande, en el sitio de Montevideo y en los combates contra la escuadra riverista comandada por John Halstead Coe. Enfrentó también a Giuseppe Garibaldi y contribuyó decisivamente a la recuperación de Maldonado en enero de 1844.
Estas acciones consolidaron su prestigio profesional, aunque sin traducirse en ascensos rápidos ni recompensas materiales. Alzogaray era un oficial respetado, pero pobre. En cartas de la época confesaba llevar semanas sin cobrar, dormir sobre la tierra y no poder pagar la pensión escolar de su hija mayor. Aun así, escribía con firmeza que conservaba “salud y ganas de pelear a cuanto pícaro gringo hay en el mundo”.
LA VUELTA DE OBLIGADO: RESISTIR HASTA EL ÚLTIMO TIRO
El 20 de noviembre de 1845, durante el bloqueo anglo-francés al Río de la Plata, Álvaro José de Alzogaray quedó al mando de una de las baterías emplazadas por el general Lucio Norberto Mansilla en la Vuelta de Obligado. La suya llevaba un nombre elocuente y político: “Restaurador Rosas”.
La desigualdad era absoluta. Treinta cañones criollos, muchos de ellos anticuados, enfrentaban casi un centenar de piezas modernas de gran calibre. Sin embargo, la orden era clara: impedir el paso a toda costa.
Durante más de nueve horas, la batería de Alzogaray sostuvo el fuego bajo un bombardeo constante. El historiador José María Rosa lo resumió con precisión:
> “Alsogaray fue quien más resistió.
A las cuatro de la tarde le quedaba un solo tiro y, con serenidad, cargó el cañón y disparó la última andanada.”
Su pieza fue la última en callar. No por heroísmo declamado, sino por una obstinación silenciosa que caracterizó toda su vida militar.
UNA DERROTA MILITAR QUE SE CONVIRTIÓ EN TRIUNFO POLÍTICO
Militarmente, las potencias lograron forzar el paso del río. Políticamente, fracasaron. Los daños sufridos por sus buques fueron tan severos que la escuadra debió permanecer semanas detenida para reparaciones, mientras el comercio fracasaba por completo.
La repercusión fue continental. Gobiernos que hasta entonces habían sido adversos a Juan Manuel de Rosas manifestaron su apoyo a la Confederación. Desde su retiro en Europa, José de San Martín escribió palabras que todavía resuenan:
> “Los argentinos no son empanadas que se comen con solo abrir la boca.
Los agresores habrán visto que no es tan fácil violar la soberanía de un pueblo que sabe defenderla.”
Incluso oficiales anglo-franceses, en informes reservados, reconocieron la magnitud de la resistencia:
> “Jamás vimos una defensa tan obstinada; cada batería era silenciada solo después de quedar destruida, y sus defensores morían junto a los cañones.”
MÁS ALLÁ DE OBLIGADO: EL RÍO SIGUE ARDIENDO
Lejos de concluir allí su actuación, Alzogaray continuó combatiendo. En abril de 1846 recuperó al abordaje la goleta Federal, capturada por los británicos, luchando cuerpo a cuerpo y espada en mano. Meses después participó en la batalla de la Angostura del Quebracho, donde las fuerzas argentinas obligaron a huir a la escuadra invasora.
Estos golpes terminaron de convencer a Inglaterra y Francia de que el costo político y comercial de la intervención era demasiado alto. Los tratados firmados entre 1849 y 1850 reconocieron la soberanía argentina sobre los ríos interiores.
DEL ROSISMO AL SILENCIO
Tras la caída de Rosas, Alzogaray continuó sirviendo al Estado bajo la Confederación. Participó en Cepeda, Pavón y luego en la Guerra del Paraguay, donde organizó parques, arsenales y talleres fundamentales para el esfuerzo bélico.
Sin embargo, el nuevo orden político lo fue relegando. Terminó lejos del mar, como administrador de correos, Murió en Buenos Aires el 31 de julio de 1879, con el grado de coronel de marina, después de haber servido a la Nación durante más de cincuenta años.
MEMORIA, OLVIDO Y PARADOJAS
Sus restos recorrieron un largo camino entre cementerios y bóvedas, reflejo del olvido que suele acompañar a quienes sirven sin pedir nada a cambio. Recién en el siglo XXI fueron restituidos a una bóveda familiar en la Recoleta.
SOBERANÍA NO DECLAMADA
La ley que estableció el 20 de noviembre como Día de la Soberanía Nacional no nació del consenso académico, sino del reconocimiento tardío a hombres como Álvaro José de Alzogaray.
La soberanía no se declama: se ejerce.
Y en Obligado se ejerció con cadenas, cañones viejos y hombres pobres pero firmes, dispuestos a resistir al mundo entero.
Alzogaray fue uno de ellos. Y eso, en la historia argentina, no es un dato menor.
*** Revisionismo Historico Argentino.
ÁLVARO JOSÉ DE ALZOGARAY un patriota. Otros "Álvaros" entreguistas... ... ...

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