
Ambrosio Romero Carranza. 
Enrique Shaw.
Ambrosio Romero Carranza promotor de la beatificación de Enrique Shaw.
Por Roberto Elissalde.
La alegría de la beatificación de Enrique Shaw, nos trajo a la memoria a don Ambrosio Romero Carranza, abogado, magistrado, académico, católico militante, vicentino, caballero sin estridencias. Preocupado por el cariz de los acontecimientos del país había creado, inspirado en la doctrina social de la Iglesia, la revista Rumbo Social, cuyo primer número salió en setiembre de 1976, hace casi medio siglo.
Anunciaba como colaboradores a Raúl Oscar Abdala, Gerardo Ancarola, Atilio Cornejo, Estanislao del Campo Wilson, Jorge L. García Venturini, Carlos María Gelly y Obes, Albero D. Leiva, Manuel Ordóñez, Alberto Rodríguez Varela, Eduardo Ventura y Marcelo Salerno, entre otros. Los secretarios de redacción eran José García Enciso y Roberto Jorge Starke y el tesorero (de poca plata) era Juan Isidro Quesada.
Con el tiempo se fueron agregando colaboradores, como León Rebollo Paz, monseñor Octavio Nicolás Derisi, Alejandro de Gainza, Pbro. Carlos Cuchetti, Victoria Pueyrredon, Hernán Santibánez Vieira, Ramón Barbadori, Roberto Azaretto y un joven que habría de ser presidente por 12 horas, Federico Pinedo, preocupado en abril de 1977 por “el mundo en gran parte antinatural que nos toca vivir, mundo de la ciudad industrial, de las chimeneas que despiden humo ennegrecedor, del automóvil con sus apuros y sus olores, de multitudes y al mismo tiempo de soledad, trae, como consecuencia, el anhelo de evadirse de la realidad. De allí los muchos y distintos modos de escapismos que hoy existen”.
AMABLES TERTULIAS.
Todos los jueves por la noche Ambrosio celebraba unas amables tertulias en su departamento de la calle Uruguay al 1000, donde figuras relevantes como Manuel Ordóñez, García Venturini, Néstor Auza o el padre Cuchetti solían a veces ser expositores, y en las que se comentaba la realidad social. Pero había otra reunión, que no tenía día y hora que era entre las 18 y las 18.30 a la que se accedía solo tocando el timbre, lo único que podía suceder era que el dueño de casa llegara tarde (20.30) de las reuniones a las que concurría en las Academias Nacionales de Derecho y Ciencias Sociales y de la Ciencias de Buenos Aires, de la que era numerario. Si volvía enseguida, su mujer María Cristina nos servía una taza de té ante una mesa repleta de papeles, mientras que la luz de iba apagando en el magnífico contrafrente. Uno de los habituales en ese horario, que recuerdo y con el que a través de los años hemos mantenido una afectuosa relación era Alejandro Domínguez Benavídes, algo más joven que colaboraba muchísimo con Ambrosio en distintas tareas de la administración de la revista. Uno de los temas recurrentes para él, era la figura de monseñor Miguel de Andrea, y la doctrina social de la iglesia, de allí el nombre de la revista, no dejaba de hacernos comentarios sobre el obispo que había renunciado al arzobispado porteño, y había hecho de la Casa de la Empleada una organización modelo para la mujer.
El otro personaje que nos refería en forma permanente era Enrique Shaw, un joven de fortuna, huérfano de madre, que había ingresado a la Escuela Naval en 1935, sin embargo preocupaciones de otra naturaleza lo llevaron a pedir la baja en agosto de 1945, cuando era teniente de navío. “Dada su situación social, la fortuna heredada de su madre y la alta posición de su padre” bien podía darse esa oportunidad y comienza su tarea en la empresa familiar, donde desarrolla una obra increíble, amado por su personal. Cuando una cruel enfermedad lo ataca en plena juventud, llegando un día a presentarse 260 personas para dar sangre y poder recibir las transfusiones. Finalmente este hombre extraordinario había fallecido el 27 de agosto de 1962. Romero Carranza, en poder toda de la documentación que le facilitó la familia, escribió la biografía de Enrique Shaw que se publicó en 1984.
Magnífica obra que es además una historia de la preocupación social de ciertos laicos en lo que hace a la doctrina social de León XIII. El libro finaliza con estas palabras: “Y ese ser alguien, ¿fue verdaderamente llegar a ser un santo?”. En esta beatificación que alegra a la iglesia argentina, no debemos olvidar que el gran promotor de la misma, fue Ambrosio Romero Carranza, fallecido en 1999, a los 95 años, aunque él nacido un 29 de febrero, solía decir cuando llegaba ese día que cumplía muchos menos, recuerdo que para sus 80 decía en broma tengo 20 años bisiestos. Evocábamos esto con Alejandro Domínguez Benavídes colaborador de este diario, que mucho colaboró con el autor en la tarea documental, y sin duda como testigo de ese tiempo, él podrá dar también su valioso testimonio; a la vez que cumplir el sentido homenaje a quien fue el Anunciador, especialmente porque gente por demas interesada y vinculada a la causa había olvidado su nombre.
Publicado en LA PRENSA.

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