ANIVERSARIO DE LA BATALLA DE CARMEN DE PATAGONES.
El día 7 de marzo de 1827 se produce la derrota brasileña en
Carmen de Patagones. Los coroneles Santiago J. Bynnon y Martín Lacarra rechazan
el ataque de una flotilla brasileña de cuatro buques, los que habían
desembarcado previamente unos 600 hombres. Los buques fueron capturados y las
tropas de tierra rendidas.
Para contrarrestar la abrumadora superioridad naval
brasileña, las Provincias Unidas del Río de la Plata acudieron al recurso de
entregar patentes de corso, con el fin de hostilizar el comercio y transporte
imperiales por vía marítima. De esta forma, el fuerte de Carmen de Patagones se
convirtió en un refugio seguro para los corsarios, donde podían desembarcar sus
botines de guerra, reparar las naves, descansar y abastacerse de víveres.
Por este motivo el almirante brasileño Pinto Guedes esbozó
un plan atacar el fuerte y tomar la ciudad, con el fin de escamentar a los
corsarios y cesar sus ataques. Además esto permitiría la posibilidad de abrir
un segundo frente para atacar a Buenos Aires desde el sur, dividiendo de esta
forma a los ejércitos republicanos.
Con el fin de cumplir el objetivo de la toma del poblado, la
Marina Imperial envió una división al mando del capitán de fragata inglés James
Shepherd. Esta fuerza estaba compuesta por los siguientes buques:
La corbeta Duqueza de Goyas, al mando de Sheperd.
La corbeta Itaparica, al mando de Guillermo Eyre.
El bergantín Escudeiro comandado por Luis Pouthier.
La goleta Constanza, al mando de Joaquin Marques Lisboa.
La fuerza estaba compuesta por un poco más de 600 hombres,
de los cuales 250 no eran brasileños.
Al encontrarse Carmen de Patagones demasiado lejos del
teatro principal de operaciones, no se disponía de tropas en buen número para
defender la plaza. El comandante del fuerte Martin Lacarra contaba con un
centenar de infantes, y consigió reclutar unos 80 hombres a caballo, en su
mayoría gauchos, más los corsarios y un piquete de artillería de uno de los
buques en reparación, el Chacabuco. A esto se sumó luego un grupo de negros
voluntarios y un escuadrón de vecinos. Además se proveyó a los pobladores de
Patagones, la mayoría mujeres, con palos, gorros y vestimentas de milicianos,
procurando simular una columna en retaguardia.
En cuanto a la flota, estaba compuesta por:
La sumaca Bella Flor, al mando de Santiago Jorge Bynnon
El bergantín Oriental Argentino, al mando del corsario
francés Pedro Dautant.
Los balleneros corsarios Hijo de Mayo e Hijo de Julio,
comandados por el inglés James Harris y el francés francisco Fourmantin,
respectivamente.
Las goletas Emperatriz y Chiquita; éstas habían sido
recientemente capturadas a los brasileros.
En total, el número de hombres embarcados era de 330,
aproximadamente.
En la mañana del 28 de febrero de 1827, el bergantín
Escudeiro ingresó al río Negro enarbolando otra bandera para engañar a los
defensores. A la entrada del estuario se ubicaba una batería de 4 cañones al
mando del coronel Felipe Pereyra, comenzando el intercambio de disparos. Luego
de superar las defensas en la escaramuza, el Escudeiro franqueó la entrada,
seguido por la corbeta Itaparica.
El 3 de marzo se perdió la Duqueza de Goyas, que había
quedado varada días antes debido a la naturaleza del río y el gran calado de la
nave. Esto produjo 38 bajas entre los invasores.
El 6 de marzo de 1827 los brasileños desembarcaron en la
margen sur una partida de hombres y reclamaron carne fresca a un grupo explorador
criollo, pero el juez de paz Fernando Alfaro dio órdenes de negarles apoyo.
Debido a las dificultades para navegar el río, el comandante
brasileño decidió atacar Patagones por tierra. A la madrugada se produjo el
desembarco general de las fuerzas brasileñas, alrededor de 350 hombres, con el
objeto de marchar sobre la población para tomarla en forma definitiva.
La columna brasileña inició la marcha en la calurosa noche
del día 7, debiéndolo hacer por terrenos arenosos y cubiertos de espesos
matorrales espinosos, que obligaban a transportar a los oficiales sobre los
hombres de sus soldados. Además tuvieron la dificultad adicional de no contar
con un guía competente, lo que llevó a que la columna, compuesta por más de 400
efectivos, se extraviara durante la marcha, alejándose del río y las fuentes de
agua. Este hecho, sumado al calor asfixiante y el terreno desértico, comenzó a
minar las fuerzas y resistencia de los soldados imperiales.
Las fuerzas invasoras llegaron a las 6:30 al Cerro de la
Caballada, completamente extenuados y sin haber podido beber agua por 24 horas,
con el agravante de que el único alimento que pudieron consumir fue carne
salada.
Los defensores, que desconocían la ubicación e intenciones
de la columna imperial, descubrieron las huellas de la avanzada brasileña y
aprestaron los preparativos para la defensa. En el Cerro de la Caballada las
milicias republicanas conducidas por el Subteniente Sebastián Olivera y los
gauchos del baqueano Jose Luis Molina los alcanzaron y presentaron batalla inmediatamente.
Con los primeros disparos cayó muerto el comandante brasilero Shepherd, quien
fue suplantado por Guillermo Eyre. Pronto se vieron rodeados por guerrillas que
procedieron a cercar a los imperiales incendiando la vegetación, hecho que
obligó a Eyre a ordenar la retirada hacia los navíos, sin advertir que los
mismos ya se encontraban copados por los argentinos.
En efecto, la flotilla de naves corsarias al mando de
Santiago Jorge Bynon abrió fuego sobre el Escudeiro, que resistió hasta el
momento en que su esforzado capitán cayó mortalmente herido. Tomado ese buque,
los argentinos atacaron la goleta Constanza, que se había separado del
Escudeiro para unirse a la corbeta Itaparica, nave a la cual no se tardaría en
reducir.
Ante la confirmación de la rendición de su escuadra, Eyre
finalmente se rindió a Alfaro, quien fue elegido junto con otros hombres para
llevar la noticia de la victoria a Buenos Aires.
Como resultado de los combates, quedaron en poder de los
argentinos 3 buques, 28 cañones y numerosas armas. La tropa de desembarco
perdió 40 de los suyos y se rindieron en las naves 10 oficiales y 306 hombres
de tropa. En total, las fuerzas brasileras sufrieron 100 bajas y se tomaron 579
prisioneros, entre los cuales 200 británicos, que pasaron a engrosar las filas
patriotas.
Los buques capturados fueron renombrados y pasaron a
integrar la escuadra del Almirante Brown. El “Itaparica” se denominó
“Ituzaingó”, el “Escudiero” se convirtió en el “Patagones” y la “Constanza “
pasó a llamarse Juncal”.
En la Iglesia Nuestra Señora del Carmen se conservan dos de
las 7 banderas imperiales brasileñas que se conquistaron el 7 de marzo de 1827.
Los antecedentes de esta batalla se pueden remontar a
septiembre de 1816, cuando el Marquéz de Laguna, Carlos F. Lecor, invade la
Banda Oriental con casi 10.500 hombres, continuando con la política
expansionista de los portugueses sobre los dominios españoles iniciada en el
siglo XVI.
La reacción del gobierno de las Provincias Unidas fue
solamente la de realizar protestas diplomáticas, encontrándose encarando de
lleno la guerra por la independencia. En septiembre de 1922 se inicia el
proceso de independencia del Brasil, consagrando a Pedro I emperador del Brasil
en octubre de ese mismo año. Más de un año antes un congreso títere convocado
por Lecor en la Banda Oriental proclamó como provincia Cisplatina del Brasil a
dicho territorio.
En abril de 1825, partiendo dese San Isidro, Lavalleja y
Oribe inician la gesta de los 33 Orientales, con el fin de sublevar a la
población. El 25 de agosto de 1825, convocan un congreso reunido por Lavalleja
en la Florida, declara la independencia de Brasil y la reincorporación a las
Provincia Unidas. Luego de esto los orientales vencen a las tropas imperiales
en Rincón de las Gallinas el 24 de septiembre y en Sarandí el 12 de Octubre de
1825. Juan G. de Las Heras, gobernador de Buenos Aires y encargado de
Relaciones Exteriores de las Prov. Unidas, dispuso el aumento de las tropas y
nombró a Carlos María de Alvear Comandante en jefe del Ejército, comprendiendo
que los hechos que se iban sucediendo desembocarían en una guerra con el
Imperio del Brasil. Esto se concreto el 10 de diciembre de 1825, cuando Brasil
declaró la guerra a las Provincias Unidas del Río de la Plata, quienes
respondieron el 1 de enero de 1826. Desde el 21 de diciembre la flota imperial
bloqueó todos los accesos a los puertos del Río de la Plata. A partir de aquí
comienza la guerra contra Brasil, el 13 de enero de 1826, se nombra a Guillermo
Brown comandante de la Marina Republicana, a lo largo de este año se libran una
serie de batallas pero ninguna decisiva. 1827 comenzó con la Batalla de Juncal,
el 8 de febrero, donde G. Brown destruyó la escuadra al mando de Jacinto Roque
de Senna Pereyra.
En la Batalla de Bacacay, Juan Lavalle, derrota a Bentos
Manuel, luego de retirarse, las tropas imperiales se rehacen y contraatacan, el
general Lucio Mansilla es enviado por Alvear en auxilio de Lavalle, en Arroyo
Ombú, Mansilla con sólo 350 hombres derrota a los más de 1.100 de Bento Manuel
Riveiro. Esto privó a las tropas del Imperio de fuerzas que necesitaría en la
batalla que se avecinaba. El 20 de febrero de 1828 se libra la Batalla de
Ituzaingó, donde el ejército Nacional al mando de C. M. de Alvear derrota a las
fuerzas del Marquéz de Barbacena infringiéndole 1.150 bajas, entre muertos, heridos
y prisioneros.
Estos hechos inclinaron la balanza hacia el lado
republicano, por esto las autoridades del Brasil buscan la forma de revertir la
situación. La disparidad de fuerzas, abrumadoras a favor del Imperio no habían
logrado cosechar triunfos, la derrota en Juncal dañó el prestigio del Almirante
Rodrigo Pinto Guedes, era por esto necesario restablecer la confianza en el
poderío naval del Brasil. Comenzó entonces a planearse la invasión a Carmen de
Patagones.
Este poblado era utilizado por los corsarios como base de
aprovisionamiento y reparación, lejos del puerto de Buenos Aires y del bloqueo
de las naves brasileras, lo que les permitía actuar con total impunidad contra
el comercio del imperio, causando prejuicios económicos enormes. La segunda
parte del plan de invasión preveía, luego de la ocupación, llevar adelante
tratados con los indígenas, para abrir un nuevo frente de guerra para las
Provincias Unidas.
Hacia finales de 1825, el gobierno le encarga al Coronel de
Campaña Juan Manuel de Rosas, la realización de un tratado con las tribus
locales, buscando la paz y que se sumaran a la defensa del territorio nacional.
Esto estaba plagado de complicaciones ya que las campañas
llevadas a cabo por Martín Rodriguez en años anteriores habían dejado muy
irritados a los jefes indigenas. Ante la desconfianza de los naturales Rosas
preparó una reunión en Tandil a la concurre sólo. En “Vida de Juan Manuel de
Rosas” Manuel Gálvez relata: Rosas en un inaudito acto de valor, se presenta
sólo. Pero él conoce a los indios, sabe que apareciendo sin comitiva demuestra
confianza en ellos y propósitos de paz. Rosas asiste a la llegada espectacular
de algunos caciques al son de cornetas y bocinas, paso a paso y con numerosas
comitivas. Cuando están a doscientos metros del lugar donde se celebraría el
parlamento, gritan salvajemente, corren de un lado a otro en desorden y simulan
un combate alrededor de su cacique. Luego forman en batalla. Bello espectáculo
que millares de bárbaros, todos a caballo, ordenados como ejército, en la vasta
extensión pampeana. Tras escuchar los reclamos de los indios, Rosas prometió un
tratado con el gobierno de Buenos Aires. Viajó de inmediato y expuso ante el
gobierno los reclamos, este formó una comisión al mando del propio Rosas, del
Coronel de Coraceros Juan Galo Lavalle y del ingeniero Felipe Senillosa, para
la demarcación de la frontera. En la estancia “Los Cerrillos” propiedad de
Rosas se firmó el Tratado, asegurando la frontera con los naturales, el 31 de
octubre de 1825.
Esto no hizo desistir a los brasileros de tratar de lograr
una alianza con los indígenas, pues no todos los caciques aceptaron. Esto
sumado a los informes de inteligencia que comunicaban que Carmen de Patagones
contaba con escasas fuerzas y no pasaba de ser un asentamiento, confió a las
autoridades del Brasil, en que la victoria era posible y sencilla. Se alistó
una división compuesta por las corbetas Duquesa de Goyaz e Itaparica, el
bergantín goleta Escudero y la goleta Constancia al mando del capitán de
fragata James Shepherd. Estas naves sumaban 55 piezas de artillería y
embarcaron cerca de 400 infantes de línea junto a los 254 marineros, en total
654 hombres; partieron desde Maldonado en la Banda Oriental y llegaron a Carmen
de Patagones el 25 de febrero de 1827.
El poblado de Carmen de Patagones contaba en ese tiempo con
alrededor de 500 habitantes, casa de adobe, con un fuerte construido sobre una
lomada que baja al río, piso de arena y solo tres lados ya que el cuarto debía
ser ocupado por el cabildo que no llegó a construirse, construidas de adobe y
tosca, de tres varas y media de alto y una vara y media de ancho. Las fuerzas
militares a cargo del coronel Martín Lacarra, quien había pedido constantemente
refuerzos a Buenos Aires, contaba apenas con 144 infantes y un escuadrón de 80
vecinos y 20 gauchos para caballería, organizados por el coronel Felipe
Pereyra. Los pedidos de Lacarra se vieron corroborados cuando la nave imperial
Rio da Prata persiguió hasta el poblado al corsario Lavalleja, tras capturarlo
e intentar salir del río, fue tomado por hombres de la guarnición, el botín que
traía el Lavalleja entre los que se encontraban negros que iban a ser
destinados a esclavos, fueron liberados y participarían luego en la defensa de
la ciudad. A estas fuerzas se sumaban los tripulantes de la fragata Chacabuco,
en reparación en el puerto, al mando de Santiago Jorge Bynon. Lacarra dispuso
dado el estado del buque que se desembarcaran los cañones y se instalaran en el
fuerte. Se encontraban en el puerto también al momento de la llegada de las
naves imperiales, el bergantín Oriental Argentino del capitán Pedro Dautant y
las balleneras Hijos de Julio e Hijos de Mayo, las goletas Emperatriz y
Chiquilla presas de los corsarios y la zumaca Bella Flor. En total alrededor de
200 hombres más. En Punta Redonda se había establecido una batería con cuatro
cañones y cuarenta proyectiles servida por los esclavos liberados y dirigida
por el coronel Felipe Pereyra.
El 28 de febrero las fuerzas imperiales comenzaron las
operaciones ofensivas. La Itaparica y el Escudero avanzaron intercambiando
disparos con la batería de Punta Redonda. Los siguió la corbeta Duquesa de
Goyaz, al desconocer los capitanes brasileros la barra del río, la corbeta quedó
varada y fue destruida por el viento y el oleaje, la Constanza estuvo a punto
de varar también pero pudo zafarse. El hundimiento de la Duquesa le costó entre
35 y 40 muertos, siendo el resto rescatados por los otros buques. La batería de
Punta Redonda batió a la flotilla hasta agotar la munición y se retiraron. Los
imperiales desembarcaron, desmontaron los cañones y volvieron a embarcar. El 29
volvieron a desembarcar, pero desconociendo la zona se perdieron y una partida
de caballería aprovechó esto para quemar sus botes y víveres en la playa
quedando aislados. Shepherd avanzaba lentamente debido al desconocimiento del
río y a la suerte corrida por la Duquesa de Goyaz. Lacarra aprovechó esto para
convocar un consejo de guerra en el que se decidió pasar a la ofensiva.
Decidieron acantonar una parte de los infantes en el fuerte y el resto
embarcarlo en las naves corsarias para atacar a la división invasora. Mientras
tanto partidas de caballería patrullarían la costa en previsión de nuevos
desembarcos y aprovechando su movilidad y conocimiento del terreno hostigar a
los imperiales.. El 6 de marzo Bynon acompañado por el práctico White realizó
un reconocimiento de los buques enemigos y consideró posible una acción contra
ellos. Mientras tanto Shepherd considerando el lento avance por el río y las
varaduras que se sucedían una tras otra, decidió desembarcar con unos 323
hombres a cuatro leguas y media del poblado.
Envió una proclama a la población que decía: “Nos han
conducido a este punto las ideas más puras, pero son Uds. Quienes han iniciado
las hostilidades. Hemos probado nuestra generosidad respetando vuestras
propiedades, en las dos márgenes del río, que poseíamos con mucha superioridad,
pero vuestra resistencia va a encaminarlos a la ruina. Permaneced tranquilos en
vuestros hogares, vuestras personas y propiedades serán respetadas, caso de
acceder a mi justa solicitud, pero en caso contrario incendiaré vuestras
habitaciones. Capitán James Shepherd.” Creo que se puede deducir el origen de
este “noble señor”.
Una de las partidas de caballería detecta el desembarco e
informa a Lacarra. Shepherd, con sus hombres toman a algunos baqueanos para que
los guíen, estos guían a los imperiales a través de los médanos y dando grandes
rodeos. Luego de hacerlos marchar varias horas, en plena oscuridad, Shepherd y
sus tropas llegan el 7 de marzo a la madrugada al Cerro de la Caballada, ahí se
percata que la posición está mejor defendida de lo que le habían informado.
Desde el fuerte abren fuego de fusilería y cañones sobre las tropas. Shepherd
cae muerto con uno de los primeros disparos. Mientras tanto el subteniente
Sebastián Olivera con la caballería gaucha ataca los flancos. Sin su jefe los
infantes se retiran hacia la costa pero son sorprendidos en unos pastizales
secos por la caballería que incendia dicho lugar. Para completar el cuadro, las
naves hacia las que huían estaban tomadas por los corsarios. Luego de esto y
sin posibilidad de lucha, se rinden 11 oficiales y 312 soldados. Mientras esto
sucedía en tierra, Bynon a bordo de la zumaca Bella Flor y Dautant en el
Oriental Argentino, Harris en la Goleta corsaria Emperatriz y Soullin en la
Chiquilla, atacan los buques brasileros. Bynon toma al Escudero y muere en esta
acción su capitán el francés Clemente Pouthier. Harris cobligó a rendirse a la
Constancia y la Itaparica trató de escapar pero fue atacada y capturada por los
corsarios. En esta batalla Juan Bautista Thorne, futuro héroe de la Vuelta de
Obligado sería el primero en saltar a la cubierta de la Itaparica y arriar su
pabellón.
El recuento final de la batalla dejó un saldo de: 7
banderas, 28 cañones, 1 capitán teniente, 4 tenientes primeros, 10 ttes.
segundos, 1 alférez, 2 guardiamarinas, 4 primeros pilotos, 3 comisarios, 3
médicos, 3 escribanos, 532 marineros e infantes, además de 3 buques, el
Escudero, el Constancia y el Itaparica. 346 fusiles con bayoneta, 280 sables de
abordar, 38 pistolas y numerosos pertrechos capturados. Los muertos ascendieron
a 56 del bando imperial y 6 heridos.
Los defensores tuvieron 4 muertos y 13 heridos además de
perder 4 cañones de la Batería de Punta Redonda. Los buques capturados fueron
renombrados y pasaron a integrar la escuadra republicana. El Itaparica se
denominó Ituzaingó, el Escudero en Patagones y la Constancia llevó el nombre de
Juncal.
Las noticias llegaron a Buenos Aires, pero no tuvieron la
repercusión que merecían al estar inmersos en la guerra civil desata por los
desaciertos de Rivadavia. La derrota en Patagones trajo consigo un aumento en
las acciones de los corsarios sobre el comercio imperial. El 20 de octubre de
1827, tres nuevos buques imperiales se presentaron ante Carmen de Patagones, la
integraban la corbeta Masayo de 21 cañones y los bergantines Independenza y
Caboclo de 14 y 12 cañones, al mando del capitán Eyre, segundo de Shepherd. La
Masayo y el Independenza quedaron varados siendo hundidos por los fuertes
vientos y los cañones de los defensores, muriendo 50 de sus tripulantes y
quedando prisioneros 80 entre jefes, marinos e infantes. El Caboclo logró
escapar. En la catedral de Carmen de Patagones aún se conservan dos de las
banderas tomadas en el primer ataque.
Fuentes: Historia de la Guerra del Brasil, Amadeo Baldrich,
Eudeba, 1975
Carmen de Patagones, la invencible, Revista Todo es Historia
Nº 12 Scenna Miguel Angel.
Fuente de la publicación: Gotitas de la historia.
http://gotitasdehistoria.blogspot.com.ar/2011_02_01_archive.html
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