Ceferino, el nombre de los ruegos y agradecimientos de los fieles.
Productores que piden trabajo, madres que dan fe de la cura de un familiar, jinetes que recorren kilómetros para rezarle al beato. El Chimpay de la devoción.
Una fuerte helada -6 grados bajo cero- alteró los planes de los productores de cerezas. Pasaron toda la noche del viernes combatiendo el frío, protegiendo sus plantas. Pero ninguno faltó a la cita de ayer. A media mañana, agotados, estaban al pie de la figura de Ceferino.
Los ruegos no saben de cansancio en este lugar: “El trabajo en Chimpay es escaso y la mayoría la estamos pasando muy mal. Hoy le pedimos una ayudita a nuestro hermano Ceferino para que nos permita tener trabajo”, dicen los hombres, mientras se acercan a repetir esas palabras, en una oración silenciosa, al Beato.
Como ellos, miles de fieles se siguen sumando para el que será el momento culmine de la 46ª peregrinación por los 130 años del indio mapuche Ceferino Namuncurá: la misa principal de hoy.
Algunos descansan en los bancos; otros extienden sus manos hacia la figura que centraliza la devoción de todos los que llegaron aquí; la mayoría, reza.
Desde Plaza Huincul se sumó la agrupación gaucha “Servidores de la Virgen Nuestra Señora San Juan de Los Lagos”, que cabalgó 35 kilómetros con la imagen de la virgen delante.
El pedido de los productores, parece extendido. El obispo Esteban María Laxague, pidió los fieles que “sean transmisores de fe y de esperanzas para todas aquellas personas que hoy no la están pasando bien”.
En la pequeña localidad, que por estos días desborda de gente, conviven la devoción por Ceferino, y el comercio.
La fe se vive al pie del santuario, en los alrededores de la figura del beato. El comercio se multiplica en un predio que suma 200 locales: desde stands de comida a la feria artesanal, pasando por una variada selección de medallitas alusivas a este encuentro.
En el pie del santuario, todos tienen una historia de agradecimiento; un momento milagroso que contar.
Con lágrimas de emoción, Griselda Fernández muestra las fotos de su hija Soraya, de 32 años, que vive en Villa Regina, y que sufrió un accidente cuando se quemó con aceite. “Vine a pedirle a Ceferino y me concedió el milagro. Sin cirugías recuperó su rostro”, asegura la mujer. María Inés Curruman también celebra. La mujer viajó desde Bariloche para compartir el reconocimiento junto a la figura. Su hijo, que ya tiene 20 años, llegó muy enfermo diez años atrás. “Me aferré con mucha fe a Ceferino”, dice ella, que desde una década hace el trayecto para participar de esta ceremonia que hoy tendrá su momento más convocante.
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