Era un sueño. El más difícil. De esos sueños que uno cree que
nunca van a dejar eso, un sueño. Pero no. Llegó. Los Leones son campeones
olímpicos en lo que fue la mayor proeza de la historia del hockey argentino.
Bélgica era la última piedra en un camino que desde el debut cruzaron con pie
de plomo. El estadio de Deodoro fue el escenario en el que este grupo de
muchachos liderados por un Chapa Retegui que formó este grupo a su imagen y
semejanza. La historia está para escribirse y estos pibes hoy la escribieron
mejor de lo que la soñaron. Son dorados y eternos.
La tarde en Deodoro pintaba negra. No solo porque el picante
sol hacía que la temperatura superara los treinta grados, sino porque en el
primer avance del partido el conjunto europeo gritó primero. Fue un desvío del
delantero Tanguy Cosyns, quien sorprendió a Vivaldi para poner el 1-0 y
enmudecer a una hinchada argentina que sintió el golpe. Y el equipo
también. Pero si algo daba tranquilidad
en ese panorama adverso es el tremendo poderío del corner corto argentino. Y
apareció cuando más lo necesitaba.
Se terminaba el primer cuarto y Pedro Ibarra, tras un enorme
engaño de Gonzalo Peillat, puso de arrastrada el empate que metió de nuevo el
partido a foja cero. Y pegó dos veces Argentina. Porque tras una gambeta de
Lucas Vila, la bocha derivó en Ignacio Ortiz, quien liquidó a Vanash, para irse
2-1 en el primer cuarto. Todo mejoró cuando apareció el súper efectivo Peillat,
quien por algo fue el goleador del torneo con 11. Su corto es el más letal del
mundo del hockey y el ‘Hacha’ no desaprovechó el único tiro al arco para poner
el 3-1. Todo había cambiado.
A partir del tercer cuarto, el partido se jugó con las
condiciones de Bélgica, un poco por necesidad y otro porque los de Retegui se
replegaron en busca de un contragolpe que nunca llegó. Pese a que los “Red
Devils” tenían el control de la bocha, el arco de Juan Vivaldi no sufría
sofocones graves. Parecía que terminaría así el tercer cuarto. Pero un jugadón
de Gauthier Boccard hizo que la tarde tomara más épica. Un gol de distancia. Y
a sufrir.
Y vaya que sufrió Argentina. Muchísimo. Los pocos brasileños
que llegaron a Deodoro empezaron a jugar su partido y faltando diez minutos
empezaron con el “eu acredito (yo creo)” en honor a los belgas, que eran
minoría. Y dentro de la cancha las sensaciones no eran fáciles. Los Leones
perdían terreno y sufrieron dos corner corto que defendieron notablemente. Los
nervios se agrandaban a medida que el cronómetro se comía los segundos. La
hinchada haciendo que los jugadores se sintieran locales. El Chapa Retegui
gritando desesperado para sacar del fondo a un equipo que ya estaba en el
método ‘como sea’.
Los europeos jugaron los últimos 2.51 con arquero/jugador y
echaron todo en busca de un empate que los llevase a los shoot out. Dos
minutos. Tensión. Un minuto treinta. La bocha recorría el campo argentino sin
que ningún albiceleste la pudiera tocar. Hasta que Agustín Mazzili robó una
bocha en la salida y sentenció la historia. Acompañó la bocha, caminando, hasta
dentro del arco vacío. Y se sentó, esperando el abrazo de sus compañeros.
Argentina era campeón olímpico en hockey por primera vez en su historia. En uno
de los dos países (NdeR: el otro es China) en el que las mujeres federadas son
muchas más que los hombres (120.000 contra 10.000). En ese contexto este equipo
eliminó a los mejores y logró lo imposible. Porque mejor que soñar, es vivir.
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