El Gobierno es una necesidad de civilización, porque es
instituido para dar a cada gobernado la seguridad de su vida y de su propiedad.
Esta seguridad se llama y es la libertad. Luego el objeto del Gobierno, que es
la libertad, es el más noble y santo en sí mismo cuando llena su deber
esencial, que es proteger la seguridad de la vida y de los bienes de todos y
cada gobernado, substancia y meollo de la libertad.
¿Qué exige la riqueza de parte de la ley para producirse y
crearse? Lo que Diógenes exigía de Alejandro: que no le haga sombra.
En efecto, ¿quién hace la riqueza? ¿Es la riqueza obra del
gobierno? ¿Se decreta la riqueza? El gobierno tiene el poder de estorbar o
ayudar a su producción, pero no es obra suya la creación de la riqueza.
La riqueza de las naciones es la obra de las naciones, no de
sus gobiernos. Si no tuvieran otro fabricante de sus riquezas que los
gobiernos, todas las naciones, sin excepción de una sola, estarían en la
miseria. El gobierno por su institución y destino, representa un gasto, un
consumo de la riqueza nacional.
Un pueblo condenado a ser libre por la mano de su Gobierno
tiene que esperar siglos para entrar en posesión de su libertad, porque cada
libertad que el Gobierno le devuelve es una parte de su poder que abdica. Y como
no tiene quien le obligue a abdicar sino un pueblo educado en la obediencia
absoluta, es decir, ininteligente y desinteresado en la cuestión de su propia
libertad, no será ese Gobierno el que se apure a devolver los poderes de que
goza y disfruta.
En Inglaterra , es decir, en el país mas libre y próspero
del mundo, por una estatua consagrada a un soldado se ven diez dedicadas a
grandes hombres de Estado, a grandes inventores, a grandes viajeros, o
exploradores, a grandes y útiles talentos. Los grandes guerreros ceden allí su
puesto de honor a los grandes arquitectos, a los grandes ingenieros, a los
grandes agricultores, a los grandes genios del arte y de las ciencias.
Cuando decimos que ella ha hecho de la libertad un medio y
una condición de la producción económica, queremos decir que la Constitución ha
impuesto al Estado la obligación de no intervenir por leyes ni decretos
restrictivos en el ejercicio de la producción o industria comercial y marítima;
pues en economía política, la libertad del individuo y la no intervención del
Gobierno son dos locuciones que expresan un mismo hecho.
Todo lo que el gobierno puede hacer para llevar a la Nación
a enriquecerse, toda su economía, está encerrada en estas tres simples cosas, a
saber: Libertad, Seguridad, Tranquilidad. Lejos de ser reducido su número, se
podría aún refundir en una sola: la seguridad, que representa sumariamente la
libertad y la paz. Pues estas últimas son la supresión de los pretextos que
sirven a los gobiernos para desconocer todas las garantías en nombre del bien
público.
El gobierno representa el consumo, no la producción. Los
funcionarios de las naciones latinoamericanas, en su mayor parte, absorben
todos los créditos y préstamos extranjeros con sólo mejorar sus salarios. Hay
demasiado gobierno.
Los estados son ricos por la labor de sus individuos, y su
labor es fecunda porque el hombre es libre, es decir, dueño y señor de su
persona, de sus bienes, de su vida, de su hogar. La omnipotencia del estado es
la negación de la libertad individual.
El Gobierno no ha sido hecho para hacer ganancias, sino para
hacer justicia; no ha sido creado para hacerse rico, sino par ser el centinela
y el guardián de los derechos del hombre, el primero de los cuales es el
derecho al trabajo, o bien sea la libertad de industria.
En Sud-América se toma por reforma de un país, lo que es
reforma de un papel escrito. En lugar de cambiar la educación de sus hombres,
cambian las palabras de sus leyes y con eso creen haber hecho una revolución,
una reforma
La idea de una industria pública es absurda y falsa en su
base económica. La industria en sus tres grandes modos de producción es la
agricultura, la fabricación y el comercio; pública o privada, no tiene otras
funciones. En cualquiera de ellas que se lance el Estado, tenemos al gobierno
de labrador, de fabricante o de mercader; es decir, fuera de su rol
esencialmente público y privativo, que es de legislar, juzgar y administrar.
La soberanía reside en el pueblo, pero el pueblo no es
soberano de mi libertad, ni de mi inteligencia, ni de mis bienes, ni de mi
persona, que tengo de la mano de Dios, sino por el contrario, no tiene
soberanía sino par impedir que se me prive, de mi libertad, de mis bienes, de
mi persona. De modo que cuando el pueblo o sus representantes, en vez de
cumplir con ese deber, son los primeros en violarlos, no son criminales
únicamente, sino también perjuros y traidores.
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