–Doctor Ponce de León...
–Sí presidente –respondió Pepo y se paró rápido y tan torpe que tiró su silla.
–Lástima que usted haya rumbeado para el peronismo...
–Bueno presidente, lástima que usted no agarró para el peronismo. Sabe las plazas que le hubiéramos llenado... presidente...
–Buen orador, buenos argumentos los suyos –le respondió Raúl Alfonsín y hubo manos estrechadas. Todo sucedía en el restaurante España, de Santa Fe capital. Corría abril del 94. Días de la reforma a la Constitución Nacional. Pepo se levantó de su silla, Alfonsín de otra y conversaron durante más de dos horas.
Rodolfo Ponce de León jamás se imaginó desplegando vida pública sin ser abogado y peronista. Nació en Santa Fe pero se crió en San Isidro hasta que lo atrapó el servicio militar. “La pasé bomba... Estaba junto al 1 de Infantería, en Palermo, me encargaba de no sé qué huevada, no tenía jefes gorilas y era amigo de un tipo que tenía un hotel alojamiento por la calle Cerviño, comíamos todos los días juntos”, solía recordar Pepo.
Nacido en cuna rabiosamente antiperonista, abrazó esta causa mientras cursaba el secundario en el Nacional San Isidro. “Un calvario ser peronista en esas tierras... zona de King Kongs puros, puros”, comentaba.
Logró el título de abogado en la UBA. Tiempos en los que conoció a Fernando Laría, alias Coya y también peronista. “Vente conmigo a Roca, trabajamos los sindicatos... hacemos política. Todo por hacer, Pepo”. Y Pepo arrancó hacia un valle del cual se enamoró perdidamente. “Cuando me tuve que exiliar durante la dictadura, por las noches soñaba con Roca, con Cipolletti... ¿Sabes con qué soñaba? Con el buzón rojo que tenía el Correo de Roca... ahí en Tucumán y Avenida Roca. Ahí siempre me paraba un rato. Me apoyaba en el buzón, charlaba con uno, con otro... Mirá, cuando volví seis años después, el Gringuito Soria me fue a buscar al aeroparque de Neuquén. Cuando entramos a Roca le dije que pare un momento en el Correo, salí del auto y me abracé al buzón. Lo que no le perdono a Menem fue que privatizó tanto que hizo desaparecer a mi buzón”, recordaba siempre Pepo.
Porque claro día del 76, Pepo caminaba rumbo a su estudio y se cruzó con el Vasco Artola, ciudadano de Roca. “Pepo, no sigas, no dobles la esquina, te está esperando el ejército”. Pepo pasó a una vida clandestina en una chacra. “Durante esos días me ayudaron muchos... pero recuerdo muy bien a dos colegas: Federico Rúa y Iglesias Hunt”. Luego, el exilio: Costa Rica.
Buen lector. Abogado laboralista. Agrio en política fue Rodolfo Ponce de León. Gran capacidad para la metáfora. Ágil en el manejo de la palabra. Fue convencional en la reforma de la Constitución de Río Negro, 1988. También en la reforma de la Carta Magna argentina. Fue docente. Pepo tuvo tres hijos. Pepo murió ayer.
Publicado en Diario "Río Negro", 21 de octubre de 2018.-
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