FRONDIZI, El apóstata por CARLOS PISTELLI.
El 23 de febrero de 1958, Arturo Frondizi ganaba las elecciones presidenciales para el período 58/64. No terminaría su mandato. Víctima de los disensos de la época, de su propia invertebrada costumbre de acomodarse con tirios y troyanos, y de un tiempo, que venimos a contar.
Perfil del apóstata..
Debo advertiros que no es Frondizi un personaje que me genere simpatía. Es más, me genera una profunda antipatía. Indudablemente su figura se agiganta por todo lo que tenemos en la actualidad. Y porque alguna pegó el hombre, para que negarlo. Pero, en general, no me lo trago.
Buscando información sobre el radical rosarino Agustín Rodríguez Araya, terminé leyendo toda la información que tenía a mano de Frondizi. Mis abuelos fueron dirigentes del MID, mi abuelo particularmente, caudillo de la UCRI en Formosa, y la mayoría de lo que aprendí sobre él, me vino por esa influencia. Pero, reitero, a mí nunca me cerró. O sea que el doble esfuerzo de escribir una nota sobre su llegada al poder, viene de la mano de abstraerme de hacer consideraciones lapidarias hacia el personaje.
Frondizi es un líder intelectual. Uno de los pocos que se convierte en referente político, y no en líder, justamente, fruto de un talento “cerebral”. No es aquel dirigente típico que construye poder con su voluntad y ambición. Ambición que, por otra parte, Frondizi tenía. Noto en rasgos de su personalidad, una propensión a la melancolía y a la depresión, que constatando episodios donde manifiesta energía y sagacidad, me da la tecla que el hombre debió sufrir algunos signos bipolares. Perdónenme estas palabras medio nelsoncastristas. Todos los que le tratan, refieren que era bastante haragán, que ni siquiera escribía sus propias cartas personales, que hacía dictar a su esposa Elena. He ahí la importancia capital de su sociedad con Rogelio Frigerio: Frigerio era la energía que canalizaba las dotes intelectuales del referente.
Otro dato que no es menor, es que las libertades coartadas en los tiempos del peronismo, dieron a Frondizi un perfil que no era el verdadero. Pocos conocían su falta de energía para resolver situaciones, su permanente desidia, a dejar que otros hicieran lo que él debía. Cuenta uno de sus más estrechos colaboradores, que cuando le planteó que debían formarse cuadros políticos para prepararse para la contienda, Frondizi le delegó la responsabilidad de hacerlo, tema que debió haber afrontado él por ser quien era. Todo lo contrario a Balbín, su antítesis, que era energía, choque y carisma. Cuando se presentó la oportunidad, y en la Presidencia de la República, todos advirtieron que el dirigente intachable, era un buen hacedor de frases, de los mejores, seguro, pero un perfecto inútil para conducir un barco tan complicado como el argentino..
La ruptura en ciernes,.
Frondizi tuvo la capacidad de observar que el discurso radical se había quedado entre 1928 y 1937. La idea de machacar contra las libertades y la corrupción del régimen peronista era buena bandera, pero no alcanzaba como programa. Bueno, Ud. me dirá, hay una seudo chaqueña que ha hecho política de ese modo. Es lo que le digo: Frondizi parece San Martín comparado con el presente. Y aún el programa de la intransigencia, con Lebensohn como el audaz perseverante de la Declaración de Avellaneda, era buenísima en la letra, pero a la hora de gobernar el pragmatismo impone condiciones. Pero aún así: Frondizi era respetado como un ‘hombre con programa’, el que sabía lo que hay que hacer. La desilusión que forjó su presidencia entre sus más respetados amigos, es de una desazón indescriptible. A un hombre que hace prédica de intachable moral y prestigio programático, no se le perdona así pos sí, que trastoque todo por mantenerse en el sillón de Urquiza.
Frondizi se hizo un nombre defendiendo las garantías constitucionales; Una prédica contra la corruptela que envolvió los años finales de la conducción de Marcelo (que perdonó en su presidencia); Su crítica brillante al peronismo sin caer en las salvajadas de sus compañeros de bloque; Y el experto conocedor de la importancia del petróleo en el páis. Su famoso libro “Patria y Petróleo”, que la pluma de Hurtado de Mendoza apuntó en los borradores, era una denuncia de los planes pragmáticos del último Perón del ’54 y las californias. El general dijo entonces:
Yo creo que YPF no tiene ni capacidad organizativa ni capacidad técnica ni capacidad financiera para un esfuerzo de esa naturaleza. Los sistemas empleados en la Argentina distan mucho de los nuevos métodos de exploración, prospección, cateo y exploración racional de los yacimientos modernos. Los costos de producción de YPF son absolutamente antieconómicos. Hacer de esto una cuestión de amor propio es peligroso y estúpido… Estos nacionalistas de opereta han hecho tanto mal al país con sus estupideces como los colonialistas con su viveza. Unos negativos y otros excesivamente positivistas representan dos flagelos para la economía del país”.
Frondizi arreció en las críticas… Para terminar haciendo, exactamente lo mismo, en el gobierno, con una nota irónica del ministro peruca encargado de los acuerdos: “ha visto ud que ser opositor no es lo mismo que ser gobierno”.
¿Qué llevó al Frondizi en el gobierno (1958-1962), a contradecir su historia política de casi treinta años?. Es el caso más extraordinario de un hombre público que rompe con su trayectoria para mantenerse en el poder. El garante de las libertades públicas, las conculcó de manera tremenda; El experto en petróleo ypfeísta, hizo todo lo contrario a lo que manifestó hasta horas de asumir; El asesorado por Scalabrini Ortíz (cuánto lo lamentaría don Raúl), planificó destruir el viejo riel ferroviario, no modernizarlo; El hombre que daba cátedras sobre ‘desarrollo’, abriéndole el GOBIERNO a don Álvaro, sin quejas ni lamentaciones; El histórico radical defensor a ultranza de la Reforma del ’18, abriendo el juego a las universidades católicas; el antiimperialista de voz firme, al debilucho amigo de Kennedy; En una contradicción tras otra, que en la memoria de sus colaboradores radicales, encima, venía acompañada con la traición personal de dejar en banda a sus más leales, y consecuentes, amigos. Todo lo que se dijo de él entre 1938 y 1958, por parte de esos radicales quedados en el tiempo que le acusaban de arribista y tránsfuga, se cumplió a pie puntillas. Y, además, un despechado Aldo Ferrer, una de las mejores mentes del frondicismo, que esperó en mano, ante promesas hechas, el ministerio de hacienda, dando a entender que no fue todo color de rosas la economía presidencial como pintan los cuentos midistas..
Puede un hombre con la capacidad, que la tenía reitero, transfuguear todo su programa político en “aras de la República”, como repetía. Por el solo hecho de terminar su mandato? Nunca he entendido, realmente, a qué se debe tanta pasión por un indolente incapaz de hacerse fuerte una sola vez en su mandato. Uds me dirán: Había que estar en sus zapatos. Nadie lo animó tanto a ocupar ese cargo difícil, que él mismo. En un momento, pensando que la ruptura del partido estaba latente, prefirió repetir la fórmula del ’51: Balbín pondría la jeta, que para eso era bueno, y él gobernaría entre bastidores. No se quedó en ese papel. Sabiendo que su prematura candidatura, (la cual apuraba a la “fusiladora”, de la cual fue estrecho colaborador, hasta que se dio cuenta que ‘peronizarse’ un poco, daba más rédito), rompía el partido, le ofreció la vicepresidencia a Larralde, ícono moral y radical, al que dejó en banda apenas supo que no necesitaba su influencia para fortalecerse. Rompió un partido por, como decía Alem, “la impaciencia de los ambiciosos”.
Y, por supuesto, el acuerdo con Perón, que negó una y otra vez, por la Patria y por su Honor, hasta que Perón, que no es un bebé de pecho, ni mucho menos, harto, blanqueó la situación, dejándolo en el orsai más grande de la historia argentina: Acto seguido, nombró a Alsogaray. Sus días como dirigente, si alguna vez lo había sido, se terminaron entonces, y todavía le faltaban tres años de gobierno..
Creo, a riesgo de equivocarme, que Frondizi cometió el mismo error que cometen aquellos que son buenos para ser segundos: Se creyó un buen primero. Tenía toda la capacidad para serlo. Dejar las mieles del poder en otro (Balbín reitero), mientras que él, con muñeca, manejaba las cosas. Hubiera sido un gran ministro, un excelente canciller, fase diplomática de su vida presidencial que lo caracterizó con creces, aún en sus volteretas. Pero quiso el premio mayor. Y para ocupar ese cargo, se puede cagar una vez a un amigo, a dos, a diez, a cien: pero se necesita la suficiente energía, encima en un medio tan álgido como el que le heredaba la fusiladora y el peronismo proscripto, que él no tenía. Un Avellaneda con menos carácter, y talento, que el tucumano, y, encima, sin un Alsina o un Roca que se impusieran cuando don Nicolás arrugaba. Illia no tenía la capacidad intelectual de Frondizi, pero al menos no le faltaron energías, y se admitió como un ‘gorila’ sin ambages. Frondizi, ni siquiera eso..
1954-1957.–
Se respiraba el golpe a Perón, porque, como le dijo el cura Benítez, “cuando todo suena a Perón, ¡Suena Perón!”. El General también estaba cansado, y los errores se reiteraban. Nunca entenderé su pelea con la Iglesia, que le abrió una brecha a la oposición, increíble. Frondizi (presidente partidario en 1954, aún con el alzamiento unionista), estuvo al tanto de todas las conspiraciones golpistas. Hábil, no decía nada, y dejaba que todo sucediera. En junio de 1955, tras los bombardeos, Perón habilita las radios a la oposición: Frondizi da el discurso de la hora, y se convierte en el principal referente del “imperonismo”, seguramente del gorilaje en general. Cuando el golpe se produce, su muchachada llena los cargos que la Fusiladora necesitaba. Mas cuando pasan los meses, Frondizi se acuerda de sus consejos al zonzo de Sabatini en octubre del ’45: Hagámosle un funeral a Perón, y quedemosnón con su clientela: Frondizi no cometería el error de don Amadeo. Aramburu, que huele que los radicales andan cabreados, invita a los dos dirigentes máximos, y sus señoras, a comer a Olivos. Aramburu habla de esto, de aquello, y lleva el tema a Perón. Frondizi tiene palabras no gorilas: Balbín, trememundo, lo contradice frente al Dictador. Así hemos quedado.
Pero aún así la ruptura no estaba latente, porque eran cosas que se podían sobrellevar. El “gorila” de don Amadeo celebró el golpe, pero no participó en él. Illia fue comando civil. A Sabatini le molestó el paso de su ya viejo discípulo, pero se la bancó. Son cosas menores. Los radicales, dijo alguna vez un artero conservador, son como el matrimonio desavenido: se pelean en el día, y duermen juntos, como si nada. Veinticinco años en la oposición, siendo perseguidos, imposibilitados de la tan mentada vida partidaria que añoran los radicales, ¡Tan difícil ser todo, entre cárceles y exilios, como diría un corralense amigo de Illia: Pero vale la pena ser radical!. Veinticinco años hablando de volver a la República verdadera, la que ocultaba los desastres del 1916-1930, pero que se recordaba como grandiosa, porque grandiosa efectivamente fue. Veinticinco años esperando la oportunidad, forjando el porvenir, enfrentando a políticos de la talla de Justo, Castillo, y nada menos que Perón. Una generación dorada, la más extraordinaria que dio la UCR al país, y esa generación faltó a su cita histórica: Muecas del destino. Fueron genialmente radicales, peleados a morir entre sí, cuando se los necesitaba más argentinos que nunca. O viceversa, no por nada el Radicalismo es la más argentina de las expresiones políticas del páis. Estoy convencido, que la temprana muerte de Moisés Lebensohn fue el fundamento de esa triste y llana desilusión.
Ahora bien, Frondizi se sentía ahogado en ese Radicalismo, entre extremadamente gorila, y quedado en las glorias de Hipólito, la grandeza de Marcelo, y la lectura de la Declaración de Avellaneda. Era un partido de viejos, cuando la mayoría era gente joven. Él no pasaba los 47 años, ejemplo. Entonces un amigo en común le presenta a Frigerio. Y la sinergia empezó. Y la posible desviación mental que perseguía Frondizi de los viejos cánones de la UCR, encontró el camino. Y motorizó lo que vendrá.
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