Ojo con los datos: una verdad a medias puede ser peor que la
mentira por Claudio Zuchovicki.
Amigos lectores, hay un viejo dicho que sostiene: "Si la
única herramienta que usted posee es un martillo, verá a todos sus problemas
con forma de clavo."
En la Argentina este dicho aplica perfecto. Creemos siempre
que nuestros problemas se resuelven con dinero. Pero nuestras repetidas crisis
no son por falta de recursos; las causas son en realidad mucho más profundas,
son culturales. Creemos que tenemos más derechos que obligaciones. De hecho, al
menos siete veces nos prestaron mucho dinero (¡ni les cuento la última vez!) y
seguimos con los mismos problemas. Luego le echamos la culpa al que nos prestó
y creemos que la solución está en castigarlo con alguna quita. Créanme que esta
vez no será diferente, por más quita que apliquemos y por más plazo que extendamos
en un reperfilamiento, nuestros problemas no se resolverán, ya que el tema no
es la deuda, sino lo mal que gastamos.
A esta altura del partido no entiendo cómo nuestra sociedad
no entiende (y, además, aplaude ciertas situaciones) que las rupturas unilaterales
de contratos firmados, a la larga, perjudican al que los incumple. Es fácil:
gastamos más de lo que producimos y el país pide prestado; como somos
incumplidores seriales, los que prefieren no tomar riesgo directamente no nos
prestan. Entonces, ¿quién nos presta? Simple: los organismos estatales,
multilaterales o algún organismo regulado obligado, y algunos de los inversores
profesionales que saben asumir esos riesgos.
Luego, cuando se desata una crisis, los que no soportan ese
riesgo o no tienen los recursos para esperar, asumen la pérdida y les venden
sus títulos a otros especuladores, buitres o como usted quiera llamarlos,
jurando no invertir nunca más en nuestro país. De esta manera, los nuevos
inversores "son cobro-morosos" y a ellos sí les encanta lidiar con
los riesgos, ya que pagan precios ridículos para comprar deuda incumplida.
¿Acaso el FMI, el Club de París o los fondos buitres no terminaron cobrando
siempre todo, y encima con intereses punitorios? ¿Quién pierde entonces? Los de
siempre: los organismos públicos (que se fondean con plata de los
contribuyentes), las reservas de nuestro sistema previsional (los fondos de la
Anses) y los argentinos que tuvieron la mala idea de financiar a su país
comprando títulos públicos. Entonces, cada vez hay menos inversores locales y
nuestro mercado de capitales es cada vez más pequeño. Conclusión: terminamos
siempre mendigando ayuda externa, de algún país amigo o hasta del Papa.
Amigos lectores, hay otro viejo dicho que dice: "A
nuestros hijos hay que intentar darles el dinero necesario para que puedan
moverse, pero no tanto como para que luego no sepan hacer nada".
En la Argentina este dicho aplica perfecto. Si a los
ciudadanos a los que justa y necesariamente asistimos no les enseñamos a
valerse por sí mismos, no habrá contribuyente, prestamista o reperfilado que
alcance para sostener esa estructura de gastos.
Como ya probamos varias veces resolver con el mismo martillo
nuestros viejos problemas y no pudimos, decidimos jugar con nuestros
indicadores, para que nos muestren una realidad diferente. Ya entramos en calor
para justificar la nota de esta semana: una verdad a medias puede resultar peor
que una mentira.
En la Argentina, las estadísticas parecen estar hechas
también para demostrar lo que queremos demostrar. El producto bruto interno
(PBI) se mide en pesos, pero se divide por el valor del dólar para comparar
ciertos ratios en el tiempo. Un claro ejemplo de esos ratios es el de
deuda/PBI. En 2015 la división se hacía por el valor del dólar oficial, que era
60% inferior al real. En consecuencia, el PBI daba más abultado de lo que
realmente era y parecíamos más desendeudados. Después pasamos a tener un único
tipo de cambio y se modificaron todos los ratios de golpe, distorsionándose
todas las comparaciones. Ahora, una vez más, hay un 30% de brecha. A esta
altura, ¿sirve comparar esos ratios para sacar conclusiones ciertas? No es lo
mismo medir inflación con tarifas, dólar y con algunos precios congelados, que
con precios surgidos de libre juego entre la oferta y la demanda. Una verdad a
medias te lleva a sacar malas conclusiones.
Para ser fiel a la nota, permítanme jugar ahora a mí con
algunos números, para justificar que, si bien resulta muy útil basarse en datos
específicos o en estadísticas confiables, la interpretación de esos datos o
estadísticas suele ser subjetiva y cada uno los utiliza, no como herramientas
de anticipación, sino como un fundamento de confirmación de su idea previa.
El gran pensador Homero Simpson dijo en una ocasión:
"Oh Kent! Las personas inventan estadísticas con tal de demostrar
cualquier cosa y eso solo lo sabe el 14% de la gente." Algunos ejemplos de
la vida cotidiana:
1) Sin dudas, Guillermo Vilas fue uno de los deportistas más
brillantes de nuestro país. Como buen marplatense que soy, para mí fue el mejor
de todos. Ganó en 1977 Roland Garros y el US Open. Ese año fue el número 1 del
mundo. Según me enteré por este mismo diario, Vilas cobró como premio en los
Estados Unidos US$33.000. Rafael Nadal, por ganar la última edición del mismo
torneo, cobró un cheque de más de US$3 millones. Ustedes dirán: "Qué mala
suerte tuvo Vilas. Nació en la época equivocada". Se equivocan. Vilas
siempre cuenta sobre las inversiones que hizo con ese dinero en 1977 y cuánto
representan las mismas hoy en día: créanme que multiplicó ese premio al menos
por 100. Las estadísticas dirán que Nadal obtuvo más dinero que Vilas por ganar
Roland Garros, pero muchas veces una verdad a medias nos puede llevar a
conclusiones equivocadas.
2) Mi mamá me llevó a conocer DisneyWorld en 1979. Guardó la
entrada toda la vida para hacerme saber y recordarme cada día que me llevó a
Disney. Ya no tengo a mi madre, pero tengo la entrada y les cuento que costaba
US$5. Yo llevé a mis hijos en 2005 y, por supuesto, guardé las entradas para
hacerles saber y recordarles toda la vida que los llevé a Disney. Pagué por
cada entrada US$25. Actualmente el precio supera los US$100. Congelaron a Walt,
pero no los precios. Vale mucho más entrar, pero el parque temático era más
rentable antes que ahora. La compañía crece más ahora por su generación de
contenidos que por las ventas de tickets de los parques. Una verdad a medias
nos puede llevar a conclusiones equivocadas. Este es un claro ejemplo que pone
de manifiesto la pérdida del poder adquisitivo del dinero. Aquel que guardó
US$1000 hace una década en una caja de seguridad o debajo del colchón, si bien
hoy tiene la misma cantidad de dinero, compra muchos menos bienes.
3) En la Ciudad del Vaticano hay dos papas por kilómetro
cuadrado. En Estados Unidos no hay ninguno. Se podría argumentar entonces que
eso habla de la crisis de distribución espiritual del mundo globalizado. Podría
sostenerse que el materialismo capitalista es por culpa de los grupos
hegemónicos y concentradores del poder de la fe en un solo país.
4) También corremos el riesgo de alguna conclusión
peligrosa: "El 20% de los accidentes de tránsito ocurre cuando el
conductor está borracho". Por lo tanto, el 80% de los accidentes de
tránsito ocurre cuando el conductor está sobrio. Entonces, es más seguro
conducir borracho que sobrio.
5) Si calculo técnicamente la cantidad de gente que murió el
mismo día que hizo un trámite bancario y la cantidad de gente que falleció en
un accidente aéreo, ¿podría llegar a la conclusión de que es más riesgoso hacer
un trámite bancario que un viaje en avión?
Buscamos salvarnos como sea y a costa de quien sea. Y si
también lo están pensando, déjenme agregar con más ironía todavía la mención de
las siguientes probabilidades:
* La de ser un deportista destacado y ganar una medalla
olímpica es de 1 entre 662.000; la de mandar a algún político a que lo parta un
rayo y que eso suceda, es de 1 entre 1 millón;
* la de una suba del dólar es de 75% (pero la probabilidad
de que haya un aumento después de que uno venda dólares es de 100%).
* la de que haya un policía cerca cuando se lo necesita es
de 8%, pero tenerlo justo en frente cuando se venció la verificación vehicular
es algo probable en un 98%.
Conclusión: si sigo las estadísticas mundiales y sumo la
gente que muere por accidentes de tránsito, más los que mueren por hechos de
inseguridad, más los que mueren por enfermedades, por fumar, por tomar, por
comer, por amar, por viajar, por ser sedentario, por excesos, por carencias.
Señores, entonces ya deberíamos estar todos muertos. Sabiendo que viene el
carnaval, ¡¡¡disfrute el domingo y deje de leer!!!
El autor es licenciado en administración con un posgrado en
finanzas. Gerente de Desarrollo de la Bolsa de Comercio de Bs. As., director
del IAMC, consultor del laboratorio de finanzas de la UADE
Por: Claudio Zuchovicki. Publicado en Diario “La Nación”,
23/02/2020.
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