POSTRE BALCARCE: APRENDÉ A ACTIVAR ESTA BOMBA CON LA MEJOR RECETA
Con el dulce de leche, la crema y el merengue como protagonistas, es un manjar argentino desde hace más de 60 años. Te damos la versión 2020 para que hagas en casa este placer redondo.
En el recuerdo de muchos argentinos, el postre Balcarce era
el elegido para disfrutar el 24 o el 31 de diciembre a la noche, antes o
después del brindis. Alguna tía o abuela lo traía fresco y artesanal, directo
de la confitería de antaño preferida o, quizás, apuradas y sin tiempo,
compraban la versión industrial que, a mediados de los ´80, a casi todos
todavía les parecía deliciosa, no tanto como la casera, pero más que aceptable.
La historia cuenta que el postre Balcarce fue creado por
Guillermo Talou, un miembro de la comunidad francesa instalada en la ciudad
bonaerense vecina a Mar del Plata. Allí, en su célebre confitería París, a
fines de los ´50, Talou diseñó su propia versión del tradicional Imperial Ruso
al que le agregó la magia que necesita cualquier postre digno de ser llamado
criollo: una generosa dosis de dulce de leche. Además, le sumó una base de
bizcochuelo, crema chantilly, marrón glacé y coco rallado.
El postre ganó fama en la ciudad. Los domingos se formaban
largas colas frente al local: todos los vecinos querían hacerse de la explosión
de azúcar que disfrutarían antes de la siesta. Entusiasmado, Talou comenzó a
venderlo en algunos restaurantes de Mar del Plata, como Il vero Napoli. Cuando
llegaban las delicias de la localidad vecina, desde el interior de los locales
los empleados exclamaban: “¡Llegaron los de Balcarce! ¡Vinieron los postres!”.
Las frases repetidas durante unos años le valieron a la preparación un bautismo
de honor y aquella versión del Imperial Ruso fue denominada tal como lo
conocemos hoy: postre Balcarce.
La hora del boom.
Ajena a las nuevas tendencias de la pastelería que apuntan a
reducir la cantidad de azúcar en las recetas, la preparación se mantiene
vigente y deseable en las confiterías de barrio. “La gente lo sigue comprando
porque lleva lo que le gusta al argentino: crema y dulce de leche. Por eso es
inolvidable y permanece intacto ante las modas”, cuenta Néstor Reggiani, chef
pastelero, campeón internacional de pastelería y dueño de la confitería La
Nueva Muguet, ubicada en Villa del Parque.
Uno de los enigmas respecto del manjar es el origen de la
inspiración de Talou. Se da por descontado que el creador usó la receta del
Imperial Ruso inventado en la Confitería del Molino, el lujoso café de la
esquina de Callao y Rivadavia, una belleza de la Belle Epóque que, después de
décadas de abandono, hoy está siendo restaurada. Además de la estética
fascinante, el lugar se hizo famoso por la calidad de su pastelería. Todo lo
que se ofrecía era controlado por uno de sus fundadores, Cayetano Brenna, un
inmigrante italiano a quien se le adjudica la propiedad intelectual del postre
bautizado así en homenaje a la dinastía de los zares derrocada en Rusia en
1917, el mismo año de la inauguración del Molino.
“El postre de Brenna era como un mil hojas, pero de discos
de merengue francés, crema de manteca y almendras”, señala Alberto Dib, autor
del libro Una dulce historia, un recorrido por la pastelería desde la
prehistoria hasta el presente. “Fue el producto más exitoso de la confitería.
En Europa se lo conoció como el postre argentino”, agrega Dib.
Sin embargo, algunos indicios dan cuenta de que la receta no
sería exactamente de Brenna, sino que la combinación de ingredientes ya existía
en Europa. Talou podría haber conocido la preparación debido a sus orígenes
franceses que lo conectaban con la mejor pastelería del mundo. A su vez, la
Revolución Rusa puso de moda la cultura zarista en todo el mundo incluidos sus
característicos postres en capas como el pastel ruso que llama la atención por
su gran similitud con el Imperial del Molino.
Arma napoleónica de glucosa.
Durante la Exposición Universal de París, realizada en 1855,
el emperador Napoleón III y su mujer, la española Eugenia de Montijo,
organizaron un banquete en honor al zar Alejandro II. La emperatriz, inspirada
en la tradición rusa, eligió un postre de dos capas de merengue rellenas con
avellanas, almendras, manteca y praliné. La preparación resultó tan deliciosa
que el zar pidió la receta para que la hicieran en su hogar y a partir de ese
momento fue llamada Pastel Imperial Ruso.
Respecto del posible misterio, Dib señala que es posible que
el postre ya existiera: “En Uruguay, el postre Chajá, que data del año 1927,
también tiene un gran parecido con el Imperial Ruso. Se distinguen porque el
uruguayo lleva duraznos y frutillas en el relleno y el del Brenna, frutos
secos”.
Hoy en Argentina se reconocen el Balcarce y el Imperial Ruso
como dos postres diferentes. En el apogeo del éxito, Talou registró la marca y
se la vendió a un empresario de Mar del Plata que tenía una fábrica de
golosinas. Allí comenzó la historia industrial del postre, que continúa hasta
nuestros días.
A fines de los ´60, el francés de Balcarce se asoció con
Rogelio Adobatti y juntos pusieron una confitería donde comenzaron a vender
nuevamente el postre original bajo el nombre “Comoantes” debido a que la
denominación Balcarce ya no era de su propiedad. Al poco tiempo, Talou se retiró
del negocio, pero la confitería sigue funcionando hasta hoy.
La receta.
“Si se compran todos los ingredientes, es un postre fácil de
hacer en casa porque solo requiere de habilidad en el armado. Prepararlo casero
también es posible, aunque lleva más trabajo”, explica Reggiani, quien nos
ofrece su receta del clásico manjar.
Ingredientes:
• 2 discos de pionono
• 150 gramos de dulce de leche repostero
• Nueces picadas c/n
• 1 disco de merengue francés
• 300 centímetros cúbicos de crema chantilly
• Castañas en almíbar c/n
• Azúcar impalpable para decorar decorar
Procedimiento:
1. Se arma en un aro de acero inoxidable. Se coloca primero
el disco de pionono con el dulce de leche y las nueces picadas.
2. Luego se ubica el disco de merengue francés. Para hacerlo
se utiliza una parte de claras por dos de azúcar. Batir las claras con la mitad
del azúcar. Cuando llega a punto nieve se incorpora el resto del azúcar y se
termina de mezclar. Con la ayuda de una manga dibujar el disco sobre una placa
que irá al horno a cien grados durante una hora porque el merengue tiene que
secarse.
3. Sobre el disco se coloca la crema chantilly mezclada con
las castañas y con una espátula se le da forma de domo.
4. Encima se acomoda la segunda capa de pionono que se cubre
con azúcar impalpable y merengue triturado. Por último, la superficie se quema
a fuego con un hierro al rojo vivo.
5. Llevar a la heladera por unas horas para que se enfríe.
Luego, cortar, servir y disfrutar.
https://vinomanos.com/2020/08/postre-balcarce-receta-historia/
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