Si hoy apareciera un nuevo Hitler no veríamos a un ser terrible, sino a alguien muy seductor, que sabe moverse en los nuevos medios como el pez en el agua.
Adolf Hitler hoy sería la más grande de las estrellas mediáticas. No habría en todas las redes sociales ningún influencer con más seguidores que el líder alemán. Joseph Goebbels lo vio por primera vez a Hitler en el Congreso del Partido Nazi del 12 de julio de 1925 y quedó tan impresionado al presenciar su performance (no era solo lo que decía, sino cómo lo decía, cómo movía el cuerpo, las manos, cómo intercalaba los silencios) que escribió en su diario: “¿Quién es este hombre? Mitad plebeyo, mitad Dios. ¿El Cristo verdadero o solo San Juan?”. El testimonio del impacto que Hitler produjo en Goebbels es similar a muchos otros: Hitler fascinaba a casi todos los que escuchaban. Si creemos que Hitler parecía un monstruo y todos veían inmediatamente su maldad, estamos muy equivocados. Si hoy apareciera un nuevo Hitler pagaríamos caro ese error: no veríamos a un ser terrible, sino a alguien muy seductor, que sabe moverse en los nuevos medios como el pez en el agua.
A mucha gente le puede costar hoy comprender que Hitler aparecía ante la gente como la encarnación de un héroe mítico. Nos cuesta verlo de esa forma porque la imagen actual que tenemos del nazismo son los horrores de los campos de exterminio, que hacen imposible pensar que la persona que los ideó tuviera alguna vez algo atractivo para millones de personas. Pero el Hitler que veía la gente -partidarios y enemigos- en 1933 era muy distinto del que muestra el filme alemán “La caída”, en esa escena en la que Bruno Glanz delira pensando que aun conserva brigadas de infantería y que grita desaforado. Esa imagen ha sido reproducida ahora millones de veces en las redes sociales, pero en 1935 nadie veía a Hitler de esa forma.
Esa imagen de un loco peligroso que, a la vez, es un pobre tipo ridículo, un monstruo sangriento derrotado totalmente, esa imagen es la imagen popular de Hitler hoy. Es una construcción de nuestra época para pensar cómo pudo ser el hombre que envió a millones a las cámaras de gas y a muchos más millones a morir en las trincheras, dominando casi todo el planeta durante 5 años, en la mayor guerra de la que tengamos memoria. Esa imagen que hoy tenemos del líder alemán no es del todo falsa, pero no se parece a lo que veían sus contemporáneos.
Hitler fue un comunicador excepcional. Si algo supo hacer fue construir una imagen. Fue el primero que comprendió el poder que tiene la comunicación de masas para la política. Puso al frente de su equipo de propaganda a ese Joseph Goebbels, el que lo consideraba como la encarnación del Dios verdadero. Y Goebbels creó el mayor aparato de publicidad y difusión que jamás se hubiera conocido.
El nazismo puso los pocos medios que entonces existían (diarios, revistas, radio y cine) a transmitir la palabra y la imagen del líder. Umberto Eco dijo -un poco en broma- que, si en esa época hubiera existido la TV, Europa aún estaría gobernada por los nazis.
Goebbels produjo, junto con la cineasta Leni Riefenstahl, no solo filmes que fundaron una nueva forma de hacer cine, sino la performance escénica que interpretaba Hitler cuando aparecía en público (el coucheo que hoy usan todos los políticos comenzó ahí). Cada gesto era ensayado horas, con sesiones de fotos que tomaba Riefenstahl para testearlas luego en grupos seleccionados especialmente para estudiar cómo impactaba cada movimiento de brazos o de rostro en una audiencia (los focus group comenzaron allí).
“Creo que empiezo a comprender las razones del éxito asombroso de Hitler”, escribió el corresponsal norteamericano William L. Shirer (un liberal que cubrió la guerra desde Alemania y luego los Juicios de Nüremberg). Shirer estuvo presente en el Congreso Nazi de 1934 -que documentó Riefenstahl en su filme “El triunfo de la voluntad”-. La puesta en escena fue tan impactante como la escenografía que diseñó Albert Speer para la ocasión. Hasta Winston Churchill estaba fascinado con el Hitler de los 30.
Todos los principios de la comunicación que Goebbels desarrolló para la propaganda nazi luego fueron incorporados al periodismo y la publicidad modernos. Incluso las fakes news, supuestamente nacidas en 2016, fueron inventadas por la propaganda nazi en los 30.
Imaginemos a un nuevo Hitler que sabe usar Tik Tok, Twitter, Facebook, Instagram, el cable, el streaming, ClubHouse, Twitch, Youtube para transmitir su mensaje. Aunque no nos guste admitirlo, la forma de comunicación que inventaron los nazis es ideal para convertir a este nuevo Hitler en el mayor influencer del planeta. Esto podría estar sucediendo ahora, en una época en la que la democracia está en la picota e internet permitió construir un nuevo tribalismo en el que los grupos se conforman en torno a discursos de odio.
Es el momento ideal para que surja El Monstruo. No nos dejemos engañar con su aspecto seductor. Ese filme ya lo vimos.
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