Un argentino que dejó la carrera de marino por su familia, podría llegar a ser el primer empresario santo de la historia. Su nombre es Enrique Shaw.
Empecé a estudiar marketing porque me interesaba aprender porque una persona se interesaba por un producto o servicio y no por otro. Ese proceso psicológico que hace que las personas tomen una decisión de compra y en ese viaje me crucé con las teorías de Thorstein Bunde Veblen, sociólogo y economista estadounidense que dice que el comportamiento del consumidor se produce en un contexto rodeado de una familia que comparte un grupo de pertenencia y que tiene un grupo de referencia que corresponde a una clase social que comparte ciertos valores dentro de una subcultura que pertenece a una cultura. Y es que el marketing crea una jerarquía de valores de manera inconsciente, que tienen una profunda repercusión social y por eso la responsabilidad social de todos los actores del sistema que interactúan y lo potencian, pues reflejan lo que nos está gobernando, tanto en el plano social como económico.
Es así como entre los cientos de seminarios de responsabilidad social a los que he asistido, conocí a Enrique Shaw por invitación de una amiga, en el que se tocaba el tema Responsabilidad Social Empresarial organizado por la Corporación de Abogados Católicos. En él escuché a Fernan de Elizalde, actual postulador de la causa, evocar sobre cómo hablaba de Etica del marketing y su proyección social, con prácticas que en la terminología de la responsabilidad social empresaria se denominan Comercio Justo.
A partir de ese momento me puse a investigar y encontré en uno de sus documentos la siguiente frase: "Es un problema de marketing el que ocurre en nuestro país con las papas. Cuando hay mucha producción el precio baja y el productor no gana lo suficiente, a veces ni para terminar de levantar la cosecha y cuando por accidentes climáticos la cantidad producida es poca, el precio sube pero el productor no recibe lo suficiente para reponer todo lo gastado. Ello quiere decir que es inútil hablar de solucionar los problemas de la producción si simultáneamente no solucionamos los de comercialización".
Está de más decir lo adelantado a su época, dadas las actuales circunstancias por las que está atravesando el campo.
Me llamó la atención también encontrar que Enrique Shaw hacía un perfecto distingo entre la publicidad que informa al público, en forma atrayente, de las auténticas ventajas de los bienes que están a su disposición, o aún estimula un deseo razonable de adquirirlos, de aquella otra que se basa en la sutil excitación de las tendencias más bajas de la naturaleza humana, como ser el orgullo, la envidia y la desconfianza, o en el rebajar lo sexual a una abusiva ayuda de las actividades comerciales. Algo similar a lo que me decía Alfonso Méndiz, Decano de la Facultad de Comunicación de la Universidad Internacional de Catalunya.
PSICOLOGISMO SIN MORAL
En sus documentos también cita la obra de Huxley Mundo nuevo, mundo valiente donde se plantea claramente los extremos a los que se puede llegar cuando las técnicas psicológicas se desarrollan sin ningún objetivo moral. Esta novela exagerada e irónica, deja en claro que si bien el marketing actúa sobre la macroeconomía, puede destruir no sólo la microeconomía, sino el objeto de la economía que es la persona humana.
Analiza Shaw la influencia del marketing sobre la dignidad del ser humano, la vida en familia y la paz social, tres factores que contribuyen fuertemente al bien común y tienen repercusiones directas sobre la libertad. Menciona que cuando debilita la familia, ya mediante la incitación, fuera de lugar, de lo sexual o el estímulo de compras o a endeudamientos innecesarios, está contribuyendo, sin quererlo pero no por ello en forma menos segura, a debilitar las condiciones que hacen posible la empresa libre.
Puso incómodo a muchos mencionando que el marketing así entendido afectaba también a la paz social citando las áreas sin aduanas para colocar en ellas los productos manufacturados sobrantes con países bajo regímenes políticos muy distintos que hacen dumping.
LA VIDA
Según Monseñor Santiago Olivera, delegado causa de los santos de la Comisión Episcopal Argentina, desde chico tenía una vocación eucarística en la que se encomendaba a Dios, y cree que sin duda fue por los genes de su madre y también por su tío que era sacerdote salesiano.
Estudió en el Colegio De La Salle de Buenos Aires, donde se destacó como un alumno sobresaliente, y a sus 14 años decidió ingresar en la Escuela Naval Militar Rio Santiago. A su padre no le gustaba la idea de una carrera militar, quería que su hijo se preparara para dirigir las empresas familiares. Pero Enrique tenía un objetivo: quería fortalecer su carácter para cumplir una misión que intuía aunque todavía no tenía muy clara y sentía que esa experiencia podía ayudarlo.
Según Mr. Olivera, todos los santos se adelantan a los tiempos y la doctrina social de la iglesia iluminó al Siervo de Dios Enrique Shaw para plasmar su trabajo y compromiso social de desarrollo y dignidad para todos.
En 1943 Enrique se casa con Cecilia Bunge, quien sería el amor de toda su vida y en 1945 fue enviado por la Marina a la Universidad Estatal de Chicago en Estados Unidos para estudiar meteorología. Pero fue en ese año, cuando ya su familia estaba constituida y creciendo, cuando se produce la consolidación del rumbo en su vida: comprendió definitivamente que Dios le pedía un apostolado específico. En un principio creyó que debía hacerse obrero, pero un sacerdote, al ver su perfil, lo persuadió para que llevase el evangelio al mundo empresario al cual pertenecía su familia. Pide su baja con el grado de Teniente de Fragata, y, de regreso en Argentina, ingresó como ejecutivo de las Cristalerías Rigolleau y se abocó a lo que su fe le estaba señalando: llevar el evangelio a donde fuese necesario.
Decide ser empresario porque quiere ayudar a su gente. Se pone el overol y aprende el oficio de la cristalería, como un trabajador más. Pero no lo era, estaba capacitado para ponerse al frente de la empresa y llevarla hacia un lugar mejor. Y así paso a paso, escala posiciones. En poco tiempo llegó a ser Director General y a conformar distintos directorios, especialmente de otras empresas familiares. Durante esos años, fue formando una espiritualidad propia relacionada con su vocación de empresario cristiano. Se incorporó a la Acción Católica y al Movimiento Familiar Cristiano. Fue un director particular, que está a cargo de su gestión, pero que está siempre.
Según Carlos Custer, ex delegado gremial, que ingresó muy joven a cristalerías rigolleau, a los 16 años, cuando se conocieron a nivel personal, vinculados también por una línea espiritual, pudieron discutir muchas veces, pero él a su vez tenía un gran deseo de decir, la empresa tiene que ser una comunidad de personas. Según Sara Shaw de Critto, hija de Enrique Shaw, tenía una visión que dicen que es propia de los marinos que quiere decir que en un barco, todos navegan juntos, todos tienen que remar juntos.
VINCULOS DIFERENCIALES.
Testimonios disponibles de Liliana Porfini, hija de un obrero de Cristalería Rigolleau, dicen que en los 16 años que entró Enrique impuso pautas, vínculos relacionales en la empresa, que fueron diferenciales.
Enrique sentía que la empresa era una comunidad de vida, en la que todas la personas son importantes. Conocía a todos sus colaboradores, casi 4.000 y sabía escucharlos. Según Simón Padrós, ex presidente de ACDE, que un empleado esté feliz, para Enrique significaba, más allá de su rol como empresario, en su rol como cristiano, que él se sintiera realizado.
Enrique fue un empresario que inspiró e incomodó, pero no fue solo eso. También fue un gran hombre de familia, un pensador y un motor imparable. En 1958, con ideas de su participación en cursos en Harvard, ayuda a crear la Universidad Católica Argentina, de la que integró el primer Consejo de Administración. Participó en la fundación de Cáritas y del Serra Club. También llegó a ser presidente de los Hombres de Acción Católica. Organizó una librería a la que llamó Casa del Libro, una iniciativa apostólica para difundir temas de espiritualidad, de la Doctrina Social de la Iglesia y de otras cuestiones éticas y culturales. Dejó una gran cantidad de emprendimientos sociales.
Según Simón Padrós, fue el que logró que gran parte del mundo empresario, entendiera la importancia de desarrollar nuevos dirigentes de excelencia, pero que tenga una perspectiva y una dimensión cristiana y humana del sector privado.
"Que en la empresa haya una comunidad humana; que los trabajadores participen en la producción y, por lo tanto, den al obrero el sentido de pertenencia a una empresa; que le ayude a adquirir el sentido de sus deberes hacia la colectividad, el gusto por su trabajo y de la vida, porque ser patrón no es un privilegio, sino una función".
PRESO POR PERON.
Según Carlos Custer, ex delegado sindical, Enrique tenía mil preocupaciones, y era capaz de encargarse del problema de un obrero o de una cuestión concreta de la iglesia. Impulsó el decreto ley de asignaciones familiares y hasta estuvo preso en el año 1954 por defender a la iglesia de los ataques del gobierno de entonces.
Para Sara Shaw, cuando ella era chica, no se daba mucha cuenta, le parecía que todos los padres eran santos, cuando fue saliendo a otras casas ahí se dio cuenta de que había una pequeña diferencia, porque veía a otros padres con mal humor o enojados. Cuando él llegaba la casa cambiaba porque entraba silbando, y era como que traía una alegría. Su mujer, sus adorados 9 hijos, todos los que lo conocían, sintieron que el mundo se venía abajo cuando supieron que se le diagnosticaba una terrible enfermedad. En palabras de Sara Shaw de Critto, tuvo un melanoma muy joven y ahí ocurrió el episodio de los despidos. Llegó la orden de EE.UU. de echar gente, 1200 personas. Y él dijo, "si echan a una sola persona, yo renuncio y me voy".
Según comenta el ex delegado sindical, él pensaba que la empresa tenía que ser rentable, pues era su primer responsabilidad, pero como decía, nunca sacrificando la dignidad de los trabajadores.
Ese deseo que tuvo de joven de ser un obrero, llega a concretarse al final de su vida, en la máxima expresión en ese profundo cariño que estuvo dado cuando los 260 obreros hacían cola para donar sangre para él. Pero su muerte fue muy prematura.
CAMINO A SER SANTO.
Enrique había muerto, pero en ese momento en un remoto lugar del planeta estaba naciendo un empresario santo, alguien que tenía un verdadero compromiso con el país, que consideraba al desempleo como un mal moral, que luchaba contra la corrupción porque sentía que era un fraude a la democracia, que ante las diferencias tendía puentes aunque pudieran perjudicarlo, y que estaba convencido que sin justicia no podía haber paz. Alguien que no tenía superpoderes, pero tenía un propósito y que a 100 años de su nacimiento, nos sigue interpelando.
Según el testimonio de Fabiana Robledo de Navarro, esposa de Nestor Hugo Navarro, en el año 2002 su marido a los 32 años se enferma con un cáncer que no tenía solución, y le daban muy poquitos meses de vida. Después de rezar a varios santos conoce a Enrique Shaw, a través de su vecina que le trae un recorte de diario. Ese recorte decía que había un empresario que necesitaba un milagro para ser beato, entonces decide hacer un trato con él. En testimonios de Agustina Navarro Robledo, pedían que vuelva a su casa y que los vea crecer. Pasan los días, Nestor hacía 9 meses que no comía, empiezan a rezar y su marido le pide empezar a comer. Hacía más de un año que supuestamente tendría que haber muerto y empieza a trabajar. Vivió 18 años más de los que los médicos decían que iba a vivir. Agustina dice hoy día que tiene la fe de que Enrique intervino para que su padre los pueda ver crecer, gracias a la cantidad de rezos y peticiones que le hicieron en ese momento.
* Directora de AgendaRSE.
Diario "La Prensa", 21 de febrero del 2021.
http://www.laprensa.com.ar/499194-Podra-un-empresario-un-rico-llegar-a-los-altares-.note.aspx
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