El aterrizaje de Castellani en el periodismo tuvo un inesperado efecto apostólico, que también me explicó Carlitos Ibarguren, pues fue él quien, fino observador, lo advirtió en su momento, siendo asimismo partícipe del fenómeno.
Dividía Carlitos a los nacionalistas en dos grandes grupos: los "catos" y los "curdos". "Catos" eran los católicos, provenientes muchos de los Cursos de Cultura Católica, con buena formación doctrinal y firmes defensores del aspecto religioso incluido en el legado hispánico. Los "curdos", en cambio, eran los viejos muchachos, patriotas instintivos a quienes las cuestiones espirituales los habían tenido más o menos sin cuidado, provenientes de la milonga y proclives al castañazo y el exabrupto. Carlitos se preciaba de contarse entre ellos.
No en vano, con malévola exageración, cierta publicación de izquierda, al informar sobre un acto político donde habló Carlitos y terminó en trifulca, dijo de él: "Harto de apalear mujeres y romper espejos en los cabarets se hizo fascista".
Pues bien, esos viejos muchachos, afines con los que décadas atrás habían militado en la "Liga Patriótica" de los Carlés, advirtieron un día con sorpresa que un cura era de los suyos. Y lo advirtieron a través de los escritos del Padre Castellani en las publicaciones nacionalistas que mencioné.
Descubrimiento éste que los impulsó, primero, a mirar al clero con mayor interés y, paulatinamente, hacia unas prácticas religiosas de las que habían estado lejos, pese a conocerlas por ser hijos de madres devotas.
Ejemplo de ello es el caso de Eduardo Muñiz, Nenucho, temible dibujante en varias de las publicaciones nacionalistas que he mencionado. Nenucho era agnóstico y, como digo, poseedor de una cáustica agudeza, que se revelaba en sus caricaturas. Sin embargo, admirador de Castellani, terminó concurriendo los domingos a la iglesia del Tránsito, provisto de un grabador, a fin de registrar los comentarios al Evangelio que hacía el cura en su sermón. Comentarios que, conviene apuntarlo, dieron lugar a ese espléndido libro de éste que se llama, precisamente, El Evangelio de Jesucristo. Y a otros sucesivos que se siguen publicando bajo el título de Domingueras Prédicas.
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Ruego me disculpen si me cito a mí mismo. Pero, como ya me ocupé de Castellani como periodista en un librito lleno de erratas que me publicó la editorial AZ, repetiré unos párrafos del mismo que estimo oportunos. Digo allí:
""Para calibrar adecuadamente las implicancias de su actuación periodística, en órganos de definido carácter ideológico, es necesario recordar que ésta tiene lugar a principios de la década del 40 y que la Segunda Guerra Mundial había dividido al planeta en general y a Buenos Aires en particular, determinando bandos ferozmente enfrentados: aliadófilos y germanófilos, nacionalistas y democráticos, fascistas y cipayos, dicotomías todas que encerraban una oposición inconciliable. Ello, naturalmente, informa la política de la época y le confiere áspera intemperancia: no está el horno para bollos. Y, apenas concluida la guerra, el advenimiento de Perón determinará que nadie baje la guardia, continuando los enfrentamientos con otros motivos inmediatos y parecidas causas mediatas.
"En este ambiente caldeado esgrime Castellani su pluma de periodista, asistida por luengos saberes teológicos, filosóficos, históricos, psicológicos, literarios. Y, si bien nuestro autor tratará con altura catedrática temas específicamente ligados con su formación académica, en otras oportunidades utilizará tal formación para opinar en cuestiones de picante actualidad. Si a ello se agrega el personalísimo sentido del humor que posee y su invariable costumbre de llamar a las cosas por su nombre, se comprenderá por qué sus artículos, leídos con avidez, levantan roncha".
Castellani era lo que luego se llamaría "un escritor comprometido". Pese a lo cual, nunca se definió a sí mismo como nacionalista, aunque nacionalistas hayan sido la gran mayoría de sus amigos. Y aunque llegara a ser candidato a diputado por la Alianza Libertadora Nacionalista, postulación que terminó de arruinar su relación con la Compañía de Jesús.
Dije que fue un "escritor comprometido" y que nunca se definió a sí mismo como nacionalista. Lo que pasó es que su verdadero compromiso fue con la verdad, tal como la veía en cada caso abordado por su aguerrida pluma.
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Mis amigos y yo tuvimos un periódico que se llamó De Este Tiempo y que apareció en los años sesenta. Castellani escribía en él con bastante regularidad. Y, a propósito de sus colaboraciones, recuerdo que llegaban escritas a mano, con esa letra suya amplia, clarísima, casi escolar, que ponía de manifiesto su intención de ser entendido, a la vez que revelaba la falta de afectación de su carácter.
Dicen que sabía escribir a máquina, pero no lo hacía. De allí que mencionar "su aguerrida pluma", como acabo de hacer, no sea en realidad una metáfora.
Bueno ¿y qué decía la aguerrida pluma del propio Castellani sobre el periodismo y los periodistas? Un botón de muestra es el capítulo denominado "La Información", de su libro El nuevo gobierno de Sancho.
Le responde su colaborador Pedro Recio:
-Señor, es un aprovechado garzón destos reinos que acaba de acabar sus estudios.
-¿Pariente de los Garzones de Córdoba?
-No, señor, en modo alguno. Ni por pienso.
-¿Y qué estudios ha hecho?
-Estudios de periodista.
-¿Dónde?
-En todos los cafés, bares y bebederos públicos desta Insula.
-¿Qué leyó?
-Todos los libros de la Editorial Tor y la Editorial Claridad y además las obras completas de Vargas Vila, sin contar que tiene aprobado el bachillerato argentino (aclaro yo que la editorial Claridad es una editorial masónica y que Vargas Vila era un autor pornográfico).
-¿Qué demanda?
-Demanda de su Prominencia solamente el merecido diploma de Redactor de Primera Plana y, si fuera posible, el correspondiente puesto en el mejor diario de la Insula.
A continuación Sancho toma examen al candidato, del cual extraeré sólo algunas preguntas y respuestas.
-Señor Periodista ¿cómo se llaman las noticias del extranjero?
-Información.
-¿Y las noticias del país?
-Otras informaciones de carácter local.
-¿De qué hablará Chamberlain en su próximo discurso?
-De los fines de la guerra aliados.
-¿Y en el otro siguiente?
-De los fines aliados de la guerra.
-¿Y Hitler?
-Del Tratado de Versalles.
-¿Y Roosevelt?
-Del cariño que tiene a Sudamérica.
-¡Muy bien! Y dígame un poco ¿cómo son las incursiones nocturnas?
-Infructuosas.
-¿Y el fuego de artillería?
-Nutrido.
-¿Cómo se retiran las patrullas enemigas?
-En desorden
-¿Y nuestras tropas?
-Habiendo obtenido todos sus objetivos.
-¿Por qué peleamos nosotros?
-Por la justicia y el derecho.
-¿Quién tiene la culpa de la guerra?
-Los contrarios.
-¿Hacia dónde vamos con certeza?
-Hacia la victoria.
-La victoria ¿qué traerá?
-Un mundo mejor.
-Un mundo mejor ¿en qué consiste?
-En la fraternidad universal, por encima de todas razas y religiones.
Como ven, Castellani no era un devoto admirador de la sapiencia periodística en general, aunque respetaba y sentía afecto por algunos periodistas en particular. Escribió también sobre la prensa:
Pues bien, pese a no considerar al periodismo un sacerdocio y pese a no guardar una actitud reverente ante la prensa, el cura ejerció el periodismo con denuedo, valiéndose de la prensa para servir a la patria y divulgar esforzadamente la verdad. Que no es poco mérito.
* Esta conferencia fue pronunciada el 14 de octubre de 2011 en la Universidad Católica Argentina.
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