POR NICOLAS LEWKOWICS.
La modernidad es un fenómeno eminentemente materialista. Abrazar la modernidad es dejar atrás lo metafísico para meterse de lleno en lo que es, aparentemente, visible a los ojos. Pero el pasaje a la modernidad no eliminó la búsqueda de lo sacro. La importancia que la ciencia y la tecnología comienzan a adquirir hacia el fin del siglo diecinueve hace que lo sacro se traslade al terreno de lo ético, ya no como experiencia trascendental sino como inmanencia.
Así, el Estado tomaba el lugar ocupado anteriormente por el misterio de lo trascendente. Al convertirse el Estado en figura de tremenda majestad, se afianza en el imaginario colectivo (otra invención de la modernidad) la idea de la esperanza temporal como principio guiador de la sociedad. Desde esa perspectiva, el Estado venía a tratar de eliminar lo trágico de la existencia humana. Para todo problema existiría una solución, al menos en lo que respecta a las necesidades materiales del individuo.
El Estado se adueñaba de la noción de lo sacro mediante la proyección de valores que propulsaban un liberalismo colectivizante. Estos valores eran de corte liberal, porque en definitiva se trataba de buscar los medios para mejorar la calidad de vida del individuo dentro de una concepción de progreso material ilimitado. Estos valores eran colectivizantes, porque para alcanzar ese objetivo había que imponer ciertos patrones de conducta comunes entre los seres humanos y reducir el espectro de privacidad y libertad individual.
En este sentido, Philip Dru-Administrator (1912) es una obra capital para entender el rol del Estado en el nuevo orden avizorado a principios del siglo veinte por las fuerzas colectivizantes. El libro escrito por Edward Mandell House (1858-1938), asesor y colaborador del Woodrow Wilson, presidente de los Estados Unidos entre 1913 y 1921, narra las peripecias de un dictador que, luego de un período de guerra civil, usa poderes supremos para instaurar un orden social en el cual el Estado se convierte en administrador de varios aspectos de la economía. La obra describe la manera en la cual el redistribucionismo forzado se convertía en ejercicio de virtud moral.
En Señor del Mundo (Lord of the World), publicado por Robert Hugh Benson en 1907, ya se anunciaba que la organización colectivista de la economía y la sociedad llevaba necesariamente a una visión materialista de la vida y, por ende, a una tiranía del espíritu.
En Señor del Mundo se comparan dos visiones esenciales de la existencia humana: la trascendente y la inmanente; la metafísica y la material. La Torre de Babel contra fuerzas sutiles que no podrán ser jamás derrotadas. Benson se adentra en la visión escatológica del Estado, la cual avizora un "fin de la historia" en el cual los seres humanos no tienen otra posibilidad que aceptar la inevitabilidad de una existencia basada en el materialismo liberal más extremo. Esta perspectiva es confrontada por una visión de la existencia que no reduce la esperanza a lo temporal, sino que la alarga hacia lo eterno desde la cosmovisión cristiana del mundo.
DESENCANTO.
La irrupción del Estado como tema de interés en la primigenia literatura del siglo veinte era evidencia del proceso de desconexión del ser humano de un sentido trascendente de la vida.
La necesidad de atender cuestiones sociales hacía que la literatura se convirtiera cada vez más en un instrumento para escudriñar ideas políticas. De este modo, la literatura empezaba a atender cuestiones emergentes e inmediatas.
Parafraseando a Max Weber, el endiosamiento del Estado era la consecuencia del desencanto con el mundo producido por la era moderna. La sacralización del Estado también se manifestaba en la imposibilidad de preservar los valores tradicionales en un contexto en el cual se hacía cada vez mas difícil obviar la necesidad de llevar progreso material a la esfera social.
Se puede decir que el Estado adquirió una naturaleza quimérica luego del fin de la Primera Guerra Mundial. No sólo se veía al Estado como un ente para paliar las miserias generadas por el proceso de industrialización, sino también como posible instrumento para reconfigurar el concepto de lo humano.
La Europa de la primera mitad del siglo veinte vendría a demostrar cómo la excesiva búsqueda del orden impondría férreas voluntades morales que degradarían esencias trascendentales y establecerían los totalitarismos más sanguinarios de los que se tenga memoria.
PUBLICADO EN DIARIO "LA PRENSA".
https://www.laprensa.com.ar/509238-Ideas-sobre-el-endiosamiento-del-Estado.note.aspx
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