La radicalización del lonko Jones Huala.
UNA CRÓNICA DE CÓMO LLEGÓ LA VIOLENCIA POLÍTICA A LA PATAGONIA ARGENTINA.
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31 de octubre de 2021
El conflicto mapuche como lo conocemos ahora no existió hasta que el kirchnerismo hizo su aparición en la escena cultural y social de la Patagonia. Antes de eso, “el conflicto” era sobre todo una discusión entre descendientes y el Estado argentino o terratenientes, un reclamo no demasiado intenso aunque permanente, un alegato de complejas derivaciones judiciales. Pero no había amenazas ni mucho menos violencia de parte de los bandos en oposición. Muy lejos de los ataques que hoy todos conocemos.
En su génesis más contemporánea, el conflicto se funde con la biografía del lonko Facundo Jones Huala y su declaración de guerra a la Argentina, con los intereses de otras familias de origen mapuche que especulan con el negocio inmobiliario, y las urgencias de la clase política que requería desestabilizar un gobierno como el de Mauricio Macri. Desde esta perspectiva, el conflicto mapuche en su modo violento es absolutamente reciente: más allá de los reclamos que pudiera haber, desde la Conquista del Desierto hasta hace unos pocos años los hechos de violencia eran inexistentes.
En 2015 Facundo Jones Huala decidió ocupar un sector de 1200 hectáreas en Leleque, una estancia de los Benetton, junto a un grupo variopinto de seguidores. La mayoría de ellos eran jóvenes desocupados de raíces mapuches provenientes del barrio San Ceferino de Esquel, entre molestos y furiosos por la enorme extensión que poseían y poseen los empresarios italianos en el sur. Cerca de un millón de hectáreas pertenecen a la Compañía de Tierras Sud Argentino S.A., de los Benetton, de Chubut hasta Tierra del Fuego. En cualquier caso, fue un toma desordenada y algo circense, que no generó reacciones importantes en Chubut.
Hasta 2005 el lonko Jones Huala era un, digamos, tranquilo activista del universo mapuche local y se dedicaba a ayudar a los pobladores rurales a levantar sus casas en espacios fiscales o de la propia familia Benetton cerca de Cushamen, como una forma de protesta. Su vida transcurría entre Esquel y Bariloche, donde tiene parientes y amigos cercanos. En Colonia Suiza, cerca de Bariloche, vive su madre, María Isabel Huala, quien a su vez ocupa un predio que administra el Ejército Argentino. Jones Huala ayudó a construir la casa de Rosa Rua Nahuelquir y Atilio Curiñanco, un matrimonio mapuche que disputó a los Benetton y ganó en la Justicia 535 hectáreas en Cushamen en 2004. Rosa y Atilio fueron recibidos por Luciano Benetton en Milán y, según recuerdan ambos, antes de entrevistarlos los palparon de armas.
Jones Huala comenzó a radicalizarse después de sus viajes a Chile, especialmente a la zona de Temuco y Osorno, donde se congrega buena parte de la población descendiente de mapuches en el país trasandino. No está muy claro cómo fue nombrado lonko o si, en definitiva, él mismo se autonombró. Lo cierto es que buscó espaldas anchas en el sur chileno y su título político no fue discutido en el sur argentino. Sus contactos con la Coordinadora Arauco Malleco (CAM), la principal organización político-militar mapuche, lo inspiraron a tomar medidas más duras respecto de las ocupaciones en Río Negro y Chubut.
En 2013 participó del incendio de una propiedad al interior de un fundo cerca de Valdivia. Por este ataque, que sólo perjudicó a sus propios paisanos, el lonko cumple una condena de 9 años en la cárcel de Temuco. Se especula que Jones Huala será liberado en abril de 2022, cuando nuevamente se revise su situación carcelaria. La llegada de un gobierno de centroizquierda, como el de Gabriel Boric, podría alimentar esta hipótesis. Pero hay que entender las enormes distancias que existen entre la CAM y la RAM (Resistencia Ancestral Mapuche), el “brazo armado” que Jones Huala fundó tímidamente entre 2005 y 2006.
La CAM nació en 1998 como una organización de orden militar que aspira a la constitución de un espacio político exclusivo de los mapuches dentro de Chile. En su horizonte se dibuja la idea de una Nación Mapuche y para este propósito no ahorran en violencia y ataques al orden establecido en la región de la Araucanía. Por lo demás, su discurso es depurado, firme y se expresa en mapudungún, el idioma mapuche. Sus militantes siguen una tradición de vida que implica una serie de normativas que los asemejan a una tropa araucana del siglo XV, pero con armamento y disciplina modernas. En este marco, Jones Huala siempre fue visto como un turista, un amigo lejano con algo de extravagante.
Pero el lonko entendió que si tomaba algunos elementos de la CAM y los trasladaba hasta un escenario nada belicoso, como era el del sur argentino en ese momento, terminaría llamando la atención de todos. Acaso del país en su conjunto. En términos baqueanos, Jones Huala tenía las ganas, pero no la capacidad operativa. Además le faltaba verbo, práctica de seducción política para su causa, recursos, contactos y un largo etcétera. Ningún medio le ponía un micrófono delante y, en rigor, pocos excepto él y su gente, sabían que le había declarado la guerra a la Argentina.
GUERRA DE FUEGO.
El grupo de confianza del lonko estaba compuesto por su pareja, Andrea Yanina Millañanco; su hermano Fausto Jones Huala y Matías Santana, aquel mapuche de los binoculares del caso Maldonado. Poco a poco Facundo fue adentrándose en la movida kirchnerista de El Bolsón. Conoció a Claudia Pilquimán, quien era oriunda de Puerto Deseado, donde era militante K y había recibido una casa de parte del gobierno provincial. Con ella se sumó Lucas Pilquiman, su hijo, un muchachote de un metro noventa que fue la última persona en ver con vida a Santiago Maldonado, el 1º de agosto de 2017, día en que el tatuador se ahogó en el Río Chubut. También conoció a Marisa del Carmen Manquelef, Andrea Yanina Aleuy y la artista Soraya Guitart. Todas ellas testigos claves del caso Maldonado.
Este grupo estuvo históricamente involucrado con FM Alas, una radio que servía de aparato difusor a la causa K en la región, aunque también dejaban minutos libres a los movimientos anarquistas de la zona. Santiago Maldonado fue a dos de las fiestas organizadas por FM Alas antes de ser llevado a Cushamen como “visitante”. Gracias a esa radio Jones Huala encontró un micrófono y por primera vez pudo hablar en público y en voz alta sobre sus preocupaciones y delirios políticos.
A partir de 2013, fugado después del incendio en Chile, le declaró “una guerra de fuego” a la República argentina. Tomando prestado el discurso de la CAM aseguró que su meta era establecer un Estado Mapuche, una Nación Mapuche en la Patagonia, para ser exactos en Cushamen. Vivirían, según su proyecto, de la tierra (aunque la tierra allí es magra), los animales y hacer cobertores de celulares, según le indicó a Jorge Lanata en una estrambótica entrevista.
La RAM empezó a dejar su sello en distintos puntos donde se ejecutaron acciones de menor envergadura. Alguna vez golpearon a un baqueano que cuidaba un campo de los Benetton y que resultó ser un tío del lonko. También atacaron galpones de Vialidad Nacional, antenas radiales y cosas por el estilo. Los que verdaderamente sufrían estas escaramuzas eran los propios mapuches ubicados en zonas rurales, que temían represalias si denunciaban a la RAM a las policías de Río Negro o Chubut.
Se estima que la organización concretó alrededor de cien ataques en el sur. Sus integrantes derivan del grupo originario que acompañó a Jones Huala en Cushamen. Por lo general, son jóvenes o adolescentes, oriundos de barrios marginales en Esquel, El Bolsón y Bariloche, con escaso conocimiento de la historia mapuche. Cada cierta cantidad de meses vuelven a las andadas. Los últimos incendios en la región coinciden con el rechazo de la Justicia chilena de darle la libertad condicional a su líder. Es el tercer rechazo en dos años.
La estrategia violenta de Jones Huala nunca fue vista de modo grato por la confederación mapuche de Neuquén. Es por eso que la RAM vio limitado su campo de acción en la provincia, salvo algunos ataques a instalaciones petroleras que no prosperaron y tampoco fueron acompañados por la confederación. En Neuquén cerca del 50% de la población tiene sangre mapuche, pero siempre se han considerado parte del Estado provincial y del Estado nacional. Contaba Horacio Pechi Quiroga, exintendente de la capital neuquina, fallecido en 2019, que se había criado con los mapuches en la zona rural de San Martín de los Andes, junto a lonkos, caciques y machis, y que nunca hubo diferencias entre criollos y mapuches. “Éramos lo mismo, compañeros y amigos”, me dijo Pechi hace unos años.
Volviendo a Chubut, no fue una casualidad que Jones Huala decidiera invadir Cushamen. En este sector había nacido su padre, Ramón Eloy Jones, como tantos otros descendientes directos de mapuches. A pocos kilómetros de la toma donde falleció Maldonado se encuentra el casco de la estancia de Leleque en la que Carlo Benetton, hermano de Luciano y fallecido en 2018, acostumbraba a descansar cuando llegaba de Italia. Los baqueanos cuentan que en vida, Carlo amaba profundamente este desierto, en el cual no crece nada excepto coirón. No cualquier tipo de oveja puede mantenerse y alimentarse en una gigantesca geografía dominada por el pasto duro y seco.
Alguna vez la también fallecida Josefina Braun, exdirectora de Relaciones Públicas del Grupo Benetton, se molestó conmigo porque había publicado un artículo en el diario Río Negro donde hacía una estimación del valor comercial de algunas de sus tierras en Río Negro y Chubut. Para ellos, confesó Braun, se trataba de una compra con una alta carga de emotividad y de bajo nivel de reventa. Para Facundo Jones Huala, esa zona era su patria y, para Carlo, un refugio en el mundo lejos del glamour que lo rodeaba en Europa.
Hasta 1997 cualquiera llegaba en coche hasta el casco de la estancia misma de Leleque. Cuando los Benetton no estaban allí, no había vigilancia a excepción de un jardinero. Uno podía mirar a través de la ventana la intimidad del hogar que, dicho sea de paso, era muy austero. ¿Quién hubiera dicho que era el segundo hogar de un multimillonario? Hoy alcanzar al casco requiere de una suerte de visado entregado por la propia Compañía de Tierras Sud Argentino S.A y un equipo de seguridad privada custodia celosamente el edificio.
Hay cuestiones más profundas todavía en la reivindicación de Jones Huala. En los alrededores del casco de Leleque habían sido paridos y crecían los hijos criollos de los mapuches, cruza de los nativos y los capataces. Las historias de brutalidad, violaciones y segregación no son ajenas a esta historia nunca contada de modo oficial. Desde la visión del lonko, plantar bandera en este pedazo de desierto tenía poderosas connotaciones.
EL MÁRTIR.
En su necesidad de llamar la atención Jones Huala debía convertirse en mártir, tal como él mismo lo entendía. Apoyado en la RAM comenzaron los ataques en el sur ante los ojos sorprendidos de los propios mapuches de toda la región. Nunca hasta la creación de la RAM los baqueanos habían sido testigos de estos hechos de violencia.
Detenido desde mediados de 2017 en la U-14 de Esquel, la figura definitiva de Jones Huala tomó forma. Aparecieron las ayudas de activistas sociales vinculados al kirchnerismo, abogados representantes de organizaciones de derechos humanos, extranjeros avisados de la creciente celebridad del lonko. Durante su prisión nunca le faltaron a sus seguidores, que hacían la vigilia permanente en la vereda del establecimiento penitenciario, las pizzas y las gaseosas que pagaban bolsillos partidarios o foráneos.
Finalmente el verdadero mártir de su causa no fue él sino Santiago Maldonado. Mientras el kirchnerismo impulsaba la teoría de que los gendarmes se habían chupado al joven, Jones Huala ya era bien consciente de que su cuerpo estaba en el río. Su gente lo había rastreado durante dos noches en las frías aguas sin encontrar el cuerpo. Sus seguidores buscaban una mochila negra con bombas motolov y al propio Santiago, una tarea imposible de lograr sin el equipamiento adecuado. Ambos se hallaban casi a tres metros de profundidad entre las raíces. Al final se dieron por vencidos, pero no dejaron que nadie ingresara al sector, porque también sabían que cuando la temperatura subiera el cadáver flotaría. “Tremendo sacrificio hiciste, hermanito”, le escribió Jones Huala a Santiago en una carta pública.
El lonko ya tenía su Vietnam en Cushamen, pero quería otros. Matías Santana tenía contactos con la familia Nahuel del barrio Virgen Misionera, liderada por María Nahuel, quien estaba en pareja con Cristian Cohual. Dos más dos sumó cuatro. Nahuel primero tomó una plazoleta del barrio Virgen Misionera bajo la premisa de que ellos eran una familia mapuche con derechos ancestrales. Olvidándose, claro, de que la mayoría de sus 7000 vecinos tenían el mismo origen. El conflicto con los pobladores se mantiene firme y hace un mes le quemaron el portón de su casa a María.
El kirchnerismo rionegrino, a través de la diputada nacional María Emilia Soria, brindó al principio apoyo moral y asesoramiento a la lucha de los Nahuel. La legisladora llegó a reconocer en un programa de radio que conocía a “todos” los jóvenes que ocupaban Mascardi el día en que Rafael Nahuel murió durante un enfrentamiento con Prefectura Naval Argentina. Fue el 25 de noviembre de 2017. La idea del kirchnerismo era captar el voto mapuche en la Patagonia y tener a algunos grupos cautivos para los reclamos populares durante el gobierno de Macri. En los doce años de gobierno K se habían entregado a distintas comunidades mapuches más de 200.ooo hectáreas. En ocasiones 10.000 hectáreas de altísimo valor turístico a una sola familia, que no necesariamente explotó el negocio.
Con el kirchnerismo otra vez en el poder, Luis Pilquiman, un referente que se había mantenido históricamente lejos de los hechos de violencia y tenía un discurso mesurado y pacifista, se convirtió en el número dos del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas. Desde entonces su postura de cierta neutralidad cambió: en estos años terminó ayudando a los ocupantes de Mascardi en sus traslados y otras tareas.
Al contrario que Jones Huala, María Nahuel no abrió el juego. Sin dejar sus seis propiedades en su barrio, en 2017 María “encontró” en Mascardí, a 35 kilómetros de Bariloche, un predio sin habitar de siete hectáreas del Parque Nacional Nahuel Huapi. Diversas fuentes locales y del gobierno provincial coinciden en que a María alguien le pasó el dato, posiblemente un familiar que trabaja en Parques Nacionales.
Sin demora, en noviembre de 2017, aprovechando la marea que había dejado el caso Maldonado y la prisión de Jones Huala, la mujer se instaló en Mascardi. Se justificó diciendo que su hija Betiana Colhuan, de entonces 16 años, había tenido sueños recurrentes que la señalaban como machi en la región, y que durante una visita al predio la adolescente recibió el mensaje del newen acerca de que debía quedar en manos mapuches. Mejor aún, en manos de los Nahuel-Colhuan.
Betiana se convirtió en tiempo récord en machi, un título que en el mundo araucano puede llevar décadas de estudio de cultura y medicina mapuche. Luego inició una relación con Santana, con quien más tarde tuvo un hijo, y de este modo quedó sellada la propiedad en una de las zonas más atractivas de Bariloche. La bautizaron lof Winkul Lafken Mapu. Sin embargo, en la práctica funciona como un bien familiar y no como un lof mapuche.
María y Cristian tienen en su haber un importante currículum de acciones violentas, entre las que se incluyen denuncias por violencia intrafamiliar y amenazas con armas de fuego, radicadas en la Justicia por la familia mapuche Montenegro, que administra un camping a metros del área ocupada. Hoy el sector bajo su poder ronda las 30 hectáreas. Decenas de vecinos que habitan Mascardi desde mediados del siglo XX, cuando no había colonos en el sector, sufren las agresiones constante del grupo radicalizado. Robos, agresiones, amenazas y cortes de la Ruta 40 componen un menú delictivo que no tuvo jamás ninguna consecuencia judicial.
Ungida su hija como machi, Nahuel no se mostró jamás dispuesta al diálogo con las autoridades. Según cuentan fuentes locales, al entender que la Justicia Federal se mostraba dispuesta al desalojo en 2017, se decidió a convocar a políticos K y a un grupo de amigos de Santana y su pareja. Este grupo de varones le costó la supremacía del liderazgo en Mascardi, pero al menos tuvo un pequeño ejército a su disposición ¿Manda ella hoy en Mascardi? No se sabe, pero la violencia persiste.
En Bariloche es un secreto a voces que en 2017 políticos K ofrecían 500 pesos a los jóvenes de origen mapuche en el Alto de Bariloche para pasar una jornada de ocupación en Mascardi. El padre de Rafael Nahuel, Alejandro, reconoció que su hijo se encontraba haciendo una “changuita” en Mascardi el día en que murió. Vecinos del Alto me mostraron la fotografía de la persona que ofrecía los 500 pesos en el barrio (un político K de Bariloche) y un alto funcionario de Río Negro le reveló la dirección exacta en la cual se reunían figuras políticas locales con los jóvenes para entregarles el dinero: una casa en el barrio Alto.
La historia de violencia en Cushamen y Mascardi es ampliamente conocida. Maldonado falleció ahogado mientras escapaba de Gendarmería en el Río Chubut. Rafael Nahuel murió durante un intercambio de fuego entre el grupo de ocupantes y un equipo Albatros. El propio Fausto Jones Huala reconoció a la Justicia que sí estaban armados. Lo contrario a lo que declararon desde el principio. Fausto, Lautaro González y Nahuel tenían restos de pólvora en sus manos, según lo corroboraron dos análisis de laboratorio en Bariloche y Salta.
La presencia de “foráneos” en las tierras ocupadas no ha sido nunca del agrado de los mapuches de mayor edad. La propia Isabel Huala, madre del lonko, confesó a algunos de sus amigos que llevar a un “blanco” a Cushamen fue una mala idea, tanto como incluir a Nahuel, un joven de escasa militancia mapuche, en Mascardi. “La tierra no los quiere ahí”, señaló la mujer, que todavía hoy entiende que el “conflicto” no debería tener intromisiones de la política ni de los winka (blancos).
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