Implacable voluntad de poder­.

 

­La decisión del zar Vladimir I de reconocer la independencia de las repúblicas separatistas de Donetsk y Lugansk y que sus tropas crucen la frontera es un acto de coherencia geopolítica. Desde su llegada al poder en 1999, Putin ha trabajado sin prisa y sin pausa para reconstruir la grandeza imperial de Rusia, según los patrones del pasado. Y ese camino agresivo -que amenaza intereses de Occidente y de China- incluye extender las fronteras de la Federación Rusa, cuando se pueda; y restaurar el principio global de las esferas de influencia, que regía en el siglo XX. 

Así las cosas, recuperar a Ucrania, "el granero de la URSS'', sería un paso primordial en la visión estratégica del ex jefe de la KGB, con el propósito último de que su Patria recobre densidad de Gran Potencia, la tercera en discordia entre Estados Unidos y China. 

Al parecer, la táctica con Ucrania es comerla a pedazos. En 2014 Rusia se apoderó de la península de Crimea (Krushev se la había cedido a su Ucrania natal en compensación por los crímenes estalinistas). Ahora es el turno de las provincias filorrusas del Este. Mañana irá por el resto del territorio ucraniano, si los costos no son excesivos. Estamos ante una Voluntad de Poder extremadamente inteligente y cruel, que ha mejorado el nivel de vida de sus ciudadanos, restaurado el orgullo nacional y asesinado o encarcelado a todos los opositores de fuste, además de perseguir a esa minoría de proscriptos que cada tanto hay que apalear para complacer los bajos instintos de la masas. Pseudototalitarismo, según el sociólogo Lev Guvkov.­

­NO EXISTEN­

Vale aclarar que la cuestión ucraniana no es sólo capricho y cálculo de autócrata. Al fin y al cabo, son muchos los rusos de la elite o de la plebe que creen que el vecino, de 44 millones de habitantes, no conforma una nación propiamente dicha y que las diferencias culturales y lingüisticas se explican simplemente "por el largo período de dominio polaco-lituano sobre gran parte de Ucrania entre los siglos XIV y XV'' (1). Incluso los nacionalistas más moderados de Moscú repiten este cliché: "El idioma ucraniano es simplemente ruso con acento polaco''.

Millones de ucranianos del terruño y de la diáspora no piensan como los imperialistas moscovitas y en 2012 se rebelaron en las calles de Kiev para derrocar a un títere del Kremlin. A esa gesta se la conoce como la Revolución Naranja. De aquellas lluvias, estos lodos.

A pesar de "una casi completa ausencia de tradición como Estado y la inexistencia de cualquier continuidad histórica clara que una a todas las regiones del país'' (2), hoy resulta evidente a cualquier observador desapasionado que existe una identidad nacional ucraniana, que se fortalece todos los días en el estudio de sus tragedias históricas, como el Holomodor, la hambruna creada artificialmente por Stalin en 1932 que causó la muerte de millones de personas.

El nacionalismo de Ucrania -palabra que literalmente significa país fronterizo- remonta su origen al principado de Kiev, un afortunado cruce de rutas comerciales en el Medioevo, cuyo esplendor quedó devastado por las invasiones mongolas del siglo XIII. Qué problema. Muchos rusos consideran también que su monarquía eslava se fundó en Kiev.­

UNA FRACTURA­

Las naciones, se sabe, son construcciones arbitrarias; y la mezcla étnica, cultural y religiosa causa violencia en todo el planeta. Mirar para atrás, por ende, siempre envenena las reyertas políticas del presente. Es cierto, no obstante, que en los tiempos modernos siempre existió una fractura en el actual territorio ucraniano, una tensión entre los filoccidentales (cuyos enclaves son Kiev y Leópolis/Lvov/Lemberg) y los prorrusos afincados en el industrial y carbonífero Donbás, justamente las actuales provincias separatistas.­

Más allá de polémicas académicas, es obvio que el gobierno elegido hoy por los ucranianos tiene derecho a defender su integridad territorial y, para ello, a anudar como le plazca sus alianzas internacionales (por eso Kiev ha solicitado su ingreso a la OTAN).

Los deseos expansionistas de Putin, naturalmente, ven en ello una amenaza. El líder ruso ha venido agitando la rebelión en las provincias linderas durante este siglo. Algunos de sus argumentos son los de Adolf Hitler en 1938. El Donbás son los Sudetes de nuestro tiempo.

Ahora, la pelota ha pasado del lado ucraniano y de Occidente. ¿Aceptará el gobierno de Vladimir Zelensky el desmembramiento? En una mirada más amplia, no sólo peligra la paz en Europa oriental, también está en juego la Pax Americana. Por un lado, el presidente Joe Biden debe demostrar si da la talla para lidiar con esta crisis internacional; por el otro, veremos si la Superpotencia americana cuenta con los recursos como para frenar a un audaz aventurero (respaldado con armas nucleares).­

Sería penoso para la causa de la libertad y el progreso que Estados Unidos quedara a las ojos del mundo como un tigre de papel. China, otro Estado pseudototalitario, tomará nota y observará a Taiwán con ojos codiciosos. Después de digerir parte o toda Ucrania, Putin puede que vuelva su mirada implacable hacia los países bálticos. ¿Un corredor hacia Kaliningrado o `Todos los rusos en el mismo Estado'?­

(1) Pueblos, etnias y culturas de Europa. Felipe Fernández-Armesto, editor. Grijalbo­

(2) Ibídem.­

POR GUILLERMO BELCORE.

PUBLICADO EN DIARIO "LA PRENSA", 21 de febrero del 2022.

https://www.laprensa.com.ar/512496-Implacable-voluntad-de-poder.note.aspx