Era zambo. Hijo de una esclava negra y un indio guaraní. Era soltero y 23 años tenía aquella calurosa mañana del miércoles 3 de febrero de 1813. Dicen que no era muy buen jinete, aunque lo dudamos, porque para aquel combate, el coronel había elegido a sus mejores hombres.
Analfabeto, como casi todos en aquel tiempo, seguramente su idioma materno era el guaraní.
No se sabe bien como murió. Algunos dicen que interpuso su cuerpo entre una bayoneta realista y el cuerpo de su Jefe, caído debajo del cadáver de su montado.
Otros dicen que fue bayoneteado cuando peleaba por sacar al Coronel de debajo de su caballo muerto. Y hay alguno más que dice que mientras ataba las riendas de su caballo a las riendas del caballo muerto de San Martin, para arrastrarlo, es cuando recibe dos heridas mortales de arma blanca.
Agonizó cerca de tres horas, para morir finalmente sobre una de las mesas del comedor de los curas del convento.
Sin él y su sacrificio, nada hubiera sido igual. El futuro Libertador seguramente hubiera muerto en aquel pequeño combate y el cruce de los Andes jamás habria ocurrido, y la historia del país, de la América y del mundo hubiese sido muy distinta.
Publicado en Facebook/Granaderos Bicentenario.
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