POR Cnl. My (R) GABRIEL CAMILLI.
Un 25 de febrero de 1778 en Yapeyú, tierras de las Misiones (como solían nombrarse entonces), adonde su padre, el Capitán D. Juan de San Martín, ejercía el cargo de gobernador, nació nuestro Padre de la Patria. No es presuntuoso afirmar que si hubiese nacido en tiempos de Homero, y el poeta griego hubiese tenido un protagonista más noble que Aquiles y más
Posteriormente presta servicios en 1793 en la campaña contra Francia. Toma parte en las batallas de Masden y de Trouilles. Asciende hasta el grado de Teniente 2°. Toma parte en 1801 en la campaña de Portugal, interviniendo en el sitio de Olivenza.
Posteriormente interviene con su antiguo regimiento en los bloqueos de Gibraltar y de Ceuta. Marcha en 1807 a la campaña de Portugal con el Regimiento de Voluntarios de Campo Mayor.
En 1809 asciende al grado de Ayudante Primero, y es incorporado al ejército del General Castaño, que combatía contra los franceses. En esa campaña se distingue en Arjonilla, ascendido a Capitán por mérito de guerra pasando a revistar en el Regimiento de Caballería de Borbón, con el que combate en Bailen.
Curtido por mil batallas decidió volver a su tierra. En una historia que ya todos conocemos.
San Martín es una pieza fundamental en la construcción de nuestra identidad nacional.
Hoy queremos recordarlo, para hacerlo presente, para imitarlo.
Como conductor de ejércitos San Martín, como todos los grandes, ha sido hombre de magnos objetivos, y jamás empeñó acción alguna tras un objetivo pequeño.
Su vida misma, puesta al servicio de una gran idea, es la prueba de ello, y su renunciamiento a desviar su conducta hacia cuestiones pequeñas.
Debemos estudiar la vida y obra de nuestro máximo prócer no para centrarnos en el pasado, sino porque nos preocupaba el presente y el futuro de la Patria. San Martín nos muestra que el camino de la recuperación pasa solamente por los valores y la ética.
Repasar su vida es un manual de operaciones y gestión. Y, hoy podemos repetir las palabras de un sanmartiniano de ley: "Hay que luchar para poner en el alma de los argentinos el ejemplo vivo del Libertador". (My J.C. Antonioni).
Mandar no es conducir. Se puede mandar acaso con la astucia y el oportunismo o con la fuerza o no más que con la garganta. Pero quien conduce lo hace con una fuerza interior genuina, no impostada o fingida, no puramente exterior.
Nadie da lo que no tiene. Se puede engañar a uno mucho tiempo, a muchos, por algún tiempo. Pero no se puede engañar a todos todo el tiempo. Un líder verdadero es consistente, su liderazgo no es una actuación con un libreto que él no ha escrito o no conoce y que repite sólo porque le resulta eficaz.
Por eso el vocablo líder; es mejor significado en el castellano,
El verdadero conductor es auténtico. Y auténtico significa que es el autor de sus propios pensamientos y obras. Es propietario, no alquila. Usa sus propias plumas, no se viste con plumas ajenas. Tiene su propia voz, no es como la calandria que simula e imita el canto de otros. Dominus -de donde viene dominar- significa no dominador sino señor. Y señor es más que dominador. Dominador se puede ser con un látigo en la mano, con trampas y traiciones, con la sola fuerza. Señor, no. Y hay una sola forma de ser "señor".
Pero para eso, el líder y el auténtico conductor primero debe vencer la batalla más importante. - En el último capítulo de Quijote, el 72 de la segunda parte, el escudero Sancho reflexiona. Su caballero Don Quijote ha sido vencido por el caballero de la Blanca Luna y se vuelven a su tierra, La Mancha.
Así, y aplicando lo que su señor le enseñó, Sancho, que ya se ha quijotizado a imagen de su conductor, proclama:
El conductor y líder se modela antes que nada y sobre todo, por adentro. Y desde adentro hacia afuera. Quienes lo siguen lo reconocen, no por su apostura o apariencia, sino por su carácter, su determinación, su nobleza de espíritu, su valor, su prudencia, su aplomo en las dificultades, su visión. Y también su compasión.
Para eso, el conductor ha tenido primero que modelarse, vencerse a sí mismo, ha domado sus defectos y vicios, y se ha hecho dócil a la realidad, ha dominado sus caprichos. Y, en tanto conductor de hombres, es amado porque de ese modo quienes lo siguen corresponden el amor con el que conduce.
Eso veían los troyanos en su príncipe Héctor. Mientras que los mirmidones solamente veían en su príncipe Aquiles su fuerza invencible.
San Martín unió una cosa con la otra, por eso sigue siendo la esperanza para que la Argentina reencauce su vocación de grandeza. Ahora depende de nosotros.
PUBLICADO EN DIARIO "LA PRENSA".
https://www.laprensa.com.ar/512617-Lo-mantendremos-muy-alto-para-mostrarlo-al-olvido.note.aspx
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