UNA MIRADA DIFERENTE.
77 años y contando.
Cuando no hay nada para celebrar y cuando parece que no se
aprendió nada.
Por DARDO GASPARRÉ.
Mañana se cumplirán 77 años de la asunción de Juan Domingo Perón a la presidencia de la Nación. Una semana antes había sido reincorporado al ejército y ascendido desde el grado de coronel al de General de Brigada por el dictador Edelmiro J. Farrell. Como se recordará, Perón detentó hasta el 8 de octubre de 1945 simultáneamente los cargos de secretario de Trabajo y Previsión, ministro de Guerra y vicepresidente de la Nación del gobierno militar de facto dirigido por Farrell, del que era cómplice. Caso único en la historia de los golpes de Estado y de la política universal.
Analizando la sucesión de hechos, y sobre todo la velocidad a la que transcurren, al igual que muchos documentos y cartas de los militares de la época, no es difícil colegir que el coronel de Lobos (que alguna vez llegó a percibirse fugazmente como tehuelche y hasta como mapuche) fue elegido por el golpismo para ser el sucesor constitucional de la dictadura, como ya había ensayado algunas veces desde el golpe de 1930.
Habrá que dejar de lado Wikipedia en su versión en castellano, intervenida y retocada a piacere por el peronismo vía sus percibidos historiadores, como ocurre con la historia nacional, o al menos saber que su texto tan manoseado resulta como mínimo una posverdad, para buscar una mejor aproximación a la realidad de los hechos, que se desdibuja por el tiempo transcurrido, pero también por el relato de tantos años, la construcción narrativa -como diría ese gran filósofo que es Lula – o directamente el materialismo dialéctico aplicado.
Instantáneo y expreso.
Algo que no es demasiado conocido es que la supuesta discrepancia de Perón con la dictadura que codirigía y su martirio duró apenas unas horas. Desde que se rebela hasta el 17 de octubre transcurrió una semana. En ese período, como en un video acelerado, es enviado detenido a la isla Martín García, (un día), aduce una enfermedad y es trasladado al Hospital Militar, (dos días) pronuncia un discurso desde los balcones de la Casa Rosada, Se produce una manifestación popular-sindical en Plaza de Mayo y es liberado. Se anuncian elecciones libres y a los cinco días comienza su campaña presidencial. Una revolución en tiempo récord. El peronismo siempre fue instantáneo y expreso.
Si se profundiza en esa previa, el accionar del propio Perón nunca fue demasiado claro. Historiadores más confiables que los actuales milihistoriadores recuerdan que uno de los juramentos que hacían los integrantes del GOU, (El coronel no era fundador pero mágicamente se ingenió para aparecer como tal en documentos posteriores) consistía en comprometerse ante Dios y la Patria a jamás aceptar un cargo público. En cuanto el futuro líder vislumbró que eso se oponía a su carrera política hizo desaparecer y perecer mágicamente al GOU que había usado durante 9 meses para trepar en el golpismo. Eso se puede encontrar hoy en esos documentos.
El coronel no era muy confiable. O más precisamente, era un poquito traidor. Como lo supo tardíamente Cipriano Reyes, el líder sindical de la carne y presidente del Partido Laborista, una especie de Rucci de su momento, factótum de la marcha del 17 de octubre, que -de paso- no reunió la cantidad que dice el peronismo ni sus repetidores, sino que llegó a alguna cifra entre 150,000 y 200,000 manifestantes, de todos modos una cifra muy importante para la época, a la vez que por otro lado es sospechoso que un ejército de formación prusiana y una dictadura de durísima acción callejera hayan permanecido impasibles ante semejante insurrección, tolerada hasta la pusilanimidad por todos los generales con jurisdicción en el área. A menos que hayan tenido instrucciones de cerrar los ojos para inventar “la revolución peronista”.
A pocos días del 4 de junio de 1946 Reyes pierde su partido Laborista que desaparece arbitrariamente por decreto del triunfante novel General de Brigada, seguramente como premio a su ayuda. Es picaneado por los famosos hermanos Cardoso y queda impotente, su auto es ametrallado su chofer muerto y él es malherido y muere tristemente algunos años después.
Tampoco don Juan Domingo cumplió el pacto firmado con el General Avalos y el propio Farrell de retirarse del ejército, ya que planea y acepta su reincorporación mediante el favor del dictador. Y es cierto que fue muy generoso con el ejército. En su serie “El ejército en la política argentina” Robert Potach desbroza casi sin comentarios el escandaloso crecimiento de la relación entre número de oficiales y tropa y su evolución, al igual que sus ingresos relativos. Casi parecía un soborno.
De la simple lectura de estos libros surge la íntima alianza de Perón con los militares, y también se puede observar el nacimiento de la irresponsabilidad presupuestaria que es embrión del estado hiperinflacionario crónico del país. Un precursor del plan platita.
Un precursor.
Porque más allá de estas consideraciones, antecedentes y observaciones históricas, Juan Domingo Perón fue auténticamente un precursor. Al fomentar el sindicalismo militante y empoderarlo, concibió a los famosos gordos que destruyen el empleo nacional y cualquier posibilidad de invertir y competir. Hasta los tornó una rama de su movimiento, que los jerarcas de las asambleas de mano alzada supieron manejar mafiosamente bien. Y en otro plano, sus leyes condujeron directamente a la industria del juicio.
También fue precursor de la emisión-inflación, lo que va apareado a todos los desatinos presupuestarios que poblaron sus dos gestiones y la destrucción de precios relativos, lo llevaron a persecuciones contra comerciantes, a amenazarlos con colgarlos, a las inspecciones, y consecuentemente a las coimas, controles, lo que ahora se llamaría pomposamente “Matrices de Leontieff” y cuanta otra aberración contra la libertad se conciba.
Al controlar o administrar el tipo de cambio, una consecuencia de la malhadada idea de la CEPAL de 1950, con la prédica de Raúl Prebisch de “Vivir con lo nuestro”, que terminó concluyendo con la premisa de “vivir con lo ajeno”, transformó un error en un apotegma, en una doctrina. Fue con ello precursor del cepo, de los 40 tipos de cambio, del regalo a los amigos y acomodados de dólares baratos que vende el estado a sus favorecedores y que se revenden al día siguiente al doble.
Al combinar ese criterio de escasez deliberada exclusiva con el IAPI y la acción de la Junta Nacional de Granos, se transformó en el comprador interno exclusivo y vendedor internacional único de todas las cosechas, bajo la excusa de que de ese modo subsidiaría al agro, lo que no sólo impidió el desarrollo del agregado de valor sino que predicó lo que ahora plantea como un catecismo el gobierno: los dólares son del Estado, no importa si se exporta menos y no se importa ni lo elemental.
En esta política colaboró el ejemplo que dio desde su Banco Central, que terminó, junto con las secretarías respectivas, vendiendo bajo el poncho permisos para exportar, para importar, para comprar dólares a menor precio, para permitir lo que estaba prohibido. Es así precursor de las prebendas, de la falsa competencia, de la industria de focas aplaudidoras, de las falsas industrias armadoras, de los acomodos con los privados. Cuando la discursiva de un político de moda ha reflotado el mote de “casta”, o sea la Nueva Clase como escribiera Milovan Djilas en 1957, el público desprevenido cree que se trata sólo de los políticos. El modesto antecedente de la causa de los cuadernos donde tantos empresarios han aceptado sus delitos no parece importarle.
El sistema mussoliniano de empresas del Estado, empresas privadas asociadas o transando con el Estado, o dependientes del Estado, las trabas para la radicación y funcionamiento de las empresas extranjeras florecieron a partir del 4 de junio de 1946. Las coimas también. Astilleros privados subsidiados de un solo barco, o con un solo cliente: el estado, petróleo en manos privadas que reparten coimas sin licitación. Y agregue los casos que se le ocurran.
Quienes hoy empiezan a ser maduros, creen que el kirchnerismo es el inventor o el potenciador del fracaso que implican la corrupción, la confiscación, la prebenda y la falta de competencia y libertad, o del desprecio por la propiedad privada. No le otorgan el mérito suficiente ni la autoría a quién es hoy visto como algo distinto, superior, como el autor de una teoría salvífica e infalible desvirtuada por sus discípulos. También en esto son tardíos: el inventor de ese concepto de infalibilidad fue el propio Perón, cuando eludía aceptar sus fracasos y mandaba al frente a sus representantes exclusivos con el lapidario “me ha traicionado”.
Juventud maravillosa.
¿Hace falta explicar por qué es el precursor de la guerrilla de la “juventud maravillosa”? ¿O de la prepotencia? ¿Hace falta recordar las iglesias mancilladas, el Jockey Club quemado, las instituciones arrasadas, las escuelas pobladas de luto en los guardapolvos y de libros con autoelogios del gobierno? ¿Hace falta recordar el plan ODESSA, las subdelegadas censistas, las jefas de manzana, la obligatoriedad de afiliarse para toda dádiva? También Perón fue precursor del choripán, empezando por el simple e inocente “mañana San Perón”.
Cuando se analiza el comportamiento financiero, ético, penal, económico y político de las provincias y sus caciques, que tanto tiene que ver con la casi absoluta imposibilidad de recuperación del país, ¿se olvidan los mecanismos constitucionales y presupuestarios creados por el líder del movimiento y la calidad técnica, profesional y ética de los gobernadores endosados a cada una?
Es posible concentrar la desilusión y el enojo sobre Cristina Kirchner, pero ¿es muy distinta su construcción como fuerza política y social que la que se empezó a crear hace 77 años? ¿Son muy distintas sus mentiras y sus espejismos y aun su hubris? ¿Son tan diferentes los fundamentos económicos y aún la calidad de sus funcionarios en el área específica? ¿Son muy distintos los ataques y manejos de hoy contra las instituciones, incluyendo a la Justicia, a los que se comenzaron a gestar y aplicar aquel 4 de junio?
Cuando se hacen reflexiones de esta naturaleza es habitual que se intente responderlas o neutralizarlas sosteniendo que Perón sucedió hace 77 años y que hablar hoy de él o de su gobierno es como una antigualla, como volver al pasado. Algo parecido al comunismo, que sigue siendo comunismo pero sostiene que ya no lo es, aunque cada uno de sus postulados, relatos, planteos u objetivos sigan siendo los mismos. Justamente de eso se trata. De su condición de precursor. De haber creado no sólo un movimiento, sino una línea política, casi una filosofía, que sigue sosteniendo la validez del error pese a cualquier demostración en contrario, y que siempre falla por culpa de algún otro, y condiciona a gobiernos propios y ajenos, como temía Tocqueville que ocurriera con la doble trampa de la demagogia, hoy llamada populismo.
Llenos de odio.
Y aquí se puede agregar el otro argumento que suele usarse para oponerse a comentarios como los de esta columna: “están llenos de odio”. Nadie, absolutamente nadie más que Perón, ni aún la mismísima Cristina Kirchner, la Maléfica original del cuento (no la travestida versión de Jolie) ha hecho más para dividir a los argentinos que quien asumiera la presidencia un día como mañana. Desde el “por cada uno de los nuestros que caigan caerán cinco de ellos”, pasando por la repartija de alambre de fardo hasta llegar a “al enemigo ni justicia”, frase de conventillo adoptada fielmente por su actual sucesora. Pero sobre todo, al culpar a unos de la desgracia o las carencias de otros, como si una parte de la sociedad fuera la responsable de los males de la otra. Concepto estalinista que ha permeado hasta nuestros días.
Es común y fácil, claro, que muchos y muchas periodistas les pregunten a los candidatos con proyectos sensatos, cómo harán para aplicar esos cambios imprescindibles para que el país comience a caminar de nuevo, aunque eso tome varios años. El argumento parece imbatible: ¿cómo van a cambiar algo si el pueblo y los legisladores no quieren el cambio, o están acostumbrados a las tarifas baratas, a los planes, al pagadios? Por supuesto que no es cierto. Esa es la excusa para que no se profundice el análisis y la gestión, para que nada cambie. Todos odian la inflación, pero nadie quiere que baje el gasto o el subsidio. Le llaman inflación multicausal. Y es que el legado mayor de Perón es haber dejado una sociedad que piensa como peronista. “Peronistas somos todos”, decía el Líder. Y ese, justamente ese, es el problema.
77. Los cabalistas dicen que el siete es el número de Dios. Pero no se confíe. Mes seis del cuarenta y seis.
Nota: Si se trata de odiar, el autor odia al cáncer, al Alzheimer, a las dictaduras, a los pedófilos y violadores, a la negación de educación, al garantismo, a la prostitución y maltrato infantil, a los ladrones y arrebatadores de vía pública y siempre, siempre, a los ladrones públicos. Y tiene claro que no son todos peronistas. O sí.
Publicado en Diario LA PRENSA.
03.06.2023.
https://www.laprensa.com.ar/530442-77-anos-y-contando.note.aspx
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