Y se murió Stalin… por José Antonio Riesco.
La noticia no hay dudas que impactó al mundo, cuando el 5 de marzo de 1953 se anunció que Josif Vissariónovich Dzhugashvili, más conocido por “Stalin” (acero), había dejado este mundo. No logró, ciertamente, al menos en los países occidentales, el golpe emocional que produjo el asesinato en 1963 de John F. Kennedy, un simpático play boy de la política de poder.
El itinerario público de Stalin comenzó desde los primeros momentos de la Revolución Rusa en 1917, aquélla que Lenin puso en marcha con el padrinazgo de Erich Ludendorff y otros mariscales del ejército alemán en plena Gran Guerra. Muerto Lenin en 1924, Stalin fue, seguidamente, el conductor de la antigua patria de los zares e hizo de ella, fusilando, estatizando y planificando, una de las grandes potencias “industrial-militar” de la tierra.
Por algo, a fines de la década de los 30, don Pablo Neruda, gran bardo chileno, en un poema de admirable factura literaria, lo llamó “Padre del proletariado universal”. Eran los días de los Procesos de Moscú” y de la guerra civil en España, y cuando en la Argentina los trabajadores votaban por los radicales, conservadores o socialistas y muy poquitos por los comunistas.
Se dice que Franklin D. Roosevelt estuvo enamorado del estadista ruso, acaso por eso de que, según San Pablo, “el amor todo lo santifica”. Como fue el caso de Anatole France, Barbuse, Romain Roland, líderes de la cultura europea, e incluso el luego arrepentido André Gide. Nosotros, los argentinos, lo tuvimos a Victorio Codovilla, un intelectual de nivel, que no era ruso pero integraba el aparato de Moscú. Fue quien inventó eso de que el peronismo era fascista.
En verdad, los funerales histórico-políticos de Stalin recién se realizaron en 1956. Cuando en un gran “pleno” del PCUS (el XX Congreso), apenas se disipó el incienso el premier Nikita Kruschev produjo un “Informe” legendario. Allí dijo y reconoció que todo cuanto se había denunciado sobre Stalin -el régimen genocida, cargado de crímenes y tiranía- era absolutamente verdad. Lo que no dijo fue que él había formado parte de la corte, tampoco que el régimen subsistiría y estaba listo para masacrar a los obreros de Alemania Oriental y a los pueblos de Hungría y Checoslovaquia, y menos que en 1962 le vendería a Kennedy el cuento de los misiles que colocó en Cuba, a cambio de que no tocara la isla una hija dilecta del estalinismo. No tuvo memoria, asimismo, para los 75 mil oficiales polacos fusilados en un bosque durante la segunda guerra.
Kruschev puso la firma en el XX Congreso, con el aval de “los altos camaradas” que lo rodeaban, pero no mencionó el pacto Hitler-Stalin para repartirse Polonia y parte de Finlandia. Habló sí sobre los asesinatos en los Procesos de 1937/38 de Bujarín, Kamenev, Zinoviev, Radek y otros fundadores de la URSS.
Algo dijo de la ejecución de miles de oficiales superiores del ejército ruso, los millones de campesinos que se aniquilaron con la colectivización forzada, junto a la enorme masa de enviados para morir en los campos de concentración de Siberia, el uso sádico de la policía política para perseguir y encarcelar a meros sospechosos, y todo lo sucio e inhumano que implicó el “culto de la personalidad”.
De la trayectoria del “stalinismo” quedó a la vista que el plan del “socialismo real” nunca pudo cumplirse sin la supresión completa del derecho a la vida y de las libertades políticas, sindicales, periodísticas, educativas, religiosas o económicas. Y menos sin la disolución en la “totalidad” de la persona, el principal sujeto social. Y ello acorde a la tesis que Marx enunció en 1848 (The kritit…), sobre que la verdadera libertad sólo llegaría con la absorción del hombre por el “ente genérico”. Y con lo cual prefiguró el totalitarismo del siglo XX.
La otra y final instancia del velatorio fue cuando el 30 de mayo de 1989 Mijail Gorvachov puso en marcha la “Perestroika”, acaso justo cuando esa sociedad hizo conciencia que ya no podía soportar más el “chaleco de fuerza”. Su cuerpo y su alma (la estructura sociocultural) habían crecido suficiente a fin de reclamar oxígeno para una nueva vida. Entonces estalló el sistema.
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