JUAN DOMINGO PERÓN Y EL CANICHE DE PERÓN. |
Y le cuenta Perón a su biógrafo Enrique Pavón Pereyra que “Cuando gané la primera batalla electoral y fue votada la ley que reimplantó la enseñanza religiosa en las escuelas, un sacerdote fue a Roma y habló largamente con el Sumo Pontífice, el cual se interesó vivamente en nuestro movimiento. Su Santidad escuchó conmovido el relato del padre Hernán Benítez (confesor de Evita) y después de haber leído un mensaje mío, le encargó que me hiciera llegar su más alta aprobación, porque yo había interrumpido una tradición de sesenta años de laicismo y ateísmo; porque había confirmado la indisolubilidad del matrimonio, contra el cual se había pronunciado las leyes de todos los países católicos y no católicos; porque las leyes sociales del peronismo habían conjurado el peligro de la infiltración comunista en la Argentina y porque con la afirmación de nuestros ideales de paz, había asumido una posición de tercera fuerza cristiana, necesaria en un país donde derechas e izquierdas estaban impregnadas de anticlericalismo”.
Y continúa relatando Perón que “El Santo Padre expresó, además, al padre Benítez, que había acogido con particular complacencia la afirmación que yo hice el 15 de diciembre de 1945, al término de mi primera campaña electoral. En aquella circunstancia aseveré que mi política social estaría inspirada en las Encíclicas Papales y mantuve hasta el fin esta promesa. Pero el Papa dijo algo más aún al sacerdote, le manifestó que le había conmovido mi devoción a la Milagrosa Virgen de Luján, cuya pequeña imagen llevé conmigo al exilio, y, que tengo sobre mi mesa de luz. También, consideró sabia mi decisión de iniciar las actividades del gobierno con una visita al santuario de la Madre de Dios”.
También Perón le confía a Pavón Pereyra que “Como si ello no bastase, cuando Evita viajó a Italia, fue recibida en el Vaticano en forma conmovedora y en aquella circunstancia el Pontífice se dignó a concederme la Gran Cruz Plana. Enseguida de la audiencia, Eva me telefoneó. Hablamos extensamente, me contó de sus nervios y recuerdo una frase suya como si su voz me la repitiese todavía al oído a través de la infinita distancia que ahora nos separa: -He sentido hoy la más grande emoción de mi vida. El Papa conoce perfectamente la situación de nuestro país y sique complacido tu obra y llamándote hijo dilecto, te envía su paternal bendición”.
Más adelante cuando se desata el conflicto con la Iglesia Católica Perón fomentado “por elementos que tenían especial interés por avivar el fuego, por mi parte, me desembaracé de los colaboradores que no se mostraban a la altura de la situación, en la esperanza de que ese gesto mío sirviera para aplacar las aguas ya demasiado revueltas”.
Sin duda que mucha agua ha corrido sobre los puentes del país y del mundo desde aquella época de los primeros gobiernos justicialistas, pero estos conceptos vertidos por Perón fueron la columna medular de su doctrina.
Ante el hecho histórico de tener a un papa argentino sentado en el trono de San Pedro y para mayor sorpresa “peronista”, ¿qué diría hoy el general Perón al ver la reacción virulenta y hasta anticlerical de algunos de sus compañeros ante el Papa Francisco?
Se asombrará seguramente que su movimiento, el peronismo, siga siendo protagonista de la historia trascendiendo los límites de América Latina he instalando a un Papa, argentino y jesuita en el trono de San Pedro. A pesar de muchos.
Jorge Castañeda, patagónico que reside en Valcheta, provincia de Río Negro, Argentina.
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