Carlos de Dios Murias, un fraile franciscano secuestrado y asesinado el 18 de julio de 1976 en La Rioja por los militares de esa provincia, sería el primer canonizado por el papa Francisco, según indicó el diario italiano La Stampa. Se trata de un hombre muy cercano al obispo Enrique Angelelli que comulgaba con la teología de la liberación.
El diario La Stampa cita declaraciones en este sentido del padre Carlos Trovarelli, provincial de los Frailes Menores Conventuales en Argentina y Uruguay.
La causa de beatificación y posterior canonización por el martirio de Murias fue iniciado en mayo de 2011 por la diócesis de La Rioja.
Trovarelli aseguró que el cardenal Bergoglio firmó de inmediato la documentación para iniciar el proceso y enviarlo a Roma.
Carlos Murias nació en 1945 en Córdoba. Hijo de un padre adinerado que además se dedicaba a la política y lo inscribió en el Liceo Militar, Carlos finalizó los estudios e ingresó al seminario, donde poco tiempo después fue ordenado sacerdote por el obispo riojano Enrique Angelelli, uno de los emblemas de los curas tercermundistas, famoso por su pastoral de los campesinos.
Angelelli envió a Murias a ayudar a los campesinos del pueblo El Chamizal, en compañía del francés Gabriel Longueville, donde debían fundar una comunidad franciscana. Pero los militares interrumpieron la democracia y comenzaron a enviar advertencias, que luego se volvieron amenazas. "La tuya no es la iglesia en la que creemos", decían los uniformados. Carlos los ignoró y continuó trabajando, hasta que el 18 de julio de 1976 fue secuestrado con Gabriel. Fueron encerrados en la Base de la Fuerza Aérea del Chamizal y dos días después su cadáver fue encontrado en medio del campo: le habían sacado los ojos y le habían cortado las manos antes de dispararle.
En el funeral, Angelelli envió un duro mensaje a los militares: "Han golpeado donde sabían que habrían hecho más daño. A Carlos lo ordené yo y yo lo puse en una situación de peligro". Dos semanas después, un Peugeot 404 alcanzó el coche en el que viajaba el obispo tercermundista, el coche tuvo un accidente y murieron todos los ocupantes. La policía archivó el caso como un simple accidente, aunque la Justicia hoy está investigando para determinar si se trató de un homicidio.
El padre Miguel La Civita, cercano colaborador de Angelelli, contó: «Conocí a Bergoglio cuando estudiaba. Pocos días después del homicidio se llevó a nuestros seminaristas y los escondió en el Colegio Máximo de los jesuitas, del que era el provincial. No son historias que he escuchado por ahí: lo vi, en primera persona. Y que quede clara una cosa: yo era el prototipo exacto de los que entonces se llamaban sacerdotes tercermundistas, teología de la liberación. Con el pretexto de los retiros espirituales, el Colegio se había convertido en una especie de central para ayudar a los perseguidos: los escondían, preparaban los documentos falsos y los ayudaban a huir al extranjero. Bergoglio estaba convencido de que los militares no habrían tenido el valor de violar el Máximo».
Angelelli envió a Murias a ayudar a los campesinos del pueblo El Chamizal, en compañía del francés Gabriel Longueville, donde debían fundar una comunidad franciscana. Pero los militares interrumpieron la democracia y comenzaron a enviar advertencias, que luego se volvieron amenazas. "La tuya no es la iglesia en la que creemos", decían los uniformados. Carlos los ignoró y continuó trabajando, hasta que el 18 de julio de 1976 fue secuestrado con Gabriel. Fueron encerrados en la Base de la Fuerza Aérea del Chamizal y dos días después su cadáver fue encontrado en medio del campo: le habían sacado los ojos y le habían cortado las manos antes de dispararle.
En el funeral, Angelelli envió un duro mensaje a los militares: "Han golpeado donde sabían que habrían hecho más daño. A Carlos lo ordené yo y yo lo puse en una situación de peligro". Dos semanas después, un Peugeot 404 alcanzó el coche en el que viajaba el obispo tercermundista, el coche tuvo un accidente y murieron todos los ocupantes. La policía archivó el caso como un simple accidente, aunque la Justicia hoy está investigando para determinar si se trató de un homicidio.
El padre Miguel La Civita, cercano colaborador de Angelelli, contó: «Conocí a Bergoglio cuando estudiaba. Pocos días después del homicidio se llevó a nuestros seminaristas y los escondió en el Colegio Máximo de los jesuitas, del que era el provincial. No son historias que he escuchado por ahí: lo vi, en primera persona. Y que quede clara una cosa: yo era el prototipo exacto de los que entonces se llamaban sacerdotes tercermundistas, teología de la liberación. Con el pretexto de los retiros espirituales, el Colegio se había convertido en una especie de central para ayudar a los perseguidos: los escondían, preparaban los documentos falsos y los ayudaban a huir al extranjero. Bergoglio estaba convencido de que los militares no habrían tenido el valor de violar el Máximo».
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