León Gieco canta: “y se alegra todo el
pueblo quien le puede decir que no solamente alguien que quiera que tengamos triste el corazón” y sí alegró a todo
un pueblo ¿Quién le puede decir que no…? El 5 de marzo se cumplieron 25 años de
la partida del popular NEGRO OLMEDO …
Y recuperé un texto de Osvaldo Soriano: “EL PAÍS SIN
OLMEDO”. Gran escritor con pocas palabras dice todo lo que uno quisiera decir…
“El país sin Olmedo” por Osvaldo Soriano del libro “El ojo
de la patria”.
Cada vez que regreso al
país espero encontrarme con malas noticias. Es una sensación vaga, insistente,
que se me instala al abordar el avión. El lunes pasado, al volver de Italia, me
encontré con que se había muerto Alberto Olmedo. El taxista que me llevó de
Ezeiza a la Boca estaba de un humor sombrío y sólo habló para decirme que
nuestras vidas ya no serían las mismas sin el cómico de los viernes.
Tal vez no sea para
tanto, pero algo de eso hay. Esta nueva tristeza que se percibe en las calles
se agrega a muchas otras, más tangibles, de estos años olvidables. Es como si
de golpe la gente se hubiera quedado desamparada, sola en las gradas de un
circo vacío.
¿Cómo ocurrió? Había
tomado champán, dicen. Tal vez había probado blanca para remontar la noche.
Parece que jugaba. Vaya a saber a qué jugaba el irresponsable cuando se salió
del balcón: ¿a Tarzán que salta de liana en liana? ¿Al Capitán Piluso? ¿Al
Yéneral González? ¿O tal vez al marido viejo, engañado y celoso?
Nunca se sabrá si
estaba divirtiéndose antes de la última voltareta, pero al fin y al cabo fue
coherente con su vida despreocupada: matarse de esa manera tiene algo de
ridículo y desopilante, como todo lo suyo. Es un broche maestro para alguien
que mezclaba todos los roles de la existencia con un talento inmenso.
Bruto, machista y
grosero como era en la ficción (y tal vez también afuera de ella, si es que hay
un afuera), uno de sus personajes postreros se llamaba Borges y no era
casualidad. Otro, Rogelio Roldán, era el homónimo de un empresario de pompas
fúnebres, y fue ese amigo quien el domingo pasado lo enterró de verdad.
Esta vez no apareció,
como en 1976, aquel locutor oficial que anunciaba una muerte apócrifa. Era real
la caída, casi una parábola de la otra, la de Alicia Muñiz, empujada por Carlos
Monzón el mismo verano en la misma ciudad de balcones funestos. Monzón y Olmedo
eran amigos y de la misma estirpe dudosa. Parece que uno se impresionó a su
tiempo por lo del otro, pero sería demasiado atrevido asociar amigos,
amaneceres, desamparos y desatinos.
Olmedo no era un
intelectual y se intimidaba con ellos. Nunca hizo una buena película, ni
siquiera deja una obra perdurable. Era tan simple y fugaz como la memoria, o
como una imagen de televisión. Tenía la codicia exagerada de los que vienen de
muy abajo y temen perderlo todo.
Le gustaban la noche,
los amigos y el champán, como a Carlos Gardel. A veces se entristecía y pensaba
que tenía que hacer algo màs que dinero. Una noche de otoño pasado, luego de
separarse de su mujer, me llamó a las tres y media de la mañana, sin
disculparse. Le parecía lo más natural la hora, como me lo parece a mí. No nos
conocíamos. O mejor dicho, él no se acordaba que hace unos años, la única que
vez que lo vi en persona, me había pedido que le tirara unos tomatazos para
cerrar un sketch en el que hacía -sin éxito- el papel de un mal cómico.
Aquella madrugada me
dijo que le había ido bien en Mar del Plata, que había 'ganado unos pesitos' y
quería interpretar al cónsul de A sus pies rendido un león. Estaba dispuesto a
producir la película, a hacer algo digno, 'a pasar a otra cosa'. Le dije que ya
había una coproducción en marcha y que habíamos pensado en él para hacer a
Faustino Bertoldi, pero no me creyó. Le resultaba imposible imaginarse al lado
de italianos y franceses de cartel internacional. Al fin de cuentas él venía de
provincias (llamaba 'pueblo' a Rosario) y creía que era sólo un cómico de
legua, un saltimbanqui de ocasión.
(...)
Es una pena que la
televisión no guarde aquellas imágenes de los años 60 y 70 que hoy todos -hasta
los más jóvenes- creen haber visto. Las de Piluso, el aventurero que hizo soñar
a una generación que luego intentaría el asalto al cielo; las de González, el
general de pacotilla, inútil pero impetuoso, que anticipaba al Galtieri de las
Malvinas.
En algún momento
comenzó a corromperse, igual que casi todos sus compatriotas, y su arte se
volvió vulgar, degradante, fascistoide. Perdió el pelo, ganó mucho dinero y
algunas mañas y repitió como letanías los instantes soberbios en los que había
cambiado las reglas de la televisión. Su humor de bragueta le bastaba para
hacernos reír. No buscaba la crítica, aunque a veces lograba hacernos sentir
todo lo bajo que habíamos caído.
Días pasados, un croto
de Barracas, apesadumbrado, me dijo que Olmedo 'salpicaba mierda', y creo que
tenía razón: el doble lenguaje de la política lo aplicaba al sexo reprimido, a
la bestialidad de un tiempo que lo obligó a resignar lo mejor de su talento por
plata, mujeres y champán.
No tuvo oportunidad de
hacer lo de Sordi, Coluche o Peter Sellers. Ni siquiera lo de Cantinflas. Era
tan bueno como ellos, pero vivía aquí, con Romay, García, Goar Mestre y
Carreras. Esa mediocridad era su pasión argentina, su destino sudamericano.
Una mediocridad
compartida, sin más exigencias ni otro juez que las mediciones de audiencia. Y
sin embargo, ¡qué grande era a veces! Qué justa su réplica, qué cómplice su
mirada, qué sutil su gesto grosero. Entraba en la letrina y sacaba oro. No
siempre, es cierto; pero nadie -salvo Fidel Pintos y dicen que Florencio
Parravicini- había llegado tan alto en la composición de pobres criaturas sin
destino.
Hace una semana que
Olmedo es un pesar inconsolable para la gente que se levanta el amanecer y
viaja tres horas en colectivo. Para hombres y mujeres que viven amontonados en
una pieza y se alimentan con fideos y mate. ¿Qué hacer ahora que el vértigo de
la figuración, la coca y la plata dulce se lo tragaron para siempre?
Sin el gran Payaso,
este país de incautos, melancólicos y rufianes se queda a solas con sus
pálidas. Cada uno de nosotros es un personaje de Olmedo que, quizá sin saberlo,
se ríe de sí mismo. Ahora que el otro saltó por el balcón, descubrimos que,
como su amigo Rogelio Roldán, el de los 170 australes, éramos tan pobres. Tan
ilusos y trágicos.
* Publicada en
Página/12 el 13 de marzo de 1988.
Olmedo fallece el 5 de marzo del mismo año.
25 años sin EL QUERIDO NEGRO OLMEDO.
Alberto Olmedo: el
dueño de la sonrisa Fue uno de los capocómicos más importantes de la Argentina.
Le dio vida a una gran cantidad de personajes. Su paso por la televisión, el
cine y el teatro. A 25 años de un trágico final.
¿Qué quiero que
quede de mí?
Una estatua a mis manos en la calle Corrientes para que miren y
digan: "Chau negro".
Nada más.
Tema de Piluso.
Cerca, Rosario siempre estuvo cerca
tu vida siempre estuvo cerca
y esto es verdad
vida, tu vida fue una hermosa vida
tu vida transformó la mía
y esto es verdad
y la vida como viene va
no hay merienda si no hay capitán
tanto, salimos por las calles tanto
bebimos en los bares santos
de la verdad
y algo, me dice que perdimos algo
perdimos y ganamos algo
algo en verdad
y la vida como viene va
no hay merienda si no hay capitán
nada nos deja mas en soledad
que la alegría si se va
volar, volar, volar, volar, volar
como es Alberto volar al más allá...
tira, la soga de tu cuello tira
la soga de mi cuello tira
y esto es verdad
y eran los tiempos de la primavera
dejaste tu sonrisa en ella
y esto es verdad
y la vida como viene va
no hay merienda si no hay capitán.
tu vida siempre estuvo cerca
y esto es verdad
vida, tu vida fue una hermosa vida
tu vida transformó la mía
y esto es verdad
y la vida como viene va
no hay merienda si no hay capitán
tanto, salimos por las calles tanto
bebimos en los bares santos
de la verdad
y algo, me dice que perdimos algo
perdimos y ganamos algo
algo en verdad
y la vida como viene va
no hay merienda si no hay capitán
nada nos deja mas en soledad
que la alegría si se va
volar, volar, volar, volar, volar
como es Alberto volar al más allá...
tira, la soga de tu cuello tira
la soga de mi cuello tira
y esto es verdad
y eran los tiempos de la primavera
dejaste tu sonrisa en ella
y esto es verdad
y la vida como viene va
no hay merienda si no hay capitán.
EL TEMA QUE IDENTIFICÓ POR AÑOS EL PROGRAMA "NO TOCA BOTÓN".
Attention, mesdames et messieurs" (Atencion, señoras y señores) y lo canta Michel Fugain.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
La diferencia de opiniones conduce a la investigación, y la investigación conduce a la verdad. - Thomas Jefferson 1743-1826.