La revolución radical de 1905 y sus consecuencias (El Historiador).
El 4 de febrero de 1905 estalló una revolución de la Unión
Cívica Radical en diversos puntos del país. La sublevación fue sofocada pero
convenció a los dirigentes de la época de la necesidad de realizar cambios
profundos en el sistema político vigente. Desde finales del siglo XIX, un
sector del grupo gobernante había comenzado a darse cuenta de que la
prosperidad alcanzada podía peligrar si no se atendían los reclamos de la
oposición. Se mostraron entonces
dispuestos a considerar reformas graduales en el sistema electoral, con el fin
de evitar conflictos sociales. Pero la “máquina electoral”, aceitada en base a
fraude y corrupción, continuaría funcionando a
la perfección durante muchos años. A continuación, incluimos
algunos fragmentos de un discurso de Carlos
Pellegrini, pronunciado pocos meses después de la revolución radical, donde
manifiesta su convicción de llevar a cabo una apertura política en el sistema
electoral.
Fuente: Discurso de Carlos Pellegrini en el banquete que le
ofreció la juventud del P.A.N., el 25 de agosto de 1905.
“Nuestro país despliega ante el mundo sus tesoros y escucha
satisfecho el coro de alabanzas y de elogios que se tributa siempre a los afortunados;
pero su concepto como Nación no crece cual debiera, y asoman a veces dudas
hirientes sobre su capacidad política.
”…Nuestra historia política de los últimos quince años es,
con ligeras variantes, la de los quince años anteriores; casi puede decirse, la
historia política sudamericana; círculos que dominan y círculos que se rebelan;
opresiones y revoluciones, abusos y anarquía. Pasan los años, nada se corrige y
nada se olvida…
”Vivimos girando en un círculo funesto de recriminaciones
recíprocas y de males comunes. Los unos proclaman que, mientras haya gobiernos
personales y opresores, ha de haber revoluciones; y los otros contestan que
mientras haya revoluciones, han de existir Gobiernos de fuerza y de represión.
Todos están en la verdad, o, más bien, todos están en el error.
”Hay que convencer a los unos que por fundadas que sean sus
protestas contra la violación de derechos y garantías, nunca podrán alcanzar el
remedio de esos males con revueltas populares o motines militares, y que el
testimonio, no sólo de nuestra propia historia, sino de la historia de la
humanidad, les dice que, de esas revueltas y motines, han surgido muchas veces
Gobiernos de hecho y de fuerza, obscuras y torpes tiranías; pero jamás
Gobiernos de libertad y derecho.
”Pero, cuando condenamos estos remedios anárquicos, no
podemos admitir que esa condenación se traduzca en garantía para el abuso, y
debemos recordar a los Gobiernos que es la libertad y no la represión la que
curará males que tienen su origen en nuestra deficiente educación política, y
que inútilmente apelarán al rigor de las leyes, pues que aún cuando condenen a
los culpables a presidios y destierros, la sentencia caerá sobre ellos sin
inflamarlos, porque la conciencia y el sentimiento públicos saben que no hubo
en su acto intención criminal, sino vicios de educación política…
”Todos estos males, mis jóvenes amigos, reconocen una sola y
única causa y tienen un solo y único remedio, es que todo nuestro régimen
institucional es una simulación y una falsedad. Nuestra Constitución proclama
como base institucional la soberanía popular, y la soberanía popular no existe;
declara que el voto popular es fuente de toda autoridad, y esa fuente está
cegada o cubierta de malezas; quiere que nuestro Gobierno sea fuerte y eficaz
por la opinión que lo vigorice, y la opinión pública carece de vigor necesario,
pues se la ve cobijarse tras voluntades y energías personales…
”En nuestra República el pueblo no vota; he ahí el mal, todo
el mal, porque en los pueblos de régimen representativo, cuando falta el voto
popular, la autoridad sólo surge y se apoya en la mentira o la fuerza; sólo
tendremos autoridades respetables y pueblos respetuosos, cuando hayamos
conseguido encarnar en nuestras masas y en todas las clases sociales, que el
voto electoral no es sólo el más grande de nuestros derechos, sino el más
sagrado de nuestros deberes; que es el voto lo único que levanta y dignifica al
ciudadano.
”…Cuando recorría la gran República del Norte, cuando
contemplaba esa aglomeración de razas, de religiones, de tendencias diversas, y
cuando, en medio de esa gigantesca batalla de ideas y de pasiones, veía la
máquina institucional funcionar regularmente sin choques ni tropiezos, me
preguntaba: ¿cuál será el secreto de ese perfecto organismo que así resuelve el
problema del Gobierno firme, de un pueblo en camino de ser el mayor imperio de
la tierra?
”…cuando vi en torno de las urnas, fieles a la cita, todas
las clases sociales, desde las más grandes hasta las más pequeñas, desde los
hombres fabulosamente ricos hasta los proletarios, cuando vi en Nueva York,
sólo tres veces más poblada que Buenos Aires, votar 650.000 ciudadanos, y en
toda la Unión depositar su voto 15.000.000 de electores, el 20% de la población
total; y cuando recordé que en esta gran ciudad, con 1.000.000 de habitantes,
apenas reunía, en circunstancias análogas, 30.000 electores, el 3 % de la
población total; entonces comprendí y sentí por qué aquel pueblo era tan
grande, tan fuerte y tan libre…
”Un pueblo que vota es dueño de su propio destino: nada se
realiza sino por su voluntad, y nada puede haber dentro de su soberanía que sea
superior a su soberanía misma…
”Vamos, pues, mis jóvenes amigos, a aprestarnos para la gran
tarea, y llamo a alistarse no sólo a vosotros, sino a las nuevas generaciones
en toda la República. No las convoco a una campaña electoral inmediata con el
solo propósito de hacer triunfar una tendencia, sino a una cruzada política
contra la indiferencia que pesa como manto de plomo sobre nuestra vida pública…
”Sólo conseguiremos despojar nuestro título de sudamericanos
de su significado deprimente, sólo podremos rechazar las humillantes
protecciones del monroísmo, sólo seremos, en una palabra, pueblo respetado y
respetable, cuando sepamos votar”.
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Fuente: www.elhistoriador.com.ar
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