EL GOBIERNO DE ARTURO UMBERTO ILLIA.
Dos videos para ver del trabajo efectuado por Felipe Pigna
sobre el gobierno de Illia.
Felipe Pigna - Lo Pasado Pensado -
Arturo Umberto Illia - 2008.
Illia y el peligro totalitario
por Felipe Pigna.
Presidente de los argentinos en tiempos difíciles, el
radical del pueblo Arturo Umberto Illia ha sido más reconocido por la historia
que por sus contemporáneos. Éstos lo han caracterizado como una tortuga, le han
achacado aceptar la proscripción del peronismo y le han criticado cierta
tozudez política que lo aisló en los momentos más duros. Aquella, en
cambio lo recuerda hoy por medidas
audaces, como la anulación de los contratos petroleros de Frondizi, y por haber
construido una isla democrática en un océano de golpes y dictaduras.
Nacido el 4 de agosto de 1900, en el pueblo bonaerense de
Pergamino, hijo de migrantes lombardos, llegó a Buenos Aires con una docena de
años, como pupilo del Colegio Pío IX. Años más tarde, comenzó sus estudios de
medicina en la Universidad de Buenos Aires y luego realizó sus prácticas en un
hospital de La Plata, hasta su graduación. Cuando quiso dar inicio a su
profesión, el gobierno radical de Yrigoyen le ofreció ejercer como médico
ferroviario. Illia decidió entonces radicarse en el pequeño pueblito cordobés
de Cruz del Eje.
Despedido tras el golpe militar de 1930, comenzó una intensa
pero sobria actividad política desde el mismo lugar. En 1931 fue electo
presidente del Comité departamental. A partir de entonces, se convirtió en el
principal vocero de la corriente sabattinista en todo el noroeste cordobés.
Cinco años más tarde, cuando Amadeo Sabattini asumió la gobernación, fue
elegido senador provincial y pocos años más tarde, en 1940, vicegobernador,
secundando a Santiago del Castillo. Por entonces ya se había casado con Silvia
Martorell, con quien tendría tres hijos.
Diputado nacional durante el gobierno peronista, Illia se
convirtió rápidamente en un franco opositor y líder del radicalismo cordobés,
aunque rechazó oportunamente a la Unión Democrática. Cuando fue derrocado
Perón, en 1955, tenía 55 años y ya había transitado casi todos los principales
cargos partidarios, ejecutivos y legislativos. Y cuando un sector del
radicalismo optó por acercarse al peronismo, se opuso férreamente. Así, pronto
formó parte del sector que formó la Unión Cívica Radical del Pueblo, contraria
a los radicales intransigentes, encabezados por Arturo Frondizi.
Antes de ser consagrado candidato presidencial por la UCRP
para las elecciones de julio de 1963, Illia había sufrido también duras
derrotas electorales. Pero en la elección decisiva logró ser electo como
gobernador cordobés y, aunque las Fuerzas Armadas derrocaron a Frondizi y
anularon las elecciones, se perfiló como el candidato radical del pueblo.
En julio de 1963, con el peronismo proscripto, triunfó con
apenas un 25% del electorado, y se convirtió en presidente de la República.
Destacado por un escrupuloso respeto a las libertades públicas, cierto
reformismo social y una vocación económica nacionalista, enfrentó numerosos
problemas a poco de asumir: crisis económicas, plan de luchas sindicales,
conspiraciones del establishement y amenazas militares. Pero antes de cumplir los tres años de gobierno,
contaba con escaso apoyo popular y político y sería derrocado.
Retirado de la vida política, luego reconocido por su
honestidad y carácter incorruptible, Illia fallecería el 18 de enero de 1983,
poco antes de que su histórico partido encabezara la recuperación de la vida
democrática en el país. Lo recordamos en esta oportunidad con un fragmento de
su discurso de asunción de la presidencia, el 12 de octubre de 1963, donde
aludía al problema totalitario, advirtiendo sobre los males que acarreaba al
país que las Fuerzas Armadas se comprometieran “en episodios reservados al
poder civil”. Lamentablemente, el 28 de junio de 1966, sus temores se verían
confirmados, cuando un nuevo golpe de Estado, esta vez encabezado por Juan
Carlos Onganía, puso fin a su gobierno.
Fuente: Pedro Sánchez, La presidencia de Illia, Buenos
Aires, Centro Editor de América Latina, 1983, págs. 8-10.
“Lo que nuestra democracia necesita es ser auténtica
expresión de su verdadera esencia. Lo importante no es que el sentido social de
la democracia esté en nuestras declaraciones políticas o estatutos partidarios,
sino que los argentinos tengan la decisión y la valentía de llevarlo a la
práctica. Sólo será justo nuestro orden social, cuando se logre que los
recursos humanos y los materiales, unidos al avance técnico del país, permitan
asegurar al hombre argentino la satisfacción de sus necesidades físicas y
espirituales. Esta es la hora de la gran revolución democrática, la única que
el pueblo quiere y espera. Todas las fuerzas políticas argentinas participan
desde hoy, en mayor o menor medida, en el gobierno de la cosa pública. Este
hecho de suyo significativo, compromete la responsabilidad del conjunto.”
“La democracia argentina necesita perfeccionamiento; pero
que quede bien establecido que perfeccionamiento no es sustitución totalitaria.
Así como entendemos que para salvaguardar el destino de nuestro régimen
democrático republicano contra todas las desvirtuaciones de los grupos
totalitarios es necesario prestigiar el Parlamento, afirmo que la libertad de
juicio e imparcialidad de la justicia constituyen la última y fundamental
garantía de nuestro orden institucional.”
“En los últimos años, el desencuentro argentino llevó (a las
Fuerzas Armadas) a enfrentamientos dolorosos y a desenvolver una tarea que no
era la propia y que, en nuestro ordenamiento institucional, no es la prevista
para las fuerzas armadas. Pero ellas comprenden, al igual que los civiles, que
es necesario volver a la normalidad, al área de la Constitución, porque hay
demasiado por hacer en la Argentina, para que esta institución fundamental se
comprometa en episodios que están reservados al poder civil.”
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Fuente: www.elhistoriador.com.ar |
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