Es una pregunta que muchas veces me han hecho y que varios de ustedes han oído o -muy probablemente- dicho a alguien más de una vez: ¿Podés mirarme a mí y no al celular?
Cuestiona pero no deja de ser una pregunta trampa porque es casi una afirmación y admite una sola respuesta: “Sí, perdón”.
Estamos todos de acuerdo, al menos superficialmente, en que estamos estupidizados -si es que existe la palabra- por las pantallas, y se nota cada día más.
Pero si rascamos la superficie de la mala costumbre encontraremos algo más que carencia de atención o falta de respeto por el otro.
La ciencia, por ejemplo, ha encontrando el lado profundo del hábito y demuestra que la pantalla, y su uso modifica nuestro cuerpo.
Una investigación publicada en la revista Current Biology dice que las pantallas táctiles logran que las personas desarrollen nuevas habilidades con los dedos, en especial los pulgaresy en consecuencia sirve para analizar la plasticidad diaria del cerebro y entender cómo la vida cotidiana lo moldea.
Claro que el cerebro no es lo único que se modifica. Un estudio reciente demuestra que nuestra columna también padece a los smartphones generando una dolencia llamada Text Neck.
Surge de la postura de caminar y mirar o escribir en el teléfono y provoca dolor de cuello, hombros y columna. Ocurre sobre todo con aplicaciones como Whatsapp, que es la que más tiempo le “roba” al usuario.
Argentina no es excepción a esta condición: en nuestro país hay 20 millones de usuarios de smartphones que se pasan un promedio mensual de 27,4 horas conectados, que son cuatro más que el promedio mundial.
Otro estudio nuevo -parece haber uno nuevo cada día- revela que leer un libro electrónico en la cama, navegar en la tablet o chatear en el celular antes de ir a dormir pasa factura a la hora de intentar descansar.
Una investigación de la Universidad de Harvard descubrió que la luz de onda corta que emiten estos dispositivos afecta negativamente el sueño y el estado de alerta matinal.
Pero ya me puse muy serio y quiero volver a la trivialidad del tema. Si la ciencia ya está haciendo su parte, ahora nos toca a nosotros hacer la nuestra. Claro que el consejo más obvio será decir que hay que abandonar el smartphone y salir a la vida sin pantalla.
Pero ¿es la solución? Hoy, la calle es un lugar que cambió gracias a la tecnología. Un smartphone es pronosticador del tiempo, radio, cámara de fotos, nos dice en cuánto tiempo pasará un colectivo o cómo llegar a una dirección determinada.
También cambió nuestros tiempos de espera ofreciendo la opción de leer, chatear, jugar, escuchar música o quejarnos en las redes sociales de que estamos en la fila del supermercado o en el médico y nuestro turno se demora.
He visto varios bares y cafés que salieron a colgar carteles que dicen “No tenemos wifi, hablen entre ustedes”. Es gracioso pero no puedo dejar de verlos como negocios tacaños y sumamente limitados.
Claro que hay gente adicta al teléfono y está pendiente de él, pero admitamos la realidad más triste: si alguien se la pasa mirando la pantalla del smartphone es porque probablemente le está proporcionando más entretenimiento que la interacción con la persona que tiene enfrente.
Publicado en Diario "Los Andes" de Mendoza, martes 6 de enero de 2015. La imagen pertenece al mismo medio.
http://www.losandes.com.ar/article/-podes-dejar-de-mirar-el-celular-y-prestarme-atencion
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