La tecnología sofisticada utilizada en los viajes espaciales no es infalible y mucho menos los hombres que la manipulan. La NASA no estuvo libre de estos errores cuando puso un hombre en la luna. El español Carlos González fue testigo preferencial de aquellos contratiempos.
En la década de los sesenta la idea de futuro se enfocaba en el espacio. La ciencia ficción nos lo dictaba desde la literatura y la agencia espacial norteamericana lo hacia realidad con su carrera por llegar a la luna. La planificación y la exactitud de la NASA estaba reflejada en sus técnicos con camisa blanca de manga corta, bolsillo lleno de biromes y su corte de cabello militar. Ellos hacían que todo funcionara con la exactitud de un mecanismo de reloj. O al menos eso parecía.
El ingeniero español Carlos González Pintado fue durante más de cuarenta años el jefe de operaciones de Madrid del Deep Space Communications Complex, una de las tres antenas satelitales en España que recibían todo el flujo de comunicación de la NASA y sus misiones tripuladas. Desde ese lugar vivió la carrera espacial como un espectador de primera fila, con acceso a escenas que muy pocos pudieron ver.
Ahora está jubilado y entregado por completo a la divulgación de su experiencia, sus conocimientos de ingeniería espacial y sus anécdotas de la época.
"El Apolo 8 tuvo cierto interés porque fueron a la órbita de la Luna, y además fueron en Navidad. Lo hicieron adrede, claro, los americanos son especialistas en organizar sus encuentros con Saturno o con Júpiter en fechas señaladas: el 4 de julio, o el Día de Acción de Gracias…
Era muy importante que el contribuyente, que es quien pone el dinero, estuviera muy interesado por la misión. ¿Y cómo interesarle? Pues teniendo a tres astronautas dando vueltas a la Luna en Navidad. Imagina la transmisión desde allí: "Admiramos la grandiosidad del Universo, que es una obra de Dios… etc.".
"Seguimos entonces. Las misiones 9 y 10 pasaron de alguna manera más desapercibidas. Pero la 11... esa fue espectacular porque ahí iban a pisar la Luna. Y esa parte, la más difícil y espectacular de la misión, sólo pudo seguirse desde las antenas de Madrid en Robledo y de Fresnedillas que estaban alineadas en ese momento para ver bajar y aterrizar al módulo lunar, con todos los problemitas que tuvo.
"Una vez que el módulo alunizó les dijeron a los tres astronautas que se echaran una siesta (ríe). Imagínatelo: después de hacer un viaje de 400.000 kilómetros, hacer un descenso que no estuvo falto de incidentes… ¿me dicen que tengo que dormir? ¡Hombre, por favor! ¿Dónde están mis nervios? ¿Cómo voy a dormir ahora?
"El tema era una cuestión de horarios, claro. Era importante que cuando lo hicieran todo el territorio de Estados Unidos lo estuviera viendo. Les hicieron esperar y salieron cuando ya estaban las antenas de California haciendo el seguimiento.
Más de un problema
"Cuando Neil Armstrong y Edwin Aldrin entran en el módulo de descenso (Michael Collins se quedan en la nave de mando), encienden toda la instrumentación, cierran escotillas y se preparan para separarse. El hueco entre el módulo de mando y el módulo lunar debía estar despresurizado, pero no lo estaba del todo. Así que en vez de simplemente soltarse, salieron ligeramente despedidos, como el corcho de una botella de champán. Se fueron 10 kilómetros más lejos de lo que debían."
"Lo siguiente es comprobar que todo está en orden: uno despliega las patas, el otro mira por la ventana, parece que todo es correcto, no hay nada roto ni abollado... Muy bien, pues a bajar. Además, tienen una antena de ganancia que apunta a la Tierra para vigilar el alunizaje, que es el momento crítico de la misión. Pues de pronto se perdió la comunicación. Era la tecnología más avanzada del mundo, acabábamos de empezar y les habíamos perdido. Aldrin tuvo que reorientar la antena a mano e ir manejándola todo el viaje.
Aquella era una antena de alta ganancia automática programada para esquivar todo aquello que podía obstruir la señal. Pues el responsable de esa programación se olvidó de incluir como posible obstáculo la propia nave de mando. El módulo lunar miraba a la nave y no la reconocía como un obstáculo para la señal de la Tierra. Y entonces la señal no podía pasar.
Aldrin reorienta la antena, recuperamos la señal y empiezan a bajar. Porque Armstrong estaba determinado a bajar, eso te lo garantizo. Y cuando están en ello, saltan varias alarmas de seguridad. Armstrong dice "Houston, tenemos una alarma 1.202 y un botón rojo parpadeando que pone 'Abort!', ¿qué hacemos?". Las primeras no eran importantes, pero después saltó otra que sí lo era. El ordenador falló. "¿Y ahora qué?".
Había dos posibilidades. La primera era desprender la parte del módulo para el aterrizaje, reencontrarse con la nave de mando y volverse a casa. Armstrong se negó en rotundo. La otra era bajar en modo manual, y eso decidieron.
Se soltaron las bridas (por aligerar peso el módulo no tenía ni asientos), cogieron los mandos y siguieron bajando. Pero aún hay más. Por el radar se dieron cuenta de que se estaban pasando de largo, y no iban a aterrizar donde pensaban, sino 6 u 8 kilómetros más lejos de lo previsto, en una zona que no estaba cartografiada. Los equipos de a bordo tenían un margen de 15 metros, así que si había una roca de 14 metros, no la iban a ver. Iban a ciegas.
Pero Armstrong dijo que bajaba como fuese. Así que fueron buscando un sitio donde aterrizar. "Aquí no que hay rocas, aquí no que hay pendiente y nos caemos rodando...". El problema era que el módulo tenía una batería limitada y perfectamente medida para cada maniobra. Bueno, pues desde Houston les avisaron: "Águila, 30 segundos". Se les estaba acabando el tiempo. Hasta que encontraron por fin un sitio razonable donde aterrizar cuando solo quedaban 17 segundos.
Fue en ese momento que les piden a los astronautas que duerman un rato pero llenos de adrenalina como estaban se niegan. Pintado continúa con su relato.
La escotilla más chica que el astronauta
"De dormir, nada, claro. Dijeron que iban a ir haciendo tiempo poniéndose el traje espacial, que se tardaba un par de horas en poner. Y cuando por fin llega el momento de salir, resulta que no caben por la escotilla. Para disminuir el peso del módulo, los ingenieros habían hecho la escotilla más pequeña, pero no habían reducido la mochila de supervivencia y no pasaba.
Y fíjate qué curioso: a pesar de todos los problemas que habían tenido en todo el descenso y el aterrizaje, ése fue el momento en el que a Armstrong más le subieron las pulsaciones. Cuando se vio tan cerca del destino y sin poder salir. Con ayuda de Aldrin pudo salir, bajó a la Luna e hizo historia."
Y después de la Luna, ¿qué?
"La carrera espacial estaba ganada desde mucho antes en realidad, desde el 66. Americanos y soviéticos querían llegar a la Luna los primeros, obviamente. Los soviéticos tenían un cohete impresionante, un N1, que podía competir con un Saturno 5. Lo que ocurrió fue que, en 1966, el que era el cerebro soviético del diseño de estos cohetes, Sergei Korolev, tuvo una afección que requería una intervención quirúrgica de poco riesgo, y en esa intervención murió. Sus colaboradores no consiguieron terminar el proyecto y en ese momento los soviéticos arrojaron la toalla y los americanos ya habían ganado."
"Además es curioso porque a partir del Apolo 11, el interés por la carrera espacial decayó enormemente en Estados Unidos. El ciudadano de a pie se preguntaba: '¿Para qué vamos a gastar más dinero si ya hemos llegado a la Luna? Si ya hemos sido los primeros, si nos hemos traído 80 kilos de materiales para investigar... ¡Con lo que cuesta eso!'".
Mujer en el espacio
Los norteamericanos llegaron a la luna pero los rusos en casi todos los hitos anteriores fueron primero. De hecho la primer mujer astronauta, Valentina Terescova lo hizo en 1963 y EE. UU. puso su primer mujer en el espacio, Sally Ride, veinte años después. A raíz de esto González Pitado comenta:
"Fue una mezcla de machismo y puritanismo. Primero se pensó que no serían capaces de aguantar las pruebas físicas. Pero un grupo de mujeres, a las que después se conoció como las 13 Mercury, pasaron esas pruebas y demostraron que el físico no era un problema -es más, ahora se sabe que cualquier persona puede soportar una aceleración de 4 o 4,5g-".
"Lo del puritanismo lo digo porque resulta curioso que ninguna mujer estadounidense subiese al espacio hasta que se empezaron a utilizar pañales desechables y se puso una puerta en el baño de las naves. ¡Cómo iban a dejar a un hombre y una mujer juntos y solos allí arriba, sin una puerta en el baño!" .
Para Carlos Pintado la carrera espacial incidió en muchas otras cosas, de las que muchos ciudadanos no están al tanto. "Por ejemplo, sólo en medicina los desarrollos fueron incontables: se mejoraron los marcapasos, las medicinas para el mareo, se empezaron a hacer escáneres, se inventaron las lentillas, se inventó el pañal desechable superabsorbente (algo que todas las madres agradecen)… También se desarrolló el horno microondas, se impulsó la miniaturización, los PCs… Si tuviésemos que hacer un recuento de las cosas cotidianas en las que ha influido la carrera espacial, no terminaríamos nunca."
(Teknautas, El Confidencial, Rocío P. Benavente).
Publicado en Diario "Río Negro", 24-2-2015.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
La diferencia de opiniones conduce a la investigación, y la investigación conduce a la verdad. - Thomas Jefferson 1743-1826.