Toda marcha es política.
“Toda persona tiene derecho a la libertad de reunión y de asociación pacíficas”.
Desde el lanzamiento de la convocatoria hecha por fiscales
para una marcha del silencio, en homenaje al fallecido fiscal Alberto Nisman,
se ha instalado en los medios de comunicación un debate curioso que pone de
manifiesto la gran confusión que existe en torno a la política y lo político.
Lo interesante es que semejante confusión debería haber sido
zanjada desde chicos, en el instante en que cada individuo entiende de qué se
trata ser ciudadano o, al menos, qué es lo que significa ser un sujeto de
derecho. Hoy podemos ver que instrucción cívica es una materia que no ha sido
aprehendida en un mínimo necesario para que cada uno haga su aporte para
mejorar la democracia en vez de relegarla a una instancia más distante y
automática.
Hace unas décadas, el gran politólogo argentino ya
fallecido, Guillermo O’Donnell desarrolló una categoría política en torno al
tipo de democracias jóvenes que venían de dictaduras, en Latinoamérica y Europa
del Este. Se refirió a varios casos incluyendo el argentino y concluyó que lo
que vivimos es una democracia delegativa: pobre en calidad institucional, sin
un sistema de partidos políticos consolidado, sin rendición de cuentas ni
acceso a la información extendido, principalmente por parte de un muy fuerte
Poder Ejecutivo, donde la fundamental carencia es la falta de responsabilidad
cívica de nuestra sociedad toda.
He aquí nuestra gran falencia: la adolescencia de valores
democráticos en nuestra vida cotidiana que nos lleva a convivir, y a
sobrevivir, en una interminable sucesión de “Relatos Salvajes”. Como pueblo, nos
es imposible reconocernos. Preferimos aferrarnos a pertenencias limitadas,
facciosas, como el amor a la pelota, las prácticas ociosas o la ideología
kitsch, paradójicamente vaciada de contenido y fuertemente iconográfica.
Estas prácticas sociales individualistas y extendidas
implican la desconfianza en el prójimo y la tendencia creciente a abandonar la
construcción colectiva de una ciudadanía que ejerza sus derechos y asuma sus
obligaciones. Todo lo que se deja de hacer, afecta al entramado y constructo
social en el que se asientan instituciones (o estructuras legales) que fueron
pensadas para que fuesen ejercidas por gente idónea único requisito
constitucional para ejercer cargos públicos.
Es decir, el abandono del rol del ciudadano permite que se
profundicen las injusticias que debieran evitarse gracias a los dispositivos
jurídicos y sus estructuras de aplicación desde las funciones genuinas del
Estado, visibles en la prestación de servicios esenciales como la salud, la
educación, o la justicia.
La democracia no puede ser entendida como una forma de
gobierno, sino como parte de nuestra cotidianeidad, nuestra forma de
relacionarnos los unos con los otros, nuestra forma de vida en el sentido puro
del término. Es la República, forma de gobierno constitucional, que debiera
exigirse en su cumplimiento total y cabal a todo candidato a ocupar el sillón
de Rivadavia. Volviendo a O’Donnell, las democracias delegativas tienen un bajo
nivel de accountability o control horizontal, a diferencia de las democracias
republicanas donde los poderes (o funciones) se autolimitan y ninguno está por
encima del otro.
“La Democracia en América”, escrita por Alexis de
Tocqueville en el siglo XIX, uno de los proto-sociólogos de la humanidad, es
una radiografía de una sociedad norteamericana joven y pujante. Una visión de
una sociedad acostumbrada por las circunstancias a asociarse cotidianamente,
donde la unión hace la fuerza.
Y ahora, yendo al meollo de la cuestión: toda marcha es
política. Toda manifestación pública que demanda, pide, reclama, con pancartas,
con divisas o sin ellas, en silencio o a los gritos, es política. Porque así se
entiende toda reunión de personas que peticionen por algo, o como en este caso,
homenajeen la memoria de un fiscal que murió trabajando en el marco de una
causa que aún no ha llegado a impartir Justicia, es decir, que continúa impune:
el atentando a la AMIA el 18 de julio de 1994. Un atentado a la democracia,
contra el pueblo argentino, más allá de las especulaciones o líneas de
investigación que hablan de un ajuste de cuentas mafioso contra el entonces
presidente Carlos Menem.
Una marcha que pide el esclarecimiento de la muerte del
fiscal, la atención a la denuncia que presentó días antes de su fallecimiento y
también un minuto de silencio que le fue negado oficialmente, así como un día
de luto, una bandera a media asta o, ni siquiera, un sentido pésame a la
familia.
Marchar, peticionar, movilizarse y reclamar está garantizado
en nuestra constitución gracias a la inclusión de los Pactos Internacionales
sobre Derechos Humanos en la Constitución Nacional de 1994, curiosamente, el
año en que volaron la AMIA. Exactamente el artículo 20 de la Declaración
Universal de Derechos Humanos expresa: “Toda persona tiene derecho a la
libertad de reunión y de asociación pacíficas”. Es decir, es un derecho humano
con rango constitucional. Toda marcha es política.
¿Dónde está la confusión en el debate público? En la
diferencia entre política y lo político. Entre lo político y lo partidario.
Todo lo que acontece acerca de cuestiones que nos interesan a todos y otras
variantes, es político y por ello la Política debe intervenir para generar
amplios consensos que impliquen acuerdos democráticos hacia una mejora
incremental de las condiciones de vida de una sociedad.
Nuestra realidad nos pide unión y fraternidad en el disenso
para que el fanatismo político no triunfe y para que ningún sociópata, o
grupúsculo de ellos, intente escribir un nuevo capítulo fraticida en nuestra
Historia, testigo de tantos baños de sangre por nuestra incapacidad de
entendernos los unos a los otros, de escuchar y de dejar peticionar o
simplemente, hacer un profundo silencio.
Para INFOBAE
Por: PABLO OLIVERA DA SILVA
Licenciado en Ciencia Política. Presidente y fundador de la
ONG Construyendo Ciudadanía.
Publicado en Diario "De la Costa" de Viedma 19-2-2015. La imagen pertenece al mismo medio.
http://www.noticiasnet.com.ar/?se=120&id=194401&Toda-marcha-es-politica
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