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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

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“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

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"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

sábado, febrero 07, 2015

OPINIONES: Suicidios argentinos por Jorge Gadano.

El presunto suicidio del fiscal Alberto Nisman ha sido para no pocos dirigentes de la oposición un crimen del poder. Convencidos de que, al acusar a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner de haber cometido en el caso AMIA el delito de encubrimiento Nisman se había convertido en un enemigo del gobierno, creen que se decidió eliminarlo. Mucha gente comparte esa sospecha. No obstante, la carátula del expediente mantiene el título de "muerte dudosa" y, para peor, ahora la causa principal, la del atentado, comenzó a rebotar de un juzgado a otro. No es que los señores jueces teman terminar suicidados pero, por las dudas, prefieren que le toque a otro.
Los suicidios de celebridades han tenido protagonistas ilustres en la historia argentina. Si iniciamos la cuenta desde que la Nación se consolidó como un Estado con reconocimiento internacional y el nombre República Argentina, el primero en ponerse una pistola en la cabeza y gatillar fue Leandro Alem, el fundador del primer partido populista del país, la Unión Cívica Radical. Lo lanzó al ruedo de la política con la consigna "que se rompa pero que no se doble" -que pasó por algunos altibajos en su larga historia- como si hubiera sido a la vez, para él, una norma de invariable vigencia en su vida pública.
No hubo, en el caso, una "muerte dudosa". En las primeras líneas de una carta póstuma Alem no dejó dudas. Dijo en las primeras líneas: "He terminado mi carrera, he concluido mi misión. Para vivir estéril, inútil y deprimido, es preferible morir". Y ratificaba su rechazo al acuerdo con Mitre y Roca: "Sí, que se rompa pero que no se doble". Los alzamientos sediciosos que propiciara habían fracasado, del mismo modo que los intentos de llegar al poder por la vía electoral. En 1892 el fraude había llegado al colmo de la desfachatez, cuando el candidato de la alianza roquista, Luis Sáenz Peña, triunfaba con el 95,02% de los votos, contra el 2,26 que obtenía el de la UCR, Bernardo de Irigoyen.
Tampoco fue dudosa la muerte de Lisandro de la Torre. Él también, antes de matarse en 1939, dejó unas líneas: "...desearía que mis cenizas fueran arrojadas al viento; me parece una forma excelente de volver a la nada, confundiéndose con todo lo que muere en el universo". Tenía sobrados motivos para suponer que había gente interesada en ayudarlo a morir: en julio de 1933 (un año pródigo en magnos acontecimientos), cuando desde el Senado denunciaba por corrupto al gobierno del general Agustín P. Justo, un sujeto luego identificado como Ramón Valdez Cora disparó contra él varios tiros que no lo tocaron. Sí mataron a su compañero de bancada, Enzo Bordabehere.
Senador nacional en los 30 por el Partido Demócrata Progresista -fundado por él luego de haber acompañado a Alem en la fundación de la UCR-, De la Torre sobresalió por su oposición a la ley de carnes -que favorecía a los frigoríficos británicos- y sus dotes como polemista brillaron en el debate de la ley anticomunista propiciada por el senador conservador, fascistoide y antisemita Matías Sánchez Sorondo. Como en los fundamentos del proyecto se aludía al avance del comunismo en Catamarca, De la Torre lo ridiculizó ironizando sobre que los comunistas catamarqueños amenazaban con devorarse toda la cosecha de higos de la provincia. El 5 de enero de 1939 Lisandro se pegó un tiro en su departamento porteño de la calle Tucumán y (oh, ironías del destino) cercano a la esquina con Leandro Alem.
Las dudosas
Los suicidas nombrados hasta aquí no ofrecieron dudas porque dejaron testimonios escritos de su decisión de quitarse la vida. Otros, como Leopoldo Lugones, eligieron una salida teatral como la de, en un recreo del Delta, impregnar en whisky una pastilla de cianuro, el 18 de febrero de 1938. La tragedia, familiar, continuó con el suicidio de su hijo Polo -un simpatizante de la picana eléctrica- en 1971 y el secuestro y desaparición, a manos de un grupo de tareas, de su nieta Piri, en diciembre de 1978.
Se dirá, entonces, que cuando hay carta -o un envenenamiento en público- no hay dudas. Pero no es tan así porque, al menos en un caso, fue la carta la que creó las dudas. Dirigida a Juan Perón, presidente de la República en su segundo mandato, terminaba diciendo (fue una despedida que recorrió el país) "perdón por la letra, perdón por todo". El firmante era el secretario privado de Perón, hermano mayor de Eva Perón, Juan Duarte, Juancito.
Eso fue el 9 de abril de 1953. Tres días antes Perón había contestado a las acusaciones de corrupción declarando que "irá a la cárcel hasta mi propio padre si es ladrón". Juancito padecía una sífilis entonces incurable. Su hermana y protectora, Evita, había muerto ocho meses antes.
En 1997 Álvaro Abós le dedicó una nota en la revista del diario "La Nación". En el último párrafo escribió: "A Juan Duarte lo atrapó la sífilis, el castigo de un pecador. Fue un módico galán de pueblo, un pebete argentino que confundió su billetera con la del país".
Después del derrocamiento de Perón, en septiembre de 1955, un oscuro personaje de la Libertadora conocido como el capitán Gandh manejó de hecho una comisión que investigó un presunto asesinato. Pero dos jueces, uno en 1955 y el otro, Franklin Kent, en 1958, se pronunciaron por el suicidio. Hubo, no obstante, una sentencia, de Gandhi, quien so pretexto de investigar el impacto de la bala hizo que le cortaran la cabeza. En su despacho la exhibía como un trofeo de guerra.
Ahora, en el caso Nisman, abundan las dudas y escasean las certezas. Sólo una duda, la que se refiere al futuro de la investigación, está adquiriendo el carácter de certeza. No debe ser motivo de sorpresa, ya que la causa que investigaba Nisman, el atentado a la AMIA, se ha devorado, sin resultado, más de 20 años y siete presidentes. El principal, Carlos Saúl Menem, que estaba en la Rosada cuando explotó la bomba que mató a 85 personas y al que "la Justicia" todavía no ha llamado a declarar.
Autor: JORGE GADANO. Publicado en Diario "Río Negro", sábado 7 de febrero de 2015.
Cuadro de imágenes: Blog de la Patagonia.

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